Durante las
dos últimas décadas, los zombis son personajes increíblemente arraigados en la
cultura popular. Todos nos hemos angustiado ante el drama del grupo de
sobrevivientes –que se parecen a ustedes y a mí- en la teleserie The
Walking Dead. Ya he discutido su origen en el folklore afroantillano y
sus brillantes representaciones en el séptimo arte, por lo que no les
desgastaré recordándolos. Pero en el terreno de las letras contemporáneas es un
monstruo poco visitado, salvo notables excepciones como Max Brooks –con su Guía de Sobrevivencia Zombi y su
novela Guerra Mundial Z- y John
Ajvide Lindqvist –con su perturbadora novela Descansa en paz-.
Precisamente como una aportación notable se erige Amor, zombis y otras desgracias
(Alfaguara juvenil, 2012) de José Luis
Trueba Lara. A él tengo el placer de conocerlo desde hace varios años en su
faceta de editor –hizo posibles las primeras publicaciones de mi buen amigo Rafael Aviña-, académico y biógrafo de
nuestro mutuo amigo Vicente Quirarte
(El Hombre Araña también escribe poesía,
Porrúa, 2005). No sólo nos une una fascinación por la cultura criminal y el que
los expertos llaman “cine truculento”. Publicó Crónica negra del crimen en
México (Plaza y Janés, 2001), una espléndida y selecta recopilación de
la nota roja nacional, desde Las
Poquianchis hasta Los Narcosatánicos
de Matamoros. Mi reencuentro con él ocurrió de manera inesperada: tuve el
honor de presentarlo con pretexto de su nueva creación durante el último día
del pasado Festival Mórbido, en la
espléndida Biblioteca Publica Gertrudis Bocanegra de Pátzcuaro. Y el honor
provino de dos fuentes.
Amor, zombis y otras
desgracias es
una estupenda novela juvenil, que no sólo es afortunada desde su ingenioso
título, sino por abrevar de una cultura cinematográfica que todos los
diletantes del horror pueden identificar, como lo demuestra su acertado
corolario que incluye títulos indispensables en nuestra formación. A través de
un lenguaje ágil, que no pierde el tiempo en detalles innecesarios, conocemos
la historia de Jorge Antonio, un chico de 16 años que se muda de casa con madre,
su padre Harry, y su insufrible hermanita, e ingresa a la secundaria
Instituto Científico y Cultural de México. Ahí conoce a UV, uno de los más
notables creyentes en teorías de conspiración que recuerdo, y a Alicia,
una jovencita huraña y llena de pircings.
El héroe vive los infortunios propios de la edad: está condenado a la
marginalidad por sus extravagantes gustos, es víctima del abuso de sus
compañeros y cae presa de un amor imposible –la bella y banal Bárbara-.
Por si fuera poco, todo ocurre en medio del Apocalipsis zombi. Acertaron si en
las líneas anteriores descubrieron una serie de homenajes, de la obra seminal
de George Andrew Romero hasta la
primera entrega de W. S. Anderson de
su saga de acción sobrenatural.
Pero su
atractivo no reside exclusivamente en lo anterior. La novela está narrada en
una forma muy familiar para los adolescentes: mensajes de Twitter y Facebook,
mensajes SMS de celular, videos de Youtube, entradas de blog y páginas de
Internet, archivos adjuntos de correo electrónico, videograbaciones, recortes
de periódico, comunicados de prensa y entradas de diario, al más puro estilo
epistolar con el que Bram Stoker
ensambló su creación más perdurable. Todo en un ambiente doméstico como la gran
Ciudad de México, con episodios tan reconocibles por recientes -¿recuerdan la
epidemia de Influenza AH1N1 con sus restricciones y la forma en que afectó la
vida de la urbe?-. Al final nos recuerda las desventajas de la condición humana
ante un evento extraordinario y nos plantea una pregunta inquietante:
“¿conviene enamorarse ante el fin del mundo?”.
Su autor deja
abiertos detalles que propiciarían una secuela. Me ha revelado incluso su
próxima existencia, así que seguramente tendré el placer de presentarla en el
próximo Festival. Por lo pronto el libro fue el primero que devoré en este
naciente 2013. Un calificativo muy apropiado ante estas circunstancias.
Está la trilogía del Apocalipsis Z de Manel Loureiro. He leído el primero nada más y me pareció entretenido, además de que ocurre Galicia y no en los típicos lugares.
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