Me invaden sentimientos encontrados que
no deben interpretarse como una forma de aferrarse a lo que las personas de mi
generación conocimos y admiramos en nuestra juventud. Tampoco como una negativa
para aceptar lo nuevo. Creo que hay historias que rebasan épocas y personajes
que ofrecen posibilidades inagotables, dignos de ser revividos una y otra vez.
A lo que siempre me opondré es a la falta de respeto y creatividad, a la
voracidad mercantilista, a explotar temas solamente porque demostraron su
rentabilidad. Ese es el dilema que surgió en mi interior cuando el año pasado vi
las primeras imágenes del diseño del nuevo RoboCop, el policía cibernético que
se convirtió en figura de culto el verano de 1987 gracias a la imaginación de Edward Neumeier y Michael
Miner y a la afortunada –ya mítica- película del holandés Paul Verhoeven.
De ahí que ver hace unas semanas los
avances de su nueva encarnación en el actor Joel Kinnaman en la venidera cinta del brasileño José Padilha me causan atracción y
muchísimas reservas. A primera vista, pese a su aspecto espectacular y la
inclusión de actores de primera línea como Gary
Oldman, Michael Keaton, Samuel L. Jackson y Jackie Earle Haley, parece inscribirse
en la muy actual tendencia de oscurecer a los clásicos. Y me encanta la
ligereza con que lo aceptan. Cuando preguntan a su creador (Keaton) sobre el
color que deben usar, responde simplemente “píntenlo de negro”. El nuevo RoboCop se encuentra a medio camino
entre el Batman de Christopher
Nolan y un heroico Power Ranger. Amigos entrañables me
han dicho que sólo bastaría pintarlo de dorado y ponerle alas para que
pareciera un Caballero del Zodiaco.
Pero haciendo a un lado las bromas, lo
que más extraño –además de un memorable Peter
Weller y el brioso tema de Basil
Poledouris- es el diseño que en su momento
nos presentó Rob Bottin: enorme, imponente,
capaz de intimidar a buenos y malos, cuyos pasos hacían retumbar el suelo y sus
movimientos mecánicos, acompañados del ruido de sus motores. Pero el avance de
la tecnología es inevitable. El RoboCop
de 2014 es esbelto, más acorde con la agilidad que requeriría el perseguir a
pie a los malvados, andar en motocicleta o saltar un muro. Y hagamos una
inevitable analogía: el viejo RoboCop
sería un “ladrillo” Motorola SLF1024A. El nuevo, un flamante iPhone 6.
Lo que más deseo es que el espíritu
crítico de su primera versión –de la buena ciencia
ficción- prevalezca: la violencia que sobrepasa las capacidades
gubernamentales para enfrentarla (¿les suena?), la privatización de las
instituciones policíacas, la codicia empresarial, los límites de los avances
científicos, el poder de los medios de comunicación, la cosificación del
individuo, la pérdida de la identidad y, sobre todo, el triunfo de la condición
humana.
En breve despejaremos todas las dudas. Siempre
defenderé las aportaciones valiosas, sin importar su procedencia. Espero deslumbrarme en unas semanas. Sólo podemos esperar lo mejor.
Es cierto, parece un Power Ranger, sin haberla visto, dudo mucho que llegue a impactarnos como lo hizo la original, con ese derroche de violencia y drama, sin descuidar la acciòn y el fabuloso papel de Peter Weller, muy buena nota!
ResponderEliminarAmigo Coria, yo ya la vi, pero espero ver tú opinión antes de darte la mía ;)
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