Los lindes entre la ficción y la realidad son a veces brumosos. Por ello es un recurso frecuente en la ficción contemporánea emplear a figuras históricas –como protagonistas o personajes secundarios- para dar verosimilitud a un relato. Ejemplos sobran, desde los muy venturosos hasta los verdaderamente infames. Sobre los primeros me vienen a la memoria la novela La solución al siete por ciento (1974) de Nicholas Meyer, en la que Sigmund Freud unió sus fuerzas a Sherlock Holmes, o la novela El Alienista (1994) en la que el escritor Caleb Carr incluye como personaje a Theodore Roosevelt, vigésimo sexto Presidente de los Estados Unidos (en sus días como Jefe del Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York), como aliado de su ficticio Laszlo Kreizler en la cacería de un asesino serial. De los que no quisiera tener memoria está Drácula, el no muerto (2009) donde Dacre Stoker –descendiente del formidable Bram Stoker- e Ian Holt emplean figuras y sucesos como Erzsebeth Báthory, Jack el destripador y el hundimiento del Titanic. Así que no me extraña que la venidera cinta El cuervo, guía para un asesino (James McTeigue, 2012) recurra a la figura de Edgar Allan Poe, interpretado por John Cusack. La idea puede parecer novedosa a simple vista (el poeta maldito persiguiendo a un demente inspirado por su obra) pero el guión de Ben Livingston y Hannah Shakespeare seguramente debe mucho a lo ya escrito por el estadounidense Harold Schetcher, adalid del llamado true crime literario a quien debemos estupendas investigaciones sobre algunos de los criminales más notorios de su país como Ed Gein, Earle Leonard Nelson, Albert Fish y H. H. Holmes, entre otros, todos son viajeros frecuentes de Testigos del Crimen. En lo que respecta a la ficción, Schetcher ya ha convertido a Poe en héroe de acción al lado de personajes arrancados de la vida real como el aventurero Davy Crockett (el de la gorrita de cola de mapache), el empresario circense y artista del engaño Phineas Taylor Barnum o la escritora Louisa May Alcott, autora de Mujercitas. Todos esos encuentros son plausibles gracias al juego de la imaginación porque compartieron espacio y tiempo con el creador de El cuervo.
Tengo ciertas reservas pues creo este matrimonio debe ser cuidadoso. Es efectivo cuando la Historia permite la conjetura. La trama debe desarrollarse en un momento donde Poe era presa de sus demonios personales –su tan famoso alcoholismo-, y me pregunto si una persona en su estado tendría las capacidades físicas necesarias para enfrentar a un psicópata. Porque más allá de ser una especia de plagiario –o imitador- el villano encuentra la forma de involucrar al poeta en su macabro juego.
Todas mis dudas palidecieron a ver los avances –o trailer-, con la estupenda fotografía de Danny Ruhlmann y el diseño de producción de Roger Ford. Faltan sólo unos días para ver si pasa la prueba.
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