jueves, 30 de diciembre de 2010

Grandes pendientes 4. Dejé mi corazón en Nueva York.

Esto es lo último que escribo en este blog en este año agonizante.
No puedo disimular mi luto. Aún sigo acongojado por el final de La Ley y el Orden, la serie policíaca que seguí durante 20 años de mi vida. Las últimas semanas he visto con esperazas el inicio de la quinta integrante de la franquicia que inauguró: La Ley y el Orden: Los Ángeles. No sé si mi duelo no me ha permitido disfrutar los episodios con plenitud, o si no deja de recordarme otra serie que no me fascina, CSI:Miami, o si sus personajes no lograron cautivarme. La ciudad californiana de Los Ángeles es una locación atractiva, multicultural, llena de contrastes, deslumbrante. También lo fue para otros populares seriales televisivos, desde Dragnet –con el memorable Jack Webb como Joe Friday-, Columbo –con el inolvidable Peter Falk-, El cazador –con el antiguo astro del fútbol Fred Dryer como el Sgto. Rick Hunter- o El escudoThe shield, con Michael Chiklis-. Adicionalmente el Departamento de Policía de Los Ángeles, la tercera fuerza de su tipo más grande en la unión americana, es una corporación envuelta en todo tipo de controversias y escándalos por brutalidad, corrupción y prepotencia desde su fundación en 1853. James Ellroy sitúa es su seno la intriga de Los Ágeles al desnudo (L.A. Confidential, 1990), su novela transformada en una flamante película (Curtis Hanson, 1997). Por sólo citar un ejemplo, mencionaré en caso de Christine Collins, cuyo hijo Walter desapareció el 10 de marzo de 1928. Cuando los medios de comunicación exhibieron los pobres esfuerzos de la agrupación por localizarlo, ésta anunció con bombo y platillo su éxito. Christine pudo así abrazar a su hijo, pero no pudo esconder su asombro e impotencia. “Este no es mi hijo”, declaró angustiada. “Claro que lo es. Los niños… cambian. Lléveselo a casa y pruébelo por unos días”, le pidieron. No sabían que un depredador, Graham Stewart Northcott, estaba tras bambalinas. El caso es la base de la cinta El sustituto (2008), dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Angelina Jolie. Es también tema del programa 176 de Testigos del Crimen. Y no hablemos de Rodney King –el afroamericano golpeado por los guardianes del orden que protagoniza un incendiario video- o de O. J. Simpson –caso tratado en el programa 155 de Testigos del crimen-. Esto demuestra que La Ley y el Orden: Los Ángeles tiene mucha tela de dónde cortar.
Mi primera gran objeción: el detective titular Rex Winters (Skeet Ulrich, villano de Scream de Wes Craven), antiguo marine en el inicio de sus 40s, no alcanza las cotas de sus homólogos neoyorkinos Max Greevey (George Dzunza), Phil Cerreta (Paul Sorvino), Joe Fontana (Dennis Farina), Ed Green (Jesse L. Martin) y, sobre todos ellos, Lennie Briscoe (Jerry Orbach). Y no estoy a disgusto con su juventud –yo mismo trabajo en el medio a mis 37 años-, pues el detective Cyrus Lupo (Jeremy Sisto), el último protagonista de la serie matriz, es miembro de esta nueva generación de policías. Para ocupar el lugar de Winters, los productores debieron elegir un actor que proyectara más experiencia y carisma, o que tuviera un currículum sólido que lo hiciera meritorio del puesto. El actor William Petersen, que encarnara al criminalista Gil Grissom en CSI, interpretó al perfilador Will Graham en la primera versión de El Dragón Rojo (Sabueso, 1986, Michael Mann), con todo y su look a la Richard Dreyfuss. Luego están los sagaces fiscales Ricardo Morales y Jonah Dekker, encarnados por los eficientes actores hollywoodenses Alfred Molina –Diego Rivera y el Dr. Pulpo- y Terrence Howard –el amigo de Ironman en su primera aventura-, quienes pretenden dar a la serie un aire fresco e itinerante pero no logran crear un vínculo con el espectador, como sucedió con Jack McCoy (Sam Waterston) o Michael Cutter (Linus Roache). Luego está el aspecto que le da cohesión a la franquicia: su distintivo formato y tema musical. Hasta el tercer episodio incorporaron la narración inicial hecha por Steven Zirnkilton, “En el sistema judicial, el pueblo está representado por dos grupos distintos e igualmente importantes: la policía que investiga los delitos y los fiscales de distrito que procesan a los infractores. Estas son sus historias”. Y luego está la ausencia de una cortinilla de entrada, la cara del programa. Pero no todo es malo. Peter Coyote, quien interpreta al jefe de todos, el Fiscal Jerry Hardin, es una estupenda elección.
La otra noche, antes que el fin de año plagara de incontables repeticiones (los llaman maratones) el panorama televisivo, vi el primer episodio que me gustó. La combinación entre terrorismo y una inminente amenaza a la ciudad, nunca falla. Los realizadores tienen un gran reto enfrente. Emular el resultado de la serie que redefinió el género, un programa ejemplar, debe ser difícil. Sólo nos queda esperar y cultivar la paciencia.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Grandes pendientes 3. Cómo entrenar a tu dragón.

Al igual que el vampiro, los dragones son criaturas constantes en prácticamente todas las culturas del planeta. Vlad III, mejor conocido como Drácula, recibió su apellido por el honor que el Santo Emperador Segismundo confirió a su padre: la Orden del Dragón. Massimo Izzi dedica a estas criaturas varias páginas de su Diccionario Ilustrado de los Monstruos. Los dragones son seres familiares para todos. Disney –esa malvada multinacional, como la califica Bart Simpson- se encargó de posicionar su imagen en nuestro imaginario en ese maravilloso país llamado infancia. ¿Quién no recuerda a la iracunda Maléfica, convertida en un enorme dragón negro, combatir con el gallardo príncipe que pretendía salvar a la Bella Durmiente (Clyde Geromini, 1959)? ¿O a la diabólica y simpática Madame Mim, igualmente transmutada en un dragón –colorido, eso sí- escupir fuego sobre Merlín el encantador en La espada en la piedra (Wolfgang Reitherman, 1963)?
A memorables cintas sobre dragones, como El verdugo de dragones (Matthew Robins, 1981), Corazón de Dragón (Rob Cohen, 1996), El Reinado del Fuego (Rob Bowman, 2002) y Dragon Wars (Hyung-rae Shim, 2007) se une una delicia, destinada al público infantil, titulada Cómo entrenar a tu dragón  (Dean DeBois y Chris Sanders, 2010), adaptación del segundo libro de la serie escrita por la autora británica Cressinda Cowell.
La película fue una grata sorpresa. La vi la otra noche gracias a la generosidad y recomendación de mi amigo Benjamín Vidales. La historia sigue la estructura básica de un relato para niños, con moraleja incluida. El antiguo poblado vikingo de Perk es azotado por toda infinidad de dragones. Un enclenque muchacho llamado Hipo, hijo del recio líder del clan Estoico el Vasto –voz en inglés de Gerard Butler, el Leónidas de 300, quien ya interpretó al hijo del dragón en Drácula 2000- busca cumplir los ritos que le harán pertenecer a su comunidad y ser aprobado por su padre. Por accidente traba amistad con Chimuelo, un dragón de la variedad que los vikingos nombraron Furia Nocturna, el más temido y salvaje –según ellos-, “la cría maligna del Relámpago y la Muerte misma”, “del que es mejor esconderte y esperar que no te encuentre”. A esto le sigue un viaje iniciático en donde el héroe no sólo descubre el amor –de forma involuntaria-, obtiene el respeto y aprobación de su padre, demuestra que “todo lo que conocemos sobre dragones es incorrecto” y que estos seres pueden coexistir con los humanos, todo a costa de un sacrificio que experimenta, literalmente, en carne propia. Porque la filosofía vikinga de la película es similar a muchas contemporáneas: es mejor destruir lo que no comprendemos, lo diferente, a buscar formas de respetarlo y convivir con él. Esto lo comprueba la taxonomía de los dragones que los vikingos diseñaron con base en la ignorancia y el miedo.
El lazo especial entre Hipo y Chimuelo no deja de recordarme al del pequeño Eliot y su amiguito extraterrestre (Steven Spielberg, 1982) o al de la grandiosa Mi mascota es un monstruo (The Water Horse, Jay Russell, 2007), esa amistad improbable e imposible en apariencia con que soñamos de niños. El conflicto entre Hipo y su padre, por demás ancestral, es similar al de Chicken little (Mark Dindal, 2005) o al de Lluvia de hamburguesas (Phil Lord y Chris Miller, 2009), ambas flamantes ejemplos de arte digital. El resultado de Cómo entrenar a tu dragón es sorprendente, como lo es el pueblo vikingo de Perk. Porque como dijo Hipo “lo mejor de aquí son las mascotas. Mientras algunos tienen loros o ponys, aquí tenemos dragones”. 

viernes, 24 de diciembre de 2010

De Grinches y navidades felices

La manera de celebrar estas fiestas se ha convertido en motivo de desencuentro para muchos. Por un lado están quienes odian la navidad y maldicen todo lo que huele a muérdago, canela y pavo –o romeritos, si lo prefieren-, y en el opuesto las personas que comenzaron sus compras hace cuatro meses y adornaron su casa tan pronto terminó el Día de Muertos. Yo mismo detesto el carácter consumista y material de la celebración –muchos supermercados venden esferas para el árbol navideño desde el mes de agosto- y no comulgo del todo con su colorido, a veces exagerado. Pero lo que realmente brilla de manera honesta y espontánea en la ocasión es que emerge, aunque sea momentáneamente, la parte positiva de la naturaleza humana. “Es la fecha en que todos somos mejores, es más fácil sonreír, somos un poco más alegres. Por unas pocas horas del año somos las personas que siempre quisimos ser”, dijo Bill Murray en Los fantasmas contraatacan (Scrooged, Richard Donner, 1988), una más de tantas adaptaciones del clásico Canción de Navidad de Charles Dickens.
Un rito obligado de mi infancia era ver en la televisión, acompañado de un generoso plato de recalentado, Cómo el Grinch se robó la navidad (Chuck Jones, 1966), la extraordinaria versión animada de la historia escrita en 1957 por Theodor Seuss Geisel, conocido por la posterioridad como el Dr. Seuss, el narrador e ilustrador estadounidense responsable de cautivar la imaginación de docenas de generaciones de niños en el país vecino y el mundo entero. Olvidemos por un momento la horrible y popular película con Jim Carrey (Ron Howard, 2000). Cuando crecí descubrí que el narrador del cortometraje, en su idioma original, era nada menos que Boris Karloff. Pensé que era genial que un actor de horror –un verdadero actor- narrara un cuento para niños.
Recordemos una parte del texto, como un homenaje a ese maravilloso país llamado infancia, un lugar que siempre era mejor en estas fechas. Y, como dijo Dickens en la voz del pequeño Tim, “que Dios nos bendiga a todos”
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Cómo el Grinch se robó la navidad
Dr. Seuss

Todos los Quién de Villa Quién se sentían felices en la Navidad,
Pero el Grinch no la disfrutaba, ya que solo en su morada todo el mal tramando estaba.
Era tan, pero tan malo, que no soportaba ni su mención.
Nadie puede decir por qué, ya que nadie sabe la razón.
Tal vez sería porque le apretaba un zapato, o tal vez se debía a que era un insensato.
Pero creo que el verdadero motivo es que tenía el corazón encogido.
Sea cual fuere la razón, zapatos o corazón, encontrábase ahí el Grinch esperando la Navidad lleno de odio sin razón.
Y con el ceño fruncido y el corazón encogido, miraba el Grinch enfurecido al pueblo de gozo enchido.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Grandes pendientes 2, o de la mejor adaptación de superhéroes de cómics.

El domingo pasado, atestada de mensajes comerciales, se estrenó en la televisión abierta Batman, el Caballero de la Noche, una de las mejores películas que he visto en la primera década del nuevo milenio. Es considerada por muchos “El Padrino parte 2 del mundo de los cómics”. Vi buena parte de ella, a pesar de que forma parte de mi videoteca. En numerosos espacios he manifestado mi fascinación por la cinta. Y no es extraño, porque Batman es el superhéroe que más admiro desde mi más tierna infancia –mi tesis de Licenciatura versa sobre él- y porque creo que posee una superioridad emotiva que lo distingue de otros justicieros: él no proviene de otro planeta, no es un mutante ni posee superpoderes ganados por accidente. Se forjó por propia voluntad. Y por su posición privilegiada –la inmensa fortuna de sus padres muertos-, es cierto, pero eligió el heroísmo por encima de la superficialidad. Fue engendrado por el fenómeno que combate. Un fenómeno –el crimen- que ocupa un alarmante papel en nuestra vida cotidiana. La filosofía del Guasón –el finado Heath Ledger, magnífico- no deja de recordarme las noticias que me despiertan todas las mañanas. “No se trata del dinero, sino de enviar un mensaje”, dijo el criminal. Confirman esto las cabezas que ruedan por las pistas de las discotecas o los mensajes al lado de cadáveres “encajuelados”. Puedo dedicar cientos de palabras para elogiar el talento de los hermanos Nolan –responsables del guión-. Les habría consagrado amplias porciones de Horroris causa de existir el blog en la época del estreno de la película. Para mesurarme viajo en el tiempo y recupero lo que mi amigo Rafael Aviña escribió sobre ella el 18 de julio de 2008 en la sección Primera Fila del diario Reforma, en la angustiante espera de aquí al 20 de julio de 2012, fecha en que se estrenará la tercera entrega –y conclusión- de la serie, The Dark Knight Rises. Veamos si los Nolan pueden superar la infame fortuna de las terceras partes –de superhéroes-. Porque Batman eternamente (Schumacher, 1995) y El Hombre Araña 3 (Raimi, 2007) fueron de pena ajena.
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Oscuridad deslumbrante
RafaelAviña

Esta no es una película de superhéroes. Esta no es una película para niños. Esta no es una película para cardiacos. La diferencia entre Batman, el Caballero de la Noche (The Dark Knight/EU, 2008) y la oleada de estrenos de la temporada no radica sólo en la elección de un realizador de altutras insospechadas como lo es Christopher NolanAmnesia (2000), Batman inicia (2005)-, en el apoyo de un notable reparto de actores secundarios o en la utilización de impresionantes efectos digitales al servicio de la trama (y no al revés). La diferencia radica en la capacidad de sus creadores para otorgarle al filme una factura realista, dramática y de gran complejidad psicológica a pesar del maniqueísmo de Hollywood.
Si Batman inicia permitía asomarse a los rincones oscuros del antihéroe –sus orígenes, miedos, conversión y desdoblamiento de personalidad al servicio de la justicia sin abandonar su violencia innata-, en esta, el personaje entiende que “o mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano”, que es lo que le sucede al audaz fiscal del distrito Harvey Dent (Aaron Eckart), quien se trastoca en Dos Caras, llevado al límite por esa enfermiza mente criminal que encarna el Guasón, quien a su vez se aprovecha de la corrupción policíaca y la ambición de la mafia de Ciudad Gótica.
Desde la espectacular y agresiva secuencia inicial, seguida de aquella escena del lápiz “que desaparece”, queda claro que Batman, el Caballero de la Noche está lejos de ser un filme de fórmula familiar, para convertirse en una lóbrega e inquietante cinta de horror criminal y un policial sicótico con tintes noir, en donde la frontera entre el bien y el mal no existe, como lo demuestra el “interrogatorio” de Batman al Guasón.
Si las dos horas y media de duración se van como agua entre las manos, se debe no sólo a las impactantes secuencias de acción o a los increíbles momentos de combate físico, sino a la impredecible alienación de un villano a la altura del protagonista.
El freak que compuso el fallecido Ledger en su mejor papel es una mezcla del Alex de Naranja mecánica (1971) y Jack Torrance, el psicópata de El resplandor (1980) –ambas de Stanley Kubrick-, cuyas cicatrices faciales recuerdan a la Dalia Negra y al Hombre que ríe (Paul Leni, 1928), en un filme deslumbrante de principio a fin.

martes, 21 de diciembre de 2010

Grandes pendientes 1: Opiniones divididas.


En las últimas semanas he encontrado dos tipos de personas: las que ya vieron Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte 1 (David Yates, 2010) y las que no. Dentro de los primeros he escuchado opiniones divididas: los que la aman y los que la odian –la califican de larga y aburrida, mayormente-. Prefiero considerarla como un primer acto, como el preámbulo para la conclusión de una de las sagas fílmicas más redituables de nuestros tiempos, de un fenómeno sin precedentes de la era de la globalización. También creo que es muy abundante en detalles que, si bien son permisibles en el contexto de la obra literaria, son innecesarios en el lenguaje cinematográfico. El Vaticano la ha tacha, para no variar, de “oscura y pesimista”, como si fueran menos horribles e indignantes los casos de pederastia clerical alrededor del mundo. De la saga escrita por la señora Rowling, la mujer más rica de Inglaterra, siempre rescataré su calidad literaria –que si bien no es de excelencia sobrepasa por mucho a los vampiros de Sthepanie Meyer- y su capacidad para atraer a los niños a la lectura. Y no menciono la competencia desleal entre la página impresa y la tecnología, tan irresistible para pequeños y jóvenes. Para avivar el fuego, como un pendiente largamente aplazado, he aquí la opinión autorizada de mi amigo Rafael Aviña, publicada el pasado viernes 19 de noviembre en el suplemento Primera Fila del diario Reforma.
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La vida íntima de los magos
Rafael Aviña

Harry Potter y las reliquias de la muerte parte 1 (Gran Bretaña-EU, 2010) adapta la primera parte de la última novela de la serie escrita por J. K. Rowling.
En ella, Harry, Ron y Hermione deberán encontrar y destruir los horcruxes que contienen fragmentos de la tenebrosa alma de Lord Voldemort (Ralph Fiennes). Así, los tres se embarcarán en un viaje por diferentes partes del Reino Unido, donde se pondrán a prueba su sagacidad, valor y amistad, luego de descubrir una serie de legados del finado Dumbledore, quien guarda en su tumba la varita de saúco que fortalecerá al innombrable, al tiempo que descubren el secreto de un extraño símbolo.
En ésta, la séptima de la saga dirigida de nuevo por el británico David Yates, pesan sin duda los 146 minutos de duración.
Sobran escenas y la narración es lenta y explicativa sobre todo en la parte intermedia, para dejar con seguridad la acción violenta en la conclusión de la serie.
No obstante mantiene, como en las anteriores, un equilibrio con un impecable trabajo visual y una notable banda sonora de Alexandre Desplat, si faltar momentos humorísticos y/o sensibles como las imágenes en el Misterio de Magia que recuerdan al Terry Guilliam de Brazil (1985) o a Pink Floyd The Wall (1982).
El escenario de Hogwarts, así como los torneos de quiditch, desaparecen para platearse parajes solitarios, algunos que rememoran las infancias de Hermione y Harry.
Aquí, los protagónicos padecen ahora celos, ira, cansancio, e incluso bailan: se trata de niños-adolescentes a quienes no se les ha permitido tener una vida normal debido a las presiones que conllevan ser diferentes y estudiar en un colegio especial.
De alguna forma, se trata de un traslado de la propia vida de los actores, quienes desde la infancia carecen de una vida cotidiana, acostumbrada a los escenarios, la fama, la publicidad.
En esta entrega hay pocos seres fantásticos, monstruos y personajes adultos. De hecho, es la película más íntima de la serie, centrada en los tres protagonistas, a quienes les afecta la energía negativa del horcrux y aprovechan los dones de sus regalos, como ese libro de cuentos de Hermione, donde se relata a través de una lograda secuencia de animación, la historia de tres hermanos y su encuentro con las reliquias de la Muerte.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Apología del crítico

La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos: arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que someten su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, divertidas de escribir y de leer. Pero la triste verdad que debemos afrontar es que en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica.
Pero en ocasiones el crítico sí se arriesga cada vez que descubre y defiende algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento. Las nuevas creaciones, lo nuevo, necesitan amigos. Anoche experimenté algo nuevo. Una extraordinaria cena de una fuente singular e inesperada. Decir sólo que la comida y su creador han desafiado mis prejuicios sobre la buena cocina, subestimaría la realidad. Me han tocado en lo más profundo. En el pasado jamás oculté mi desdén por el famoso lema del chef Gusteau: “cualquiera puede cocinar”. Pero al fin me doy cuenta de lo que quiso decir en realidad. No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista puede provenir de cualquier lado. Es difícil imaginar un origen más humilde que el del genio que ahora cocina en el restaurant de Gusteau y quien, en opinión de este crítico, es nada menos que el mejor chef de Francia.
Pronto volveré a Gusteau, hambriento.

-Reseña hecha por el crítico culinario Anton Ego sobre las habilidades del pequeño chef Remy, según el guión de Brad Bird y Jim Capobianco para la película Ratatoille (2007). Voz en español del grandioso Germán Robles, en inglés del igualmente talentoso Peter O´Toole.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Uno de los peores miedos

Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal. –El entierro prematuro. Edgar Allan Poe

En mis experiencias recientes dentro del enorme aparato que realiza resonancias magnéticas de mi cráneo, introducido en un reducido espacio en donde mi movilidad se limita, combato el tedio al recordar el cuento El entierro prematuro (1844) de Edgar Allan Poe. ¿Masoquismo? Tal vez. Me recuerda que esta preocupación es una de las más grandes del ser humano, desde tiempos ancestrales. Cuado preparé mis primeras clases sobre vampirismo, descubrí la costumbre de los siglos XVII y XIX, que consistía en la manufactura de ingeniosos ataúdes con un ducto para suministrar oxígeno al interior del mismo y una campana conectada al exterior, en el caso de que el ocupante no esté realmente muerto y pueda pedir auxilio. La historia de Poe documenta muchos casos de este tipo aunque, como sucede a menudo, muchos son magnificados por la supertstición, la ignorancia y el rumor. En nuestros días persiste la creencia de que el memorable comediante Joaquín Pardavé no estaba muerto cuando fue inhumado. Esto fue descubierto, presuntamente, cuando sus restos fueron trasladados a otra locación y se encontraron arañazos en el forro del ataúd, seña inequívoca de que el hombre aún vivía. Una querida amiga y alumna, empleada del Panteón Jardín de esta ciudad, lugar donde reposa el actor, me desmintió esto. Pero la creencia popular pervive.
Recordé todo lo anterior el otro día que vi uno de mis grandes pendientes, la película española Sepultado (Buried, 2010, Rodrigo Cortés). De ella conocía la trama a través de todo lo que leí en los periódicos y el Internet, y dudaba cómo el director podría sustentar una cinta de 90 minutos con un actor confinado en un espacio cerrado y sin las posibilidades del flashback –que permitiría al protagonista rememorar mejores tiempos y aliviar la sensación de encierro en el público- o de escenas paralelas realizadas en otra locación. Y ese es su primer acierto. El joven histrión Ryan Reynolds –egresado de la televisión y futura encarnación del héroe de cómics Linterna Verde- logra transmitir el miedo, la angustia, la desesperación y la impotencia que tendría una persona en esas circunstacias. Con una eficaz fotografía que emplea solamente la luz de la pantalla de un teléfono celular, un encendedor y lámparas de emergencia –de esas que se usan en campismo o espeleología-, somos partícipes del drama del protagonista y deseamos, tanto como él, salir del cine, estirar los brazos y respirar aire fresco. El resultado final es de sobra satisfactorio. Una experiencia de la que los claustrofóbicos deben abstenerse.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Horror para niños

“Nunca confíes en una persona que asegura haber tenido una infancia feliz”. –Stephen King.

Los cuentos de hadas, en su forma original, no son cosa de niños. Wilhelm y Jacob Grimm nos mostraron un universo plagado de mujeres perversas y ambiciosas, brujas caníbales, bestias terribles y todo tipo de atrocidades, muy lejanos de la versión edulcorada que construyó Walt Disney en sus películas. Y es que la infancia es un territorio fértil para el horror. Lo demuestran, mejor que nadie, los niños de la calle, las víctimas de los apetitos non sactos de algunos miembros de la Iglesia católica o el sicario preadolescente que tanto han seguido los medios de comunicación en tiempos recientes. Por los anteriores prefiero los territorios imaginarios de las historias que nos narraban nuestras madres antes de ir a dormir. El viernes pasado asistí a un homenaje a esta tradición, la obra para títeres Aullidos, presentada por la compañía española El Corsario. El espectáculo sobrepasó mis expectativas. Hizo soportables la demora, la desorganización y la falta de respeto en la distribución de lugares del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Pero regresaré a lo central. La historia, narrada con una depurada técnica de títeres, se nutre de los cuentos de hadas y de elementos del melodrama clásico que no deja de recordarnos algunas obras del Marqués de Sade: la madre de la pequeña Talía es asesinada por la Inquisición pues fue poseída por unos demonios burlones. Desamparada, la niña queda expuesta a la mendicidad y luego a los excesos y abusos de una poco escrupulosa aristócrata y la voracidad del Rey. Para salvarla de estas penurias, interviene el espectro de su progenitora pero cruza su camino con un niño que es, literalmente, bestializado. En el relato se reúne una interesante mixtura de personajes que todos reconocemos, desde el lobo feroz, el gigante de Juanito y el frijol mágico, la madrastra de la Cenicienta, la Bella Durmiente del bosque y una joven sirena –popular por la película de dibujos animados-. Todo con un toque perverso y brutal que no evita el humor negro y, para conmoción de muchos, escenas de sexo explícito. De ahí su advertencia: “Espectáculo de títeres para adultos”. La obra evita los excesos literarios –sólo recurre al diálogo en momentos esenciales- y emplea una musicalización instrumental precisa que evoca al medioevo. La parte frustrante de todo es que sólo se presentó en dos ocasiones –el viernes fue la última-.  Este esfuerzo, valioso e inteligente, confirma que la oscuridad está presente, incluso, en aquello que suponemos blanco e impoluto.
Los que no pudieron asistir tienen aún el consuelo que ofrece la página web de la agrupación, de donde provienen las imágenes que utilicé para ilustrar esta entrada.