Terminó otra Semana Santa y es hora de volver al trajín cotidiano. Hablemos pues de otro tipo de revinientes. Hace un par de semanas terminó la segunda temporada (dividida en dos partes) de The walking dead, serial del que he escrito mucho en este espacio. Era un entusiasta del programa, incluso lo defendí ante la crítica voraz de los devotos de su fuente de procedencia, pero debo confesar no me encantó como esperaba. Esa no es una sensación agradable. Lo mismo me ocurrió después de la primera temporada de Héroes (2006-2010), la popular historia de Tim Kring. Comprendo en parte su destino: no debe ser fácil sustentar un relato de largo aliento con un gran nivel argumental. Posteriormente podemos sumar las presiones provenientes del éxito y las altas expectativas que crea en sus seguidores (como me ocurrió), por no decir de la crítica y sus productores, ávidos de exprimir su potencial económico. A diferencia de grandes amigos y estudiosos del tema, que mantuvieron su fe en la galardonada serie, detecté las que creo son fallas terribles:
1. La historia se estancó, no sólo en su escenario (una granja de Georgia) sino en las emociones de sus personajes. Frank Darabont, su artífice televisivo, apostó por colocar a personas ordinarias ante una situación extraordinaria para emanar el conflicto que todo melodrama requiere. Ese era el encanto del programa, pero terminó por dominarlo. Estaba claro que los zombis no eran los protagonistas, sino los seres humanos (con sus virtudes y defectos), pero sus situaciones llegaron a rayar en lo telenovelesco, con el embarazo de Lori (¿quién en su sano juicio se atrevería a procrear en ese mundo con tan pocas esperanzas?) y el dilema sobre la paternidad del producto. El resorte de la temporada, el extravío de la pequeña Sophia (Madison Lintz) y la herida de bala de Carl (Chandler Riggs) se prolongaron más tiempo del necesario y no tuvieron consecuencias en la trama, salvo brindar al grupo un pretexto para detenerse y gozar de un poco de la paz y seguridad que los acontecimientos les arrebataron.
2. ¿Qué sucedió con los sentimientos de frustración de Glenn (Steven Yeun) por ser considerado desechable? ¿O la sensación de T-Dog (IronE Singleton) al considerarse un cero a la izquierda en el grupo? ¿O con la rabia reprimida de Daryl (Norman Reedus) contra las personas que provocaron que su hermano Merle (Michael Rooker) se mutilara y le dispararon (por error) cuando se arriesgó por tratar de encontrar a Sophia? ¿O la devastación de Carol (Melissa McBride) al perder a su hija? ¿O los conflictos religiosos/morales de Hershell (Scott Wilson) por la masacre de los inquilinos de su “granero prohibido? ¿O los otros sobrevivientes cuyos miembros fueron asesinados (en defensa propia, eso sí) por nuestros héroes? Muchos pueden argumentar que todos decidieron seguir adelante, y eso sería lo que dictan el instinto de supervivencia y el sentido común, pero lidiar con esa carga no debe ser fácil.
3. Toda ficción exige que el espectador suspenda su juicio racional para que la historia surta efecto. Más en el caso de una serie de horror (una de zombis, concretamente). Por momentos las acciones de sus personajes rayaron en el absurdo. ¿Ustedes se irían a tomar un trago, por el instinto básico de supervivencia al que ya me referí, a una cantina desierta en medio del apocalipsis zombi? ¿A salvar a un extraño que acaba de tratar de matarlos para llevarlo a su refugio, poniendo en riesgo a sus seres amados? ¿A reprochar a su esposo asesinar en legítima defensa a alguien, por más que en el pasado le hubiera ayudado (o hubieran tenido una relación sentimental/física? Esa reacción de Lori (Sarah Wayne Callies) y el pequeño Carl me pareció insoportable y me recordó cuando Bart Simpson/David mató a Nelson/Goliath.
4. Sinceramente no recordaba al tal Jimmy (me dijeron que era hijo de Hershell), que murió en la casa rodante a causa del ataque de zombis.
5. La fatal revelación del final de la primera temporada, esa que susurró el derrotado científico del Centro de Control de Enfermedades a Rick pudo tener más trascendencia en la historia, dar a los sobrevivientes motivos para seguir o perderse en el inevitable destino. Al final –sólo al final- tuvo sentido.
Pero para ser justo debo reconocerle líneas afortunadas. Hersell, buen católico, dice decepcionado “esperaba la resurrección de los muertos, pero no creía que sería de este modo”. O la final de Rick, “ésta ya no es una democracia”, resolución tardía pues la colectividad lo colocó en una posición dificilísima –la del líder del clan- que era cuestionada a cada paso.
Esta serie provocó una diferencia de diagnósticos con mi distinguido y apreciado colega Antonio Camarillo. Ese es uno de los aspectos que adoro del género, que genere las más variadas interpretaciones. Por el momento termino con la esperanza de que The walking dead pueda volver a deslumbrarme, porque ya se ha anunciado una tercera temporada.
Por alguna razón desde el principio esta serie me repelía, seguramente es por el drama telenovelero. Un amigo la abandonó por esa razón en la segunda temporada y ahora que leo de forma más detallada sobre el asunto siento que no me he perdido de mucho al no ver esta serie.
ResponderEliminarSin embargo en un foro donde modero la mayoría no le ve nada malo y la alaba como la serie de zombies por excelencia. Mi teoría es que por nuestra idiosincracia (gracias televisa y tv azteca), la gente perdió visión crítica ante la constante "lógica ilógica" de las telenovelas mexicanas, por eso al ver algo medianamente consistente lo toman como la perfección personalizada. XD
Saludos
PD: ¿De casualidad has visto "Tucker & Dale vs Evil"?, es una comedia de horror, te la recomiendo.
Muy cierto, Rubén. Al final me sentí muy desilusionado, aunque personas dignas de toda mi confianza piensan diferente a mí. A ver que pasa cuando hagan serie "Zombieland". No conozco tu recomendación, pero cuando me tope con ella la veré sin falta. Gracias por el dato y por pasar por tu casa. Un abrazo.
ResponderEliminarExcelente crítica concuerdo contigo, saludos!
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