miércoles, 9 de octubre de 2013

Cuando el fin del mundo nos alcance

Debo dos de las comedias que más disfrutado en los últimos 10 años, Shaun of the dead (aquí fue rebautizada como El desesperar de los muertos, 2004) y Hot fuzz, superpolicías (2007) al ingeniosísimo binomio escritural conformado por los británicos Edgar Wright y Simon Pegg, director y protagonista de ambas, respectivamente. Vale la pena aclarar que sus cintas no son parodias, pues no se mofan gratuitamente del tema o sus películas más representativas. Su acierto es que usan las reglas de la comedia más respetuosa y géneros populares como el horror y el policial para hacer una crítica social y hablar de temas como la alienación, la pérdida de la humanidad, el conformismo y la voracidad sociedad de consumo. Imagino que ese fue el motivo por el que decidieron nombrar su saga La trilogía Cornetto –en clara alusión al popular cono de helado hecho con grasa vegetal-. Para cerrar el tríptico con broche de oro, pusieron sus ojos en la ciencia ficción.
El resultado, Una noche en el Fin del Mundo (The World´s End, 2013) es una película entretenida de principio a fin. El cuarentón Gary King (Pegg) es un eterno adolescente, un hombre alcohólico, desobligado y atrapado en los noventa que usa una playera de Sisters of mercy y unas desgastadas botas Dr. Martens. Como en una historia de Stephen King, reúne –con engaños- a sus otrora compañeros de escuela, el agente inmobiliario Oliver Chamberlain (Martin Freeman), el vendedor de autos de lujo Peter Page (Eddie Marsan) el contratista Steven Prince (Paddy Considine) y el abogado corporativo Andy Knightley (Nick Frost) para regresar a su natal pueblo Newton Haven y completar un gran pendiente de sus días juveniles: una gran parranda por la Milla Dorada, un recorrido etílico por las doce tabernas locales (El Primer Puesto, El Viejo Conocido, El Gallo Famoso, Las Manos Cruzadas, El Buen Compañero, El Siervo Fiel, El Perro de Dos Cabezas, La Sirena, La Colmena, La Cabeza del Rey, El Agujero en la Pared y, la que título a la película, El Fin del Mundo). Todo luce igual pero se sienten inmediatamente como extraños. En la cuarta estación descubren que se encuentran en medio de una intriga similar a la que Jack Finney nos presentó en su novela La invasión de los secuestradores de cuerpos (1955), cuatro veces llevada a la pantalla grande. Juntos y unidos, los amigos tratan de detener una amenaza que pone en peligro al mundo como lo conocen.
La dirección de Wright es precisa. Se da el permiso de utilizar un elenco recurrente (Pegg, Frost, Freeman y los veteranos David Bradley y Billy Nighy, además de visitar situaciones que dan unidad a su saga (“¿Qué pasa? ¿Nunca has tomado un atajo?”, el encierro en una cantina, ese letrero de “prohibido pisar el pasto”, muchas pintas de cerveza y, por supuesto, la popular golosina que le da nombre a la serie). La estupenda partitura de Steven Price es aderezada clásicos de nuestra juventud como I'm Free de The Soup Dragons y Get a Life de Soul II Soul, canciones más que apropiadas para la trama.

En el final de este viaje nostálgico se encuentran el triunfo de la amistad y la naturaleza humana, los otros dos grandes temas de Wrigth y Pegg. El regreso a lo básico, los que da sentido a la existencia. Todo nos ayuda, como a Gary, a descubrir nuestro verdadero papel en la vida, incluso en el borde del fin del mundo. Maravilla total.

1 comentario:

  1. Divertida e ingeniosa cinta, digno cierre para la trilogía. Los comentarios del maestro Coria nos empujan a la sala de cine este próximo viernes.

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