He dejado muy claro que el período Victoriano (1837-1901);
es uno de mis pasajes favoritos de la Historia. El
término no sólo sirve para identificar la etapa de mayor predominio mundial del
Reino Unido, sino califica a una sociedad de puritanismo extremo y normas
rígidas cuyo conservadurismo puede interpretarse como una reacción de temor
ante un proceso de cambio acelerado y profundo. Tradición e innovación,
prosperidad y miseria, aislamiento e imperialismo, revisten al reinado de Alejandrina Victoria,
Reina de Gran Bretaña, Irlanda y Emperatriz de la India
de una extraordinaria complejidad que repercutió en sus
manifestaciones artísticas y culturales.
Sirva esta breve introducción para
dirigirme al caso criminal de Jack el
destripador, hecho que inevitablemente se vincula a este período. Todos los
diletantes del horror conocemos su infame nombre artístico. Su aparición es
como una escandalosa mancha de sangre en un ambiente aparentemente impoluto,
como el de una sábana blanca. En el otoño de 1888 el mítico homicida mutiló a
cinco desafortunadas prostitutas, según los recuentos y las versiones
oficiales, antes de desaparecer para siempre en la niebla londinense. A casi
127 años, el destripador continúa incendiando la imaginación de investigadores
y artistas de todo el mundo. De la fértil imaginación del escritor Robert Bloch a la estremecedora novela
gráfica de Alan Moore y Eddie Campbell, convertida en la
impecable cinta Desde el inferno (Albert y Allen Hughes, 2001), Jack ha
demostrado su cabal integración al imaginario colectivo de la humanidad. Y
ahora se suma con justicia el caso que inspira estas líneas.
En
el ocaso de 2012 se transmitió el primer episodio de Ripper Street, serie
inglesa creada por Richard Warlow
que hace un recuento ficticio de lo sucedido en el pauperizado barrio tras los
asesinatos del destripador. A primera vista resalta su impecable diseño de arte
que rebasa sus estupendas locaciones en Dublín, Irlanda: es un estupendo
retrato sociológico que resume los contrastes de una época, desde los
conflictos de sus habitantes, la prostitución, la explotación de menores, los
orígenes del sistema subterráneo londinense, las cicatrices mentales que
causaron los conflictos bélicos del momento, los escándalos de la
homosexualidad y el “amor que se niega a decir su nombre”, la violencia contra
las mujeres, los avances de la Medicina y la tecnología, la incorporación del
conocimiento científico en la investigación policial, el anarquismo, el
nacimiento del cine snuff y el fanatismo religioso. Todo a través de un sólido
elenco encabezado por el Detective Inspector Edmund Reid (Matthew Macfadyen), personaje de la
vida real que estuvo a cargo de la División
H de Scotland Yard destacada en
la zona y de la investigación de dos homicidios relacionados con el
destripador. Reid, eminente
victoriano, hombre recto, idealista y de buenas costumbres, se apoya de su
“brazo ejecutor”, el Detective Sargento Bennet Drake (Jerome Flynn), honesto y rudo excombatiente de la Guerra
Anglo-Egipcia de 1882, y del norteamericano Capitán Homer Jackson (Adam Rothenberg), cínico, vicioso y
poco escrupuloso cirujano con un pasado misterioso que formó parte de la
Agencia de Detectives Pinkerton. La
historia se adereza con el drama de Susan Hart (MyAnna Buring), matrona que dirige una casa de citas en la zona, la
prostituta con aspiraciones artísticas Rose Erskine (Charlene McKenna), el muy corrupto y malvado Detective Inspector Jedediah
Shine (Joseph Mawle) o con
el fastidioso reportero Fred Best (David Dawson), hombre dispuesto a todo en aras de “alcanzar la
nota”.
La serie cuenta además con fuertes
cimientos que le dan verosimilitud histórica, de la aparición importante de Frederick Abberline (Clive Russell), figura clave que siguió
la huella del destripador, el reputado médico Frederick Treves (Paul Ready),
hombre que hizo del conocimiento público el caso de Joseph Merrick (Joseph Drake),
conocido como El Hombre Elefante, Jane Cobden (Leanne Best), una de las primeras mujeres en ocupar un cargo
público en Inglaterra o la mención a la carrera por el dominio de la
electricidad y la figura de Thomas
Edison.
Ripper Street,
en mi humilde opinión, no ha recibido el reconocimiento que merece. Tuvo una
vida de dos temporadas (de ocho capítulos cada una) que se transmitieron por
televisión y una tercera (también de 8 episodios) que se difundió el año pasado
a través del internet y espero ver a la brevedad. Ha recibido elogios de la
crítica especializada y una recepción variada de la audiencia. Ganó los Irish Film and Television Awards y los
prestigiados British Academy Television
Craft Awards. Esto demuestra, mejor que todo, que las terribles andanzas del
destripador siguen vigentes. En el segundo episodio de su primera temporada Reid, hombre bondadoso pero
contradictorio como la era que lo engendró, cita un pasaje del Talmud que
seguramente escucharon en La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) que siempre
animan a seguir adelante: “quien salva una vida, salva al mundo entero”.