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Edgar Allan Poe y las ciencias forenses
LDG Paulo Roberto Coria Monter
Coordinación General de Servicios Periciales, PGJDF
A la memoria de Antonio Monter Núñez,
devoto de las letras, cazador de monstruos.
El analista halla su placer en esa actividad del espíritu consistente
en desenredar. Los crímenes de la calle Morgue, Edgar Allan Poe.
I
Si para el eminente criminalista mexicano Rafael Moreno González Sherlock Holmes[1] es el paradigma del detective literario e iniciador del modo de pensar del moderno investigador de los delitos, la técnica y espíritu de su método deductivo se encuentran fundadas en las hazañas del detective francés August Dupin[2], producto –como todos sabemos- de la imaginación de Edgar Allan Poe.
El 19 de enero de 2009 se cumplieron 200 años del nacimiento de Poe, creador de una revolucionaria teoría poética, crítico literario, prolífico cuentista y creador del relato policial. Su trascendencia invita a estudiar un sus relaciones con las ciencias forenses.
El propio Doyle[3] reconoció con el disfraz del desdén la importancia de Dupin en la concepción de su personaje como su más notable modelo. En Estudio en escarlata, el primer caso de Holmes, el Dr. John Watson ve cortado de tajo su entusiasmo al comparar a Holmes con Dupin.
–Sin duda cree usted halagarme estableciendo un paralelo con Dupin- apuntó. –Ahora bien, en mi opinión, Dupin era un tipo de poca monta. Ese expediente suyo de irrumpir en los pensamientos de un amigo con una frase oportuna, tras un cuarto de hora de silencio, tiene mucho de histriónico y superficial. No le niego, desde luego, talento analítico, pero dista infinitamente de ser el fenómeno que Poe parece haber supuesto-.
Más allá de su mérito artístico, los relatos detectivescos de Poe son anticipatorios en muchos sentidos. Tienen su origen en un momento en que el hombre reconoce la importancia de la razón y en los trabajos de grandes filósofos como Voltaire, en la imposibilidad de la resolución de los crímenes mediante confesiones forzadas o la mera intuición. Poe arrojó luz a un momento histórico donde los cuerpos policíacos no estaban plenamente constituidos y sus métodos eran por de más cuestionables, de la misma forma que los británicos Charles Dickens o William Godwin adviertieron las enormes fallas del sistema y las expresaron a través de sus letras.
Poe seguramente tuvo presente a Eugene Francois Vidocq (1775-1857), el delincuente convertido en policía que fundó la Sûreté, el primer cuerpo policíaco plenamente constituido de Francia. Aunque Vidocq tenía más de intuitivo y visceral que el analítico y metódico personaje creado por Poe, no podemos evitar reconocer sus méritos: empleó el disfraz como un medio para infiltrarse en la comunidad criminal, conformó un amplio archivo con los datos de todos los delincuentes que conocía, incluyendo su aspecto físico, sus sobrenombres y su mode operateur. Su autoridad, revocada en 1833 –ocho años antes de la primera aventura de Dupin, publicada el mes de abril de 1841 en la revista norteamericana Graham-, delimitó la llamada Era equívoca de la investigación policial. A pesar de ello es recordado como un héroe y fue interpretado en el cine por el más talentoso actor de Francia. Poe anticipó el espíritu de la llamada Era científica, representado en la figura del modesto funcionario administrativo Alphonse Bertillon (1854-1914)[4], quien creó en 1879 el método que suponía el matrimonio de la Antropología física y la pesquisa policial bautizado como Bertillonage. Sus contemporáneos consideraron la técnica como el invento más grande y genial que la ciencia de la investigación criminal efectuó en el siglo XIX. Tras el éxito de su procedimiento, Bertillon estableció el novedoso Service d´identification de la Prefectura de Policía y ganó el grado de Chevalier de la Legión de Honor de Francia.
Las ciencias forenses, como las conocemos hoy en día, iniciaron en la Francia donde Poe ambientó las andanzas de su detective. Pero el espíritu de la investigación criminal de finales del siglo XIX fue cristalizado en la disciplina conocida como Criminalística, término acuñado en 1894 por el juez de instrucción Hans Gross en la provincia de Graz, Austria. El juez Gross estaba convencido –como el Ichabod Crane de le película de Tim Burton- que la resolución de los crímenes debía realizarse mediante la intervención de los conocimientos científicos. El fruto de su razonamiento fue plasmado en su libro Manual del Juez de Instrucción, Agentes de Policía y Policías Militares.
II
La incipiente ciencia forense de la era de Dupin era sólo un conjunto de técnicas y conocimientos sin ninguna sistematización clara, no muy comprobados ni verificables y, por consiguiente, falibles. Aunque no debemos desestimar los primeros pasos dados por Bertillon, la incipiente ciencia forense no reunía los requisitos para resolver muchos casos que permanecen hasta la fecha como misterios. No olvidemos el caso de Mary Cecilia Rogers, la hermosa vendedora de cigarros cuyo cadáver fue descubierto flotando en el Río Hudson de Nueva York el 28 de julio de 1841. Sobra decir que las autoridades policiales fueron incapaces de hallar al culpable –o culpables- del crimen. Poe intentó dar coherencia a los hechos caóticos y una respuesta al enigma en la segunda aventura de Dupin, El misterio de Marie Roget, publicada en tres partes en el Ladies´ Companion, entre noviembre y diciembre de 1842 y febrero de 1843. Esto demuestra la máxima que enunció un gran poeta: el bien no hace gran literatura. El novelista norteamericano Irving Wallace especula con malicia que el autor de “El cuervo” conoció a la chica en la tienda de tabacos, se obsesionó enfermizamente con ella y su cuento es la descripción del crimen tal como lo cometió.
Si el objeto de estudio de la Criminalística es el material sensible significativo[5] dejado por el delincuente antes o después de cometer el ilícito, la observación es la principal herramienta del investigador. Reconocida por Moreno González como “la ciencia del pequeño detalle”, es objetivo de la Criminalística identificar estos vestigios sin importar lo diminutos que sean. La gente miente, los indicios no. Poe reconoce la importancia de saber qué se debe observar, pues –como sucede en La carta robada- lo obvio es lo más invisible. Para Poe y Dupin la observación es una necesidad. En 1910 el criminólogo francés Edmond Locard advirtió que es imposible que un individuo actúe, en la tensión de la acción criminal, sin dejar rastros de su presencia. También descubrió que estos indicios pueden conducirnos a su identidad. El razonamiento lógico de Locard constituye la piedra angular de la investigación científica de los crímenes y es conocido como principio de intercambio. En el ya citado cuento Los crímenes de la calle Morgue (1841), Dupin localiza elementos filamentosos en la mano de la difunta madame L´Espanaye, así como de “contusiones[6] negruzcas y profundas huellas de uñas” en la garganta de la víctima y de “una serie de manchas lívidas[7] que resultaban de la presión de unos dedos”, todos eventualmente son relacionados con el autor de los asesinatos –el enorme orangután de Borneo por todos conocido-.
Edgar Allan Poe puede ser relevante también en el ámbito de la Criminología moderna. John Douglas, uno de los más reconocidos estudiosos del asesinato serial en Norteamérica, quien entrevistó a algunos de los más notables asesinos de nuestra era como David Berkowitz y Charles Manson, reconoce a Poe como pionero del arte del perfilamiento, la técnica proactiva que ofrece información valiosa sobre un hecho delictivo a partir de una observación analítica y sistematizada. Poe escribe al respecto:
El analista penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con frecuencia alcanza a ver de una sola ojeada el único método (a veces absurdamente sencillo) por el cual puede provocar un error o precipitar a un falso cálculo.
El reconocimiento de la dualidad humana que Poe anuncia en su cuento William Wilson (1839) lo vuelven especialmente relevante en una época anterior al psicoanálisis de Sigmund Freud y a la aparición de dos obras mayores sobre el tema: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson y El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde.
III
Si la tragedia que envolvió su vida explica y define su obra, la muerte de Poe invita a la especulación y representa un misterio que sólo el chevalier Dupin sería capaz de resolver. Estudiosos alrededor del mundo han hablado de conspiraciones, rabia, sífilis, epilepsia, meningitis, de la tuberculosis que tanto le arrebató, pero sobre todo de alcoholismo y su alma torturada. El neurólogo Bruno Estañol afirma que el poeta murió de epilepsia. Ante la inexistencia de un historial clínico del internamiento de Poe en el Washington College Hospital de Baltimore, yo me adhiero al pensar de la Toxicología Forense. El alcoholismo, o intoxicación por etanol, es una enfermedad progresiva con repercusiones médicas y sociales. Desde el punto de vista psíquico, el alcoholismo se caracteriza por el deterioro mental con pérdida de memoria, temblores y alteración del juicio. Pueden originarse cuadros como el delirium tremens, amnesia y confusión; desde el punto de vista orgánico pueden observarse síntomas de desnutrición, trastornos del hígado, corazón y sistema nervioso. Si Poe bebió su primera copa hacia 1835, a los 24 años de edad, y fue una conducta crónica el resto de su vida –adquiriendo un giro autodestructivo después de la muerte de su amada esposa Virginia Clemm en 1847-, resulta fácil suponer las inevitables complicaciones. En un sentido romántico, podría decirse que murió del corazón.
Las tres últimas horas de vida de Poe son el objeto del nuevo planteamiento escénico de Teatro Gótico La noche que murió Poe, que espera ver la luz el año del bicentenario de su nacimiento. En el ensayo biográfico que Julio Cortázar dedica al poeta, da cuenta del testimonio hecho por el Dr. John Moran, el médico que lo asistió en sus últimas horas:
Estaba ya perdido para el mundo, a solas en su particular infiero de vida, entregado definitivamente a sus visiones [...] El resto de sus fuerzas [...] se quemó en terribles alucinaciones, en luchar contra las enfermeras que lo sujetaban, en llamar desesperadamente a Reynolds, el explorador polar que había influido en la composición de Gordon Pym y que misteriosamente se convertía en el símbolo final de esas tierras del más allá que Edgar parecía estar viendo, así como Pym había entrevisto la gigantesca imagen de hielo en el último instante de la novela [...] Como le dijeran que estaba muy grave, rectificó: No quiero decir eso. Quiero saber si hay alguna esperanza para un miserable como yo. Murió a las tres de la madrugada[8] del 7 de octubre de 1849. Que Dios ayude a mi pobre alma, fueron sus últimas palabras.
El creador trasciende a través de su obra, sin importar la manera en que vivió o abandonó el mundo físico. Si esto es cierto, Edgar Allan Poe se volvió inmortal aquella madrugada otoñal de 1849. Su vida mortal fue sólo una vasta cárcel que recorrió con la agitación febril de un ser creado para respirar en un mundo más elevado. Como aseguró Borges, creó mundos para eludir un mundo real. Pero los mundos que soñó perdurarán. El otro es apenas un sueño.
Bibliografía
- Conan Doyle, Arthur. Estudio en escarlata. Editorial Tomo, México. 2003.
- Coria, Roberto. El hombre que fue Drácula. Libros de Godot, México. 2008.
- Douglas, John; Olshaker, Mark. Mindhunter. Inside the FBI´s elite serial crime unit. Pocket books, Nueva York. 1995.
- Gubern, Román. Máscaras de la ficción. Anagrama, Barcelona. 2002.
Jones, Stephen (compilador) Clive Barker´s A – Z of horror. Harper Prism, Nueva York. 1996. - Martynkewicz, Wolfgang. Edgar Allan Poe. Editorial EDAF, México. 2003.
- Moreno González, Rafael. Manual de introducción a la Criminalística. Ed. Porrúa, México. 1986.
- --------------------------. Sherlock Holmes y la investigación criminalística. Instituto Nacional de Ciencias Penales, México. 2008.
- Poe, Edgar Allan. Cuentos completos (2 volúmenes). Traducción y estudio preliminar de Julio Cortázar. Alianza editorial, Madrid. 1992.
- --------------------. El cuervo y otros poemas. Grijalbo Mondadori, Madrid. 1998.
- Quirarte, Vicente. Del monstruo considerado como una de las bellas artes. Paidós, México. 2006.
- Quinn, Arthur Hobson. Edgar Allan Poe: A Critical Biography. Appleton-Century Company, Nueva York. 1941.
- Rosenblat, Rosa María. Lo fantástico y lo detectivesco. Monte Ávila Editores, Venezuela. 1997.
- Silverman, Kenneth. Edgar Allan Poe, mournful and never-ending remembrance. Harper Collins, Nueva York. 1992.
- Symmons, Julian. Historia del relato policial. Bruguera, España. 1982.
- Thorwald, Jürgen. El siglo de la investigación criminal. Ed. Labor, México. 1966.
- Vargas Alvarado, Eduardo. Medicina Legal. Trillas, México. 1991.
- Zavala, Lauro (comp.) Teorías del cuento (3 vols.) Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Difusión Cultural, México. 2008.
[1] Popular creación del escocés Arthur Conan Doyle.
[2] Julio Cortázar señala a Dupin como el alter ego de Poe, expresión de su egotismo cada día más intenso, de su sed de infalibilidad y superioridad que tantas simpatías le enajenaba entre los mediocres.
[3] La obra de teatro El hombre que fue Drácula conjetura un encuentro entre Conan Doyle y Bram Stoker, donde el primero reconoce la influencia de Poe en la concepción de Holmes.
[4] Hijo del reputado antropólogo Louis Bertillon.
[5] También conocido como indicio.
[6] Traumatismos producidos por cuerpos romos.
[7] Manchas púrpuras en la piel, en las zonas que quedan en declive. También conocidas como livor mortis.
[8] Arthur Hobson Quinn, al igual que otros autores, sostiene que Poe murió a las 5 de la madrugada.
¿Que decir de uno de los GRANDES que no se haya dicho ya?
ResponderEliminarEl gran creador de atmosferas y situaciones. Lo que más me duele es que tuviera una vida tan lamentable. Es curioso que se le conozca más como escritor de terror que como escritor de intriga. Yo creo que era un escritor completo; capaz de escribir terror, intriga y hasta poesía (y eso que a mí no me va la poesía).
Es uno de mis referentes a la hora de escribir, él, Verne, Wells, Stoker, Bequer y tantos otros contemporáneos suyos.