No todas las relaciones humanas terminan de
la mejor manera. Al final, con el beneficio de la distancia, podemos identificar
los mejores momentos, valorarlos adecuadamente y atesorarlos. Lo cierto es que
no siempre se obtiene la conclusión deseada. Lo digo porque ayer, luego de 7
años y 8 temporadas, vi el final (final, como diría el clásico No empujen) de Dexter. Desde su
penúltimo episodio tengo sentimientos encontrados por situaciones que nunca
podré asimilar del todo. Contradicen lo que hizo tan entrañable a un asesino en serie que siempre se
distinguió por su frialdad, temple, eficiencia y capacidad analítica. “Dejaré
al malo de malolandia atado al lado de un peligroso juego de cuchillos porque
estoy seguro que no podrá llegar a ellos” o “Ya no quiero matar. Es más
poderoso el amor”.
Como bien declaró la estrella del programa Michael C. Hall, el desenlace
polarizará a los aficionados. Habrá quienes lo odien y quienes lo amen. Yo,
como Marge
Simpson, pienso que es un final y ya. Pero creo que nuestro héroe se
merecía un mejor destino. Me hubiera gustado más verlo perderse definitivamente
en su aliado el mar, en su Rebanada de vida y en medio de la
tormenta, como el justiciero que parte hacia el ocaso. Y sin embargo eligió
vivir en consecuencia a sus acciones, en una especie de purgatorio auto
impuesto tal como hizo su honesta hermana, quien verdaderamente se merecía un
final feliz.
La serie tuvo excelentes momentos. ¿Recuerdan
a Dexter parando con un golpe en la frente (aquí en México le decimos sape)a una víctima que le lanzaba una
maldición, sacando a un cadáver de un hotel –a la vista de todos- en un carrito
de equipaje o presenciando el suicidio de un reo que cumplía cadena perpetua –frente
a un autobús- y engañó a sus custodios sólo para saborear un helado que tanto
disfrutaba en su infancia? O la aparición de Peter Weller, el añorado RoboCop, como un ex policía poco
escrupuloso. También hubieron baches argumentales. ¿Cómo pudo Dexter bajar un cuerpo inerte desde la
azotea de un rascacielos custodiado por policías o cómo evadió siempre la
acción de la justicia cuando el cerco se cerraba inminentemente? Pero eso, como
decía Arturo de Córdova, no tiene la
menor importancia. Y no puedo evitar reconocer el atractivo de sus enemigos: el
cazador de monstruos Frank Lundy (Keith Carradine), Arthur Mitchell el Asesino
de la Trinidad (John Lithgow),
el motivador asesino Jordan Chase (Jonny Lee Miller), James Gellar alias El
Asesino
del Juicio Final (Edward James
Olmos) y su esbirro Travis Marshall (Colin Hanks), el mafioso ucraniano Isaak
Sirko (Ray Stevenson), la bella
envenenadora Hannah McKay (Yvonne
Strahovski) y el malvado Neurocirujano Oliver Saxon (Darri Ingolfsson), reflejo perfecto de
lo que nuestro paladín pudo ser sin el beneficio de un código de ética.
He ahí lo esencial, el siempre brillante eje
de la historia. ¿Puede encausarse positivamente la energía destructiva de un
psicópata? Y ahora viene la pregunta más grande de todas. ¿Será Dexter capaz de acallar a su Pasajero
Oscuro? Esas urgencias no desaparecen fácilmente. Son como una adicción
en la que irremediablemente se recae en algún momento. Pero eso ya no importa.
El punto final se ha escrito. ¿O será que sus productores dejaron abierta la
posibilidad de un regreso? Sinceramente espero que no.
Gracias Dexter por ofrecerme
algunos de los momentos más gratos que he vivido en la pantalla chica
contemporánea. Siempre podré regresar a ti en las incontables repeticiones que
se harán de tus aventuras. Lo que sé es que la televisión no volverá a ser la
misma sin ti.
El final "final", no me gustó. Yo me quedo con Dexter llendo hacia el huracán (que a mis ojos es Dios) a recibir su jucio, veredicto y castigo. Lo demás... bueno, lo demás sale sobrando.
ResponderEliminarSaludos.