Una pequeña
licencia, aunque en realidad no se encuentra lejos de los intereses de este
blog dado que el thriller o el policial, como quieran llamarle,
bordea constantemente con el horror. Su origen se encuentra en las oscuras
manifestaciones de la mente humana, en el reconocimiento de que todos
poseemos la capacidad de actuar con la mayor maldad.
Durante 20 años seguí devotamente a La
Ley y el Orden, la serie de televisión
creada por Dick Wolf. De ella he
hablado abundantemente. De sus derivados, o spin-offs, La Ley y el
Orden: Unidad de Víctimas Especiales es mi favorito. Fundamentalmente
porque fusiona dos pulsiones básicas del hombre –eros y thanatos-
y por sus espléndidos personajes principales –al menos durante sus primeras
doce temporadas-: Elliot Stabler (Christopher
Meloni) –un Detective con antecedentes en la Marina , católico, padre de
familia, que tiene un serio problema con la figura de autoridad- y Olivia
Benson (Mariska Hargitay) –una
Detective dura pero sensible, atormentada porque tuvo una madre alcohólica y es
el producto de una violación-. Ellos eran apoyados por un reparto muy
competente que ha sobrevivido los cambios institucionales: el rapero convertido
en actor Ice-T encarna al Detective Odafin
Tutuola, antiguo policía encubierto y representante de las “minorías”;
el comediante Richard Belzer al
Sargento John Munch, colorido reciclaje de otra teleserie (Homicidio,
la vida en la calle), obsesionado con las teorías de conspiración; Dann Florek como el Capitán Donald
Cragen, alcohólico recuperado reciclado también pero del “programa
matriz”. Al Psiquiatra del FBI George Huang (BD Wong), a la
Médico Forense Melinda Warner (Tamara Tunie) y a las fiscales Alexandra Cabot (Stephanie March) y Casey Novak (Diane Neal) los dejaré por el momento.
Digo todo
esto porque la semana pasada vi la repetición de uno de sus mejores episodios, Equipaje,
entrega 18 de su décima temporada. En él, Stabler
–Olivia está ausente- une fuerzas con
el Detective Victor Moran (Delroy Lindo)
para atrapar a un violador en serie (Nelson Vasquez). Moran ha convertido la captura del criminal en su cruzada, forma de
escape de su tragedia personal. En el transcurso, el delincuente perfecciona
sus métodos, escalando de la agresión sexual al homicidio. El desenlace,
sobrecogedor, aumenta sólo la empatía que el personaje invitado ya se ha ganado.
“Todos merecen una segunda oportunidad”, dice mientras observa cómo los órganos
de su hija muerta salen de la sala de operaciones.
Mi interés
por la serie decayó tras la salida de Meloni. Sangre nueva (Danny Pino y Kelli
Giddish) trató de llenar su lugar, pero la química que existía entre él y la Hargitay ha desaparecido.
No es que ella sea incapaz de sustentar la serie, pues su papel le ha merecido
numerosos premios, sino que la mancuerna era su principal fortaleza. Sus
productores debieron considerar un reemplazo más atractivo, uno que estuviera a
la altura del programa y de la co protagonista. El Victor Moran de Delroy Lindo era una opción ideal. Pero eso sólo ha
sucedido en mi cabeza.
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