El guionista, productor, actor y
director Harold Allen Raimis dejó de
respirar en su casa, la mañana del pasado lunes, debido a complicaciones de la vasculitis
inflamatoria autoinmune con la que luchó por cuatro años. Acababa de cumplir 69.
En muchos sentidos fue un héroe anónimo.
Inició su carrera como escritor en su natal Chicago, donde descubrió una afinidad
natural por la comedia, género en el que se movió cómodamente por cuatro
décadas y le permitió posicionarse en el negocio del espectáculo. Su labor
cimentó populares programas de televisión como el canadiense Second
City Television y Saturday Night Live, verdadera
tradición estadounidense, donde se relacionó con celebridades de la comedia de
la época como John Belushi, Rodney Dangerfield, Chevy Chase, John Candy, Rick Mornis,
Martin Short, Dan Aykroyd y, tal vez el más popular de todos, Bill Murray. Sobra decir que Ramis tuvo
una discreta participación actoral en muchos de ellos, pero el campo en el que recibió
mayor reconocimiento fue la escritura y la dirección, que rebasó la televisión
y lo instaló sólidamente en la industria cinematográfica.
Le debemos hilarantes
cintas como Caddyshack (creo que aquí la rebautizaron como Los locos del golf, 1980), los guiones de
El
pelotón chiflado (Stripes, Ivan Reitman, 1981), las películas
desprendidas de la revista National
Lampoon (Sátira nacional), Colegio de animales (National Lampoon´s Animal House, John Landis, 1978), Vacaciones (National Lampoon´s Vacation, dirigida también por él en1983), Mis
otros yo (Multiplicity,
1996), Analízame (Analyze this,
1999), Al diablo con el diablo (Bedazzled,
2000) y, la mejor de todas, Hechizo del tiempo (Groundhog day 1993), aparente comedia
romántica que resume la esencia del horror y lo fantástico.
Pero sin duda será mejor recordado por
su papel del cerebral parapsicólogo Egon Spengler en Los
Cazafantasmas (Ivan Reitman,
1984), filme que fusiona exitosamente la comedia y el horror a partir de un
libreto del mismo Ramis y su colega Dan Aykroyd. Su éxito abrumador propició
una dispareja pero entrañable secuela –en 1989- y un colorido serial de dibujos
animados. Todos forman parte indispensable de mi educación sentimental. De
ellos disertaré en un futuro no distante. Es una deuda de honor.
La partida de Ramis deja en la orfandad
parcial un proyecto muchas veces aplazado: su idea de escribir con Aykroyd una
tercera aventura de Los Cazafantasmas.
Su iniciativa me parecía riesgosa en muchos sentidos. El propio Bill Murray,
cuya carrera se benefició de su socarrón parapsicólogo Peter Venkman, negó en
repetidas ocasiones cualquier vínculo con la producción. Seguramente advertía
el inclemente paso del tiempo. Ramis, por su parte, debió estar convencido de
la vigencia de los clásicos y del potencial económico de la nostalgia –pregunten
si sirve a Sylvester Stallone-.
Porque en apariencia su comedia parecería superada por lo escatológico, el
cinismo y la vulgaridad que reina en nuestros días. No sé si veremos
cristalizado su anhelo. Una parte de mí, en el fondo, lo desea.
Ramis fue al encuentro del mundo que
exploró su personaje más popular. Su legado pervivirá sin duda alguna. Debió
partir con la satisfacción del que gozó plenamente su oficio y conoció en vida,
más allá de cualquier duda, las risas y la gratitud de su público y
generaciones posteriores. Descanse en paz.
Hace algún tiempo me di a la tarea de encontrar ya sea en video clubes viejitos donde tienen algunas cosas geniales desde la más hilarante de John Hughes como weird science, ciencia loca, hasta house con William Katt protagonista de una serie por demás desconocida y olvidada aquí en México Superheroe por Accidente, The greatest american hero, todos contemporáneos de esta gran perdida Harold Allen Raimis, siempre espere poder verle reencarnar en el gran Egon Spengler, que gran perdida, de recordarlo con su bro Bill Murray en Pelotón Chiflado al lado de geniales comediantes, como John Candy, Judge Reinhold, todos geniales me ataco de la risa simplemente geniales. Gran perdida Harold Ramis...
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