Decir adiós es doloroso. Aunque
popularmente se dice “de lo bueno, poco”, el esquema de la televisión inglesa
es muy breve si consideramos la costumbre que nos inculcaron nuestros vecinos
del norte. Con sólo 3 episodios de 80 minutos cada uno (aproximadamente)
llegará este jueves (en Latinoamérica) a su fin la tercera –brevísima-
temporada (los británicos les dicen series)
de Sherlock,
serie merecedora de toda mi admiración. Luego de 8 capítulos a los que no puedo
reprochar nada, elegir un favorito es un verdadero reto. El que precedió a su
conclusión, El signo de los tres, es simplemente uno de los mejores que
conozco al detective. El guión de Mark
Gatiss Steven Moffat y Stephen Thompson toma como base la
segunda de las cuatro novelas que Arthur
Conan Doyle dedicó al brillante inquilino de la Calle Baker, El
sigo de los cuatro (1890). Todo ocurre durante la boda de John
Watson (Martin Freeman) y Mary
Mostan (Amanda Abbington),
en la que por supuesto nuestro héroe (Benedict
Cumerbatch) tiene la responsabilidad de ser el Padrino del evento. De forma
inesperada convierte la ocasión en un anecdotario de las aventuras del par e
involucra a los convidados en la resolución de uno de sus casos. Lo mejor del
capítulo fue, sin duda, el intento de Holmes
por descender del Olimpo de la Deducción al mundo de los hombres comunes y
corrientes. El mejor momento fue un emotivo discurso cuya parte inicial
destruye la institución del matrimonio, las creencias religiosas de las
personas (“si Dios no fuera una fantasía”) y ataca las convenciones de la
sociedad, ante la sorpresa y desaprobación de los congregados. Remata su
exposición de la siguiente manera:
Lo
que trato de decir es que soy el individuo más desagradable, grosero, ignorante
y cretino que tendrán el infortunio de encontrarse en la calle. Desprecio lo
virtuoso, soy incapaz de reconocer la belleza y no puedo percibir la felicidad.
Por eso no comprendí por qué me pidieron ser Padrino, más porque nunca esperé
ser el mejor amigo de nadie. Y ciertamente no del más valiente, bondadoso y
sabio ser humano que jamás he tenido la fortuna de conocer. John, soy un hombre
ridículo, redimido solamente por la calidez y constancia de tu amistad. Y como aparentemente
soy tu mejor amigo, no puedo felicitarte por la compañera que elegiste. Pero de
hecho sí puedo. Mary, cuando digo que te mereces a este hombre es el cumplido
más grande que soy capaz de hacer. John, has sobrevivido la guerra, lesiones y
trágicas pérdidas –de nuevo, lo siento por la más reciente- así que debes
saber, hoy que estás sentado en medio de la mujer que has hecho tu esposa y del
hombre que has salvado –en breve, las dos personas que más te aman en este
mundo,- y sé que hablo por Mary, que nunca te decepcionaremos y tenemos una
vida para demostrártelo.
Desde sus mesas, los invitados no pueden
sentirse menos que conmovidos. La Señora Hudson (Una Stubbs) rompe en llanto. Al ver las reacciones, desconcertado, Holmes pregunta:
¿En
qué me equivoqué? ¿Qué pasó? ¿Por qué hacen eso? ¿John? ¿Qué hice mal?
Y Watson
se pone de pie y abraza a su asociado, emocionado.
Si no se conmovieron, tienen hielo en
las venas. O es que, como digo, cuando envejeces te haces más llorón.
La solución final, el descubrimiento del
“signo de los tres”, modificará definitivamente las futuras aventuras de
nuestro paladín. Todo terminará en un par de días. Al menos por un largo año
(como mínimo). Moffat, co creador y productor ejecutivo del programa, ha
revelado que una cuarta temporada se encuentra en planeación. Eso es sin duda
una fortuna. La espera, aunque cruel, valdrá la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario