III
Ahora
lo que nos reúne, mi afirmación Batman es
un Criminalista. Como ya dije, el personaje es un ejemplo de tenacidad,
disciplina y voluntad. Contra toda interpretación que haya podido dársele a lo
largo de los años, la esencia del héroe –como la del detective- es simple:
desde una posición humana, combatir al fenómeno criminal con los recursos que
ofrece la ciencia. Es cierto que el personaje pudo allegarse de estos medios
gracias a su fortuna económica, pero la base de su esfuerzo puede explicarse
desde un prisma de realismo. Es curioso que la Criminalística, disciplina en la
que se apoya el detective, tenga raíces en la Francia donde vivió Eugene
François Vidocq y posteriormente caminaría Alphonse Bertillon (1853-1914), el
sabio francés que significó el matrimonio entre las ciencias exactas y la
pesquisa criminal. En aquella época la Criminalística era sólo un conjunto de técnicas y
conocimientos sin ninguna sistematización clara, no muy comprobados ni
verificables y, por consiguiente, falibles.
Fue en 1894 en Graz, Austria, que
el juez Hans Gross (1847-1915), hizo evidente la necesidad de una materia que
pudiera erradicar la subjetividad y las falsas soluciones, conocimientos que
plasmó en su Manual del Juez de
Instrucción, Agentes de Policía y Policías Militares (Handbuch fur
Untersuchungsrichter, Polizeibeamte, Gendarmen). Acuñó ahí el término Criminalística (Kriminalistik), cuyo
objeto de estudio es –como sabemos- el material sensible significativo
localizado en la escena del crimen, también conocido como indicio. Su estudio
nos puede ayudar a establecer la identidad del perpetrador o la víctima de un
hecho, a establecer la relación entre éstos y las circunstancias en que se
consumó el crimen. El indicio es el más confiable testigo del crimen. Las
personas mienten, los indicios no.
En su libro The
forensic files of Batman, el escritor Doug Moench advierte adecuadamente la
estrecha relación del detective con las ciencias forenses. Ya desde 1910 el
criminólogo francés Edmond Locard (1877-1966) observó que todo criminal deja una parte de
sí en la víctima y la escena del delito, y se lleva algo consigo, deliberada o
inadvertidamente. También descubrió que estos indicios pueden conducirnos a su
identidad. El razonamiento lógico de Locard constituye hoy en día la piedra
angular de la investigación científica de los crímenes y es conocido como
principio de intercambio: “Es imposible que un criminal actúe, especialmente en
la tensión del hecho criminal, sin dejar rastros de su presencia”. Locard,
autor también de los siete volúmenes del Traité
de Criminalistique, fundó el laboratorio de Criminalística de la ciudad de
Lyon, Francia. Con un poco más de sofisticación que éste, Batman posee una base de operaciones – popularmente conocida como la Baticueva- dotada de todo tipo de
equipo de laboratorio y cómputo, y lleva siempre consigo –en el que suele conocerse
como baticinturón- instrumental para
la búsqueda, localización, levantamiento y embalaje de indicios.
Moench habla en su libro de diversos tópicos, desde la
Balística, los homicidios por arma blanca, los Incendios y Explosiones hasta la
interpretación de Indicios hemáticos y los Indicios Dactilares. Uno de sus
casos más famosos, su primer encuentro con uno de sus más prestigiados rivales,
involucra conocimientos en Entomología Forense y Toxicología. Una serie de
muertes inexplicables atraen la atención del héroe. Todas las víctimas son
jóvenes deportistas, sin historial de afecciones cardiacas, con el común
denominador de estudiar en la Universdad de Ciudad
Gótica. Después que las autoridades han inspeccionado la casa de la víctima
más reciente, el Detective Oscuro
penetra en ella y llaman su atención algunas moscas muertas en el lugar. Las
recolecta y analiza en su laboratorio. Con ayuda de un estudio en Cromatografía
de gases, descubre en ellas una potente droga alucinógena, capaz de despertar
los miedos más poderosos. Su investigación lo lleva hasta un profesor de
Psicología de la misma institución, especializado en el estudio de las fobias,
llamado Jonathan Crane. Tras
seguir sus movimientos y con elementos
contundentes en su contra, el héroe lo enfrenta: “Tenía razón. Vestido con un roído
traje, un sombrero y una máscara de yute, parecía un espantapájaros viviente,
grotesco bajo la amarillenta luz de las lámparas de queroseno. El tiempo se
congeló cuando estuvimos frente a frente, el Murciélago y el Espantapájaros. El
profesor en Psicología estaba claramente loco”.
IV
No
puedo evitar terminar esta plática con una de las más recientes encarnaciones
del personaje, Batman: El Caballero de la
Noche asciende (Christopher Nolan, 2012), una cinta que ha generado las
opiniones más polarizadas. El sentir del crítico de cine Miguel Cane se ajusta
muy bien al mío: “Por lo tanto, la pregunta es, ¿conseguirá El Caballero de la Noche Asciende
satisfacer la sed de perfección y mito? Y la respuesta es que semejante cosa no
es posible. Y no porque la cinta no sea de calidad, que lo es, es simplemente
que a estas alturas del poema, resulta imposible dar gusto a nadie. Habrá
quienes la amen, habrán quienes la vilipendien, quienes se queden estupefactos,
quienes se conmuevan hasta lo más hondo y no faltará quienes le encuentren
defectos a todo. Es el precio de ser un filme tan anticipado, si bien está más
allá del bien y del mal; no importa lo que se diga de ella, su leyenda la
precede”. Cane tiene razón. La dimensión
del personaje se impone. Porque Batman
es incorruptible, imperecedero.
Acaso esta ocasión fue verdaderamente empañada por los
lamentables hechos ocurridos en Aurora, Colorado, la noche del 20 de julio de
este 2012. La matanza sin sentido que cometió el aspirante a Doctor en
Neurociencias James Eagan Holmes invita nuevamente al debate del tan popular
fenómeno conocido como bullying y la
facilidad de adquisición de armas de fuego en el vecino país del norte.
Mientras cientos de espectadores observaban maravillados la película que
esperaron por cuatro años, Holmes abrió fuego contra ellos utilizando un rifle
Smith & Wesson M&P15, una escopeta Remington 870 Express y una pistola
Glock calibre 22. Recordemos a las 12 víctimas mortales:
1.
Alex Sullivan, que celebraba su
cumpleaños 27.
2.
John Larimer, miembro de 27
años de la marina estadounidense.
3.
Jessica Redfield Ghawi,
cronista deportiva de 24 años, quien recientemente sobrevivió un tiroteo en un
centro comercial de Toronto.
4.
Micayla Medek, joven de 23 años.
5.
Jon Blunk, un joven de 26 años
que sirvió de escudo a su novia, Jansen Young.
6.
Alex Teves, de 24 años, quien
recientemente obtuvo un grado de Maestría.
7.
Alexander Boik, de 18 años,
quien recientemente se había graduado de la preparatoria.
8.
Gordon Cowden, de 51 años y
padre de dos.
9.
Rebecca Wingo, de 32 años.
10. Matt
McQuinn, de 27 años, quien protegía a su novia, Samantha Yowler.
11. Veronica
Moser-Sullivan, una niña de 6 años, cuya madre Ashley Moser se encuentra en
condición crítica.
12. Jesse
Childress, sargento de 29 años de la Fuerza Aérea Estadounidense.
Todos
hijos de alguien, esposos de alguien. Como nos enseñó el ataque a las Torres
Gemelas que hoy recordamos, el calificativo víctima
no se aplica solamente a los caídos.
Como
en la vida real, Batman libra una
guerra que sabe nunca podrá ganar del todo. Reconoce que son las pequeñas
victorias las que le animan a seguir adelante. Hoy sigue enseñándome que los
momentos de tragedia no nos definen tanto como las acciones que tomamos para lidiar
con ellos. El próximo mes de mayo cumplirá 73 años de vida. Películas como las
de Christopher Nolan comprueban que el personaje se ha convertido en algo más:
una leyenda.
Bibliografía
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Symmons, Julian. Historia del relato policial. Bruguera, España. 1982.
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