Todavía extraño a la extinta teleserie Dexter.
De ella he hablado en muchas ocasiones y creo que mi admiración por su carismático
protagonista ha quedado más que patente. Su penúltima temporada nos presentó a
su par emocional, la bella envenenadora Hannah McKay, interpretada por la
australiana Yvonne Strahovski (que por
cierto acabo de ver en Yo, Frankenstein). A diferencia de la
manera en que Dexter (Michael C. Hall) se mostró a su eventual
esposa Rita Bennett (Julie Benz),
quien fungió como su máscara de sanidad
pese a que desarrolló auténticos sentimientos por ella y sus críos, el asesino
fue auténtico y libre ante McKay desde
el principio. Y esto se debía a que se complementaban, justo como Bonnie Parker y Clyde Barrow o Martha Beck
y Raymond Fernández, sólo dos de las
parejas fraguadas en el infierno que ha registrado la Historia de la
criminalidad. Hannah y Dexter, asesinos por naturaleza, se
comprendían mutuamente. Conocían a plenitud sus obsesiones y angustias. Eran
cómplices y amantes que nunca comprometieron su naturaleza pues tenían
perfectamente claro que se ubicaban en el mismo lado de la Ley, cosa opuesta a Irene
Adler y Sherlock Holmes o a Gatúbela y Batman.
Hannah
Mc Kay era una chica provinciana que se
involucró con el hombre equivocado, como hiciera en la realidad Caril Ann Fugate con el multihomicida Charles Starkweather: se embarcó en una
serie de asesinatos cometidos por su entonces media naranja, Wayne Randall. Como no se comprobó
plenamente su participación en los hechos, fue condenada por complicidad y
confinada a un reformatorio, de donde salió al cumplir la mayoría de edad. A
pesar de la notoriedad que le valió su carrera criminal, se embarcó en numerosas
relaciones sentimentales que invariablemente concluyeron en homicidios no
aclarados. Cuando Dexter decidió
aplicarle su concepto de “justicia”, sucumbió ante sus encantos. Y esto le hizo
pasar por alto su oficio. Hannah asesinó
a un periodista que amenazaba con exponerla y casi lo hizo con su hermana Debra
(Jennifer Carpenter), siempre con el
refinamiento de los venenos. Situaciones que parecían imposibles de superar
separaron al dúo, pero la atracción hizo lo suyo. Al final, a pesar de sus intentos,
el suyo fue un amor no consumado.
Como se avecina un alud de melcocha por
la celebración de los enamorados, seguiré hablando de pasiones que matan las
siguientes ocasiones.
Ahh muy bueno!!! ya se extraña esos análisis de TdC pero muy bueno, por cierto ya comenzaste a revisar la segunda temporada de The Following y True Detectives???
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