Muchos de los lectores de este blog eran
solamente información genética la mañana del 26 de abril de 1986, cuando los
medios de comunicación del mundo dieron cuenta de la explosión en el reactor cuatro
de la Planta Nuclear de Chernobyl, Ucrania, que cobró en el
instante la vida de dos personas y convirtió un terreno estéril, imposible de
habitar, una extensión de más de cien mil kilómetros cuadrados. Esto incluyó a
la que fuera el asentamiento de los trabajadores de la planta, Pripyat, convertida hoy en una ciudad
fantasma. Los efectos a largo plazo han sido imposibles de cuantificar. Por más
que las autoridades se afanan en minimizar los daños humanos, la Organización Mundial
de la Salud ha
registrado incontables casos de envenenamientos por radiación y cánceres, que propiciaron
docenas de muertes desde entonces. Los que vivimos el suceso recordamos la
amplia cobertura que le dio Jacobo Zabludovski, en esa época la Voz de México, en su extinto noticiero
24 horas. La noticia creó una enorme paranoia por nuestra doméstica Planta
Nuclear de Laguna Verde, Veracruz, innovadora y popular en el momento. Como
sucede en tragedias similares, el humor es inevitable como una forma de
conjurar los temores. En la muy divertida Los fantasmas contraatacan (Scrooged,
Richard Donner, 1988), adaptación de
Canción
de navidad (1843) de Charles
Dickens, el guión de Mitch Glazer y Michael O'Donoghue menciona el episodio
brevemente. El exitoso ejecutivo de televisión Frank Cross (Bill Murray) es visitado por su difunto
jefe, Lew Hayward (John
Forsythe), “el hombre que creó las miniseries”, quien le anuncia la
inminente visita de tres espectros. Cross
trata de explicar la visión: “Es el vodka ruso. Tiene veneno de Chernobyl”.
Pero estas situaciones no admiten fácilmente la
risa. En su novela Oscura (Suma de Letras, 2010), Guillermo del Toro y Chuck
Hogan utilizan este escenario –diez años después de la catástrofe- para que
un vampiro y un millonario agonizante, aspirante a la inmortalidad, celebren un
pacto que desencadenará el Apocalipsis: “Antes de finalizar la reunión, el Amo tomó a Palmer Del brazo y subieron a la cima de la noria gigantesca. Una
vez allí, Palmer, quien se sentía
aterrorizado, observó Chernobyl, la almena roja del reactor número cuatro en la
distancia, como un sarcófago plúmbeo y acerado conteniendo la pulsación de cien
toneladas de uranio lábil”.
La muy reciente Terror en Chernobyl (Bradley
Parker, 2012) o Duro de matar, un buen día para morir (A good day to Die Hard, John Moore, 2013) ambientan su trama en
esos parajes desolados y asfixiantes, recordatorio del horror que nos rodea.
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