miércoles, 25 de abril de 2012

Dudas razonables


No puedo negar la cruz de mi parroquia. Y eso me atormenta desde el viernes pasado que vi la muerte de uno de mis héroes en su adaptación televisiva para el nuevo milenio Sherlock. Porque muchas muertes pueden fingirse: un disparo de arma de fuego, un apuñalamiento, a través de drogas que atacan el sistema nervioso central y provocan un estado similar a la muerte, incluso un ahorcamiento, como vimos (coincidentemente) en Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009). Todas requieren una preparación cuidadosa, como el ilusionista que ejecuta un acto de magia. ¿Pero cómo disimulas una caída de más de 30 metros de altura? Algo así significa una muerte segura por todas lesiones en conjunto que causaría y que son imposibles de evitar. Ello puso a prueba mi razonamiento. Tan pronto comenzaron los créditos finales del episodio, corrí al librero (a la parte de Ciencias Forenses) para tratar de aclarar mi cabeza. Consulté (entre otros títulos) Medicina legal de Eduardo Vargas Alvarado (Trillas, 2000), que dice sobre la caída y la precipitación lo siguiente:
“En ambos casos se trata de contusiones ocasionadas por el desplome de una persona. Es caída cuando ocurre en el mismo plano de sustentación, y precipitación si se produce en uno que se encuentra por debajo del plano de sustentación. En la caída, debido a la falta de tiempo y espacio, se establece un sistema de fuerzas que lanza al cuerpo lateral y oblicuamente sobre el suelo (Gisbert Calabuig); las lesiones tienen un carácter esencialmente focal porque el efecto acelerador sólo se observa en la cabeza, mientras es nulo en el resto del cuerpo. En la precipitación, la fuerza de gravedad desempeña un papel importante. La energía que se libera en el momento del impacto se transmite a todo el cuerpo y explica el carácter generalizado de las lesiones.
En la caída, al movilizarse la cabeza sobre el suelo se produce la lesión golpe-contra-golpe. El golpe se observa en la piel cabelluda como hematoma o herida contusa. El contragolpe está dentro del cráneo, en el punto diametralmente opuesto, y consiste en hematoma epidural o subdural, y en focos de contusión cerebral. En otros casos hay fractura del cráneo, en ocasiones con hundimiento. En los miembros inferiores, puede producirse fractura del cuello del fémur. La muerte inmediata es causada por lesiones craneoencefálicas, y la tardía por complicaciones sépticas, como la neumonía hipostática en los ancianos debido al decúbito obligado.
En la precipitación, las lesiones de la piel son mínimas, como en la caída. En cambio, el daño interno es severo. El esqueleto puede estar multifragmentado ("bolsa de nueces") y las vísceras, especialmente hígado, bazo, cerebro y pulmones, encontrarse muy lacerados.
Las lesiones esqueléticas ocasionadas por la precipitación varían de acuerdo con la forma en que la víctima recibe el impacto con el suelo:
-Impacto de pie. Significa la introducción de la columna vertebral en el cráneo, fractura del astrágalo y del tercio medio de las piernas.
-Impacto estando sentado. Las alas menores del esfenoides y la apófisis crista galli del etmoides se incrustan en el encéfalo. Impacto de cabeza. Representa fractura de cráneo conminuta, con hundimiento y, aspecto de telaraña (Keith Simpson). De los órganos internos restantes, la aorta y el hígado son particularmente vulnerables. La aorta puede seccionarse a nivel de la unión del arco aórtico con la porción descendente, en tanto que el hígado puede mostrar laceraciones en su parte central, pero con indemnidad de la superficie.
Las lesiones descritas se denominan puras porque corresponden exclusivamente a la precipitación. A ellas pueden agregarse las llamadas lesiones contaminadas, las cuales se observan en la superficie del cuerpo y se deben al golpe contra estructuras salientes que se interponen en la trayectoria hacia el suelo.
La muerte en la precipitación se debe a choque traumático, laceración visceral o traumatismo craneoencefálico.
La etiología medicolegal de caída y de precipitación es frecuentemente la accidental. Sin embargo, en cuanto a la precipitación, no es raro el suicidio que suele realizarse desde sitios elevados, que se vuelven clásicos en cada ciudad debido a la preferencia para tal propósito”.

Bueno. Eso fue algo para pensar. Si concedemos el mínimo de confianza a sus guionistas Steven Moffat y Mark Gattis -pues se lo han ganado con creces- la explicación nos sorprenderá y dejará satisfechos. 

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