viernes, 29 de junio de 2012

Feliz cumpleaños, Nosferatu.

Según el IMDB, el 4 de marzo de este año cumplió 90 años de vida Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau, joya del expresionismo alemán, una obra maestra. He aquí el cartel que la Comic Con de San Diego le dedica...

jueves, 28 de junio de 2012

Oscuras maravillas


Alicia en el país de las maravillas (1865) es el relato más reconocido del académico y matemático inglés  Charles Lutdwige Dodgson, quien firmaba los escritos que sus colegas jamás reconocerían como Lewis Carroll. En él y su continuación, Alicia a través del espejo (1871), encontramos todo tipo de simbolismos que han sido el deleite de psicoanalistas de nuestra era. Son textos de lecturas inagotables. Las novelas son críticas claras a la razón y el rigor que dominaba el periodo victoriano, reflexiones brillantes sobre los temores del niño en su transición a la pubertad, ese momento donde su persona aún no está definida, con sus incontables cambios corporales y anímicos. Son textos influyentes, continuamente trasladados a todos los medios. Hablemos de cine (por sólo citar un campo), desde la versión edulcorada de Disney (Alicia en el país de las maravillas, Clyde Geromini, 1951), el estupendo cortometraje del checo Jan Švankmajer (Alice, 1988) y la espectacular (pero fallida, en mi humilde opinión) adaptación de Tim Burton (Alicia en el país de las maravillas, 2010). Y en las artes escénicas no ocurre algo distinto. La bibliografía documenta estupendos ejemplos de obras, óperas, espectáculos dancísticos y lecturas dramatizadas. Eso nos lleva inevitablemente a Eduardo Ruiz Saviñón.
Co-fundador de la propuesta mexicana denominada Teatro Gótico, Eduardo ha dignificado y defendido a lo largo de 40 años el horror y la fantasía (géneros no reconocidos en su medio) a través de montajes como El caballo asesinado, El vampiro de Londres, El Vampiro, Juegos profanos, El fantasma del Hotel Alsace, Asfódelos, Yo es otro (sinceramente suyo, Henry Jekyll), De niños y otros horrores, Macario, El de la triste figura, El hombre que fue Drácula, Zombicentenario y la obra que inspira estas líneas, entre muchísimas otras. Sobre él, su hermano de elección Vicente Quirarte piensa que es un hombre que “ha sabido y podido mantenerse fiel a los fantasmas que desde sus primeros años lo encontraron para iniciarlo y convertirlo en lo que ahora es: un cazador de sombras que anhela la claridad, un alquimista que purifica el horror para transformarlo en belleza”. A lo largo de los años, Eduardo regresa cíclicamente a una de las puestas que más ama, Alicia subterránea. La han hecho carne en diferentes foros actores talentosísimos como la imprescindible Elena de Haro (corazón y Suprema Sacerdotisa del Teatro Gótico), Luis Miguel Lombara, Simón Guevara, Adrián Joskowicz, José Roberto Hill (q.e.p.d.) y Leonardo Mackey. En todos los casos Eduardo y sus intérpretes han encontrado una de las líneas argumentales más interesantes del relato: el sueño de la pequeña Alicia con su viaje al inframundo, su locura y sus personajes delirantes es, en realidad, una pesadilla.
Esta nueva versión de Alicia subterránea, visualmente, es la que más se acerca a la imaginación retorcida de Eduardo. Ahora encarnada con mucha fortuna por Fracesca Guillén, Alicia inicia en un viaje en barco con el mismísimo Carroll (Javier Díaz Dueñas, brillante), cae en las garras de Morfeo y, literalmente, a un reino que no domina la lógica, donde se topa con seres demenciales como un conejo obsesionado con la hora, una oruga, un fantasma, un gato que sonríe y ultraja a la infante, una avispa con peluca, una liebre enloquecida y un sombrerero que celebran una extraña fiesta del té y la soberana del lugar, una Reina de Corazones que juega al croquet con cadáveres de flamingos y cabezas de bebés y ordena decapitaciones a ultranza, todos interpretados por Díaz Dueñas y Leonardo Mackey.
El montaje brilla en su parte visual, con escenografía, diseño de vestuario y pintura escénica de Liliana Mercenario Pomeroy, virtuosa artista avecindada en Cuernavaca, y un diseño de arte y máscaras de Roberto Ortiz, creativo del maquillaje laureado por su trabajo en cintas como Apocalypto (Mel Gibson, 2006), Kilómetro 31 (Rigoberto Castañeda, 2006), El infierno (Luis Estrada, 2010) y Pastorela (Emilio Portes, 2011), apoyado por el talento y vigor de Priscilla Pomeroy. Todo lo anterior, junto a la música original de Juan Pablo Villa, convierte el espectáculo en una experiencia que el diletante de lo oscuro no puede perderse. Con la obra Eduardo pretende continuar la tradición de su teatro, pero sobre todo llegar a nuevos públicos. El Teatro Gótico tiene una gran cantidad de adeptos ganados a pulso, pero nunca deja de nutrir sus filas. Como el horror y la fantasía, su búsqueda es inacabable.
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Alicia subterránea se presenta en el Telón de Asfalto. Consulta sus horarios aquí.


*Las fotos fueron tomadas por mi querido Guillermo Benítez.

martes, 26 de junio de 2012

Defender las sombras


En muchos sentidos, México es el país del revés. Hablemos de las telenovelas, por ejemplo. Concebidas como dramas diurnos dirigidos a amas de casa, patrocinados generalmente por compañías jaboneras (de ahí su denominación en inglés, soap operas), aquí ocupan el horario estelar y atraen a todo tipo de públicos. Si bien sus tramas pueden calificarse de medianas a infames (estas son la especialidad del duopolio televisivo), han producido títulos cuya duración se ha extendido por décadas, como Hospital General, Días de nuestras vidas o Todos mis hijos. Y entre ellas brilló Sombras tenebrosas (Dark shadows), creación del productor de cine y televisión estadounidense Dan Curtis, que tuvo una corrida regular entre 1966 y 1971. Durante su primer año la telenovela bordeó constantemente el abismo de la cancelación. Esto era difícil de suponer porque al poco tiempo su trama básica, ideada por Art Wallace, comenzó a incluir fantasmas y reencarnaciones, temas inusuales en este formato. Pero el programa recibió sangre nueva con la aparición del vampiro Barnabás Collins, interpretado por el actor shakespereano Jonathan Frid, heredero incuestionable del Drácula de Bram Stoker y del anhelo de darle vida de Curtis (el hombre cumplió su sueño en 1973 con el noble vampiro encarnado, aunque ustedes no lo crean, por Jack Palance). De ahí en adelante sus Sombras tenebrosas se convirtieron en un fenómeno, un auténtico objeto de culto que ha inspirado estudios sociológicos, mercadería, convenciones, una película (1970), un intento fallido de revivirla en televisión (con Ben Cross como el protagonista) y gracias a uno de sus declarados admiradores, Tim Burton, una nueva versión cinematográfica.
Los descalabros anteriores (del mayor di cuenta en este blog) de Burton, cineasta al que admiro sobremanera, me hicieron acudir con enormes reservas, sobre todo porque las fotos de Johnny Depp caracterizado como Barnabás Collins –a medio camino entre un Emo y Michael Jackson- no me convencían y ninguna crítica que leí le reconocía mérito alguno. Tal vez por eso la sorpresa fue tan grata. Sombras tenebrosas (2012), muy lejos de ser su mejor cinta, es una obra con una espléndida fotografía de Bruno Delbonnel, un brillante diseño de arte de Chris Lowe, una banda sonora –sepultada entre clásicos de los setentas- de Danny Elfman y un vestuario de la siempre eficaz Coleen Atwood. El guión de John August (responsable de los de Gran pez, Charlie y la fábrica de chocolate y El cadáver de la novia) y Seth Grahame-Smith (autor de Orgullo y prejuicio y zombies y Abraham Lincoln: cazador de vampiros) ha sido lo más criticado.  Sus detractores reprochan que no se decide por un género. Eso es cierto, porque por momentos es una cinta de horror (la masacre a esos "amables jóvenes sin rasurarse"), una comedia y concluye como un drama romántico. Pero a pesar de todo es respetuoso al espíritu que Wallace y su equipo de escritores dieron a la telenovela en su apogeo. De ahí proviene su atractivo. En una época donde se ha vulgarizado hasta el hartazgo la figura del vampiro, el que un cineasta decida hacerlo voluntariamente es algo refrescante. No porque el protagonista brille como diamante y se dé golpes de pecho por ser un asesino, sino por enfrentar a un monstruo clásico al colorido de la década en que nací (“no tenemos caballos, tenemos un Chevy”, “revélate, pequeña hechicera” o la fatal y gigantesca letra M).Barnabás Collins, pese a su aspecto, es un vampiro como Dios manda: un depredador sin remordimientos ("perdonen, pero tengo 200 años encerrado e imaginarán mi sed").
La trama va así: a finales del siglo XVIII, Barnabás Collins (Depp) es el hijo de un terrateniente inglés que emigra a Estados Unidos, emprende un próspero negocio pesquero en las costas de Maine, funda el pueblo de Collinsport y construye la espectacular mansión Collinswood. Barnabás se enamora de la bella Josette du Pres (Bella Heathcote) y rompe el corazón de su antigua amante Angelique Bouchard (Eva Green), quien no sólo pertenece a una clase social inferior a la suya, sino que es una bruja.  Como no hay infierno más grande que una mujer despechada, Angelique lanza una maldición que arrastra a su rival al suicidio, asesina a los Collins  y convierte al joven en un vampiro que encierra en un ataúd. 200 años después, unos obreros liberan por accidente al cautivo, quien acude al llamado de la sangre. Se reencuentra con su heredad, ahora un lugar ruinoso, y sus disfuncionales descendientes: la matriarca Elizabeth Collins Stoddard (Michelle Pfeiffer), su alcohólico y desobligado hermano Roger (Jonny Lee Miller, el malvado motivador de la quinta temporada de Dexter), su rebelde hija Carolyn (Chloë Grace Moretz, la vampira del remake estadounidense de Déjame entrar y la sobrina de Georges Meliés en Hugo), su sobrino David (Gulliver McGrath) y sus servidores la Dra. Julia Hoffman (Helena Bonham Carter) y Willie Loomis (Jackie Earle Haley, el Rorschach de Watchmen y el nuevo Freddy Krueger), el mozo de la propiedad y su futuro Renfield. Así, el vampiro se propone devolver la gloria al patrimonio de su familia. Esto no es fácil, porque la malvada Angelique ha sobrevivido y establecido una poderosa empresa pesquera que ha devorado a sus competidores. Dice la expresión popular que donde hay fuego, cenizas quedan, y la relación amor-odio revive (su exabrupto de pasión es delirante).
Sombras tenebrosas es una cinta que no amerita mayor academización, pues es la adaptación cinematográfica de una telenovela. Sus gags pueden parecer previsibles, cierto, desde el casi elemental momento donde el vampiro realiza algo cotidiano frente a un espejo que no lo refleja (lavarse los dientes, en este caso) hasta estupendos momentos donde duerme apaciblemente colgado de un cortinaje, oculto en la parte superior de un armario o una caja de cartón, hasta que finalmente se decide por el clásico féretro. Con todo, la cinta es un divertimento impecable con dos méritos fundamentales: adaptar muy bien el espíritu de su original, un relato donde tenían cabida romance, fantasmas, zombis, hombres lobo, brujas, vampiros, monstruos hechos por el hombre, reencarnaciones e, incluso, viajes en el tiempo y universos paralelos (antecede muy bien a Buffy, la cazavampiros) y brindar una serie de guiños al seguidor de lo burtoniano y lo fantástico, como esos parlamentos que retoman líneas de Batman regresa y Gran pez, las imágenes extraídas de El extraño mundo de Jack (el huerto de calabazas o el vampiro cubriéndose con una sombrilla que me encantaría comprar), el movimiento húngaro de muñecas de Ed Wood, esa escalera reptílea tomada de Bleetlejuice, el despertar del vampiro y sus dedos alargados, tan característicos de Nosferatu, o el bastón del protagonista, que es idéntico al que usara su par televisivo décadas atrás. Incluso su primera fotografía oficial, que muestra al clan Collins y donde Depp no ocupa la posición principal, es idéntica a la que se usara la telenovela en su momento. Situar la trama en 1972 no me pareció una mala idea. Lucra con la actual moda popularizada por películas como Super 8 (J. J. Abrams, 2011), Hombres X: primera generación (Matthew Vaughn, 2011) y Hombres de negro 3 (Barry Sonenfeld, 2012). Por cierto, de esta última no he hablado (nota mental). Como dije, la partitura de Elfman no es su más notable colaboración con Burton porque la banda sonora incluye, para ambientar la historia, temas como Nights in white satin de The Moody Blues, Top of the World de The Carpenters, You're the first, the last, my everything de Barry White, No more Mr. Nice Guy y Ballad of Dwight Fry de Alice Cooper, “la mujer más fea que existe” y quien tiene una aparición especial. De presencias memorables destacan la de Sir Christopher Lee como un personaje digno del memorable relato de Hermann Melville, y la fugaz de Jonathan Frid, el vampiro original, rodada meses ates de su muerte física el 14 de abril de 2012. Y él no fue el único elemento nostálgico, sino Kathryn Leigh Scott, Lara Parker y David Selby, miembros del elenco original.
La aparición se estas venerables figuras puede resumir el argumento: “la familia es la mayor riqueza” y “toda familia tiene sus demonios”. Porque Burton es hoy en día un hombre de familia, con una muy excéntrica esposa (la Bonham Carter) y dos hijos macabros. Su primogénito, en una foto que recuerdo, parecía sacado de una de sus primeras cintas. Y ambos son ahijados del mismo Depp. Sin duda un clan peculiar, como el de todos. Como los Adams, una familia muy normal.Y al final hacen lo que todas deberían: "sobrevivir". Michelle Pfeiffer ha abrazado la posibilidad de una secuela en algunos medios. Ello dependerá de su éxito económico que, hasta donde sé, no va muy bien que digamos. Pero el vampiro, como sabemos, se caracteriza por su capacidad de sobrevivir. 

viernes, 22 de junio de 2012

Oscura perfección

Alien (1979), el segundo largometraje de Sir Ridley Scott (porque ya se ganó un título nobiliario) es una película cercana a la perfección. No sólo es considerada la séptima mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos por el American Film Institute, sino que representa el matrimonio perfecto con otro género considerado menor por muchos: el horror. Es también la primera incursión del cineasta en el tema y, por mucho, una de sus mejores obras. Alien atrae las miradas nuevamente por el estreno de Prometeo (2012), y las comparaciones son inevitables. Ya dije que la segunda no alcanza la dimensión de su hermana mayor pese a su espectacular puesta en escena, pero puede disfrutarse como el digno inicio de una saga desigual e increíblemente lucrativa. 
El principal atractivo de Alien es su horrendo protagonista, surgido de las pesadillas del artista visual suizo Hans Rudi Giger, un ser fascinante, alabado por su naturaleza e integrante ya de la cultura popular de occidente. Mi amigo y mentor Ricardo Bernal siempre destaca su ausencia de ojos como un elemento clave para infundir miedo. Así como generaciones previas se aterraron y maravillaron por las creaciones de Bela Lugosi, Boris Karloff y compañía, el Alien es uno de los monstruos favoritos de nuestra era. Es el centro de una de mis cintas favoritas. Sobre ella se ha escrito y dicho mucho. La entrada que Pedro Duque le dedica en Arañas de Marte, videoguía de invasiones alienígenas (Glenat, 1998) la describe muy bien, por eso reproduzco el texto:
Alien, el octavo pasajero es indudablemente una de las mejores películas de ciencia-ficción de todos los tiempos. No sólo fue una inflexión en el género, sino que también le dio al aficionado a las monster movies  lo que le venían prometiendo durante más de tres décadas y casi nunca se cumplió: un monstruo auténticamente terrorífico, abundante gore y emociones que congelaban las palomitas en las tripas. Y no es que el argumento de Dan O´Bannon (basado en un relato firmado por él mismo y Ronald Shusett) fuera precisamente novedoso; It! The terror beyond space (1958) o Queen of blood contaban prácticamente la misma historia, pero con unos valores de producción mínimos y una ingenuidad formal que las aleja del perverso terror gótico que supura esta pesadilla extremadamente vívida.
Por otro lado, el inolvidable diseño de producción recrea un futuro totalmente opuesto a la asepsia de 2001: una odisea en el espacio y otras cándidas visiones del espacio, como un lugar limpio y controlado. En el futuro del Nostromo las naves son sucias, oscuras y húmedas, propiedad absoluta de una mefistofélica compañía comercial y tripuladas por navegantes más parecidos a soldados de fortuna que a cadetes dl espacio. Mención aparte merece la visión enferma y genial de H. R. Giger, creador de los decorados satánicamente orgánicos y del mítico Alien –animado por Carlo Rambaldi y su equipo-, directamente salido de la fangosa imaginación de H. P. Lovecraft, una despiadada forma de vida que ya forma parte de las pesadillas contemporáneas.

jueves, 21 de junio de 2012

La sabiduría del androide



Comenzaré jugando al abogado del Diablo. A pesar del descontento y desilusión de muchos, Prometeo (Ridley Scott, 2012) no es una mala película. No fue lo que esperaba, cierto, pero es una cinta a la que no puede reprocharse nada en sus aspectos técnicos. La fotografía de Daruisz Wolski es grandiosa, espectacular por momentos –su secuencia inicial, por ejemplo-, al igual que el Diseño de Arte de Marc Homes, que retoma la imaginería que Hans Rudi Giger hizo popular cuando se estrenó Alien en 1979 y que se ha integrado ya a la cultura popular de occidente. De ahí proviene el malestar. Desde que su afamado director dijera que su nuevo proyecto tenía "ADN de Alien” las expectativas que todos nos fijamos fueron las más altas, sobre todo porque se especulaba era la precuela de una de las obras más inteligentes de su tiempo, la séptima mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos según el American Film Institute, una verdadera joya.
Las fallas emanan del guión de Damon Lindelof –quien fuera parte esencial del éxito de la teleserie Lost- y John Spaihts. Pero si el espectador logra superar sus inconsistencias, podrá disfrutar el gran espectáculo. Las fallas son muchas, también es cierto. Una de las que más aborrecí fue que dos de los expedicionarios –científicos a diferencia de los pilotos de la primera aventura- se encuentran con un organismo alienígena en un planeta desconocido, luego de ver una pila de cadáveres, se aproximan a él como si se tratara de un lindo gatito. Merecieron su horrible destino.  Por lo demás sus actuaciones son competentes: Noomi Rapace (la original Chica del Dragon Tatuado) como una arqueóloga que cree en Dios, Charlie Holloway como un científico desilusionado por no obtener las respuestas que anhelaba, Idris Elba como un capitán con una repentina vocación heroica, Charlize Theron –desaprovechada- como la hija del patrocinador del viaje y Guy Pierce –cubierto de kilos de maquillaje- como Peter Weyland, el malvado promotor de la desgracia y genio detrás de la ambiciosa y poco escrupulosa Weyland-Yutani –antes de fusionarse con la segunda-, una transnacional más siniestra que McDonalds, Microsoft, Walmart y Televisa Networks juntas.  El mejor elemento del reparto –y posiblemente del filme- es sin duda David (Michael Fassbender), un androide que juega basketball en bicicleta, espía los sueños ajenos, se tiñe el cabello y ve Lawrence de Arabia para matar el tiempo. David se aleja notablemente de su sucesor Bishop (Lance Henriksen) en tanto viola las tres leyes de la robótica concebidas por Isaac Asimov.
Más emparentada con los dilemas planteados en Frankenstein de Mary Shelley y con un inevitable vínculo con Las montañas de la locura de H. P. Lovecraft, Prometeo (así se llama la nave) no sólo toma oportunamente el nombre del Titán griego, sino plantea preguntas existenciales sobre el origen del hombre. La más notable es que la raza humana y la alienígena que todos conocemos poseen un origen común. Para finalizar me quedo con una de las reflexiones de David, que perfectamente se ajusta al espíritu de la cinta: “las grandes cosas tiene comienzos pequeños”.

P.D. Más sobre la cinta en futuras entregas de la versión en podcast de este blog, en tres programas de antología que grabamos ayer con Carlos del Río, Blanca López, Raúl Camarena, Antonio Camarillo, Pablo Guisa y su servidor.

martes, 19 de junio de 2012

Ciudad Bradbury

Su ausencia de días sólo hace más patente la pérdida, Maestro Ray Bradbury, aunque usted ya era eterno en muchas formas. Mi querido amigo Vicente Quirarte compartió conmigo un ensayo que otro de sus devotos, el talentoso poeta avecindado en Guadalajara Jorge Esquinca, le dedicó recientemente. Con el amable permiso de su autor, se lo presento a sus deudos como una manera de honrar su memoria. Porque como bien afirman muchos, usted no murió. Sólo regresó a casa. 
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Ciudad Bradbury
Jorge Esquinca
A Jorge Aceves Azcárate, que me inició en su lectura.

Al salir de una infancia poblada por las desventuras de Robinson Crusoe, el estrépito de las batallas en altamar de los piratas de Mompracem y los viajes dentro y fuera de la tierra al mando del capitán Verne, estaba yo, sin duda, listo para emprender la prodigiosa literatura de Ray Bradbury. El adjetivo le conviene pues un prodigio, dice la RAE, es un “suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza”. Y probado está que el territorio proyectado por el escritor de Illinois a lo largo de miles de páginas no conoce otros límites que los de una imaginación que con frecuencia crea y desborda sus propias fronteras.
Comencé, igual que muchos otros, con esa obra maestra titulada Crónicas marcianas -que sigue reimprimiéndose con el prólogo de Borges- y cuyo final aún nos aguarda ya que la última de las historias está fechada en octubre del año 2026. Seguí con El hombre ilustrado, esa fascinante colección de relatos que cobran vida a partir de los dieciocho tatuajes dibujados en la piel de un desconocido por una mujer del futuro: “Una vieja bruja que en un momento parecía tener cien años y poco después no más de veinte. Me dijo que ella podía viajar por el tiempo. Yo me reí. Pero ahora sé que decía la verdad”. Vendría luego su imprescindible Farenheit 451 donde el “arte de la memoria” -expuesto por Giordano Bruno en el siglo XVI- adquiere una importancia capital para salvaguardar las obras del pensamiento y la imaginación en un mundo donde los libros han sido prohibidos. Por cierto, Bruno postulaba la teoría heliocéntrica del cosmos y creía en la existencia de infinitos universos. Condenado por la Inquisición, terminó sus días en la hoguera, como los libros en la novela de Bradbury.  A mediados del siglo pasado, Francois Truffaut realizó una película que sigue muy de cerca el argumento de la novela y que, vista hoy en día, resulta un nostálgico homenaje; no obstante su atmósfera ineludiblemente sesentera, el film logra transmitir el culto al libro tan caro a Bradbury, quien, luego de ver la película, celebró la puesta en escena de Truffaut y no dudó en afirmar: “Cada uno de nosotros conserva una parte de algún libro en su cabeza. Unos tienen buena memoria, en otros la memoria es más pobre, pero todos tenemos recuerdos de un libro y de cómo cambió nuestras vidas”.  Novela emblemática,  resulta particularmente significativo que su autor la eligiera para el escueto epitafio de su lápida: Ray Bradbury. Author of Farenheit 451. Sin embargo, el mejor tributo no explícito a su mente fabuladora se encuentra, me parece, en las dos únicas temporadas (2004-2005) de la estupenda serie de televisión Carnivàle producida por HBO, la misma compañía que había llevado a la pantalla chica The Ray Bradbury Theater en los años ochenta.
Escritor visionario, Bradbury privilegiaba la lectura de poesía. En un libro delicioso, poblado de páginas que destilan bonhomía y sapiencia literaria, Zen en el arte de escribir, recomienda: “Lea usted poesía todos los días. La poesía es buena porque ejercita músculos que se usan poco. Expande los sentidos y los mantiene en condiciones óptimas. Conserva la conciencia de la nariz, el ojo, la oreja, la lengua y la mano. Y, sobretodo, la poesía es metáfora o símil condensado. Como las flores de papel japonesas, a veces las metáforas se abren a formas gigantescas. En los libros de poesía hay ideas por todas partes; no obstante, qué pocos maestros del cuento recomiendan curiosearlos.” Habla también de sus poetas predilectos y señala particularmente a dos de ellos, Gerard Manley Hopkins y Dylan Thomas, considerados difíciles. Aun así,  Bradbury alienta siempre al lector: “¿Dice que no entiende a Dylan Thomas? Bueno, pero su ganglio sí lo entiende, y todos sus hijos no nacidos.” Y añade esta frase espléndida que subrayo: Léalo con los ojos, como podría leer a un caballo libre que galopa por un prado verde e interminable en un día de viento. No conozco mejor invitación a la lectura del autor de Vision & Prayer y a la de cualquier otro poeta considerado difícil. Una frase que me hace recordar al cineasta Andrei Tarkovski, quien pedía a los espectadores de sus larguísimas películas que las vieran como quien contempla el paisaje desde la ventanilla de un tren. Toda dificultad aquí se disuelve y da paso al continnum de la imaginación humana.
Aunque él mismo no se consideraba estrictamente un escritor de ciencia ficción, la Era del Espacio –como solía llamársele- rindió a Bradbury dos homenajes que deben haberle alegrado la vida.  En 1971 los astronautas de la misión Apolo 15 bautizaron al Cráter Dandelion en honor de la novela Dandelion Wine (se tradujo como El vino del estío). Veinte años después el proyecto Spacewatch de la Universidad de Arizona le dio el nombre de Bradbury al asteroide 9766 recién descubierto. ¿Sería llevar demasiado lejos la imaginación al sugerir el nombre de nuestro autor para la primera colonia que habrá de establecerse en el planeta rojo algún día?

martes, 12 de junio de 2012

Lovecraft, Barlow y Azcapotzalco


Entre los ilustres e inolvidables discípulos que Howard Phillips Lovecraft supo procurar y proteger, el nombre de  Robert Hayward Barlow parece no merecer mayor reconocimiento. Tal vez lo más notable es que su relación epistolar, que inició cuando el pupilo tenía apenas 13 años, rompe contundentemente el viejo precepto que Lovecraft era un hombre sombrío, incapaz de sentir algún tipo de afecto. En Lovecraft, una biografía (Valdemar, 2002), L. Sprague De Camp habla de él someramente. :
Antes de su muerte, Lovecraft había nombrado a Robert Barlow su albacea literario. Aunque corriente en el mundo literario, el nombramiento de albacea literario no tiene carácter legal. Albacea literario es meramente aquel que a quien el testador designa como persona capacitada para arreglar cuestiones referentes a sus escritos: vender derechos aún no vendidos, completar y publicar obras en marcha, y demás. El albacea propiamente dicho puede solicitar consejo de esta persona, pero no está obligado a ello.
¿Por qué hizo esto Lovecraft? Siempre será una duda entre sus estudiosos. Posiblemente porque lo consideró su heredero más prometedor. No el más talentoso, es cierto, pero el que reunía cualidades humanas y la dedicación para asumir esa carga. Pero hay algo incuestionable: ilustra sin la menor duda cuánta estima sentía por él.
Las 6 historias que Barlow escribió bajo vigilancia del Maestro son reunidas por Palabrotero Ediciones, en Media docena de pesadillas. Cuentos para leer aquí y para llevar con un modesto tiraje de 1000 ejemplares que se regaló a los asistentes de la 3a. Feria del Libro de la Delegación Azcapotzalco el pasado viernes 20 de abril. El libro se agotó inmediatamente, por obvias razones. Entre ellas que Barlow, tras la muerte de su mentor, emigró a México y se estableció en la mencionada localidad, donde inició una carrera como Antropólogo y conoció una trágica muerte. Pero una de las artífices de la editorial, María José  Esteva, me aseguró recientemente que un nuevo tiro viene en camino.
Mientras esto sucede, con el amable permiso de su autor, comparto con ustedes el texto que mi querido Vicente Quirarte leyó en aquella ocasión. Robert Barlow es una figura que merece conocerse y reconocerse, encarnación de tenacidad y de la más genuina lealtad.
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Lovecraft, Barlow y Azcapotzalco
Vicente Quirarte

Imaginemos la siguiente historia. Gracias a la contribución económica de los amigos, pobres pero generosos, de Howard Phillips Lovecraft, los médicos de Providence deciden trasladar al paciente, a principios de 1937,  al mejor hospital de Nueva York. Tras una larga y complicada operación, consiguen detener y controlar la enfermedad que le devoraba el estómago. Para restablecerse, acepta la hospitalidad de su joven amigo Robert Hayward Barlow en De Land, Florida. El clima tropical, la compañía de su hermano por elección, las caminatas por los deslumbrantes alrededores, lo hacen recuperar paulatinamente fuerzas. Gracias a que Barlow pasa en máquina su profusa caligrafía, Lovecraft vuelve con renovados ánimos a la escritura. 
Esa forma casi paradisiaca de existencia se interrumpe cuando se exacerban las relaciones, de por sí difíciles, de Barlow con su familia. Los amigos deciden buscar otras perspectivas. No obstante la inicial resistencia de Lovecraft, cruzan la frontera hacia México. En la capital, se alojan en el hotel Geneve de la Colonia Juárez, que le recuerda a Lovecraft la atmósfera del Biltmore en su natal Providence. Un día, mientras desayunan, Barlow recibe un telegrama: el fallecimiento de una tía lo deja como heredero de una fortuna considerable. Aunque ambos amigos han visto varias casas que Lovecraft ha descubierto en sus caminatas por la Colonia Juárez, que le evocaban las de su ciudad natal, Barlow decide llevar a cabo otra empresa que lo conduzca con su amigo a un escenario urbano aún más anclado en el tiempo: en la calzada Azcapotzalco se recrean ante las mansardas, los portales, los jardines bien cuidados de las casas que a principios del siglo XX fueron construidas como quintas de verano en la colonia entonces llamada El Imparcial.  Encuentran la que más agrada a Lovecraft. Por fortuna, está en venta y Barlow puede pagarla de contado. Lovecraft pasa por la etapa más plena de su vida. Se hace cliente habitual de la Lagunilla e inunda la casa con antigüedades. El monto de la herencia recibida por Barlow les permite darse el lujo de establecer una editorial que se llamará, en español, “La Casa Evitada”, en homenaje al relato largo “The Shunned House” de Lovecraft, tan querido por Barlow. La nueva editorial está consagrada a la literatura fantástica y recibe manuscritos de diversas partes del mundo que están intentando llevar el género a alturas mayores. Lovecraft aprende español para leer sn su idioma original el relato “El Aleph” de un argentino llamado Jorge Luis Borges, que en opinión de Barlow guarda semejanzas con “Los perros de Tíndalos” de Frank Belknap Long. En la buhardilla más elevada de la casa Lovecraft escribe sus mejores historias. Desde su ventana puede mirar o imaginar el campanario de la parroquia de los apóstoles Felipe y Santiago y evocar la  atrayente leyenda de que la hormiga en ella representada llegará un día a la cima del campanario para dar fe del fin del mundo. Da inicio a una novela corta que llevará por título La hormiga de Azcapotzalco. El proyecto de Barlow y Lovecraft resulta un éxito no sólo editorial sino comercial. La entrada de Estados Unidos en  la Segunda Guerra propicia en México una bonanza económica sin precedentes. El día de la firma del armisticio, Lovecraft pierde su propia batalla. El cáncer estomacal, el gusano conquistador, regresa por sus fueros. En su funeral se encuentran pocos pero selectos acompañantes. Uno de ellos, Francisco Tario, un joven y callado adolescente que se ha convertido en el discípulo mexicano más próximo a Lovecraft. Barlow vive hasta el año ochenta de su edad, tras haberse consolidado como un respetado y próspero editor cuya mayor satisfacción es haber defendido el legado de su amigo y mentor.

La verdadera historia no fue así pero pudo serlo. Me inspira a conjeturar tal ucronía la publicación del libro que, bajo el título Media docena de pesadillas, reúne por primera vez en español los relatos surgidos a partir de la colaboración entre el maestro Lovecraft y el más joven de sus acólitos, Robert Hayward Barlow, que se acercó al solitario de Providence cuando el primero tenía trece años de edad. La edición fue financiada por la Delegación Azcapotzalco y su iniciativa nació de la voluntad de varias jóvenes entusiastas de Lovecraft y la literatura fantástica. La idea original fue de Mari Carmen Esteva, editora del libro, e incluye la traducción de Brissa Rodríguez Castañeda, las ilustraciones de Tania Ortiz y el diseño de Mayanin Ángeles: cuatro mujeres unieron su talento y su respectiva disciplina para hacer posible este homenaje a uno de los viajeros extranjeros más notables que han vivido en México.  Así lo describe Lovecraft en una carta:
Mi joven anfitrión…es un verdadero y brillante niño prodigio de sólo 16 años pero inmensamente maduro para su edad. Es el hijo de un coronel retirado  a causa de su precaria salud, y que ahora se encuentra de viaje por el norte. Un hermano mayor, también ausente, es un activo oficial del ejército. El joven Barlow es extremadamente versátil: escritor, pintor, escultor en barro, jardinero, bibliófilo y otras habilidades a pesar de tener en contra su mala vista. En el otoño piensa ir al norte a una sesión con expertos ocultistas que le han prometido cierta cura. 
La historia, más extraordinaria que la realidad, vuelve a Barlow mexicano por elección propia. Aquí decidió vivir. Y morir.  Las notas aparecidas en los periódicos mexicanos vuelven su fallecimiento tan enigmático como el de Robert Blake y otros jóvenes que se enfrentan al misterio prohibido en varias de las mejores historias de Lovecraft. El fin del año 1950 fue uno de los más rojos en la historia de una acotada pero creciente Ciudad de México. La caricatura de Excélsior del primero de enero de 1951 representaba  a un mundo que enfrenta el nuevo día con una bolsa de agua y un insufrible dolor de cabeza. En su sección dedicada a dar fe de las tragedias cotidianas, el periódico publicaba la estadística de 2,100 homicidios y 3,950 accidentes de tránsito en 1950, así como su alarma ante el creciente número de asaltos en las colonias Buenos Aires, Peralvillo y Santa Anita. En contraste, una noticia donde se hablaba de que en Pasadena, California, ganaba el trofeo internacional Torneo de las Rosas el carro alegórico llamado “El gozo de vivir en México”.
En la Hemeroteca Nacional de México, en su página 17 del jueves 4 de enero de 1951, el periódico Excélsior encabeza una de sus notas rojas: “Murió envenenado con barbitúricos”. La nota aparece enfatizada con lápiz por un alguien que, como en un cuento de Lovecraft, se adelantó a buscar datos sobre Barlow. Dice así:

El estadounidense Robert Hayward Barlow, de 37 (sic.) años de edad, jefe del departamento de antropología del Mexico City College murió a consecuencia de la gran cantidad de barbitúricos que ingirió.  No se sabes si su fallecimiento fue resultado de un accidente –que solía tomar somníferos todas las noches- o si fue intencional. El cadáver fue encontrado, a avanzada hora del martes, en la casa de Barlow, situada en la calle de Santander 37, Azcapotzalco. Dejó un recado escrito en maya, donde explica lo siguiente: “Eduardo: quiero dormir, a nadie quier ver”. Robert padecía una enfermedad que le impedía dormir, por lo que se veía precisado a tomar barbitúricos. Además, tenía problemas morales ya que su familia vivía en Florida. E.E.U.U. Fue visto por última vez el sábado pasado, en que citó a sus tres empleados para el martes, a las 6 horas. Cuando se presentaron y llamaron a la puerta, no obtuvieron respuesta. Entraron en sospechas y llamaron a las autoridades…Junto a la cama fue encontrado un frasco vacío de seconales.

Por su parte, la nota de El Universal, de ese mismo día, abunda en otros detalles:

                   En forma misteriosa murió un antropólogo 
…Declaró con relación a este caso el teniente coronel del ejército Antonio Hernández Castañeda, de 37 años de edad y que fue secretario particular del antropólogo…afirmó el teniente Hernández que Hayward estaba desesperado de la vida por el hecho de hallarse distanciado de sus parientes y por su situación económica un tanto difícil y no contar con la atención de sus empleados quienes hacían poco aprecio de las observaciones que les hacía para la realización de sus trabajos de orden científico. La policía…encontró el cadáver boca arriba, apreciándose manchas equimóticas y cianóticas.

Ambas notas proporcionan  elementos para integrar un relato en el estilo del mejor Lovecraft, pero la realidad supera a la fantasía. Barlow pertenece  a la estirpe de intelectuales que, como Katherine Anne Porter en Azcapotzalco, D.H. Lawrence en la laguna de Chapala, Luis Cernuda en Coyoacán, Malcolm Lowry en Cuernavaca y Oaxaca, encuentran al mismo tiempo el paraíso y el infierno, su forma de vivir plenamente sobre el mundo. Barlow amaba el sol, y la fotografía, desnudo de la cintura para arriba, que aparece en este libro, lo muestra relajado y alegre, con la constitución y el rostro infantiles que nunca lo abandonaron. Es una fotografía, se nos dice, tomada en Azcapotzalco, este antiguo reino donde estableció su morada. Contra la leyenda negra que los primeros historiadores de Lovecraft crearon para hablar de un ser amante de las tinieblas, que corría las cortinas para escribir con luz eléctrica, el erudito S.T. Joshi ha demostrado, a través de nuevos estudios, que Lovecraft era un ser solar, gran caminante y enamorado del paisaje. Precisamente con Barlow emprendió la última de sus extensas excursiones, que los llevaron hasta Black Water Creek, zona de pantanos donde Lovecraft vio por primera vez los cocodrilos en su medio natural. Barlow compartía otra de las pasiones de Lovecraft: su amor por los gatos. Howard recuerda en sus cartas que su joven amigo tenía en su casa una legión, incluidos dos  llamados Ciro y Darío. El predilecto de Lovecraft era uno llamado High, que “trota como un perrito…cuando emprendemos nuestras caminatas vespertinas”.
Pregunto a los vecinos de este barrio: ¿existe todavía la casa de Santander 37? ¿Por qué no colocar una placa alusiva en el sitio, en una ciudad y un país que es cómplice mayor de los olvidos? Nuestros jóvenes editores han dado un primer e importante paso al publicar estos relatos escritos bajo la tutela de Lovecraft. La mayor parte pueden ser considerados borradores. Sin embargo, como pertenecen al estilo inconfundible del círculo de Lovecraft, aportan elementos valiosos a los devotos de esa mitología. Mención particular merece el relato donde Barlow, fiel al espíritu juguetón de la cofradía, transforma los nombres de sus amigos. La joya de la corona es sin duda el texto que cierra el libro, “El oceáno nocturno”, escrito íntegramente, de acuerdo con los eruditos, por Robert Barlow. Se trata de un texto que rinde homenaje a esa criatura viva que se puede convertir en amenaza para los más sensibles. Así ocurre en esa vasta sinfonía de horror cósmico llamada “El Wendigo”, nacida de la imaginación de Algernon Blackwood. Igualmente, Barlow logra por instantes aproximarse al poema en prosa en sus descripciones y contemplaciones del mar, como lo hizo el primer Lovecraft y antes de él su maestro Lond Dunsany. El lugar donde transcurren los hechos, Elliston Beach, es naturalmente un sitio inventado, y el personaje, un pintor que recuerda al de Lovecraft en “El modelo de Pickman” , alejado del mundo y sólo fiel a sus pensamientos y su soledad. Nada sucede y todo pasa. El gran personaje es el mar donde sueña el gran Cthulhu, aunque nunca se le mencione.
Gracias a Azcapotzalco por haberme invitado a esta sesión memorable. En los cien años de la entrada de Bram Stoker en la inmortalidad, evocamos a un autor como Robert Hayward Barlow, en cuya vida laten misterios inacabables que dan comienzo con el nombre. Barlow es el nombre del vampiro en la aterradora novela de Stephen King Salem´Lot, y Barlowe, con e final, el nombre de la población más al norte de Alaska, donde se vive un mes de permanentes tinieblas, escenario ideal de la película Treinta días de noche, donde la banda de vampiros que allí se instala encuentra su mejor coto de caza y ejerce plenamente sus poderes. Esperemos que el año siguiente, en esta misma fiesta del libro y la lectura, estemos presentando la traducción de los poemas de Barlow, así como la correspondencia cruzada con su maestro Howard Phillips Lovecraft.


Tercera Feria del Libro de Azcapotzalco,
20 de abril de 2012, en el centenario de la muerte de Bram Stoker


Nota: Las fotografías que ilustran esta entrada fueron tomadas del muro de Facebook de Palabrotero. La primera, a extrema izquierda, muestra a Lovecraft con una inusual y discreta sonrisa. A su lado, su pupilo.

lunes, 11 de junio de 2012

Gran estreno de "Alicia subterránea"

Alicia en el País de las Maravillas es sin duda la obra más reconocida de Lewis Carroll, la que le valió la inmortalidad. Es uno de mis relatos preferidos, uno de tantos que me hermanó con Eduardo Ruiz Saviñón, hombre de Teatro siempre inquieto, que la ha llevado a escena en numerosas ocasiones a lo largo de los años. Esta es su nueva entrega, la versión que -según he visto- es la que siempre soñó. Estelarizada por Francesca Guillén, Javier Díaz Dueñas y Leonardo Mackey, con música del talentoso Juan Pablo Villa y arte de Liliana Mercenario Pomeroy, Roberto Ortiz y Priscilla Pomeroy, se estrena este viernes 15 de junio de 2012 Alicia subterránea, un acontecimiento que ningún devoto de lo fantástico puede perderse. Más informes en la página web del Telón de asfalto, su nueva casa.

miércoles, 6 de junio de 2012

El País de Bradbury


Me enteré de su muerte física a través de mi querido Bernardo Esquinca, quien es otro de sus devotos. Tenía 91 años y se encontraba en su hogar de California, querido Ray Bradbury, seguramente rodeado por sus seres amados. Aunque este desenlace es inevitable para todos, la noticia no deja de ser impactante.No saberlo entre nosotros estrujó -estruja- mi corazón. Usted partió con incontables logros, reconocimientos y satisfacciones. La mayor es sin duda haber incendiado la imaginación y la fantasía de millones de lectores de todo el mundo.  A diferencia de Guy Montag, el suyo fue un fuego más poderoso Su ausencia es más ensordecedora que cualquier trueno.  "Para muchos estadounidenses, la noticia de la muerte de Ray Bradbury trajo inmediatamente imágenes de su trabajo grabadas en nuestra mente, con frecuencia desde una edad temprana", dijo el Presidente de su país. También reconoció que su obra "dio nueva forma a nuestra cultura y expandió nuestro mundo". Siempre podremos visitarlo en sus historias, en su País de Octubre, bajo El árbol de las Brujas. Ahora todos los días son suyos. 

viernes, 1 de junio de 2012

Cordial invitación. "El vampiro" en escena

En 1819 John William Polidori, secretario y médico particular al poeta George Gordon Lord Byron, publicó un cuento titulado El vampiro, que tiene el mérito de establecer el más claro antecedente del vampiro literario. Ahora llega a nosotros en el concepto de radioteatropera, adaptada y dirigida por Eduardo Ruiz Saviñón, con la actuación de los talentosísimos Mauicio Davison -como el malvado Lord Ruthven- y Elena de Haro, acompañados por Luz Angélica Uribe, Ricardo Castrejón y Mario Alberto Hernández. Se presentará el 14 y 15 de junio a las 20:00 horas y el 16 de junio a las 19 horas en la Sala Julián carrillo de Radio UNAM, Adolfo Prieto 133, colonia Del Valle (Metrobús Amores). La entrada es libre. No pueden perdérsela.