Lo afirmo continuamente: el premio Oscar no es una referencia incuestionable para calificar el valor de una película. La subjetividad domina en los miembros de la Academia al momento de realizar sus nominaciones y veredictos, como en muchas otras disciplinas artísticas. Esto nos obliga a hacernos una pregunta, ¿el cine de horror, fantasía y ciencia ficción no merece recibir el reconocimiento de la comunidad fílmica internacional? Es cierto que algunos especímenes y fórmulas, infames a todas luces, en ocasiones le restan brillo y seriedad al tema. Por pecadores pagan justos, dicen las abuelas. Pero creo firmemente que el horror y la fantasía pueden explorar la conciencia humana e invitar a la reflexión de una forma tan profunda y contundente como otros géneros. Y no me refiero a homenajes efímeros, como ese tributo que se rindió al cine de horror en la ceremonia de 2010 –que fue parcial pues se limitó a cintas estadounidenses-, ni a premios “de consolación” a ciertos cineastas por el conjunto de su obra –como el Oscar que recibió Alfred Hitchcock en 1968-. La tradición nos ha enseñado que la Academia –las asociaciones cinematográficas de todo el mundo- sólo está dispuesta a reconocer a este cine en rubros técnicos. Es cierto, los efectos siempre servirán al lucimiento del relato de horror. No es que Rick Baker, maestro del maquillaje que revolucionó la forma de estremecernos en la pantalla grande, no se mereciera un Oscar más –su séptimo- por su trabajo en El hombre Lobo (Frank Marshall, 2010), o porque la fotografía, efectos visuales y sonido de El origen (Christopher Nolan, 2010) no debieran ser premiados. Me refiero a un reconocimiento de fondo, no de forma.
Injusticias se han cometido muchas en la historia del cine. Sigamos con los premios Oscar. Lon Chaney –padre-, en Garras del destino (The Unknown, Tod Browning, 1927), nunca recibió un premio por interpretar a Alonzo, el artista circense sin brazos. Y lo merecía no sólo por su incuestionable talento actoral –patente en tantas películas-, sino por ser el responsable de crear las caracterizaciones que le valieron el mote de “El hombre de los mil rostros”. En la misma situación se encuentra Jack P. Pierce, artífice y responsable de crear algunos de los maquillajes más importantes de la historia del cine estadounidense. Algunos disculparán a la Academia: el Oscar a mejores efectos de maquillaje se instauró hasta 1981. Allá ellos y su mala cabeza.
Tal vez se pensaría que la nominación es ya un reconocimiento. Pensemos por ejemplo en Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), que fue nominada a Mejor Director, Actriz de reparto, Cinematograía y Diseño de arte. Sobra decir que no ganó en ninguna categoría. Y para mí las nominaciones se quedaron cortas. El guión de Joseph Stefano merecía ser considerado, al igual que la partitura de Bernard Herrmann.
Y ahora, algunas herejías –para muchos-. Siempre he creído que hay películas que merecieron –cuando menos- una nominación, y no sólo en logros técnicos, sino en actuaciones, guión original o adaptado, dirección y, por supuesto, Mejor película. Entre ellas se encuentran Frankenstein (James Whale, 1931) –la interpretación de Boris Karloff es memorable-, La invasión de los secuestradores de cuerpos (Don Siegel, 1956), Los inocentes (Jack Clayton, 1961), El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968), Corazón satánico (Angel Hearth, Alan Parker, 1987), Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992) –Coppola merecía una nominación por su dirección y Anthony Hopkins como actor de reparto-, Los otros (Alejandro Amenábar, 2001) y El laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006) –ésta debió nominarse a Mejor película y Mejor Dirección-.
¿Qué clase de historia de horror podría ser capaz de ganar un Oscar a Mejor película o Mejor Director? La esperanza vive en adaptaciones de relatos clásicos, como la venidera En las montañas de la locura de Guillermo del Toro, basada en la imaginación de H. P. Lovecraft. El cineasta que logre ganar el premio deberá mantener el escepticismo de Martin Scorsese cuando acudió al podio a recoger su galardón por Los infiltrados en el 2006, luego de tantas nominaciones: “¿Están seguros que ese sobre dice mi nombre?”.
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