El
comúnmente llamado Incidente Roswell,
ocurrido la noche del 2 de julio de 1947
en Roswell, Nuevo México, marcó de muchas maneras a la cultura popular de
occidente. Los creyentes en la vida extraterrestre lo consideran un momento
cumbre, una de las más fidedignas señales de que, como dice Pedro Ferriz Santacruz, “un mundo nos
vigila”. Básicamente, atendiendo los incontables testimonios del hecho, un Objeto Volador No Identificado se
estrelló en el lugar y se recuperó el cadáver de su tripulante, quedando éste
en poder del Gobierno de los Estados Unidos. Son famosas las imágenes
clandestinas que la supuesta necropsia practicada a un ser pequeño y cabezón,
de grandes ojos negros, por la milicia. De forma paralela, proliferaron los
encuentros con unos misteriosos Hombres de
Negro, de los que nunca se ha aclarado su procedencia, que clamaban
pertenecer a una agencia gubernamental y tenían por objetivo intimidar a los
testigos del episodio para impedir que divulgaran la verdad. Sobre esta base, 40
años después, el escritor Lowell
Cunningham y el dibujante Sandy Carruthers publicaron en 1990 una serie de
4 historietas tituladas The Men in Black, bajo el modesto
sello canadiense Aircel Comics, comprado luego por Malibu Comics, que posteriormente
fue asimilada por Marvel Comics, que hoy en día es propiedad de Mickey
Mouse. Los Hombres de Negro de Cunningham
son muy semejantes a los mostrados por la extinta teleserie Los
expedientes secretos X, siniestros, poco escrupulosos, al servicio del
verdadero poder tras al que los mortales rendimos cuentas. Pero de regreso a
Aircel, su título más exitoso propició la exitosísima película Hombres
de Negro (Barry Sonnenfeld,
1997) que, como todo producto tocado por la mano de Steven Spielberg, suavizó su tono en aras de llegar a todas las
audiencias. De monitorear vida sobrenatural de todos tipos (vampiros, brujas,
demonios y demás), se centró exclusivamente en la que procedía de otros
planetas, y las aventuras de los Agentes K y J (Tommy Lee Jones y Will Smith en la cinta) se volvieron menos
sombrías, pues su organización buscaba moldelar el pensamiento de las personas,
no proteger a la colectividad. El resultado, filmado a partir del guión de Ed
Solomon y con brillantes efectos de maquillaje de Rick Baker, fue un espectáculo muy disfrutable que alternaba acción
y aventuras con momentos hilarantes. Inevitablemente, le siguió una secuela, Hombres
de Negro 2 (Barry Sonnenfeld,
2002), que si bien es divertida, no alcanza la gracia y efectividad de su predecesora.
Este fin de
semana vi su tardía tercera aventura, Hombres de Negro 3 (Barry Sonnenfeld, 2012), uno de mis
grandes pendientes antes de concluir el año. La cinta, que no disimula el paso
del tiempo en sus protagonistas, añade un atractivo que he visto en muchas formas
recientes, del filme Hombres X, primera generación (Matthew Vaughn, 2011) a la serie
televisiva Mad men: desarrollar parte de su historia en los años sesenta.
Al combate cotidiano de esta agencia, que dirige la
Agente O
(Emma Thompson) en sustitución del
finado Z (Rip Torn), se
suma una nueva amenaza, Boris el animal (Jemaine Clement),
que pone nuevamente en peligro al planeta y a uno de sus protagonistas (Jones).
Así su contraparte (Smith), tras comprobar que se cumplieron las intenciones
del malvado, viaja en el tiempo -en un salto de fe semejante al de Las alas del deseo de Win Wenders- para
detenerlo. Y he ahí el principal atractivo: se encuentra con la versión juvenil
de su compañero (Josh Brolin) quien
se convertirá parte esencial de un evento dos veces importantes en la historia
de la humanidad. El guión de Ethan Cohen
no es del todo fiel a la continuidad de los hechos descritos en las aventuras
previas, pero hace aportaciones interesantes, como ese vidente extraterrestre Griffin
(Michael Stuhlbarg) o el lazo
afectivo que une a los héroes en el tiempo. El competente diseño de arte de Bo Welch, que con la ayuda de Mary E. Vogt viste a los
extraterrestres de los 60 en el mejor estilo de las cintas de Serie B de la era, en conjunto con el
siempre afortunado maquillaje de Rick
Baker, hacen la experiencia un verdadero festín visual. Nos recuerda también
algo que en todos los niveles burocráticos debería tenerse en cuenta: trate bien a su subalterno. Algún día podría
ser su jefe.
En este
punto debería ponerme unos lentes negros y pedirles que vean el extraño
aparatito que tengo en la mano, pero quiero que recuerden haber leído estas líneas.
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