Hay algo de
lo que no tengo duda: la tenacidad y el talento abren las puertas. En el año
2006 el escritor y cineasta sudafricano-canadiense Neill Blomkamp nos presentó su cortometraje Alive in Joburg, un
estupendo experimento, presentado como un reportaje noticioso, que daba cuenta
de la llegada de inmensas naves extraterrestres al espacio aéreo sudafricano. Los
aparatos eran tripulados por seres similares a insectos, que usaban unos exo esqueletos robóticos y pronto eran presa
de la tiranía y la incomprensión humana. Clamaban, con toda justicia, que el
Gobierno les proporcionara los mínimos recursos para sobrevivir. A través de
esto el autor proponía serias reflexiones sobre las políticas segregacionistas
en la era del Apartheid, los abusos a los que son sometidos los migrantes, la
xenofobia y la incapacidad para enfrentar lo diferente. El trabajo atrajo la
mirada del neozelandés Peter Jackson,
quien propició que tres años después esos breves 6 minutos se transformaran en
el largometraje Sector 9 (District 9,
Neill Blomkamp, 2009), una lograda cinta que conservaba las intenciones de su
fuente de procedencia.
Algo
semejante le ocurrió cineasta argentino Andrés
Muschietti, quien en 2008 escribió y dirigió un logrado cortometraje de
producción española, que duraba escasamente un minuto, y que tituló
sencillamente Mamá. Lo conocí hace un par de días gracias a mi querida Anabel Quirarte. En él dos niñas, Lili y Victoria (Victoria Harris y Berta Ros), recibían la nada placentera
visita de “Mamá” (Irma Monroig). En
un pulcro plano-secuencia (logrado a través de la edición digital), las dos
menores se enfrentaban al horror más puro. Al igual que sucedió con Peter
Jackson, el producto fascinó instantáneamente a nuestro compatriota Guillermo del Toro, quien abrazó el esfuerzo de Muschietti, al que calificó de “limpio y técnicamente
perfecto”, y lo consideró un director “con estilo pero consciente de la
narrativa”. Así, cobijado por uno de los grandes autores contemporáneos del
género, el argentino brincó al mundo hollywoodense.
El
resultado también se llama Mamá
(2013), una coproducción española-canadiense dirigida por Muschietti y coescrita
con su hermana Bárbara y Neil Cross. Su factura es impecable, con una lograda
fotografía de Antonio Riestra y una buena partitura de Fernando Velázquez. Al
producto en sí no puede reprochársele nada. Y sin embargo incurre en graves
fallas que ponen en riesgo el conjunto. Si somos estrictos, el corto del que
procede es una mini ficción, un efectivo micro cuento que sustenta su contundencia
en todos sus espacios en blanco. ¿Quiénes son las dos niñas? ¿Por qué ningún
adulto las acompaña? ¿Quién es la “mamá” a que tanto temen? ¿Por qué murió y se
convirtió en un fantasma? ¿Por qué las persigue? ¿Cuál es su desenlace? Su guión
parte de la anécdota primigenia y la expande. Ahora Victoria (Morgan McGarry) y Lily
(Maya y Sierra Dawe), de 3 y 1 años respectivamente, son hijas del corredor de
bolsa Jeffrey Desange (Nikolaj
Coster-Waldau), quien asesinó a sus socios y esposa. Él toma a las niñas y escapa
de la ley, refugiándose por accidente en una cabaña del bosque. Ahí la pequeña
Victoria advierte algo perturbador. “Hay una mujer afuera. Sus pies no tocan la
tierra”. Las niñas –y sólo las niñas- sobreviven en ese entorno, al más puro
estilo del Mowgli del Libro de la Selva de Rudyard Kipling. Mientras tanto, su tío paterno Lucas (también Nikolaj Coster-Waldau) se
empeña en descubrir el paradero de sus familiares. Y finalmente lo logra. 5
años después Victoria (Megan
Charpentier) y Lily (Isabelle Nélisse)
son dos pequeñas salvajes que regresan a casa con la ayuda del paidopsiquiatra Dr. Gerald Dreyfuss (Daniel Kash) y se
enfrentan a la disputa judicial por su custodia que emprende su tía materna Jean (Jane Moffat). Lucas, su rockera pareja sentimental Annabel (Jessica Chastain,
muy competente, a quien veremos en Zero Dark Thirty), y las niñas en
rehabilitación se mudan a un hogar temporal. Ahí comienza un horror que se
revela paulatinamente y encierra un terrible misterio del pasado. A continuación
vemos, tengo que admitir que con una gran eficacia técnica, toda una serie de situaciones
comunes que van desde las siluetas que se atraviesan por la pantalla, cosas
ocultas bajo las camas o en el clóset, cámaras subjetivas y apariciones –mundanas y
sobrenaturales- sorpresivas aderezadas por aumentos notables en el volumen de
la banda sonora y otros ruidos inquietantes. He ahí el aspecto que muchos han
celebrado, el susto efectista. No obstante hay otros que debo aplaudir, como
las niñas jugando en su habitación con una cobija y el declarado homenaje a una
de las mejores películas contemporáneas sobre fantasmas que he visto, El
espinazo del Diablo (Guillermo del Toro, 2001), sobre todo en la
definición del protagonista (“un fantasma es un hecho terrible condenado a
repetirse una y otra vez”), su aspecto y la presencia de insectos.
Sobre su
recepción, la crítica generalmente le ha dado opiniones favorables. Y ni
qué decir del público, al que ha arrancado numerosos sustos (algunos reales y
otros exagerados, como en la función a la que acudí) y muchísimo dinero. Su
humilde presupuesto de 15 millones de dólares (insisto, humilde para una cinta
de su tamaño) ha redituado hasta el momento más de 50, más lo que se acumule
esta semana. Espero que eso no signifique el inicio de una franquicia. Sobre
todo si su estudio sigue el pie de la letra lo dicho por del Toro, “un fantasma
es un hecho terrible condenado a repetirse una y otra vez”. Y ahora que lo
pienso, acabo de escribirlo de nuevo.
Piost scrptum. Sobre la cinta, mi buen amigo Arístides Castiglioni escribió lo
siguiente: “para ser sincero creo que ya del Toro está entrando a la clásica formula
de los “monstruos de closet”. Nomás abren una puerta y ya sabes que van a subir
a tope el volumen y el de la música dará un trancazo a las teclas del piano
junto con un close up a una jeta
deforme para espantar”.
A mi me pareció una película regular, con algunas cosas incomprensibles en la trama.
ResponderEliminarMuchos sustos son de la clase "mostro de closet" (me acuerdo mucho del término por el juego Doom 3 que lo usa hasta decir basta), que te espanta más por la abrupta subida de volumen del sonido que por lo que uno ve.
La parte terrorífica (para mi) fue precisamente la misma escena del cortometraje. De ahí en fuera, descontando la escena de cuando están jugando con la sabana, me pareció ver los mismos elementos de otras películas de fantasmas.
Saludos!
PD: Ah como me cayeron mal las "attention whore" de la premiere. Gritanto por cualquier tontería.
PD2: Al rato lo escucho en Carpe Noctem...
Se me olvidaba, otra cosa que siento que no "cuajó" fue el el fantasma con CGI, a diferencia de la "mamá" del contrometraje que se ve más orgánico.
ResponderEliminarSaludos
Concuerdo, querido Rubén. Tiene buenas intenciones, pero no convence. He visto mejores películas de fantasmas. Ya ni nos encontramos. Será para la próxima. Un abrazo!
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