Esta es una de las cosas buenas que
trajo la navidad de 1978. Son varios los ingredientes que hacen memorable al
segundo largometraje de Richard Donner,
una adaptación de las aventuras de Supermán: una majestuosa e
imperecedera partitura del laureado John
Williams, un muy competente guión de Mario
Puzo que abrió las puertas a una secuela desde su estupendo prólogo y grandes
actuaciones, desde el desconocido en esos días Christopher
Reeve como el protagonista, la un poco más conocida Margot Kidder como la intrépida reportera Louise Lane, leyendas
como Jackie Cooper –como Perry
White, editor del diario El Planeta- y Glenn Ford –como Jonathan Kent, el padre adoptivo del
héroe- hasta grandes actores del momento, como Gene Hackman –el malvado villano Lex Luthor-, Terrence Stamp
–a quien sólo vemos brevemente como el también malvado General Zod, enemigo de
la continuación- y, sobre todos, la breve presencia de Marlon Brando como Jor-El, progenitor del último hijo
del planeta Kripton. Todo en conjunto es insuperable y rinde el mejor
homenaje al espíritu que los creadores del personaje, Joel Shuster y Jerry Siegel,
le dieron en abril de 1938, hace 75 años.
No abundaré en este momento sobre la
importancia que Supermán tuvo en el
posicionamiento de una poderosa industria –una verdadera fábrica de mitos- ni
estudiaré filosófica o culturalmente al personaje, simplemente reconoceré todos
sus méritos. En este caso concreto -la película de Donner-, aseguró el
romance de Hollywood con las historias de superhéroes.
Recupera el candor de una época muy bien retratada ya en la popular serie
televisiva estelarizada en los años cincuenta por George Reeves. El libreto de Puzo no prescinde de momentos que
todos vinculamos al personaje, desde su gran sentido del humor, que se detenga
a rescatar a un gatito de un árbol, de consejos moralizantes a sus defendidos,
del convoy militar que transporta un misil nuclear y se detiene a ayudar a una
voluptuosa mujer que tuvo un accidente vial - Valerie
Perrine como Eve Teschmacher,
asistente de Luthor- y luego lo vuelven a hacer para dar indicaciones viales a un par de
granjeros –Luthor y su tonto ayudante
Otis, encarnado por Ned Beatty- o del revelador momento
donde el genio del mal descubre sus planes al paladín.
Es cierto que para muchos este esquema
ha quedado rebasado por la narrativa contemporánea, por la reciente tendencia a
humanizar y agregar tintura negra a los coloridos disfraces de los héroes. En
favor de este argumento podemos recordar la muy fallida Supermán regresa (2006)
de Bryan Singer. Pero de ella hablé en el pasado. Irónicamente, la debemos al Supermán
de 1978. Tal fue la fascinación que causó en un talentoso cineasta. Esto
demuestra su vigencia y perdurabilidad. Y aunque muchos momentos de la cinta
puedan parecernos superados, debemos contextualizarla para así darle su
verdadero valor. El de un clásico.
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