martes, 1 de octubre de 2013

Sobre el final (final) de Dexter

No todas las relaciones humanas terminan de la mejor manera. Al final, con el beneficio de la distancia, podemos identificar los mejores momentos, valorarlos adecuadamente y atesorarlos. Lo cierto es que no siempre se obtiene la conclusión deseada. Lo digo porque ayer, luego de 7 años y 8 temporadas, vi el final (final, como diría el clásico No empujen) de Dexter. Desde su penúltimo episodio tengo sentimientos encontrados por situaciones que nunca podré asimilar del todo. Contradicen lo que hizo tan entrañable a un asesino en serie que siempre se distinguió por su frialdad, temple, eficiencia y capacidad analítica. “Dejaré al malo de malolandia atado al lado de un peligroso juego de cuchillos porque estoy seguro que no podrá llegar a ellos” o “Ya no quiero matar. Es más poderoso el amor”.
Como bien declaró la estrella del programa Michael C. Hall, el desenlace polarizará a los aficionados. Habrá quienes lo odien y quienes lo amen. Yo, como Marge Simpson, pienso que es un final y ya. Pero creo que nuestro héroe se merecía un mejor destino. Me hubiera gustado más verlo perderse definitivamente en su aliado el mar, en su Rebanada de vida y en medio de la tormenta, como el justiciero que parte hacia el ocaso. Y sin embargo eligió vivir en consecuencia a sus acciones, en una especie de purgatorio auto impuesto tal como hizo su honesta hermana, quien verdaderamente se merecía un final feliz.
La serie tuvo excelentes momentos. ¿Recuerdan a Dexter parando con un golpe en la frente (aquí en México le decimos sape)a una víctima que le lanzaba una maldición, sacando a un cadáver de un hotel –a la vista de todos- en un carrito de equipaje o presenciando el suicidio de un reo que cumplía cadena perpetua –frente a un autobús- y engañó a sus custodios sólo para saborear un helado que tanto disfrutaba en su infancia? O la aparición de Peter Weller, el añorado RoboCop, como un ex policía poco escrupuloso. También hubieron baches argumentales. ¿Cómo pudo Dexter bajar un cuerpo inerte desde la azotea de un rascacielos custodiado por policías o cómo evadió siempre la acción de la justicia cuando el cerco se cerraba inminentemente? Pero eso, como decía Arturo de Córdova, no tiene la menor importancia. Y no puedo evitar reconocer el atractivo de sus enemigos: el cazador de monstruos Frank Lundy (Keith Carradine), Arthur Mitchell el Asesino de la Trinidad (John Lithgow), el motivador asesino Jordan Chase (Jonny Lee Miller), James Gellar alias El Asesino del Juicio Final (Edward James Olmos) y su esbirro Travis Marshall (Colin Hanks), el mafioso ucraniano Isaak Sirko (Ray Stevenson), la bella envenenadora Hannah McKay (Yvonne Strahovski) y el malvado Neurocirujano Oliver Saxon (Darri Ingolfsson), reflejo perfecto de lo que nuestro paladín pudo ser sin el beneficio de un código de ética.
He ahí lo esencial, el siempre brillante eje de la historia. ¿Puede encausarse positivamente la energía destructiva de un psicópata? Y ahora viene la pregunta más grande de todas. ¿Será Dexter capaz de acallar a su Pasajero Oscuro? Esas urgencias no desaparecen fácilmente. Son como una adicción en la que irremediablemente se recae en algún momento. Pero eso ya no importa. El punto final se ha escrito. ¿O será que sus productores dejaron abierta la posibilidad de un regreso? Sinceramente espero que no.

Gracias Dexter por ofrecerme algunos de los momentos más gratos que he vivido en la pantalla chica contemporánea. Siempre podré regresar a ti en las incontables repeticiones que se harán de tus aventuras. Lo que sé es que la televisión no volverá a ser la misma sin ti. 

1 comentario:

  1. El final "final", no me gustó. Yo me quedo con Dexter llendo hacia el huracán (que a mis ojos es Dios) a recibir su jucio, veredicto y castigo. Lo demás... bueno, lo demás sale sobrando.

    Saludos.

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