En prácticamente todos los países del
mundo, siempre con un carácter secundario e inminentemente comercial, se
celebra el Día del Padre el tercer
domingo del mes de junio. Culturalmente, no suele rendirse a éstos la misma veneración
que a la figura materna. Los restaurantes no están llenos al tope de su
capacidad, al igual que los centros comerciales. Tampoco se registra la misma
venta de arreglos florales ni de tarjetas de felicitación. El lazo con nuestras
progenitoras suele ser –en el mayor de los casos- más estrecho, pero creo que
es justo que le rindamos a la otra parte de la ecuación el reconocimiento que
se merece. Si bien en la ficción podemos recordar madres notables, como la
célebre Sra. Bates de Psicosis, recordemos a padres dignos
de mención. Comencemos por el filósofo natural Víctor Frankenstein, que
fue incapaz de lidiar con las consecuencias de sus anhelos creadores. “¿Cómo expresar mi sensación ante esta
catástrofe, o describir el engendro que con tanto esfuerzo e infinito trabajo
había creado?”, dijo el progenitor novicio al contemplar a su engendro. La
novela que Mary Shelley escribió en
1818 es, en esencia, un relato de paternidad responsable. La metáfora que
propone se mantiene vigente para estudiar las consecuencias nefastas de nuestra
soberbia e inmadurez, desde los estragos que hemos propiciado en nuestro medio
ambiente hasta el terrorismo mundial. ¿Qué fue Osama Bin Laden sino una criatura de Frankenstein que salió del control de su creador, el Gobierno de
los Estados Unidos? Siempre me hace recordar al androide Roy Batty (Rutger Hauer) y su “amoroso”
reencuentro con su “padre” Eldon Tyrell (Joe Turkel) en la joya que Ridley
Scott dirigió en 1982, Blade Runner. Pero no nos desviemos.
Sobre la paternidad, ejemplos abundan. Muchos monstruos clásicos le entraron al
juego (La hija de Drácula, El hijo de Frankentein, El
hijo de la mosca, El hijo de Kong, El hijo de Godzilla),
al igual que otros más recientes, del ogro Shrek a Hellboy. Hasta el Hombre Araña y Supermán se suman a ese
selecto club. Pero el más memorable de los papás siempre será Anakin
Skywalker, mejor conocido como Darth Vader. La revelación que hace
a su mutilado hijo Luke (Mark Hamill)
en El
Imperio contraataca (Irvin
Kershner, 1980) es uno de los momentos más recordados de la cinematografía
occidental. “Luke, yo soy tu padre”.
Una tragedia griega en toda la extensión.
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