Una
advertencia: si no ha visto la serie, absténgase de leer lo siguiente.
Casi
siempre las elevadas esperanzas restan brillo a cualquier experiencia. Al menos
así me sucedió con el desenlace de la tercera temporada de la teleserie The
Walking Dead, a la que me he referido ampliamente en el pasado. El
resultado no fue malo en absoluto, pero el momento final del capítulo previo,
desolador y terrible, los anuncios de su protagonista Andrew Lincoln en redes sociales –“en el episodio morirán 27
personas”- y los pronósticos de muchos de sus seguidores me hicieron esperar
una conclusión espectacular. En general fue una buena temporada, mejor que la anterior
y menor que la primera, en la que encuentro cuatro aspectos dignos de elogio:
1. El
reencuentro de los hermanos Dixon, Daryl (Norman Reedus) y Merle (Michael Rooker), el primero convertido
en una pieza esencial del grupo de supervivientes y el segundo en un villano al
servicio de un grupo rival. En el caso de Daryl,
es curiosa su creciente popularidad entre los espectadores. En Internet leí
comentarios que iban desde “Daryl,
hazme tuya” a “Daryl, quiero ser la
madre de tus hijos”. Cuando concluyó la primera parte de la temporada, quedó en
un riesgo grave. Pude entonces percibir una auténtica preocupación que tenía
tiempo no atestiguaba. El atractivo del personaje radica en valores que se
fortificaron en el transcurso de la trama, como la entrega, la solidaridad, la
fortaleza y la integridad. Todas contrastaban desde su inicio con la
personalidad de su hermano, cínico, poco escrupuloso. Un personaje repelente,
al que se podía odiar. Él mismo hizo evidente su necesidad: “siempre se
requiere alguien capaz de hacer el trabajo sucio”, de mancharse las manos –la
mano-, de realzar la nobleza del héroe o evitar que la comprometa. Irónicamente
Michonne
(Danai Gurira) le dice que lo asume
como una carga, lo que desnuda su esencia bondadosa. De acuerdo el
planteamiento televisivo –los Dixon
no tienen raíces en el cómic-, Merle
crió a su hermano menor tras la muerte de su madre y lo protegió de su padre
alcohólico y violento. De manera que algo bueno debió tener para transmitir
valores tan sólidos a Daryl. Por eso
su villanía se transforma al final en la más genuina empatía. Su destino,
lamentable luego de su reivindicación, no dejó de provocarme pesar.
2. Phillip Blake (David Morrissey), nombrado respetuosamente por sus protegidos en el
pueblo de Woodbury como El Gobernador. Personaje carismático a primera vista, tiene una vocación secreta y una oscuridad que lo vuelven un peligro más grande
que las hordas de zombis que caminan por la tierra. Luego de la segunda muerte de
su amada hija, se transforma en un ser sediento de venganza, irracional y
terrible como el mítico Capitán Ahab de Hermann Melville. Como él, está dos veces mutilado. “En este nuevo
mundo, matas o mueres. O mueres y matas”, dice a su otrora vasallo Milton
(Dallas Roberts) mientras le propina
una golpiza. Su aspecto en las historietas, que me recuerda más a la imagen del
actor Danny Trejo que al físico
sajón de Morrissey, lo hace más amenazante. Perverso y sin remordimientos, era
capaz de matar a sus propios defendidos cuando no obedecían sus deseos o
mantener en cautiverio s sus enemigos, degradándolos física y psicológicamente
(en su versión original es peor). Por esto fue lamentable que al final se
convirtiera en un cliché, en un malvado de caricatura que perdiera el atractivo
que confirma una certeza cotidiana: “temo más a los vivos que a los muertos”.
3. Carl Grimmes (Chandler Riggs), hijo de Rick
(Lincoln) y Lori (Sarah Wayne
Callies), chico que perdió su infancia al mismo tiempo que iniciara el Apocalipsis
zombi. No sólo tuvo que dar una muerte piadosa a su progenitora, sino tomó
un camino sin retorno. Mi amigo Jorge
Báez lo resume bien: “el final de temporada de The Walking Dead me dio escalofríos, no por la muerte de algunos
personajes. El episodio me golpeó emocionalmente porque fui testigo de la
completa pérdida de inocencia de Carl,
un niño de 11 años cuya realidad lo ha forzado a crecer demasiado rápido, a
vivir en un mundo donde sobrevivir significa matar o dejar morir. Carl asesinó a un adolescente sin motivo.
Al jalar el gatillo, no hubo duda en sus ojos. Este niño se puede convertir en
algo peor que el Gobernador, la
amenaza zombi ha dejado de ser
importante”. Todo muy cierto. Ante la ausencia de una figura materna, con un
padre anulado, el niño llega a la adolescencia en un mundo cruel y sin futuro. Lo que sucederá con él seguramente será importante en el desarrollo del relato.
4. Más zombis, más
sangre y más acción. Los diletantes de lo sanguinolento se pudieron regocijar
con la aguerrida Michonnee rebanando cabezas a diestra y siniestra con su
ya famosa espada katana, con los
héroes atravesando cráneos con varillas a través del enrejado o con Glenn
(Steven Yeun) cortando dedos en
busca de un anillo de compromiso. Lo mejor es
que los zombis son un pretexto para
hacer evidentes las virtudes y carencias de la naturaleza humana, sea el
enfrentarlos por divertimento, el brindar refugio de ellos, el utilizarlos como
un arma contra los oponentes o como una forma para aferrarse a la esperanza: el
Gobernador mantiene secretamente a su
hija reanimada, Milton hace estudios para tratar de devolver la racionalidad a
los muertos. Todo es en vano.
La muerte de dos personajes principales (a los que no extrañaré),
algunos secundarios y la inclusión de algunos nuevos sirven como anticipación
de una cuarte temporada. Gale Anne Hurd,
productora ejecutiva y co creadora del programa, confirmó esto y lanzó una
advertencia: “la serie no terminará bien para todos”.
Considero que a la temporada le sobraron capítulos, la primera parte de ésta última temporada fue bastante mejor que la segunda.
ResponderEliminarCierto, Alemaf. Los episodios donde no hubo mucho movimiento fueron la calma que precedía a la tormenta. Pero el recuperar a personajes del pasado fue un buen toque. saludos.
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