Dejaré de
hablar, por ahora, de Gein, Bloch e Hitchcocock. Regreso a horrores mejores,
esos que se quedan en la narración oral, en las páginas de un libro o son
exorcizados al presionar la tecla de un control remoto. Estrenada el mismo día
que Hitchcock
(Sacha Gervais, 2012), Mamá (Andrés Muschietti, 2013) sigue
en cartelera. Esto es fácil de comprender porque, como dije antes, es una
película con la capacidad de arrastrar a los grandes públicos al cine y
asustarlos. Ese viernes 1 de febrero, mi amigo Rafael Aviña publicó –como es regular- su opinión sobre ella,
aparecida en la sección Primera Fila del diario Reforma.
***
Una llorona que sí asusta
Rafael Aviña
El
impresionante éxito de Mamá
(España-Canadá, 2013), que se colocó en el primer lugar de taquilla en su
estreno en Estados Unidos, se debe en buena medida a la magnética presencia de
Jessica Chastain, una guapa actriz capaz de desenvolverse con eficacia en
cualquier terreno.
Pero, sobre
todo, el éxito se debe a la destreza del debutante cineasta argentino Andrés
Muschietti para construir un relato de horror sobrenatural a la antigua, con
varios y logrados momentos de tensión que provocan sustos y emociones
encontradas en el espectador a partir de un tópico en apariencia inofensivo: el
amor maternal.
Un corto de
3 minutos del mismo nombre, rodado en una vieja casona de Barcelona en 2008,
fue motivo para emocionar a ese generoso cinéfilo que es Guillermo del Toro,
quien como productor ejecutivo ha sido capaz de trasladar sus obsesiones y
universos a una micro historia inquietante y terrorífica que carecía de
explicación alguna.
Las
presencias sobrenaturales del pasado, los seres fantasmagóricos que vagan sin
descanso, las amenazas que acechan en las tinieblas y protegen a los menores de
edad –en particular las polillas- y las pulsiones de venganza caben aquí.
A una
historia confusa y desarticulada que tiene problemas severos para integrar a
los hombres adultos (los motivos del padre no son claros, el tío aparece y
desaparece como en las telenovelas, el personaje del psiquiatra pierde fuerza y
consistencia), se contraponen varios elementos.
Destaca el
trabajo atmosférico, ominoso y perturbador, una eficaz inventiva visual –el ente
de Mamá es fascinante-, un diseño sonoro y de producción poderoso y, en
especial, una muy lograda labor histriónica de Chastain, una rockera dark que
debe hacerse cargo de dos niñas que han vivido abandonadas en un estado semi
salvaje por cinco años luego de la muerte violenta de sus padres (las pequeñas
Charpentiere Isabelle Nélisse, estupendas).
Lo que
inicia como una perversa reelaboración de los cuentos de hadas fantásticos,
termina por convertirse en una suerte de oblicua puesta al día del tema de La Llorona.
En este
caso, la historia de una joven del siglo 19 a la que le intentan arrancar a su bebé,
mismo que pierde en una situación trágica y violenta, lo que da pie a una hipnótica
escena onírica y a escenas escalofriantes. Mamá
es una película muy entretenida que lanza a un director que promete.
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