No esperaba
ver un documental de Discovery channel,
ni un especial de Biography. Sabía
perfectamente que asistía a una película que partía de hechos y personajes de
la vida real y los entremezclaba con elementos de ficción. Hace unas semanas hablé
sobre esta posibilidad como un recurso legítimo en las bellas artes. Pero creo
que aprovecharse de la Historia exige que el juego de la imaginación pueda
acoplarse de manera convincente a eventos que son casi del conocimiento
popular. Eso es indispensable al tratarse de figuras como Edgar Allan Poe.
Salí con
sentimientos encontrados de la sala de cine luego de ver El cuervo, guía para un asesino
(James McTeigue, 2012). El guión de Ben Livingston y Hannah Shakespeare hace un
recuento de los últimos días de vida del poeta maldito y, como si no bastara la
tragedia en que se veía inmerso, cruza su camino con un asesino. Un asesino en serie, como dicen los
periódicos en la cinta, aunque en esa época no se acuñara el término. Así Poe (John Cusack) es reclutado por el letrado Inspector Emmet Fields (Luke Evans) para detener a un imitador que
acaba con sus víctimas según lo planteado por el artista en sus cuentos.
La premisa
en sí no parece mala. Logró atraerme en primer momento. Del resultado no estoy tan seguro. Encontré como
primera barrera al protagonista, quien no captura la esencia melancólica y
fatal de Poe y usa, además de todo,
una “barba de candado” al más puro estilo de la de Robert Downey, Jr., en Ironman (y secuela) y Los
Vengadores. Muchos podrían acusarme de purista o exagerado, pero creo
que en proyectos semejantes el respeto por los pequeños detalles otorga
credibilidad. En las escasas fotografías que se conocen de él, nunca utilizó un
aspecto semejante.
Concedo que
la fotografía de Danny Ruhlmann y el diseño de arte de Roger Ford son
competentes. También la recreación de los crímenes de Poe que van de los
cometidos en Los asesinatos de la Calle Morgue, El entierro prematuro, El
Misterio de Marie Roget, La máscara de la Muerte Roja. Sin
embargo el demente que roba su nombre artístico de su poema más memorable, El
cuervo, y su historia romántica (porque Poe si iba a casarse antes de
su misteriosas muerte) hicieron que la cinta no me cautivara como deseaba.
Acaso lo mejor es que el libreto trata de darle sentido a la exigencia final del héroe (que trajeran ante sí a Reynolds) y que Griswold (en clara alusión a Rufus Griswold, detractor y
parásito del Maestro) haya encontrado un fin terrible según lo imaginó en El
pozo y el péndulo. Debió dolerle. Y me alegro.
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