Regreso a la cuestionable libertad de hablar
sobre obras que muchos no conocen. Como ya dije, vivimos en un mundo
globalizado, donde los avances tecnológicos nos bombardean de todo tipo de
información a todas horas, todos los días. Hace no mucho discutía sobre ello en
redes sociales. ¿En cuánto tiempo es políticamente correcto hacer un spoiler?
Incluso mi amigo Luis Reséndiz me
compartió una tabla de valores para ampararme. Pero concedo a mi también amigo Jorge Llaguno la razón cuando me señala
que siempre habrán nuevas generaciones que deseen acercarse a un libro, sin
importar que tenga 200 años de aparecido. Atendiendo esto, hay que ser precavido
y advertir al lector cuando se piense hacer comentarios que puedan arruinar la
sorpresa del hallazgo. Hace unas semanas, inmediatamente después de su
transmisión en Estados Unidos, la productora AMC publicó en medios electrónicos
una fotografía que anunciaba la muerte de un personaje principal de The
Walking dead antes de que ojos latinoamericanos vieran el capítulo. Es
comprensible la molestia que generó este “auto gol” entre sus devotos. En el
caso que hoy nos ocupa, la distancia de semanas me permite hacerlo, y ruego a
quien no haya visto la recientemente concluida primera temporada de la
teleserie The Strain que interrumpa la lectura de este texto. Y creo que
soy exagerado, pues sucedió algo similar al programa de zombis cuando el canal
FX hizo público el aspecto del gran villano de la serie, Jusef Sardú, conocido
como El
Amo.
La cosa no pintaba mal. Apareció desde el inicio del primer episodio, vagamente, como un manchón.
Posteriormente como un bulto de tela vieja que repentinamente se erguía,
despachaba a su víctima y escapaba con rapidez. Pero el efecto no duró demasiado
tiempo. En mi humilde opinión, El Amo
debió ser una de las principales fortalezas de la producción de Carlton Cuse, fraguada a partir de la
trilogía novelística escrita por nuestro paisano Guillermo del Toro y el autor de ficción Chuck Hogan. El mismo Del Toro no fue feliz con la apariencia de El Amo, como muchos de nosotros. Y lo
intuía. Un artista como él, que nos ha mostrado criaturas verdaderamente
imaginativas y aterrorizantes, no podía estar complacido con el resultado. Así
lo reconoció en una entrevista la publicación Speakseasy:
Creo
que, sinceramente, la mitad de una criatura es la forma en la que se revela, y
creo que El Amo, en retrospectiva, lo hizo con una iluminación que yo no
hubiera utilizado. Estaba filmando Crimson
Peak durante esos episodios, por lo que
lo único que podía hacer era seguir los informes diarios de producción […] El
departamento de efectos visuales no puede hacer nada respecto a la cinematografía,
y pienso que la presentación de El Amo debió ser más impactante, de manera
paulatina. Yo no lo veo como el típico vampiro flacucho. Es un gigante de 2.23
metros, por lo que debe tener un rostro brutal, y creo que me quedaré con eso. Asumo
la responsabilidad por esa parte.
Los autores lo describen así:
El
Amo lo miró desde arriba, su cabeza inclinada bajo el techo. Se llevó sus manos
inmensas a su capucha y la retiró de su cráneo. Su cabeza era lampiña y sin
color. Su boca, labios y ojos no tenían tonalidad alguna, y estaban ajados y
desteñidos como linos raídos. Su nariz era negra y desgastada como la de una
estatua al aire libre, una simple protuberancia con dos huecos negros. Su
garganta palpitaba con la pantomima hambrienta de la respiración. Su piel era
tan pálida que parecía transparente. Visibles detrás de la carne, como un mapa
difuso de un reino antiguo y en ruinas, sus venas desprovistas de sangre,
rojizas y dilatadas; eran los gusanos sanguíneos circulando, los parásitos
capilares arrastrándose debajo de la piel cristalina de Amo.
No me conflictúa la elección de casting, pues quien lo interpreto, el
enorme ex luchador convertido en actor Robert
Maillet (lo vimos enfrentar a Robert
Downey, Jr. en la primera Sherlock Holmes de Guy Ritchie), pese a que fue doblado
por la penetrante voz de Robin Atkin
Downes, no me convenció del todo. Más de un conocedor del tema me dijo que
más que temor, le provocó abrazarlo, que era muy parecido al sapo galán y
simpático Patas verdes, protagonista del serial de mi infancia Odisea
Burbujas. En lo personal, creo que El
Amo debió ser más cercano a la intención de su par de Penny dreadful, programa
del que hablé recientemente. Juzguen ustedes.
En lo demás, aunque se omitieron muchas
situaciones interesantes de los libros, se acortó la vida de algunos personajes
y se agregaron algunos nuevos –al igual que muchos momentos-, el producto fue
satisfactorio. Como en los libros, no hay concesiones. Los vampiros de Del Toro
no discriminan. Ni siquiera a los niños. The
Strain plantea un escenario promisorio para una siguiente temporada. Sólo
resta esperar.