jueves, 12 de agosto de 2010

En esta esquina…

Una costumbre curiosa, casi morbosa, del ser humano es preguntarnos quién triunfaría en un combate entre dos conocidos, cuando más disímiles, mejor. Eso explica la proliferación de programas de la televisión cultural norteamericana donde, por ejemplo, un tiburón blanco se enfrenta a un cocodrilo, o donde un gladiador romano se bate en duelo contra un guerrero samurai, situaciones por demás imposibles. ¿Ocioso? Si duda. ¿Divertido? Indiscutiblemente.
Pensé en eso el otro día en que vi nuevamente –en la televisión- el encuentro entre dos monstruos indispensables de la década de los ochenta. Alien contra Depredador (Paul S. W. Anderson, 2004) se anunció desde la segunda entrega del cazador alienígeno (Depredador 2, Renny Harlin, 1990), cuando en los momentos finales de la cinta Danny Glover descubre el muro de trofeos del protagonista donde, en un lugar privilegiado, descansaba un cráneo del alien diseñado por Hans Rudi Giger para la película de Ridley Scott (1979).
Esto de los enfrentamientos, crossovers, o como quieran llamarle no es nada nuevo. Ya en 1943, en el ocaso de la llamada “época de oro” de las películas de horror, los ejecutivos de Universal Pictures decidieron reunir a dos de sus creaciones más famosas. El resultado fue Frankenstein contra el hombre lobo (Roy William Neill), donde sin duda el mejor elemento fue la espléndida historia de Curt Siodmak donde narraba un capítulo más de las aventuras del desafortunado licántropo Larry Talbot (Lon Chaney, Jr.), quien escuchó que un doctor de apellido Frankenstein podía librarlo de su maldición. En su lugar se encontró con su furioso hijo armado con partes de cadáveres. La fortuna económica que representó esta idea a los productores fue efímera, pues sólo aseguró el desgaste un género que tuvo que ceder su lugar a otro tipo de horror: el de la era atómica, representado en las dos bombas nucleares que los aliados arrojaron sobre Japón para terminar la Segunda Guerra Mundial. Precisamente el pueblo nipón, como un reflejo del episodio, tradujo al cine esta catástrofe en la forma de un reptil gigante llamado GojiraGodzilla para los cuates y las audiencias norteamericanas- (Ishiro Honda, 1954) que devastaba sin misericordia a las grandes ciudades del archipiélago y diezmaba a sus valerosos ejércitos. Esto significó el nacimiento de un popular subgénero que llamaron Kajigu eiga –o de monstruos gigantes- que prosperó y ganó una infinidad de adeptos. Pronto la idea de enfrentas a este coloso a su par occidental, con King Kong contra Godzilla (Honda, 1962) como fruto. Los voluminosos disfraces de látex son entrañables. Godzilla también se enfrentó a la polilla gigante Mothra en Godzilla contra Mothra (Honda, 1964). A ellos les siguieron un casi interminable desfile de monstruos del que seguramente podría dar mejor cuenta mi amigo Jorge Grajales, experto en cine oriental, pero haré mi mejor esfuerzo. Destaca la tortuga gigante Gamera, quien se enfrentó a una gran variedad de enemigos como en Gamera contra Gyasou (Noriaki Yuasa, 1967) o Gamera contra Guillon (Yuasa, 1969). Ya en el nuevo milenio debemos recordar el esperado combate entre Freddy Krueger y Jason Voorhies, estrellas de dos de las más populares franquicias de los años ochenta en Freddy contra Jason (Ronny Yu, 2003), batalla que no deja de recordaros a las películas de Bud Spencer y Terence Hill o a las caricaturas de Bugs Bunny.Más recientemente disfrutamos Monstruos contra aliens (Rob Letterman y Corad Vernon, 2009), delicia animada que rinde homenaje a clásicos como El mostruo de la laguna negra (Jack Arnold, 1954), La mosca (Kurt Neumann, 1958), La mancha voraz (Irvin S. Yeaworth Jr., 1958) y El ataque de la mujer de 50 pies (Nathan Juran, 1958).
En nuestro país brilla esa joya del incomprendido Juan Orol –el Ed Wood del cine nacional- titulada Charros contra Gángters (1948), donde insólitamente podía verse el Monumento a la Revolución Mexicana durante una persecución por las supuestas calles de Chicago. Mejor forma de recordar el centenario de esta gesta, imposible.

3 comentarios:

  1. Creo que ese morbo, bien podría explicar la mitad de los guíones telenovelescos de nuestra televisora del Ajusco.

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  2. Esos horrores son indecibles, King. De verdad me asustan. Saludos!

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  3. Ah, lo olvidaba!
    Ahora escribo desde aquí.

    http://tiraderomental.blogspot.com/

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