El oficio de Lankester Merrin, hombre
holandés (de madre estadounidense) nacido en 1892 y muerto en 1971 tras
confrontar al Demonio Pazuzu, da nombre a la novela de William Peter Blatty y a la cinta
homónima que propició, que ayer cumplió sus primeros 40 años de vida. Es
difícil dimensionar su papel en los acontecimientos cuando la verdadera
protagonista, tanto del libro como de la película, es la preadolescente Regan
McNeill. Sin embargo tanto Merrin,
como el Padre Demian Karras, compiten con ella en importancia y popularidad.
La carrera del arqueólogo y hombre de fe
es extensa. Nunca dejó de recordarme al británico Howard Carter (1874-1939), quien encabezó la expedición que en 1922
descubrió la tumba del Emperador Tutankamón,
en el Valle de los Reyes, frente a Luxor, Egipto. El hombre que le dio vida, el
actor holandés Max Von Sydow, tenía
43 años al momento de aceptar el papel. El talentoso artista de maquillaje Dick Smith debió envejecerlo para
aparentar ser un hombre de mayor edad.
Entre los antecedentes de Merrin, Blatty señala un encuentro
previo con el Maligno, que ocurrió en África años antes de los acontecimientos
que describe en la publicación. Ese esbozo fue materia ideal para la tardía precuela que Warner Brothers encargó en 2004 a los guionistas William Wisher y Caleb Carr (lo recordarán por su maravillosa novela El
Alienista). Titulada Dominio, una recuela de El Exorcista
y dirigida por Paul Schrader, la
película fue desaprobada por el estudio quien, preocupado por su inversión,
encomendó al director Renny Harlin
reparar el desaguisado. El resultado de ambos casos tuvo una respuesta variada.
La segunda sí tuvo una exhibición comercial, mientras la primera –hasta donde sé-
fue directamente al video, como una curiosidad. En lo personal prefiero la película
de Schrader. La de Harlin, reescrita por Alexi
Hawley, se tituló El Exorcista, el inicio (nombre más
comercial) y utilizó gran parte del metraje original de su predecesora, afortunadamente
protagonizada por Stellan Skarsgård
como el joven Padre Merrin, cuya fe
está en crisis por sucesos terribles que presenció durante la Segunda Guerra
Mundial.
Pero sin importar la versión que elijan,
la huella de Merrin es profunda. Para
muestra, basta un botón. La llegada de Abraham Van Helsing (Sir Anthony Hopkins) en Drácula
de Bram Stoker (Francis Ford
Coppola, 1992) es un gran homenaje a la escena ideada por William Friedkin hace 40 años. Y ahora
que lo pienso, tanto Merrin como Van Helsing, son holandeses: “Que conste
en los registros que a partir de este momento yo, Abraham Van Helsing, me involucro personalmente en estos extraños
eventos”.
¿Merrin tiene algún libro?
ResponderEliminar