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Bela Lugosi no ha muerto
Roberto Coria
The bats have left the bell tower
The victims have been bled
Red velvet lines the black box
Bela Lugosi´s dead
-Bauhaus, Bela Lugosi´s dead
The victims have been bled
Red velvet lines the black box
Bela Lugosi´s dead
-Bauhaus, Bela Lugosi´s dead
La noche del 16 de agosto de 1956, en la agencia mortuoria Utter-McKinley, ubicada en el número 6420 de Hollywood Boulevard, el cuerpo embalsamado de Bela Lugosi era dispuesto para realizar su viaje más largo. Según su certificado de defunción, una oclusión coronaria al miocardio, cual estaca inmisericorde clavada en su corazón, le había privado de la vida. Para esta importante ocasión, y a pesar de la precaria situación económica que padeció durante sus últimos días, el actor húngaro se encontraba elegantemente amortajado por el frac y la capa que le convirtieron en un icono de la cinematografía mundial. Entre los cientos de dolientes destacaban dos personas, maestros también del horror y el humor negro llamados Vincent Price y Peter Lorre, quienes se preguntaban con ironía si sería conveniente clavar una estaca en su corazón, sólo para asegurarse que no se levantaría de su tumba.
Resulta curioso que dos días antes los diarios de la ciudad de Berlín anunciaran el fallecimiento de Bertolt Brecht, creador de una de las más influyentes teorías teatrales de nuestra época, y más curiosa fue sin duda su última voluntad: que atravesaran su corazón con un estilete y lo sepultaran en un ataúd de acero. ¿Acaso el autor de “La ópera de los tres centavos” temía ser enterrado vivo? ¿O quería escapar de los estragos que produce la muerte sobre el cuerpo físico?
Es innegable que, a 50 años de su desaparición física, tanto Brecth como Lugosi se mantienen como maestros indiscutibles del arte dramático. Podemos aventurarnos incluso trazar líneas paralelas entre las vidas de ambos. Para comenzar, fueron fallas cardiacas las que les privaron de la existencia. Los dos conocieron los horrores de la Primera Guerra Mundial, situación que influyó notablemente en sus obras y dejó profundas cicatrices en sus vidas. Brecht fue asistente médico en un hospital de Munich. Lugosi, de manera más cruenta, peleó por su país y su vida en el campo de batalla como teniente del 43er. regimiento de la real Armada Austro Húngara. Pero a eso llegaremos más tarde.
Para examinar la vida de Bela Lugosi debemos acudir a las numerosas entrevistas que al actor concedió mientras gozaba de la fama que le valió su papel en la cinta “Drácula”. No obstante, el actor no resistió la tentación de exagerar, modificar y revestir con un aura de grandeza muchos de los acontecimientos.
La infancia de Bela Lugosi transcurrió como la de cualquier niño de la pequeña y pintoresca ciudad de Lugos, actual Rumania, enclavada en una fértil región a orillas del río Temesvar. Vio la luz el 20 de octubre de 1882 bajo el nombre de Bela Ferenc Deszó Blaskó. Lejos de la ascendencia aristócrata que la prensa norteamericana le atribuyó al alcanzar la fama –afirmaban que era hijo de un barón-, Bela nació en un hogar humilde, en el seno de una familia de campesinos. Sus padres, István y Paula, contrajeron nupcias el 29 de septiembre de 1858. Él tenía 30 años de edad y ella 20. Al año siguiente se mudaron al sur de Lugos, donde nació su primer hijo, Ludovicus. Cuatro años después nació Joanna, luego llegó Laszlo, posteriormente Vilma y finalmente Bela.
El pequeño Bela no era un niño con aptitudes para las artes escénicas, como afirmó en su edad adulta. Fue un chico imaginativo que tenía dificultad para adaptarse a la vida escolar, faltaba frecuentemente a clases, odiaba las matemáticas y tenía problemas con la lectura.
El trabajo arduo de István como maestro panadero le permitió prosperar, ascender en la escala social, integrarse a una productiva sociedad bancaria y brindar a su familia una vida cómoda. Su muerte en el año de 1894 no sólo significó una profunda desgracia para la familia, sino una debacle económica que impidió que el joven Bela –de 12 años- accediera a una educación profesional, como el resto de sus hermanos.
Los acontecimientos que ocurrieron entre los 12 y 18 años de Bela no pueden ser descritos con exactitud. Se desempeñó en numerosos oficios para ayudar a la manutención del clan –relojero, obrero, constructor, minero- y en algún momento se sintió atraído por los escenarios. Bela aseguraba que actuó por primera vez apenas había cumplido 18 años, cuando una compañía de teatro llegó a su natal Lugos para representar “Romeo y Julieta” y reemplazó al actor principal cuando éste cayó repentinamente enfermo. Según las investigaciones de Arthur Lenning, autor de una de las biografías mas exactas del actor, podemos dudar de su testimonio pues de acuerdo a los Archivos Nacionales de Rumania no existe registro alguno de tal puesta en escena en esa época. Además podemos apelar al sentido común. ¿Podría un joven sin experiencia escénica memorizar de manera emergente el papel protagónico de una obra de William Shakespeare?
Lo que sí es cierto es que a partir de 1900 Bela comenzó a cimentar una presencia notable en los escenarios rumanos en diversas producciones teatrales. Hacia 1903 adoptó el nombre artístico de Bela Lugossy –que cambió posteriormente a Lugosi- y conquistó gradualmente papeles más importantes, muchos de ellos en operetas gracias a su estupenda voz para el canto. 1910 significó un año importante en su carrera, pues ya como un actor prestigiado arribó a la ciudad de Szeged –la segunda más importante de Hungría- y participó en montajes como “Romeo y Julieta”, “Ana Karenina”, “Otelo” y “Ricardo III”. Sobra decir que recibió numerosos elogios de la crítica especializada.
Esto no le preparó para enfrentarse a un drama mayor. En el verano de 1914 acudió entusiasta al llamado de su Patria y se enlistó en el ejército para defender a su país durante la Primera Guerra Mundial. En el campo de batalla, en algún lugar de los Montes Cárpatos, fue herido gravemente en la pierna y tuvo que dejar el servicio hasta recuperarse en abril de 1916.
Bela –de 34 años- volvió a los escenarios, pero ya no era el mismo. Interpretó a Jesús en “La Pasión de Cristo” y fijó su atención en una belleza de 16 años llamada Ilona Szmik, hija de un banquero de Budapest, con la que contrajo nupcias un año después. Los esfuerzos de Bela por consolidar su matrimonio no fueron tan apasionados como los que dedicó a su carrera artística. La naciente industria cinematográfica húngara lo sedujo y se integró de inmediato a ella. Desafortunadamente para nosotros, muchas de sus primeras películas están perdidas.
La intensa actividad sindical que Bela realizó en Szeged y sus creencias políticas lo obligaron a escapar junto con su esposa a Viena en agosto de 1919. Ella lo abandonó unos días después debido a la presión que ejerció su familia. Con el corazón destrozado y sin dinero alguno, Bela emigró a Alemania en busca de mejores oportunidades. Es así como se integró a la industria fílmica alemana. En este periodo, su camino se cruzó con dos figuras notables de ese género maldito que conocemos como cine de horror: actuó bajo la dirección de F.W. Murnau en una cinta llamada “Der Januskopft” (“La cabeza de Janus”), una versión libre de “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Louis Stevenson, cuyo cinefotógrafo fue Karl Freund, quien años después se convirtió en uno de los principales artífices de las mejores cintas de horror de Universal Pictures, entre ellas “Drácula”.
La competencia obligó a Bela a buscar otras oportunidades de desarrollo actoral. Como no puede regresar a su país, decidió desplazarse a Estados Unidos. El 23 de marzo de 1921 desembarcó en la Isla Ellis de Nueva York. Compareció ante las autoridades de migración con la intención de convertirse en residente permanente. No hablaba inglés, no tenía familiares y sólo llevaba el equivalente 100 dólares en sus bolsillos.
Sus primeros trabajos en tierras americanas fueron ante audiencias de inmigrantes de su tierra natal. Formó una pequeña compañía teatral que pronto atrajo la atención de la prensa. “Una de las más importantes estrellas del cine europeo se encuentra en América: su nombre es Bela Lugosi”, publicó el Photo-play journal en abril de 1921. Cuando se le presentó la oportunidad de actuar en una modesta producción de 1922 titulada “The Red Poppy”, el apenado Lugosi confesó, en alemán, que no sabía hablar inglés. La necesidad lo llevó a comprometerse con el productor a aprender fonéticamente sus parlamentos con la ayuda de un maestro de idiomas, cuyo salario corrió a cuenta del actor. Aunque la veracidad de esta historia está en duda, lo cierto es que el encanto de Bela ganó el favor de la crítica y la audiencia, quienes nunca sospecharon su desconocimiento del idioma.
El prometedor y empobrecido Bela sucumbió ante la segunda debilidad de su vida: las mujeres. Fue maravillado por los encantos de una belleza vienesa llamada Ilona Montagh de Nagybanyhegyes, cuyo matrimonio terminó abruptamente el 11 de noviembre de 1924 gracias a las continuas infidelidades de Bela.
En 1923 Lugosi apareció en su primera película norteamericana, “The Silent Command”, un drama de amor e intriga en alta mar, donde interpretó de manera sobresaliente, y casi como un presagio, al villano de la historia. Bela continuó su carrera alternando cine con teatro, desplazándose de Nueva York a California continuamente, lo cual le valió una paulatina notoriedad que cimentó el camino al papel que significaría su efímera salvación económica y su ruina personal.
El productor Horace Liveright encomendó al corresponsal del New York World en Londres, John L. Balderston, que realizara la adaptación del exitoso montaje británico “Drácula”, basado en la novela del irlandés Bram Stoker y escrito por Hamilton Deane, cuyos derechos acababa de comprar debido a su enorme potencial para las audiencias estadounidenses. El verano de 1927 Bela es contratado para interpretar al personaje principal, por un risible salario semanal de cien dólares. Aunque tenía 5 años como residente en norteamérica, Bela padeció nuevamente la dificultad de memorizar fonéticamente sus diálogos. No obstante, cuando la obra se estrenó el 5 de octubre de 1927 en el Teatro Fulton de Nueva York, la energía malévola y seductora que imprimió al vampiro transilvano conquistó y aterrorizó al público. Al concluir la temporada de nueve meses, la compañía se trasladó a California, donde la prensa se interesó sobremanera en el actor protagónico. En 1928 Lugosi manifestó a un reportero del Los Angeles Times que después de sus innumerables apariciones como Drácula y de la disciplina que le exigía preparar al personaje, temía metamorfosearse permanentemente en él.
En 1929 contrajo matrimonio por tercera vez con una acaudalada viuda de San Francisco llamada Beatrice Weeks. La feliz unión dura sólo tres días. La exótica presencia de Bela y su acento europeo generaron una carga erótica contenida que maravilló a las mujeres que acudían a la obra. Tal vez la más entusiasta de ellas fue la actriz Clara Bow, con quien Lugosi se involucró sentimentalmente y vivió un tormentoso romance que siguieron muy de cerca las revistas de espectáculos. Así, entre bastidores y apariciones en películas de mayor prestigio, Bela concretó su aparición fílmica más memorable.
La historia de la realización de la película “Dracula”, obra fundacional del cine de horror norteamericano, no puede ser separada de la del estudio que la creó y al cual salvó de la bancarrota. Universal Pictures fue fundada en 1914 por Carl Laemmle, un inmigrante alemán que poco tenía que ver con gran tradición cinematográfica de su país. Laemmle era dueño de otra productora, la Chicago-based Independent Motion Pictures, que ya había producido una versión de “El Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, protagonizada por John Barrymore.
Laemmle fue un empresario inteligente que recurrió a desventuradas pero redituables cintas de comedia y drama para hacer dinero. En 1923 el actor Lon Chaney ayudó a establecer al estudio como productor de cintas de horror con su famosa versión de “El Jorobado de Notre Dame”. Chaney era conocido como el amo del maquillaje y en 1925 Laemmle, decidido a capitalizar el éxito de “El Jorobado”, produjo una versión de “El Fantasma de la Ópera”. El éxito de la cinta ocasionó que Chaney fuera contratado por la MGM el mismo año de su estreno.
El 28 de abril de 1929, en medio de la Gran Depresión, Laemmle ofreció a su hijo, Carl Laemmle Jr., un extraordinario regalo en su cumpleaños número veintiuno: lo nombró Vicepresidente del estudio. Esta paternal decisión prácticamente llevó a la ruina a la compañía, aunque en el corto reinado de Carl Jr. Universal lanzó algunos pequeños clásicos, como la película bélica “Sin novedad en el frente”.
En 1930, el éxito de la versión teatral de “Drácula” llamó la atención de Carl Jr., quien de inmediato compró los derechos para llevarla al cine bajo la dirección de Tod Browning, un director cuyo alcoholismo no empañaba su ingenio, cuya reputación en el género estaba consolidada gracias a “Londres después de la medianoche” (1927), joya perdida de la cinematografía estelarizada por Lon Chaney. Precisamente fue a Chaney a quien se consideró para el papel protagónico, pero murió a causa de cáncer en la garganta el 26 de agosto de 1930. El juego de la imaginación nos exige preguntarnos cómo habría sido Drácula con la interpretación de Chaney. Bela Lugosi no fue la primera opción para sustituir a Chaney. Antes que a él se contemplaron a los actores Conrad Veidt, Chester Morris y Paul Muni, entre muchos otros. Bela finalmente ganó el papel, quizá por el pequeño salario de tres mil quinientos dólares que aceptó (500 dólares semanales por siete días de filmación, que es sólo la cuarta parte que David Manners recibió por caracterizar a Jonathan Harker, un papel secundario en la trama), pero más que nada por su familiaridad con el personaje y por la respuesta del público.
Según Harry Ludlam, autor de otra detallada biografía de Lugosi, “difícilmente podría haberse encontrado a otro actor con unas características más idóneas para el papel que habría de marcar el resto de su carrera... La voz fría y sepulcral de Lugosi, sus ojos hundidos y ligeramente rasgados que apuñalan desde la pantalla, su nariz aquilina y sus pómulos salientes, su imponente estatura cercana a los dos metros... todo ello lo convirtió en sinónimo de la fantástica creación de Bram Stoker”. No es que Lugosi fuera precisamente idéntico al Drácula que describe el autor irlandés. Por el contrario, no se acerca en absoluto a la descripción física que hace del Conde. Sin embargo supo retratar la malevolencia, el romanticismo, la carga sexual contenida que Stoker plasmó en el personaje.
Leonard Wolf, estudioso y entusiasta de los misterios del vampiro, agrega que “Lugosi tenía más cosas en su favor que la apariencia. Hasta el día de hoy, su acento húngaro evoca en los oídos americanos todas las cosas siniestras, y su mirada continúa diciéndonos con cuánta profundidad su Drácula comprende la infinitud del mal y se entrega a ella”.
“Drácula” se convirtió de inmediato y rotundo éxito de taquilla, en un fenómeno que ocasionó que docenas de mujeres se desmayaran durante la proyección (hecho que en nuestra época resulta difícil de concebir) y que marcó no solo el nacimiento oficial del cine de horror sino el de una de sus épocas más gloriosas y prolíficas. Carl Laemmle Jr. se concentró en capitalizar éste triunfo y se dio a la labor de preparar su siguiente cinta “Los crímenes de la calle Morgue”, una adaptación del cuento de Edgar Allan Poe, que sería dirigida por Robert Florey y protagonizada por su flamante estrella Bela Lugosi. Desafortunadamente el tratamiento del guión tuvo que ser reelaborado en muchas ocasiones por no ofrecer la contundencia deseado. Entre las muchas manos que intervinieron en la historia, destaca un joven escritor llamado John Houston, quien años más tarde nos entregaría, entre muchas otras cintas, esa gran aventura marina llamada “Moby Dick”.
La demora en la producción de “Los crímenes de la calle Morgue” ocasionó que Universal comenzara a trabajar en un proyecto alterno, “Frankenstein”. Florey comenzó a escribir el guión para la película, pero el estudio compró los derechos de una obra teatral escrita por Peggy Webling, y pagó a John Balderston para adaptar la obra a la pantalla. La principal dificultad de Florey fue precisamente su actor protagónico. Universal, decididos a capitalizar el éxito de Drácula, otorgó a Lugosi el papel del monstruo. Pero Bela, quien disfrutaba de la fama que había ganado con su seductora y distinguida interpretación, inmediatamente mostró aversión a un papel que desfiguraría su rostro con maquillaje y que lo limitaría exclusivamente a gruñir. Bela no recibió mucha ayuda del jefe de maquillaje de Universal, Jack Pierce. Según la leyenda, cuando Carl Jr. y el resto de los ejecutivos vieron las primeras pruebas de maquillaje, simplemente estallaron en carcajadas. Lugosi rechazó el papel y Carl Jr., preocupado por el tiempo que había perdido, contrató a James Whale como director. El brillante y egomaníaco talento de Whale, la espléndida fotografía de Karl Freund y el maquillaje inolvidable de Pierce, transformaron a “Frankenstein” en un éxito contundente y en un auténtico clásico de la cinematografía, pero esto nunca hubiera sido posible sin la maravillosa y siniestra presencia del actor británico Willliam Henry Pratt, conocido como Boris Karloff.
Debemos preguntarnos una vez más, qué habría sucedido si Bela Lugosi no hubiera sucumbido ante su vanidad y hubiera aceptado el papel de la criatura.
Sobra decir que el éxito de “Frankenstein” empañó en muchos sentidos la respuesta del público ante el estreno en 1932 de “Los crímenes de la calle Morgue”, lo cual sugirió la idea de una supuesta rivalidad entre Lugosi y Karloff, como podemos atestiguar en la cinta “Ed Wood” de Tim Burton. Lo cierto es que los dos actores mantuvieron una relación cordial que se fortaleció a través de las muchas cintas en que coincidieron como protagonistas.
Comenzó entonces una época de bonanza para Bela. En plenitud de su fama, protagonizó cintas como “Zombi blanco” (1932) bajo la dirección de Victor Halperin para United Artists (donde a pesar de cotizarse alto cobró 800 dólares en un gesto de solidaridad para un estudio independiente), “Chandrú el mago” (1932) dirigido por Marcel Varnel para la Twenthy Century Fox, “La isla de las almas perdidas” (1933) de Paramount a las órdenes de Erle C. Kenton, “El gato negro” (1934) de Edgar Ulmer para Universal, al lado de Boris Karloff, “El retorno de Chandrú” (1934) de Ray Taylor, “La marca del vampiro” (1935) de Tod Browning (un remake de London after midnigth), “El cuervo” (1935) de Louis Friedlander (de nuevo al lado de Karloff) para Universal y “El misterio del Marie Celeste” (1935) de Dension Clift, que significó el salario más alto que cobró por una cinta en su carrera: diez mil dólares. En medio de esta apretada agenda, Bela encontró el tiempo en 1933 para casarse por cuarta vez, en esta ocasión con Lilian Arch, con quien duró unido veinte años y engendró a su único hijo Bela George Lugosi, Jr., actual administrador de su imagen.
Si observamos algunos de éstos títulos, resulta irónico que Bela sea recordado por sus interpretaciones como vampiro cuando en realidad representó más veces a científicos locos y sabios criminales, entre otros roles siniestros.
El paulatino agotamiento de la fórmula original de las cintas de horror de Universal, una nueva administración hostil hacia las películas de horror por considerarlas moralmente dudosas y financieramente arriesgadas, el surgimiento de nuevos horrores en el mundo, hicieron que el interés del público decayera paulatinamente. Esto afectó notablemente la carrera de Bela. Conciente de que necesitaba diversificar su carrera, Lugosi aceptó un papel secundario en la tercera entrega de la serie de Frankenstein, “El hijo de Frankenstein” (1939), bajo la dirección de Rowland V. Lee. En esta ocasión los protagónicos correspondieron a Basil Rathbone y en Boris Karloff, mientras Bela interpretó al jorobado Ygor, un ladrón de cadáveres que sobrevivió a su ejecución en la horca y que decide vengarse del jurado utilizando al monstruo de Frankenstein. Para este papel Bela aceptó, de muy buena gana, cubrir su rostro con el maquillaje de Jack Pierce que le dio una apariencia grotesca y deforme. Libre de inhibiciones, es incuestionable que terminó por robarse la película.
En el inicio de su decadencia participó en cintas de serie “B”, entre las que destacan “El gorila” (1939) de Allan Dwan, “El fantasma aterrorizante” (1939) de Ford Beebe, “Viernes negro” (1940) de Arthur Lubin (nuevamente con Karloff), “El vampiro infernal” (1940) de Jean Yarborough y “El Bowery a la medianoche” (1942) de Wallace Fox. No podemos olvidar la pequeña pero emblemática aparición que hace como el gitano Bela en la cinta “El hombre lobo” (1941) de George Waggner, que junto con “La criatura de la Laguna negra” es una de las últimas bocanadas de originalidad de Universal.
Un Bela decadente, de 61 años de edad, consumido por las deudas económicas y otros demonios, se vio obligado a aceptar el papel que rechazó en el esplendor de su carrera en “Frankenstein contra el hombre lobo” (1943) de Roy William Neill. Bela no estaba en condiciones para soportar la demanda física del papel. Sin la afortunada intervención de un doble (Eddie Parker) en muchas de las principales escenas y las secuencias de acción, la película no habría sido completada según el itinerario. Lugosi peleaba una batalla que no podía ganar. Su rostro simplemente no poseía las características para complementar el maquillaje de Jack Pierce. Adicionalmente la decisión del estudio de dar parlamentos al Monstruo eliminó cualquier credibilidad que Lugosi pudiera haber impreso al personaje. Cuando el filme fue exhibido previamente para ejecutivos, la proyección tuvo que detenerse debido a las risas histéricas que el Monstruo provocó al hablar. Su acento húngaro simplemente no resultaba creíble y como resultado los diálogos fueron eliminados en la edición final.
Bela actuó en un rol secundario una vez más al lado de Karloff en “El ladrón de cadáveres” (1945) de Robert Wise, una adaptación del cuento de Robert Louis Stevenson. Visiblemente cansado, realiza su última encarnación como Drácula para un estudio mayor, “Abbot y Costello contra Frankenstein” (1948), donde Lugosi se subordina al lucimiento de la pareja de cómicos. Esta cinta representa no sólo el fin de la era de los grandes monstruos de Universal, sino la debacle inminente de Bela.
Instalado en su humilde residencia en el número 6620 de Harold Way, en un suburbio de Los Angeles, con un matrimonio desintegrado y con graves carencias económicas, Lugosi encontró consuelo y un fugaz renacimiento en la amistad que entabló con Edward Wood Jr., un desventurado aspirante a cineasta que lo admiraba desde la niñez. Es precisamente este episodio final en la vida de Bela el retratado en la cinta que veremos a continuación. En 1953 accedió a participar en la extravagancia fílmica “¿Glen o Glenda?” bajo la dirección de Wood, cobrando la mísera cantidad de mil dólares por su participación.
El mes de abril de 1955, a sus 72 años de edad, en pleno rodaje de la cinta que originalmente se titularía “El monstruo atómico”, luego “La novia del átomo” y finalmente “La novia del monstruo”, Bela hizo pública la adicción a la morfina y al Demerol que padecía desde hacía 20 años. En medio de un escándalo de medios, que pareció disfrutar por verse nuevamente en los titulares, se internó en el Hospital Estatal Metropilitano en Norwalk, California, cuando el Sindicato de Actores le negó los beneficios médicos por no cotizar durante 5 años. Las fotografías del Bela de esa época, mermado física y emocionalmente, continúan impactando a los que crecimos admirándolo. Tras una dolorosa rehabilitación, abandonó el hospital el mes de agosto de 1955, sólo para contraer matrimonio por última vez con Hope Lininger, quien era muchos años menor que él.
Con Ed Wood realizó algunas tomas de la que habría de ser su última película, “Los ladrones de tumbas del espacio exterior”, que se rebautizó finalmente como “Plan 9 del espacio exterior”, considerada hoy en día por muchos críticos como la peor película de la historia del cine.
Los años de excesos finalmente cobraron la cuenta a Bela. El hombre que regresó innumerables ocasiones de la tumba en la pantalla grande, murió en su cama el 16 de agosto de 1956, mientras su esposa Hope preparaba la comida en la habitación contigua. Los únicos bienes que dejó fueron una cuenta bancaria con 1,900 dólares y un terreno en Lake Elsinore valuado en mil. Sus restos reposan en el cementerio de la Santa Cruz en Culver City, California.
¿Por qué recordar a Bela Lugosi? ¿Por qué rendirle tributo en una sede como la Cineteca Nacional?
Bela es, para muchos, una de las primeras figuras que conocimos gracias al cine. Sus películas son parte de nuestra primera educación sentimental. Gracias a él aprendimos a convivir y disfrutar esa emoción que muchos insisten en censurar y que llamamos miedo. Aunque la popular canción del grupo Bauhaus nos recuerda que Bela Lugosi ha muerto, esta afirmación no puede estar más equivocada. El día de hoy, a medio siglo del final de su tránsito por el mundo tangible, Bela continúa vivo. Podemos sentir su presencia inquietante en las 107 películas que realizó. No sólo es considerado la imagen de un mito fundamental del imaginario colectivo de la humanidad, sino el estandarte de un movimiento cultural que encuentra en la noche y sus misterios otra forma de iluminación. Sobre su importancia como figura del cine de horror, Bela tiene sobre Karloff y sus ilustres colegas una superioridad emotiva que emana su capacidad para reflejar el horror, la incomprensión y el rechazo de lo ajeno a nuestro mundo. En muchos sentidos, Bela fue un ser sin hogar, maldito y despreciado, como declara en su papel del Dr. Eric Vornoff en “La novia del monstruo” de Ed Wood.
Unas palabras finales sobre la cinta que proyectaremos a continuación. “Ed Wood”, el bioepic dirigido en 1994 por Tim Burton es un tributo a ese cineasta incomprendido y apasionado que luchó incansablemente por expresar su visión cinematográfica. De los muchos elementos notables de esta cinta sobresale la actuación de Martin Landau como un Bela Lugosi decadente que le hizo merecedor de numerosos premios como el Globo de Oro, el de la Sociedad de Críticos de Los Angeles, el de la Sociedad de Críticos de Nueva York y el Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Cuando Landau recibió este último la noche del 27 de marzo de 1995, hizo un merecido homenaje póstumo a Bela en su discurso de agradecimiento.
“Ed Wood” no sólo es una de las más notables cintas de Tim Burton, es un homenaje al séptimo arte que no solo nos enseña que vale la pena pelear por nuestras visiones sino que la amistad es el más perdurable de los afectos humanos.
Descansa, Bela. Nosotros te recordamos.
Ficha técnica: “Ed Wood” (Estados Unidos, 1994). Dirigida por Tim Burton. Producida por Denise Di Novi y Tim Burton. Escrita por Scott Alexander y Larry Karaszewki, basada en el libro Nightmare in Ecstassy de Rudolph Grey. Fotografía de Stefan Czapsky. Música de Howard Shore. Diseño de producción de Tom Duffield. Con las actuaciones de Johnny Depp (Edward Wood, Jr.), Martin Landau (Bela Lugosi) Sarah Jessica Parker (Dolores Fuller), Patricia Arquette (Kathy O´Hara), Jeffrey Jones (Criswell), Bill Murray (Bunny Breckinridge), Max Casella (Paul Marco), Lisa Marie (Vampira) George “The Animal” Steele (Tor Johnson) y Vincent D´Onofrio (Orson Welles). 127 min. Blanco y negro. 35 mm.
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