Al dibujante estadounidense Charles Monroe Schulz debemos algunas
de las creaciones que marcaron nuestra infancia. Su mérito radicó en retratar con
humor a los grupos que todos formamos durante nuestros primeros días de
conciencia –somos animales gregarios-, amistades que giraban en torno a un afable
y divertido perro blanco con complejo de aviador. Su tercer especial televisivo,
Es
la Gran Calabaza, Charlie Brown se transmitió la noche del 27 de
octubre de 1966 e instantáneamente se convirtió en un clásico que veo
rigurosamente todos los días de muertos, ocasión que inminentemente se acerca.
En este punto podríamos discutir la vieja rivalidad entre países y fiestas,
arrojarnos salvajemente calabazas de diferentes tipos y procedencias. Se piensa,
en un sentido nacionalista recalcitrante, que automáticamente debemos depreciar
toda fiesta que provenga de otras latitudes. Yo, aunque soy un gran defensor de
nuestras raíces y celebraciones, no peco al confesar que me atrae el colorido y
la parafernalia del Halloween.
Abrazar esta ocasión no te hace menos mexicano, del mismo modo que despreciar a
nuestra selección nacional de fútbol por sus penosos logros no te vuelve un
traidor a la Patria. Pero no nos desviemos. En el programa que inspira estas
líneas, el pequeño Linus van Pelt escribe su anual carta a la Gran Calabaza, entidad
rectora del Halloween que –en su inocente entender- trae regalos a los niños
todas las noches del 31 de octubre. Ante la incredulidad de sus amigos decide
pasar toda la noche en un sembradío de estas cucurbitáceas –a esa familia vegetal
pertenecen- en espera de su visita.
Sin saberlo, Linus rendía homenaje a Samhain,
la festividad celta que marcaba el final de las cosechas y
el inicio del inverno, ocasión celebrada entre las llamadas culturas paganas
europeas hasta la irrupción del cristianismo. En occidente generalmente se
asocia a la figura de Jack-o'-lantern
(Jack el de la lámpara), la antigua costumbre –presumiblemente originaria de
Irlanda y las Tierras Altas de Escocia- de ahuecar vegetales e introducir velas
en ellos para alumbrarse en la noche.
Samhain no es pues una entidad corpórea.
Sin embargo Los verdaderos Cazafantasmas, héroes de mi infancia, lo
enfrentaron en varias ocasiones –recuerdo tres-. Desde su primera aparición, el
episodio Cuando la Noche de Brujas se prologó, el villano escapó de su
encierro en un milenario reloj que era llevado a Nueva York y perseguía que la
Noche de Brujas –la Noche de Halloween- fuera eterna y perpetuar sus poderes. Y cómo juzgarlo. Yo, como
mi amada y el pequeño Linus, estoy
convencido que en unos días llegará la Gran Calabaza. Si por algún motivo no lo
hiciese, siempre estará el año venidero. Mientras tanto, esperaré.
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