El pasado 8 de febrero, el mismo día que
Julio Verne y Charles Dickens celebrarían sus onomásticos, el escritor
estadounidense Milton Finger –quien firmaba sus obras como Bill Finger- cumplió su primer siglo de vida.
Su nombre ha quedado prácticamente
sepultado en los anales de la historieta, más porque el mérito autoral del más
popular de sus personajes –Batman- siempre ha sido atribuido únicamente
al dibujante Bob Kane. Es cierto que
allá por 1938 cuando los ejecutivos de National
Publications –hoy DC Comics- se
percataron del impresionante éxito económico del recién nacido Supermán,
inmediatamente encargaron a este último la creación de un nuevo héroe que
emulara sus pasos. A cambio de esto, recibió –además de sus honorarios- control
y crédito absoluto sobre la historia. Finger se unió posteriormente al equipo
creativo. Y antes de continuar debo que aclarar que no pretendo minimizar el
mérito de Kane. La iniciativa fue suya, cierto, pero él –en palabras de Finger-
visualizó a un justiciero muy diferente al que conocemos, “más semejante a Supermán, con leotardos rojos, sin
guantes, con un pequeño antifaz, balanceándose en una cuerda con dos
alas de murciélago y un gran anuncio que decía The Bat-Man”.
La intervención de Finger modificó dramáticamente
la apariencia planeada por el dibujante, con un disfraz negro y gris, una
máscara y unas enormes alas de murciélago, que pendía de una cuerda amagando a
un delincuente, mientras sus cómplices contemplan el momento. Así lo muestra la
ya mítica portada del número 27 de Detective
comics, aparecida en mayo de 1939. Finger no sólo dio nombre a su
problemática urbe –Ciudad Gótica-, creó al Comisionado James Gordon y muchos de
sus más importantes aliados y enemigos –la del Guasón es una historia
aparte-. Y su más valiosa aportación –además del nombre de su alter ego Bruce
Wayne y decidir cambiar las alas por una capa-: fue el responsable de darle un trágico origen. Sin su
colaboración, el personaje carecería de una motivación poderosa. Es por ello
que se mantiene vigente y que el próximo mes de mayo cumplirá 75 años de vida.
El mismo Kane dijo en 1989, “Ahora que
mi viejo amigo y colaborador se ha ido, tengo que admitir que Bill nunca
recibió la fama y el reconocimiento que merecía. Él era un héroe anónimo. Nunca
pensé en darle crédito y él nunca me lo pidió. A menudo le digo a mi esposa que
si pudiera volver atrás quince años, antes que él muriera, me gustaría decirle voy a poner tu nombre al lado del mío. Te lo
mereces”. No sé si alegrarme por su tardía declaración. Lo cierto es que
debió llevarla a cabo cuando estaba vivo.
El reconocimiento que Finger alcanzó en
las redes sociales por su centenario fue avasallador. Me enorgullece decir que
aporté mi granito de arena. Uno de sus más fieros defensores es el Dr. Travis Langley, profesor de psicología
forense en la Universidad Estatal Henderson en Arkadelphia, Arkansas, gran
estudioso del Noveno Arte y autor de Batman and Psychology: A Dark and Stormy
Knigh (Wilety, 2011). Él es parte de un proyecto documental, junto con Athena Finger –su única nieta-, el
veterano editor Dennis O´Neill, el
productor ejecutivo Michael Uslan, Marc Tyler Nobleman –autor de Bill
the Boy Wonder: the secret co-creator of Batman- entre muchos otros por
vindicar al escritor, titulado The Cape Creator: A Tribute to Bat-Maker
Bill Finger. Y el mismo Langley es más que convincente:
“Es tiempo de hacer las cosas bien. Si
amas a Batman, a las historietas, a las películas pero si sobre todo amas la
verdad, ayúdanos a celebrar la vida y obra de Bill Finger”.
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