martes, 4 de diciembre de 2012

Entre Hombres de Negro te veas


El comúnmente llamado Incidente Roswell, ocurrido la noche del 2 de julio de 1947 en Roswell, Nuevo México, marcó de muchas maneras a la cultura popular de occidente. Los creyentes en la vida extraterrestre lo consideran un momento cumbre, una de las más fidedignas señales de que, como dice Pedro Ferriz Santacruz, “un mundo nos vigila”. Básicamente, atendiendo los incontables testimonios del hecho, un Objeto Volador No Identificado se estrelló en el lugar y se recuperó el cadáver de su tripulante, quedando éste en poder del Gobierno de los Estados Unidos. Son famosas las imágenes clandestinas que la supuesta necropsia practicada a un ser pequeño y cabezón, de grandes ojos negros, por la milicia. De forma paralela, proliferaron los encuentros con unos misteriosos Hombres  de Negro, de los que nunca se ha aclarado su procedencia, que clamaban pertenecer a una agencia gubernamental y tenían por objetivo intimidar a los testigos del episodio para impedir que divulgaran la verdad. Sobre esta base, 40 años después, el escritor Lowell Cunningham y el dibujante Sandy Carruthers publicaron en 1990 una serie de 4 historietas tituladas The Men in Black, bajo el modesto sello canadiense Aircel Comics, comprado luego por Malibu Comics, que posteriormente fue asimilada por Marvel Comics, que hoy en día es propiedad de Mickey Mouse. Los Hombres de Negro de Cunningham son muy semejantes a los mostrados por la extinta teleserie Los expedientes secretos X, siniestros, poco escrupulosos, al servicio del verdadero poder tras al que los mortales rendimos cuentas. Pero de regreso a Aircel, su título más exitoso propició la exitosísima película Hombres de Negro (Barry Sonnenfeld, 1997) que, como todo producto tocado por la mano de Steven Spielberg, suavizó su tono en aras de llegar a todas las audiencias. De monitorear vida sobrenatural de todos tipos (vampiros, brujas, demonios y demás), se centró exclusivamente en la que procedía de otros planetas, y las aventuras de los Agentes K y J (Tommy Lee Jones y Will Smith en la cinta) se volvieron menos sombrías, pues su organización buscaba moldelar el pensamiento de las personas, no proteger a la colectividad. El resultado, filmado a partir del guión de Ed Solomon y con brillantes efectos de maquillaje de Rick Baker, fue un espectáculo muy disfrutable que alternaba acción y aventuras con momentos hilarantes. Inevitablemente, le siguió una secuela, Hombres de Negro 2 (Barry Sonnenfeld, 2002), que si bien es divertida, no alcanza la gracia y efectividad de su predecesora.
Este fin de semana vi su tardía tercera aventura, Hombres de Negro 3 (Barry Sonnenfeld, 2012), uno de mis grandes pendientes antes de concluir el año. La cinta, que no disimula el paso del tiempo en sus protagonistas, añade un atractivo que he visto en muchas formas recientes, del filme Hombres X, primera generación (Matthew Vaughn, 2011) a la serie televisiva Mad men: desarrollar parte de su historia en los años sesenta. Al combate cotidiano de esta agencia, que dirige la Agente O (Emma Thompson) en sustitución del finado Z (Rip Torn), se suma una nueva amenaza, Boris el animal (Jemaine Clement), que pone nuevamente en peligro al planeta y a uno de sus protagonistas (Jones). Así su contraparte (Smith), tras comprobar que se cumplieron las intenciones del malvado, viaja en el tiempo -en un salto de fe semejante al de Las alas del deseo de Win Wenders- para detenerlo. Y he ahí el principal atractivo: se encuentra con la versión juvenil de su compañero (Josh Brolin) quien se convertirá parte esencial de un evento dos veces importantes en la historia de la humanidad. El guión de Ethan Cohen no es del todo fiel a la continuidad de los hechos descritos en las aventuras previas, pero hace aportaciones interesantes, como ese vidente extraterrestre Griffin (Michael Stuhlbarg) o el lazo afectivo que une a los héroes en el tiempo. El competente diseño de arte de Bo Welch, que con la ayuda de Mary E. Vogt viste a los extraterrestres de los 60 en el mejor estilo de las cintas de Serie B de la era, en conjunto con el siempre afortunado maquillaje de Rick Baker, hacen la experiencia un verdadero festín visual. Nos recuerda también algo que en todos los niveles burocráticos debería tenerse en cuenta: trate bien a su subalterno. Algún día podría ser su jefe.    
En este punto debería ponerme unos lentes negros y pedirles que vean el extraño aparatito que tengo en la mano, pero quiero que recuerden haber leído estas líneas. 

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