Ayer fue un día maravilloso. La Sala Bernardo Quintana del Palacio de Minería, dentro de la XXXIII edición de la Feria Internacional del Libro, estaba abarrotada de devotos del teatro y Bram Stoker para atestiguar la presentación de la segunda edición de El hombre que fue Drácula, suma de la pasión de muchos talentos. Fue una ocasión verdaderamente emotiva, pues estuve rodeado de grandes amigos y miembros de mi familia –carnal y no consanguínea-. He aquí lo que dije, tras recibir las generosas palabras de mis cofrades y de ponerme por un momento en los zapatos de uno de mis autores elementales.
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Roberto Coria
Es un honor que me acompañen a presentar por segunda ocasión uno de los trabajos que más satisfacciones me han brindado, de nueva cuenta en este maravilloso Palacio de Minería, a la luz de nuestra Universidad Nacional. Primeramente quiero agradecer a mis Maestros –mis hermanos de elección- Vicente Quirarte y Eduardo Ruiz Saviñón por guiarme pacientemente en esta travesía, por enriquecerla con su sabiduría y pasión. El poeta dijo que “escribir es el más solitario de los oficios”. Tiene razón, pero yo tuve la mejor compañía posible.
La novela “Drácula” es parte imprescindible de mi primera educación sentimental. Por eso la historia conjetural de los acontecimientos que llevaron a Bram Stoker a escribirla era una idea irresistible. El hombre que fue Drácula es un homenaje al teatro, la imaginación, la capacidad creadora y, sobre todo, a la amistad. Como el grupo de valientes que se unió para derrotar al vampiro, este texto es la suma de las pasiones de muchos individuos. Ésta se vio recompensada cuando le mereció a Eduardo el Premio a Mejor Dirección de la Asociación de Periodistas de Teatro en 2008 y a Nicolás Núñez ser nominado a Mejor Actor por su interpretación de Henry Irving, el más grande actor de su tiempo, el hombre que fue Drácula.
Bram Stoker dedicó su creación más memorable, la que significó un viaje de siete años, no al todopoderoso Irving, ni a su amor no consumado Ellen Terry o a sus consanguíneos, sino a su amigo Hall Caine, quien no sólo creyó en su talento sino le demostró que la imaginación puede hacer realidad los sueños. Yo dediqué este trabajo a tres mujeres formidables. Dos están aquí esta tarde. Una dio alas de murciélago a mi imaginación y la otra me acompaña a volar con ellas todos los días.
Por lo que respecta a la obra de teatro debo agradecer a los formidables Nicolás Núñez, Luis Miguel Lombana, Elena de Haro, Priscilla Pomeroy, Antonio Monroi y Guillermo Henry –quien generosamente compartió su talento con nosotros- y al perro Fédor. Porque Eduardo se atrevió a romper una máxima de la dirección escénica: nunca trabajes con niños ni perros. También expreso mi gratitud a Ana Luisa Campos, Abraham Feria, Sergio Villegas, a nuestros eternos Armando Matturano y Manuel Núñez Nava, Nuria Marroquín, Víctor Colunga, Enrique Singer, Aarón Fitch y Delia de la O de Teatro UNAM, a los maravillosos Mauricio Davison y Germán Robles –ellos develaron la placa de la primera temporada- y a la planta técnica del teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM, sin cuyo entusiasmo no podría llevarse a cabo el que Hugo Gutiérrez Vega llama “el milagro cotidiano de la puesta en escena”. Sobre la edición que hoy nos reúne, agradezco a mis editores Maricela de la Torre y Guillermo Palma de Libros de Godot, quienes confiaron en el texto desde sus inicios, al gran Hugo Gutiérrez Vega, Víctor Grovas Hajj y al propio Vicente por compartir entrañables textos sobre Bram Stoker, a la Embajada de Irlanda, a la Universidad Nacional Autónoma de México y a todos ustedes, por regalarme su tarde para mantener vivo el legado de uno de mis autores indispensables.
Por lo que respecta a la obra de teatro debo agradecer a los formidables Nicolás Núñez, Luis Miguel Lombana, Elena de Haro, Priscilla Pomeroy, Antonio Monroi y Guillermo Henry –quien generosamente compartió su talento con nosotros- y al perro Fédor. Porque Eduardo se atrevió a romper una máxima de la dirección escénica: nunca trabajes con niños ni perros. También expreso mi gratitud a Ana Luisa Campos, Abraham Feria, Sergio Villegas, a nuestros eternos Armando Matturano y Manuel Núñez Nava, Nuria Marroquín, Víctor Colunga, Enrique Singer, Aarón Fitch y Delia de la O de Teatro UNAM, a los maravillosos Mauricio Davison y Germán Robles –ellos develaron la placa de la primera temporada- y a la planta técnica del teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM, sin cuyo entusiasmo no podría llevarse a cabo el que Hugo Gutiérrez Vega llama “el milagro cotidiano de la puesta en escena”. Sobre la edición que hoy nos reúne, agradezco a mis editores Maricela de la Torre y Guillermo Palma de Libros de Godot, quienes confiaron en el texto desde sus inicios, al gran Hugo Gutiérrez Vega, Víctor Grovas Hajj y al propio Vicente por compartir entrañables textos sobre Bram Stoker, a la Embajada de Irlanda, a la Universidad Nacional Autónoma de México y a todos ustedes, por regalarme su tarde para mantener vivo el legado de uno de mis autores indispensables.
Mucho se ha criticado a Bram Stoker en tiempos recientes: se ha dicho que su prosa es torpe, llena de adjetivos, que sus historias son previsibles. Yo pienso que el autor de una obra maestra, una que se mantiene tan vigente como el día de su primera publicación, que nunca ha estado fuera de circulación y que ha inspirado a tantos artistas y lectores, es un gran escritor.
Para finalizar, comparto con ustedes algo que a simple vista no parecería relevante en una actividad como esta. Mañana se cumplirá un año de la muerte física de Mina, una golden retrieber maravillosa –aunque nunca supimos su verdadera raza-. Cuando me encontró le di inmediatamente el nombre de la heroína del señor Stoker, una mujer virtuosa, independiente, valerosa. Una sobreviviente. Cuando hace varios años Eduardo nos informó del deceso de Donovan, su leal amigo y compañero, recordó cómo Lord Byron calificó de forma póstuma a su perro Boatswain, “una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y que tuvo todas las virtudes de los hombres y ninguno de sus defectos”. Esta tarde es para ti, Mina, cuyo nombre honra al autor irlandés en el centenario de su ingreso a la inmortalidad. Stoker me enseña cotidianamente que aún en los momentos más adversos la vocación del escritor y la fantasía nos dan fortaleza para emprender todos los viajes.
Tuve oportunidad de asistir a esta presentación,me enteré de ella a un par de horas de dar inicio y salí volando del trabajo. Salí muy conmovida: por fin se me hizo conocer a Vicente Quirarte y, a su vez, lo conocí a usted y su trabajo -y a Mina. Por otro lado siempre me emociona cuando el motivo del horror congrega a sus seguidores.
ResponderEliminarMe atrevo a escribirle porque quiero que sepa que gente como ustedes son motivo de inspiración. No solo por incentivar el gusto por estas cosas, también me muestran que es posible abrazar lo que se ama y hacerlo parte de la "vida productiva", al grado de trastocar la existencia de otras personas por medio del trabajo creativo en el que se pone el corazón, cosa que a sí mismo me demuestran los protagonistas de su obra.
Decidí entonces volcar mi trabajo de titulación a este apasionante tema que es el horror fantástico. (Aprovecho para preguntarle, si tiene algún ilustrador u obra literaria ilustrada predilecta en cuanto a este tema... debo decirle que compartimos usted y yo un origen "enapo").
Pues eso es todo, muchas gracias por su atención y por todo.
Brenda H.
Gracias por tus palabras, querida Brenda. Fue una fortuna que hayas podido acompañarme el jueves. Siempre he pensado que soy un hombre afortunado en muchos sentidos. Tocar a personas como tú es uno más de mis triunfos. Sobre ilustradores puedo hablar mucho, pero si puedes conseguir obras de Edward Gorey no te decepcionarás. Es uno de los maestros de Tim Burton, por ejemplo. ¿Así que compartimos orígenes en la ENAP? Curioso. Puedes buscarme en Facebook y Twitter, donde mantengo informados a mis seguidores de mis actividades. Feliz miércoles. Un beso. Roberto.
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