Uno de los
aspectos que suelen quitar mérito al cine de horror son situaciones que rayan en lo
absurdo e inverosímil, fórmulas que abusan de convenciones efectistas (el
espejo de un gabinete que al cerrarse revela que hay alguien detrás del protagonista,
personas que aparecen de repente, siluetas que cruzan la pantalla inadvertidas por
los héroes), y personajes trillados que retan a la lógica y el sentido común: la
casquivana, el atleta, el tonto, el intelectual y la virgen. Uno a uno suelen ser
despachados por la amenaza en turno. “Escondámonos del monstruo que nos
persigue en esa cabaña abandonada y tenebrosa”, “nademos desnudos en ese lago
donde fueron asesinadas esas jovencitas y luego forniquemos”, “tomemos ese
camino tenebroso y solitario, debe ser muy seguro”, son sólo algunos penosos
ejemplos. Ya el inteligente guión que Kevin
Williamson escribió para la exitosa Scream, grita antes de morir (Wes Craven, 1996) advertía y se mofaba
de esas “reglas”. Esa es la línea que a primera vista sigue La
cabaña del terror (The cabin in the woods, 2012),
dirigida por Drew Goddard a partir
de un guión que coescribió con Joss Whedon,
el mismo de Buffy, la cazavampiros y Los Vengadores). No tenía muchas
expectativas de la cinta, sobre todo porque sus primeros minutos se apegaban
fielmente a esas fórmulas que son familiares para el diletante del horror y que tanto critico: la
virtuosa estudiante Dana (Kristen
Connolly), su zorril amiga Jules (Anna
Hutchison), el deportista Curt (Chris Hemsworth alias Thor),
el aplicadito Holden (Jesse Williams) y el marigüano Marty (Fran Kranz) viajan en una camioneta con destino a una cabaña
en el bosque –la del título- para pasar un fin de semana de desenfreno y situaciones
típicas la pujante juventud. Todos sus movimientos son monitoreados por dos técnicos
(Richard Jenkins y Bradley Whitford) que forman parte de
una operación internacional, con enormes recursos tecnológicos y monetarios,
que incluso toman con desenfado y cinismo su labor. Después de darse un chapuzón
en el lago cercano y beber mucha cerveza, los jóvenes descienden al sótano
de la cabaña, donde encuentran todo tipo de extraños y perturbadores objetos,
entre ellos el diario de una niña del siglo XVIII que fue abusada por su sádica
familia. Cuando Dana lee en voz alta
un pasaje en latín del documento, se desata la pesadilla.
Lo que
sigue puede adivinarse desde sus créditos iniciales, en los que –mientras la
sangre cubre la pantalla- se muestran imágenes de sacrificios rituales en
diferentes épocas y culturas. Y en verdad me cuesta trabajo no escribir más
detalles al respecto para no estropear la sorpresa a quienes no la han visto. En
entrevistas, los guionistas revelaron que tardaron sólo tres días escribir la
historia y que pretendían darle sentido a muchos de los lugares comunes del slasher. Todo tiene un resultado inesperado y refrescante, que sin duda tiene una enorme
deuda con la oscura imaginación de Howard
Phillips Lovecraft. Eso sí, del slasher
no prescinde de su dosis habitual de sangre. Esa es necesaria para que el género
–y todo- siga adelante.
P.D. Perdóname
por abandonarte tanto tiempo, querido blog –y queridos lectores-. Aunque las
semanas que vienen también serán complicadas, prometo atenderte como te
mereces.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente reseña. Yo ví la película durante el primer aniversario de radio morbido ahí en la suevicrema, digo, la estela de luz. Se lució el Dr. Guisa. (Y ya ni le cuento Dr. Coria como se puso la cosa después con el mezcal XD)
ResponderEliminarIgualmente al empezar el film me pareció que iba a ser como tantos otros churros, pero conforme avanzó dió un giro muy interesante.
Saludos!