En las dos
últimas décadas el zombi ha demostrado su rentabilidad gracias al cómic, los
videojuegos, el cine y la televisión (vean el fenómeno The walking dead o las Zombie Walk alrededor del mundo). Esto
se debe en parte al agotamiento de otras fórmulas y monstruos, como los vampiros,
que han sido visitados casi hasta el hartazgo. Esa es una de las posibles
explicaciones para la trivialización que estos seres han alcanzado gracias a
Stephanie Meyer en su exitosísima saga literaria Crepúsculo, convertida –como todos saben- en un fenómeno
cinematográfico. Me siento profundamente preocupado porque ese mismo sendero
parece seguir el cine de zombis. Ese fue un sentimiento instintivo al enterarme
del filme Mi novio es un zombi,
dirigida por Jonathan Levine, a estrenarse en febrero de 2013. Esto lo confirmé
al ver las primeras imágenes, con el adolescente Nicholas Hoult (que vimos al
lado de Hugh Grant en Un gran chico o como el joven Hank
McCoy/Bestia en Hombres X, primera generación), como
el cadavérico protagonista de la cinta. El propio director Levine escribió el
guión de la cinta a partir de la novela Warm
bodies de Isaac Marion, que básicamente describe un romance imposible entre
un zombi y una adolescente en un Estados Unidos post apocalíptico. La idea de
un zombi enamorado es arriesgada y contradictoria si no olvidamos las
características que definen tal como lo conocemos gracias a George Romero:
- Un zombi es un cadáver
reanimado.
- Un zombi pierde su memoria, sus
capacidades intelectuales y afectivas.
- El zombi obedece a instintos
primarios (alimentarse).
- El zombi es un ser gregario,
por eso representa el terror de las masas.
- Todo aquél que es mordido por
un zombi, al morir, se convierte en uno.
Ya esta
ruta había sido tomada, en un tono que oscilaba entre la comedia y la farsa, en
Fido,
mi mascota es un zombi (Andrew Currie, 2006). En una sociedad
igualmente post apocalíptica con notables reminiscencias de los idílicos años
cincuenta, los humanos sometieron y domesticaron a los zombis, convirtiéndolos
en sus sirvientes. Pero un no-muerto (Billy Connolly)“sale del redil” y
corresponde los afectos de su oprimida ama (Carrie-Anne Moss).
Pero de
regreso a Mi novio es un zombi, el
trailer de la cinta ha despertado una curiosidad inesperada en personas dignas
de todo mi respeto. Jorge Grajales
opina que “Warm Bodies será la
sorpresa del año en cuanto a cine de zombies se refiere. La novela se deja leer
muy bien y el director ha realizado buenas películas. Y el trailer que salió
también ayer deja entrever que el filme no se toma tan en serio (vean esa
referencia de lo que debe ser un zombie ejemplificado con el blu-ray del Zombie de Fulci) e incluso aporta ideas
noveles al género: ¿qué pasa con los zombies cuando se cae toda su carne
putrefacta?”. Al avance concedo los méritos de una buena factura y la aparición
de John Malkovich, quien está a
punto de ir más allá del bien y del mal. Lo que no deja de inquietarme es que Summit
Entertainment, los estudios responsables de la saga Crepúsculo, se encuentran detrás de todo. Por lo demás, sólo queda
esperar.
En
oposición, Grajales desaprueba el trailer de Guerra Mundial Z, la
adaptación de la novela homónima de Max Brooks, también a estrenarse en unos
meses: “Estoy de acuerdo con el inevitable fin de las películas de zombies, pero no
por Warm Bodies, sino por la
"adaptación" de Guerra Mundial
Z que se asemeja más a La Guerra de Los Mundos de Spielberg que a lo que
brillantemente escribió Max Brooks, y esos zombies son más parecidos a los
lemmings. Y no, no a los verdaderos lemmings, a los lemmings del videojuego tan
famoso en los 90” .
Precisamente ese aspecto fue uno de los que más me atrajo del trailer: los
zombis vistos como una gran masa informe, amenazadora, que pese a obedecer a la
necesidad de alimentarse tienen una especie de conciencia colectiva, cosa que
socialmente hemos perdido. Pero ya escribiré sobre ella en su momento.
Creo que la
supervivencia del subgénero puede residir en especímenes como la
inteligentísima El desesperar de los muertos (Shaun of the dead, Edgar Wright, 2004), cuya gracia se
encuentra en abordar el tema con toda la seriedad y el respeto que exige y lo
utiliza como fondo de situaciones hilarantes. El protagonista Shaun
(Simon Pegg) es un empleado sumido
en una mediocridad que le impide ver los signos del Apocalipsis zombi, sea
porque no presta atención a las noticias en la televisión (padece zapping) o porque sale a comprar un
refresco y no se percata de las manchas de manos ensangrentadas en el vidrio
del refrigerador de la tienda. Curiosamente el libro que desprende Mi novio es un zombi ha recibido elogios
tanto de Stephanie Meyer como de Simon Pegg, coescritor de Shaun of the dead. Estos últimos sin duda le merecen
el beneficio de la duda.
Y ahora, vámonos a Mórbido.
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