lunes, 19 de julio de 2010
Lovecraft, el cine y Guillermo del Toro
Una novedad dominical fue la noticia que Guillermo del Toro, tras abandonar la dirección de El Hobbit por falta de solvencia económica, se iba a abocar a la realización de un proyecto largamente acariciado: la adaptación cinematográfica de En las montañas de la locura, cuento largo o novela corta del escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft. Y esto es motivo de doble felicidad. Lovecraft nunca ha sido llevado con justicia a la pantalla grande y si hay una persona indicada para ello es nuestro compatriota, un hombre que cimentó su imaginería –entre otras fuentes- en el trabajo del creador del llamado “horror cósmico”. Siempre me sentí complacido de que Del Toro abandonara el relato de J.R.R. Tolkien: bajo la mirada estricta de Peter Jackson, el tapatío tendría la obligación de emular el estilo visual de la saga del Señor de los Anillos y esto limitaría, lo admita o no, su visión creativa. Esto es pues algo muy prometedor para todos los devotos de Lovecraft y de Del Toro. Antes de continuar debo confesar que hay casos honrosos que capturan la naturaleza lovecraftiana. El norteamericano Stuart Gordon, a quien debemos haber iniciado la serie Re-animator (basada en el cuento Herbert West, reanimador), realizó en España, con un magro presupuesto, Dagón (2001), fusión del cuento homónimo y de La sombra sobre Innsmouth que se permite guiños a los seguidores como esa sudadera de la Universidad de Miskatonic. John Carpenter escribió y dirigió en 1995 En la boca del terror. Protagonizada estupendamente por Sam Neill, la película incluye la aparición (disfrazado del malvado Sutter Crane) del mismo Lovecraft. Memorables fueron las adaptaciones de Aire frío o El modelo de Pickman que Rod Serling usó en su indispensable serial setentero Galería nocturna, pero ambos se toma la libertad de incluir personajes femeninos, el auténtico horror para el autor. El mismo Gordon dirigió con buena fortuna Sueños en la Casa de la Bruja para la reciente serie Masters of horror. Pero sin duda el mejor esfuerzo es La llamada de Cthulhu (2005), estupendo cortometraje estadounidense de Andrew Leman. El corto es un triunfo desde múltiples aristas: está filmado en glorioso blanco y negro con un presupuesto irrisorio, trata de emular la técnica del cine de principios de siglo XX, con ausencia total de diálogos, intertítulos, musicalización dramática de un piano y una rudimentaria animación stop-motion que nos recuerda a la de King Kong (Merian C. Cooper, 1933), respeta la estructura narrativa del relato original, conformada por cuatro capítulos, está actuado por actores completamente desconocidos y cuenta con el aval académico y seriedad de la H. P. Lovecraft Historical Society. El éxito del filme se debe principalmente a que respetó la brevedad de la obra de que se desprende. Como Edgar Allan Poe, Lovecraft funciona mejor en relato corto. Extenderlo, como necesitaría el largometraje, perjudicaría el resultado. Además su horror está salpicado por monstruos innombrables y amorfos que exigen de la complicidad de nuestra imaginación para tratar vagamente de darles sustancia. Esa es la base del horror lovecraftiano y algo que comprendió muy bien Ridley Scott en su Alien, el octavo pasajero (1979): salvo breves pinceladas, el monstruo nunca es mostrado del todo sino hasta el desenlace. Ese es uno de los aciertos de la ya mencionada cinta de Carpenter. Sólo hasta la escena climática, con febriles movimientos de cámara, las aberraciones sin nombre surgen desde el abismo de las letras y persiguen al aterrado protagonista. Pero regresemos al eje central de esta entrada, En las montañas de la locura. Creo que a Del Toro no le sucederá lo que a Peter Jackson y a Bryan Singer, fallas que señalé previamente, pues ha mostrado cuán respetuoso puede ser con un material que le obsesiona. Cuando filmó Hellboy (2004), además de dejar escapar efusivas lágrimas al ver caracterizado a Ron Perlman, se ciñó a la imaginería de Mike Mignola, creador del personaje. Es cierto, convirtió al nazi Karl Rupert Kroenen en un artemarcialista mortífero obsesionado con los relojes, pero esa es una prerrogativa del creador. En su secuela (Hellboy 2, el Ejército Dorado, 2008) se tomó la libertad de llevar al hijo del demonio a su mundo, uno que nos recuerda al del Laberinto del Fauno (2006) o al de su novela Nocturna (2009), con la bendición y tutela de Mignola. Es decir, no lo cegó su amor por el personaje. Y eso es algo muy bueno. Espero le suceda algo parecido con Lovecraft. El de ambos es un matrimonio forjado en el infierno.
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Es una excelente noticia para todos los que llevamos años esperando la adaptación. Como bien dices, no se la he hecho justicia a Lovecraft. La cinta con la que todos lo ubican es Re-animator que no tiene nada que ver con los relatos originales. Afortunadamente con Dagón, Gordon pudo sacarse la espinita, aunque su versión de Los sueños de la casa de la bruja no me gustó. La llamada de Cthulhu es maravillosa. Del Toro nos dejó ver en Hellboy (1) que está listo para Lovecraft. Todos los monstruos que aparecen son totalmente lovecraftnianos. ¡A contar los días!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con Miguel y contigo Roberto. Soy super fan de Lovecraft desde hace muchos años y como bien dices en el blog-artículo no se le ha hecho justicia en las películas hasta ahora según esto basadas en sus historias. Sorprendentemente aún cuando el presupuesto y los efectos especiales dejan mucho que desear, creo que la mejor que hicieron fue la de Dagón... Saludos
ResponderEliminarmi cuento favorito del Sr. Lovecraft es el Extraño es mi cuento de cabecera.
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