En mayo de 2008, con bombo y platillo, se
anunció la filmación de El Hobbit, la emblemática novela de John Ronald Reuel Tolkien que abrió
las puertas a uno de los textos más memorables que recuerdo, El
Señor de los Anillos -publicado tradicionalmente en tres partes-. Como sabemos, el neozelandés Peter Jackson convirtió este último en la primera gran trilogía
cinematográfica del nuevo milenio, un auténtico fenómeno que le valió el
reconocimiento del público, incontables premios y, por supuesto, paletadas de
dinero. El Hobbit es un libro que
forma parte de mi primera educación. Fue –junto con Drácula de Bram Stoker y Grandes esperanzas de Charles Dickens- uno de los candidatos
para ser leídos de forma ininterrumpida durante la edición de la Feria del Libro de Guadalajara de este
agonizante 2012 –ganó el vampiro-. Llevar a la pantalla grande las aventuras de
Bilbo
Bolsón, si bien era algo atractivo, obedecía a una necesidad inevitable
de lucrar con el éxito de su predecesora, aprovechándose de la euforia por las precuelas. En su momento, Jackson
designó a nuestro compatriota Guillermo
del Toro para materializar el proyecto, colocándose en una posición de
productor. Los admiradores del tapatío inmediatamente aplaudieron la decisión.
Él mismo mostró su entusiasmo en incontables ocasiones. Se mudó incluso a Nueva
Zelanda, locación convertida en la Tierra Media y hogar de WingNut Films, la compañía de Jackson, donde trabajó incansablemente
en el guión y la pre producción de la cinta. Sólo algunos locos pensamos que
esto era algo arriesgado, porque a pesar que Jackson abrazaba la imaginación de
Del Toro, éste no dejaba de ser su proyecto, el hermano menor de uno que le
permitió ingresar al gran Olimpo de los cineastas ganadores del Oscar. Para mí
y pese a su afán en desmentirlo, Jackson nunca permitiría entera libertad
creativa a nuestro paisano. Del Toro haría una película que empatara con lo que
Jackson estableció previamente, no más, no menos. Dificultades económicas
postergaron la idea al grado que, a más de un año de distancia, Del Toro se vio
obligado a saltar del barco. Obviamente, Jackson estaba listo para tomar el
timón.
Este drama minó mi entusiasmo por ver El
Hobbit, un viaje inesperado (Peter Jackson, 2012). Más porque el
director anunció que convertirá la historia en otra trilogía. Toda traslación
literaria al cine, como hemos visto, exige sacrificios. Y lo que funciona en
papel no necesariamente lo hace en el celuloide. ¿Un solo libro amerita tres
películas? Eso no sucedió con El Señor de los Anillos, que fue severamente reducido para
adaptarse al lenguaje cinematográfico. Y en mi opinión, funcionaba. Algunos entusiastas dicen que las versiones
extendidas solucionan todo, pero los excesos son malos. Cochino dinero.
Esto opaca a un reparto atractivo, que incluye nuevamente a Sir Ian McKellen, Sir Christopher Lee, Cate
Blanchett, Hugo Weaving y Andy Serkis –Gandalf el gris, Saruman
el blanco, Galadriel, Elrond y el entrañable Gollum-
y a una dupla que me ha cautivado en tiempos recientes: Martin Freeman –el Dr. Watson en la teleserie Sherlock-
en el papel protagónico y Benedict
Cumberbatch –el mismísimo Sherlock
Holmes- como el malo del cuento. El músico Howard Shore y el cinefotógrafo Andrew Lesnie fueron convocados por Jackson de nueva cuenta. Para
colmo mis reservas aumentaron cuando leí los reportes de PETA y la American Humane Association que documentan
indiferencia que derivó en la muerte de 5 caballos, 12 gallinas, un pony y
muchas cabras. Aunque hay personas que dicen que no creerán en eso hasta que no
vean fotos de los animales muertos durante la filmación, la seriedad de las fuentes es contundente por sí misma. La falta de respeto por cualquier forma de vida es aberrante, intolerable.
¿Los aficionados
que correrán a ver la cinta estarán consientes de todo lo anterior? Yo esperaré a que la lancen en Beta.
Sin duda la falta de respeto a la vida es indignante, no tenía conocimiento del aberrante suceso, y concuerdo contigo Roberto. Como asiduo lector de la obra de Tolkien pienso que su enorme legado está en sus libros y el Legendarium creado por él. Me parece que la franquicia mal vista como una mina de oro para los productores, es más apreciada por aquellos quienes buscamos ver en el séptimo arte materializada nuestra imaginación... gracias por compartir, saludos afectuosos... atte Javier Paz
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