miércoles, 30 de diciembre de 2009

Sherlock Holmes, héroe de acción

Se que este tema es más propio de Testigos del Crimen, pero me tomaré la licencia. El pasado lunes 21 de diciembre apareció en la sección Kiosko del periódico El Universal este artículo de Nicolás Alvarado que puede constituir un estupendo entremés para ver la reinterpretación que el cineasta británico Guy Ritchie ha hecho del memorable detective creado por Arthur Conan Doyle. La cinta se estrenará el primer día de 2010. Tal vez sea una forma interesante de iniciar el año.
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Sherlock Holmes, héroe de acción
Nicolás Alvarado

LONDRES.— La idea misma se antoja perturbadora, si no es que absurda. Porque, cuando imaginamos a Sherlock Holmes, nos lo figuramos en interiores, y ocupado en la práctica del violín o entregado a complejas (y estáticas) cavilaciones. Porque su vestuario emblemático —el pesado abrigo a cuadros y esa gorra con visera que en inglés lleva el nombre de deerstalker ya sólo porque su función sería la protección de la cabeza del cazador de venados— parece poco propicio a movimientos bruscos, no digamos atléticos. Y porque su hábitat natural —el Londres aristocrático de la Inglaterra victoriana— se antoja más conducente a la ingesta de té con scones que a despliegues de acción heroicos. Cierto: Holmes sale a la calle con mayor frecuencia que Hercule Poirot o que Miss Marple, los sedentarios héroes de las más bien pedestres tramas detectivescas de Agatha Christie. Pero también es cierto que lo visualizamos más afín a ellos que a Sam Spade o a Philip Marlowe, los rudos paradigmáticos de la posterior novela negra estadounidense.
He aquí, sin embargo, que, de acuerdo a la literatura propagada por Warner Brothers en ocasión del próximo estreno de su versión fílmica de las aventuras del detective creado por Arthur Conan Doyle en 1887 —dirigida por Guy Ritchie y estelarizada por Robert Downey Jr.—, el Holmes literario sería, antes que nada, un hombre de acción (un experto en artes marciales y en boxeo, un conocedor del gran mundo pero también de los bajos fondos) y la cinta buscaría no tanto dinamitar el mito holmesiano originario como restituirlo al espíritu que le sería propio.
En la conferencia de prensa para la presentación de la película celebrada en Londres, a la que tuve oportunidad de asistir, el productor Joel Silver se esforzaría en culpar de la perversión del mito de Holmes a las versiones cinematográficas previas, particularmente al ciclo de 14 películas protagonizadas por Basil Rathbone entre 1939 y 1946, las más populares. De acuerdo a Silver, fueron estas cintas, y no las cuatro novelas y los 56 relatos canónicos de Conan Doyle, las que confinaron a Holmes a un mundo de salas de estar y drawing rooms, las que le dieron la apariencia de un señorito inglés hipoactivo, las que hicieron de su secuaz Watson (interpretado por el mofletudo y atildado Nigel Bruce, tan distante del Jude Law alerta y, sí, sexy al que Ritchie asignara el papel) una suerte de niño grande y torpe.
Tiene razón pero sólo a medias. Una relectura de Conan Doyle me lleva a concluir que los creadores de esta novísima Sherlock Holmes han hecho una interpretación correcta pero convenenciera del material. Si bien es cierto que todos los elementos que citan para apuntalar la identidad de Holmes como hombre de acción (y la de Watson como un aliado, si no brillante, cuando menos competente) están ahí desde un principio, lo cierto es que no constituyen sino ingredientes menores en la composición del personaje y en el atractivo de sus aventuras. ¿Holmes boxeador? En efecto, hay una mención de ello en Estudio en escarlata… pero apresurada y notablemente forzada. ¿Holmes bohemio? Watson menciona dos o tres veces, de pasada, una cierta tendencia a la extravagancia vestimentaria y un cierto desdén por el orden doméstico, pero rara vez se detiene en un asunto en modo alguno consustancial a la caracterización del héroe. ¿Holmes callejero y aventurero? Algo hay de eso en algunos de los relatos pero lo cierto es que lo que recordamos de Holmes —y lo único para lo que se antoja dotado ese Conan Doyle que no es sino un escritor mediocre— es su inteligencia deductiva y la deslumbrante (y a veces un pelín tramposa) aplicación que hace de ella. Por mucho (o más bien poco) que afane su cuerpo, el Sherlock Holmes de los libros es, ante todo, un hombre de palabras; así, se antoja, de entrada, particularmente poco susceptible de viajar con facilidad al cine, ese mundo de imágenes y, sobre todo, de hechos (es decir de acción). Las películas protagonizadas por Rathbone son, en efecto, mediocres: productos de serie B, con la apariencia de haber resultado anticuadas incluso en su tiempo. (O, como me dice el propio Silver en entrevista, “hace ya rato que Sherlock Holmes parecía algo manido: incluso cuando se filmaron las películas de los años 40, el material era ya percibido como viejo”.) Sin embargo, la calidad igualmente inocua de las aventuras literarias del detective —“Sherlock Holmes es, a fin de cuentas, sobre todo una actitud y algunas docenas de parlamentos inolvidables” sería la sentencia lapidaria de Raymond Chandler— hace del personaje y sus premisas materias singularmente adecuadas a la reinvención profana pero eficaz. En 1970, el subversivo Billy Wilder exploró, en La vida privada de Sherlock Holmes, las posibilidades cómicas de su neurosis obsesiva y el halo marginal de sus coqueteos con la cocaína y acaso con la homosexualidad (y es que su relación con Watson se antoja aún menos convencionalmente fraternal que la de Batman y Robin). En 1976, Herbert Ross llevó a la pantalla La solución del siete por ciento, que añade a los señalamientos incómodos de Wilder una osada intervención psicoanalítica —¡a manos de Sigmund Freud!—, de acuerdo a la cual el afán justiciero del detective derivaría (¡cómo no!) de un trauma infantil. Así, no debe escandalizar, y menos sorprender, que Guy Ritchie ofrezca ahora una visión cuando menos revisionista del mito y que, aunque parezca regodearse en la inclusión de detalles literarios marginales, termine por convertir a Holmes y a Watson en personajes en gran medida apartados de su identidad canónica.
Ritchie parecería una elección osada, si no es que incongruente, para la dirección de una película de época de gran presupuesto: la mayoría de sus cintas son historias íntimas del submundo londinense contemporáneo, filmadas con poco dinero, henchidas de posmodernidad y editadas al ritmo trepidante del videoclip. Sin embargo, al revisitar Lock, Stock and Two Smoking Barrels, Snatch y Rock’n Rolla antes de ver su Sherlock Holmes no podré sino concluir que conoce bien el mundo del crimen que es también el de Holmes y que su mezcla de atletismo e intelectualismo parece propicia a la reconversión del detective cerebral en héroe de acción (su recurso frecuente a la edición rápida combinada con cámara lenta se presta notablemente a la ilustración dinámica de los procesos mentales del detective). Una vez que haya yo visto la película, sin embargo, terminaré por pensar no sólo que Ritchie es bueno para Holmes sino que Holmes es buena —es decir a un tiempo congruente y liberadora— para Ritchie.

La fascinación por los detectives
Una de las películas menos conocidas de este director —pero acaso su mejor— es Revólver, cinta que parte de su habitual premisa gangsteril para exponer una compleja teoría sobre la voluntad y el control mental, influida no sólo por su práctica entonces vigente de la Cábala sino por el psicoanálisis. En Revólver Ritchie hace mutar su universo posmo / cockney / hyper de mero entretenimiento en metáfora metafísica. Y he aquí que en Sherlock Holmes, aun si bajo los ostentosos aparejos de la superproducción hollywoodense, nos ofrece el exacto reverso de la moneda. La cinta, que en lugar de adaptar alguno de los relatos holmesianos toma elementos de varios —“Sentimos que necesitábamos desarrollar una nueva trama para dar a la película el rango que necesitaba”, me confesará Susan Downey, coproductora de la película y esposa de su protagonista—, postula como antagonista de Holmes a Lord Blackwood (Mark Strong), un villano acaso redolente del universo de James Bond (su objetivo, como el de Blofeld bondiano, es sabotear el imperio británico y dominar el mundo) pero que echa mano de la superstición y la magia para obrar sus maldades. Su derrota, entonces, equivaldrá a la de la superchería y, para sorpresa de los seguidores de Ritchie, al triunfo de la razón.
Suponiendo que el cambio de cosmovisión obedecería a su divorcio de Madonna —Ritchie ha abandonado las prácticas cabalísticas tras ser abandonado él mismo por su esposa—, cuestiono al director al respecto. Su respuesta, sin embargo, se revela más compleja y rica, asaz reveladora de su verdadera visión artística. “No creo que Sherlock Holmes y Revolver sean películas necesariamente antitéticas”, me dirá. “En cierto sentido, funcionan como Watson y Holmes: una representa la mente racional y la otra la mente, digamos, salvaje… Aunque Holmes es percibido como el gran empiricista, cuando la lógica queda fuera de contexto se desmorona —deja de ser lógica en el sentido primigenio del término— y de ahí deriva una gran cantidad de preguntas filosóficas. El hecho de que nos atraigan tanto los detectives parece apuntar a algo que bulle en nuestro interior y que busca aprehender las grandes verdades o los grandes misterios que conforman la vida o la razón. Ignoro cuál sea la manera de acceder a esa verdad, pero creo que el hecho mismo de que nos planteemos preguntas nos hace interesantes; así, el hecho de que Sherlock Holmes tenga una mente inquisitiva produce una resonancia en cualquiera”. Puesto en palabras llanas, Sherlock Holmes se insertaría en la filmografía del director como otra manera de plantear(se) preguntas que acaso no tengan respuesta pero que estimulan no sólo su creatividad sino nuestro interés.
Esto no es sino mero subtexto. Iconoclasta y entretenidísima, Sherlock Holmes funciona, sobre todo, en sus propios términos, es decir como divertimento masivo pero inteligente, enriquecido no sólo por las actuaciones competentes de Downey, Law y Strong sino por su magnetismo estelar. No hay gorra con visera ni “Elemental, mi querido Watson”, no hay largos monólogos explicativos ni (demasiada) flema británica. Lo que hay, para regresar a Chandler, es “la aventura de un hombre en busca de una verdad oculta, que no sería aventura si el hombre en cuestión no fuera, en esencia, un hombre de aventura”. Eso es buena literatura detectivesca, dice Chandler. Y buen cine de acción, digo yo.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Mi contribución a las fiestas

Lo publiqué anteriormente, pero helo aquí de nuevo.
¡Feliz navidad!

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Querido Santa...
Roberto Coria

Muchos curiosos se congregaron frente a la casa de los Castañeda aquella noche. Había una gran movilización policiaca en torno al inmueble, con agentes entrando y saliendo de él frenéticamente. Los reporteros de los programas amarillistas permanecían a la expectativa, esperando cazar alguna información sobre el macabro suceso que había ocurrido en el lujoso vecindario. Dos helicópteros, uno de una televisora y otro de una estación radiofónica, sobrevolaban el lugar como modernos buitres rondando un cuerpo putrefacto.
Arribé al lugar en mi autopatrulla y descendí de él. Eché un rápido vistazo y me abrí paso con dificultad entre la multitud. Mostré mi identificación a un policía uniformado –detective Serrano- y crucé la cinta amarilla que advertía en grandes letras negras “Escena del crimen. No pasar”. Avancé por el jardín y observé a dos empleados del Servicio de Protección a Animales conduciendo afablemente a seis renos hacia una camioneta azul. Los animales lucían inconsolables, lo cual confirmaba el fatal acontecimiento. No podía creer que algo así pudiera suceder jamás. Comprendí por qué el Jefe me había arrancado del festejo familiar en plena madrugada y comisionado la resolución del caso. Este era sin duda el caso más singular que atendería en toda mi carrera. Saludé a otro uniformado y penetré por fin en la casa.
Desde el pasillo observé el comedor y me percaté que sobre la mesa descansaban los restos de un enorme pavo, flanqueados por elegantes cacerolas de plata. Giré y a mi derecha distinguí el amplio salón donde se concentraba toda la actividad policial. Crucé el umbral y esquivé a un fotógrafo que se colocaba a ras de piso captar con su cámara un casquillo de bala rodeado por un círculo trazado con gis. Concentré entonces mi atención en el cuerpo inerte que descansaba en el suelo, en decúbito dorsal, al lado de un frondoso árbol de navidad derribado. Era el cadáver de un individuo rechoncho y de gran tamaño. Vestía un traje de paño color rojo con blanco, un cinturón con una enorme hebilla dorada y unas lustrosas botas negras. Poseía una espesa barba plateada. Tenía tres orificios de bala en su cabeza, de cuyas salidas manaba un oscuro chorro de sangre que había formado ya un lago de considerable tamaño y escurría hacia el hogar de la chimenea. A escasos centímetros reposaban en el suelo dos casquillos más, justo al lado de un gran saco de regalos. Muchos niños pasarán una navidad muy triste. En la pared había salpicaduras violentas de sangre, pelos grises y fragmentos de cerebro manchando el fino papel tapiz. Me dirigí al Técnico en Criminalística e intercambiamos comentarios. El experto me informó que la temperatura del cadáver era inferior a la corporal y que habían comenzado a formarse livideces. No tenía más de tres horas de haber sido asesinado. Un especialista en Química recogía muestras del fluido hemático, tanto del suelo como de la pared, mientras un Perito en Planimetría dibujaba un detallado diagrama del la escena del crimen. Dos empleados, con una camilla, esperaban indicaciones para trasladar el cuerpo hasta el anfiteatro de la demarcación para proseguir con su estudio.Esto parecía ser todo; había visto el lugar de los hechos.Ahora era el turno de interrogar al probable responsable del delito.

***
Todos salieron por fin del reducido salón de muros grises.Comenzaba a sentirme exasperado por las preguntas agresivas de los detectives y por el llanto afligido de mi mamá, quien se recriminaba por haberme dejado solo después de la cena para ir a dar el abrazo navideño a los tíos de mi papá. Sé que una vez superado todo lo ocurrido mi padre me propinará una buena tunda, pero eso no me importa. En unas cuantas horas estaré libre; los abogados de papá están haciendo todo tipo de gestiones en mi favor en este preciso momento. Para mi buena suerte papá es un hombre acaudalado. Tengo todos los ases bajo la manga. ¿Seguramente se preguntan por qué lo hice, no es así? ¿Alguna vez han despertado la mañana de navidad, ilusionados, con el corazón palpitante de alegría, y bajado las escaleras a toda prisa en busca de los soldados y artefactos bélicos que habían solicitado en su cartita, solo para descubrir un estúpido juego de memoria, una enciclopedia para la computadora o un suéter estampado con muñequitos de Plaza Sésamo? ¿O han regresado a clases y visto en el recreo a sus compañeros de la escuela jugar con sus juguetes favoritos –que sí les había traído el Gordo- mientras ustedes solo se limitaban a ver?No puedo explicarme el porqué Santa no complacía mis peticiones. Sé bien que no soy el mejor ejemplo de buena conducta, y que alguna vez un psicólogo aseguró que soy agresivo y antisocial, pero tengo calificaciones muy por encima del resto de los niños de mi grupo.La gota que colmó el vaso se derramó el año anterior, cuando por fin encontré bajo el árbol el video juego que tanto anhelaba. Mi felicidad no duró mucho, pues veinticuatro días después el aparato desapareció misteriosamente. Mis papás me dijeron que Santa se lo había llevado de regreso porque había golpeado a dos niños en mi escuela.Mi resentimiento se acumuló los siguientes 341 días.Ahora estoy aquí, encerrado en una sala de interrogatorio de la Delegación de policía, mientras afuera los adultos deciden mi suerte. Pero yo, Aldo, a mis escasos 10 años de edad, soy más listo que todos ellos. Jamás encontrarán la flamante pistola Pietro Beretta 9 mm. que sustraje del estudio de mi papá. La compró clandestinamente y las autoridades nunca podrán rastrearla. Después de utilizarla la escondí meticulosamente en el jardín, bajo la casa de mi perro Kaiser, y nadie se aproximará ahí sin correr el riesgo de que mi fiel pastor alemán le devore un brazo. Es el perfecto escondite hasta que vuelva a necesitarla. Sé también, con toda seguridad, que las pruebas de Harrison y Walker que me practicaron, que se usan para buscar residuos de pólvora en manos y ropa, serán negativas. Usé los guantes con que Jacinta limpia la estufa y me cambié convenientemente de pijama después de disparar en tres ocasiones a la cabeza de Santa. Es sorprendente lo que se puede aprender si uno ve programas de televisión como “La Ley y el Orden” o “Detectives médicos”.
Aún puedo ver el rostro sorprendido del Gordo, quien había bajado dificultosamente por la chimenea y se disponía a tomar la cartita que le dejé bajo el árbol, cuando salté de detrás del sillón con el arma en las manos y abrí fuego.Solo es cuestión de esperar. No tienen suficientes pruebas en mi contra, y la ley dice que si no hay pruebas contundentes contra ti ¡eres libre! Las leyes son maravillosas. Tal vez decida estudiar Derecho Penal, pero para eso faltan ocho o nueve años. Debo concentrarme en asuntos más importantes e inmediatos.Tengo que escribir otra cartita.
Solo faltan once días para ajustar viejas cuentas con Melchor, Gaspar y Baltazar.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

El tapiz del vampiro

Como antecedente notable de Vampire, the masquerade, Susie McKee Charnas se aventuró más allá en su serie de relatos compilados como The vampire tapestry (1986). La autora nos presenta a un vampiro completamente diferente del que conocemos y, más allá, pretende dar una explicación biológica de su ser. Weyland, el vampiro que se hace pasar como un respetable y excéntrico profesor universitario que investiga trastornos del sueño, nos habla de su naturaleza:
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El vampiro corpóreo, de existir, sería por definición el mayor de todos los depredadores, dado que estaría viviendo en lo más alto de la cadena alimenticia. El hombre es el animal más peligroso, el que devora o destruye a todos los demás, y el vampiro tiene al hombre por presa. Cualquier vampiro inteligente decidiría evitar los riesgos inherentes en el ataque a los seres humanos consumiendo la sangre de animales inferiores, si le fuera posible; por lo tanto, debemos suponer que nuestro vampiro no puede hacer tal cosa. Quizá la sangre animal sea capaz de ayudarle a subsistir durante un tiempo, igual que el agua de mar puede mantener con vida a un náufrago durante unos cuantos días, pero no puede reemplazar de forma permanente el agua dulce para beber. La humanidad seguiría siendo el ganado del vampiro, aunque resultaría un ganado bastante peligroso y difícil de tratar, y allí donde viva ésta debe vivir él.
En el mundo antiguo, escasamente poblado, tendría que permanecer junto a una ciudad o aldea para asegurarse su provisión de alimento. Tendría que aprender a vivir con el mínimo posible, quizá medio litro de sangre al día, dado que le resultaría incómodo ir dejando un rastro de cadáveres sin sangre y no podría esperar pasar desapercibido si lo hiciera. Periódicamente, debería marcharse para su propia seguridad y para darles a los habitantes del lugar tiempo en el que se recobrase de sus depredaciones. Un sueño que durara varias generaciones le proporcionaría una población ignorante e intacta situada en el mismo lugar. Debe ser capaz, por tanto, de hacer más lento su metabolismo, de inducir en sí mismo y en forma natural un estado de animación suspendida. La movilidad en el tiempo se convertiría, pues, en su alternativa a la movilidad del espacio.
Durante esos largos periodos de reposo es posible que al haberse vuelto más lentas las funciones corporales del vampiro le sirva para prolongar su vida; y lo mismo podría ocurrir al tener que subsistir durante largos periodos, despierto o dormido, al borde del hambre. Sabemos que una alimentación mínima produce una sorprendente longevidad en algunas otras especies. Una vida larga sería una alternativa más que deseable a la reproducción; floreciendo en su grado máximo cuanto menor fuera la competencia, el gran depredador no sentiría deseo alguno de engendrar sus propios rivales. Por lo tanto, no podría ser cierto que su mordisco convirtiera a sus víctimas en vampiros, como él mismo... [...]
Los colmillos son demasiado fáciles de ver y no resultan suficientes para chupar la sangre. Los caninos grandes y afilados han sido diseñados para desgarrar la carne. Algunas versiones polacas de la leyenda vampírica podrían acercarse más al blanco: hablan de alguna especie de ingenio punzante, quizá una aguja en la lengua semejante al aguijón de los insectos, la cual segregaría una sustancia anticoagulante. De ese modo, el vampiro podría pegar los labios a una herida mínima y sorber libremente la sangre de ella, en vez de estar obligado a desgarrar grandes y antieconómicos agujeros en su infortunada víctima. [...]
¿El vampiro dormiría en un ataúd? Ciertamente que no. ¿Lo haría usted si se le permitiera escoger? El vampiro corpóreo necesitaría un acceso físico al mundo, algo que todas las costumbres funerarias tienen por objeto evitar. Podría retirarse a una cueva o descansar en un árbol igual que merlín o que Ariel en su arbusto, suponiendo siempre que le fuera posible encontrar un árbol o una curva que estuviera a salvo de los amantes de la naturaleza y las excavadoras de las promotoras inmobiliarias. Encontrar un sitio donde descansar durante largo tiempo de forma segura es un problema obvio para nuestro vampiro en los tiempos modernos. [...]
Dado que en nuestra hipótesis hablamos de un ser natural y no de uno sobrenatural, envejece pero con mucha lentitud. [...]
Los hombres primitivos que encontraran por primera vez al vampiro no serían conscientes de que ellos eran productos de la evolución, y mucho menos de que también él lo era. Crearían historias para explicar su existencia e intentar controlarlo. En los primeros tiempos es posible que él mismo creyera en algunas de esas leyendas: la bala de plata, la estaca de roble, [el ajo, la cruz]...Cuando despertara para encontrarse en una era no tan crédula, abandonaría tales nociones, al igual que lo habían hecho todos los demás. Es posible que incluso llegara a sentir un apasionado interés, con el tiempo, hacia sus orígenes y evolución. [...]
En la naturaleza, los depredadores no se permiten el lujo de esas tristezas y melancolías románticas que los seres humanos les atribuyen. Nuestro vampiro no tendría tiempo para la melancolía. A cada nuevo despertar tiene más cosas que aprender.

Máscaras y vampiros

El vampiro debe actualizarse para conservar su capacidad de atemorizarnos, no bastan reinterpretaciones para jóvenes lectores. Un vampiro adaptado a nuestra época es presentado por Mark Rein Hagen en el prólogo de su exitoso Vampire, the Masquerade, cimiento del popular juego de rol que se ha erigido como una de las más elaboradas propuestas para explicar la estructura y entorno del monstruo, lo que Guillermo del Toro calificara como biología vampírica. Esta obra, lejos de su valor como forma de entretenimiento, es una excelente pieza de narrativa, recomendable para todo estudioso del tema. A continuación reproduzco la parte donde uno de estos seres explica su fisiología a una joven mujer que está por recibir el Beso oscuro.
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No obstante que nuestra apariencia exterior se asemeja mucho a la de los vivos, hay algunos de nosotros que insistimos en que el Cambio transforma a su sujeto en otras especies –Homo Sapiens Sanguineus, Homo Sapientissimus y Homo Vampiricus ya han sido adoptados como nombres para esta nueva raza...
Los grandes cambios físicos son temas de todos conocidos, por lo cual hemos dejado que permanezcan en el dominio de la ficción popular. Los dientes caninos son en efecto largos y puntiagudos, adecuados para desgarrar y posteriormente succionar la sangre. Sin embargo, alcanzan su extensión total sólo en el instante del ataque, mientras que en otras ocasiones se mantienen retraídos en las encías gracias a la contracción de un tejido flexible en su base. De otra manera, se dificultarían el habla y la secreción de saliva. Algunos, de un clan decadente, carecen de los medios para contraer sus colmillos y resultan fácilmente identificables.
Para alimentarnos, básicamente necesitamos morder, retirar los colmillos de la herida y comenzar a beber. Si lamemos la herida después de beber, no quedará ningún rastro de ella. De hecho, si lamemos cualquier herida que hayamos causado con nuestras garras o colmillos, podemos curarla completamente.
Nuestra piel, como la del vampiro cinematográfico, se encuentra invariablemente pálida. Se debe, en parte, a nuestra aversión a la luz del día, pero también a nuestro permanente estado de muerte. Darüber noch später (Sobre eso, más tarde).
Nuestro apetito está motivado por la subsistencia, de ello no puede caber duda. De tal hecho, y de amargas experiencias con los alimentos que más he disfrutado en mis tiempos mortales, parece que las entrañas de un vampiro han perdido su facilidad para la digestión. Pocas veces se ve a un vampiro sobrado de peso, y casi todos descubren, después del Cambio, una nueva esbeltez. Al no ser requeridos, presumiblemente los órganos se atrofian.
El cuerpo del vampiro permanece como estaba en el instante de la muerte. El cabello y las uñas continúan creciendo durante algunos días, como lo hacen en un cadáver fresco, pero eso es todo. Si deseo que mi pelo o mis uñas sean mas cortos, debo cortarlas cada tarde después de levantarme. Conjeturo que el cuerpo de los vampiros está en realidad muerto, y detenido en su proceso degenerativo sólo por el poder del Cambio. La piel se vuelve un poco más tirante sobre los huesos, como les sucede a los muertos recientes.
Los pulmones de un vampiro ya no respiran –aunque muchos han aprendido a fingir la respiración para andar entre los vivos- porque la sangre fresca de la presa provee la pequeña cantidad de oxígeno necesaria para mantener en actividad los tejidos muertos. Sólo un vampiro joven o inexperto toma sangre de la vena yugular, donde casi se halla al fin de su viaje y llena de impurezas; es preferible la sangre de la arteria carótida, limpia y plena...
Así como los pulmones ya no respiran, el corazón ya no late. De algún modo, la sangre de la presa se difunde a través del cuerpo por un proceso de ósmosis, en lugar de fluir por las venas y arterias. Esto puede verse en el hecho de que cuando un vampiro llora –lo cual en verdad hacemos, y con más frecuencia de lo que un mortal supone- las propias lágrimas son de sangre. Si se corta la garganta de un vampiro, se encontrarán las venas vacías. La clausura y el atrofiamiento de los vasos sanguíneos más próximos a la piel es otra causa de la pálida complexión que caracteriza al vampiro, aunque en el instante posterior a que un vampiro se alimenta es posible ver un tinte rosáceo.
La sangre de la presa...parece tener algunas propiedades notables. Somos capaces de sanar de nuestras heridas con una rapidez asombrosa. Aún sentimos dolor y un reflejo envía sangre al área afectada; tal como ocurre con los vivos, la sangre se difundirá en el tejido afectado y alcanzará una coloración púrpura. La excepción a esta regla es la estaca tan querida por escritores y cineastas. Esta causará un cierto estado de trance o parálisis, pero no provocará la muerte. Por qué ocurre esto no lo sé, pues el corazón ya no late y no es necesario bombear el flujo sanguíneo. He escuchado varias explicaciones míticas a este fenómeno, pero confieso mi incapacidad para explicarlo racionalmente.
El cuerpo ya no produce ni regenera su propia sangre, y depende por completo de la presa para la obtención de sangre fresca y los nutrientes que la ciencia ha encontrado en ella. Algo en la sangre...merced al Cambio, estimula la llama de la Vida y evita su terminación, pero para impedirla se necesitan regulares infusiones de sangre fresca. Y cuando un vampiro es destruido, la degeneración es asombrosamente rápida, como si el Tiempo cobrara la deuda de décadas o siglos. Nada queda sino polvo, por lo cual resulta imposible un estudio anatómico y mucho hay que dejarlo a la conjetura.
Somos capaces de curar nuestras heridas mediante la sangre con la cual nos alimentamos. Podemos utilizarla para regenerar miembros y órganos, con el tiempo y el espacio necesarios. La regeneración nos devuelve siempre al estado físico que teníamos en el instante de morir, incluyendo el largo del cabello, la forma del rostro, el peso –todo. Cuando el cuerpo resulta herido, se regenerará a partir del mismo molde una y otra vez. Ya estamos muertos, y por lo tanto no podemos morir excepto por obra de las fuerzas de la vida. El Sol eterno y la llama primigenia.
Queda sólo una última cuestión in re corporis, un tanto lasciva, que trataré de responder con la mayor delicadeza posible. A través de la tradición popular, el vampiro se ha convertido en una de las más poderosas figuras románticas –y más que románticas-. Si bien el acto amoroso es físicamente posible para el vampiro de cualquier género, los impulsos asociados y los estímulos han muerto junto con la carne. Con un esfuerzo de la voluntad podemos hacer que vuelvan todos estos impulsos, obligando a la sangre a dirigirse a áreas determinadas, del mismo modo en que curamos una herida, pero eso es todo. El éxtasis del Beso reemplaza cualquier otra necesidad dentro de nosotros. La sangre es el único objeto de nuestro deseo.
Vivir como vampiro es vivir con el horror...El Ansia nunca puede ser plenamente saciada. La llamamos Ansia, pero el término es lamentablemente inadecuado. Los mortales conocen el hambre, incluso la inanición, pero eso no es nada. El Ansia reemplaza a casi cualquier otra necesidad, cualquier otro impulso conocido por los vivos –comida, bebida, reproducción, ambición, seguridad- y es más urgente que una combinación de todos.
Más que un impulso, es una droga, a la cual nacemos con una desesperanzada adicción. Al beber sangre no sólo garantizamos nuestra sobrevivencia, sino experimentamos un placer más allá de cualquier descripción. El Ansia es un éxtasis físico, mental y espiritual que ensombrece todos los placeres de la existencia mortal.
Ser un vampiro es estar atrapado por el Ansia. Tal es la paradoja de nuestra vida. Es la maldición de mis semejantes.
Toma mi brazo, querida. ¿Todavía no tienes miedo?
Deberías.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Vampiros en habla hispana

En el pasado reciente hablé de la estupenda antología Ajuar funerario (Páginas de espuma, 2004) del escritor peruano Fernando Iwasaki. Del libro les presento, con la amable autorización del autor, su aportación a la literatura vampírica, ejemplo de la minificción en habla hispana. Confirma una máxima: la historia de vampiros de calidad no requiere imprescindiblemente de etiquetas para referirse al monstruo.
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Monsieur le revenant
Fernando Iwasaki

Todo comenzó viendo televisión hasta la medianoche, en uno de esos canales por cable que sólo pasan películas de terror de bajo presupuesto. Luego vinieron el desasosiego y los bares de mala muerte, las borracheras vertiginosas y las cofradías siniestras de la madrugada. Por eso perdí mi trabajo, porque dormía de día hasta resucitar en la noche, insomne y hambriento.
No es fácil convertirse en un trasnochador cuando toda la vida has disfrutado del sol y de los horarios comerciales, pero la noche tiene sus propias leyes y también sus negocios. Así caí en aquella mafia de hombres decadentes y mujeres fatales. Malditos sean.
Siempre regreso temeroso de las primeras luces del alba para desmoronarme en la cama, donde despierto anochecido y avergonzado sobre vómitos coagulados. Tengo mala cara. Me veo en el espejo y me provoca llorar. Lo del espejo es mentira. Lo de los crucifijos también.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Drácula a la americana

Stephen King, uno de los autores contemporáneos más vendidos y exitosos, equivalente al horror de una Big Mac con queso –en palabras de un respetado experto-, escribió en su primera época una historia que puede resumir su trama en cinco palabras: Drácula viaja a Estados Unidos. Esto no demerita en forma alguna el resultado de la novela de 1975 La hora del vampiro (o El misterio de Salem´s Lot, según nuevas ediciones). En ella un señorial vampiro europeo, Kurt Barlow, pretende apoderarse de Jerusalem´s Lot, un pintoresco pueblo de Maine. Para impedirlo un atormentado escritor –como en muchos relatos de King- conforma un ecléctico equipo de cazadores de vampiros que incluye a un sacerdote alcohólico, un profesor de secundaria, un incrédulo galeno y un niño detentor de la fantasía –como ocurre en muchas otras historias de King-. También hay una damisela en peligro: Susan, un antiguo amor del héroe. El enemigo dista mucho del nosferatu de piel azul y exasperante mutismo que conocimos en la adaptación televisiva de Tobe Hooper (1979). Está mejor representado en el remake de Mikael Salomon (2004) por el otrora androide Rutger Hauer, modelo e inspiración para Anne Rice y su Lestat de Lioncourt. A continuación reproduzco la carta que el vampiro dejó a sus perseguidores cuándo éstos creyeron haberlo acorralado, misiva que confirma la compulsión por escribir de algunos hijos de la noche. Nótese la traducción española de Marta Guastavino.
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4 de octubre

Estimados y jóvenes amigos:
¡Qué amable de vuestra parte haber venido por aquí!
No soy en modo alguno adverso a la compañía, que ha sido uno de mis más grandes placeres durante una vida larga y, con frecuencia, solitaria. Si hubierais venido por la noche habría tenido el mayor placer de recibirlos personalmente. Sin embargo, como sospechaba que podríais preferir haceros presentes durante el día, me pareció mejor no estar.
Os he dejado una pequeña prenda de mi aprecio; alguien muy próximo y querido para uno de vosotros está ahora en el lugar donde yo pasaba mis días hasta que decidí que otro refugio podría resultarme más simpático. Es una muchacha encantadora, señor Mears, muy apetitosa, si me permite usted la pequeña broma. Como ya no la necesito, os la he dejado para que con ella os vayáis entusiasmando para lo que vendrá después. Para abriros el apetito, si os parece. Así veremos qué tal os sienta el aperitivo antes del plato fuerte que esperáis hallar, ¿verdad?
Jovencito Petrie, tú me privaste del servidor más fiel y más ingenioso que haya tenido jamás. De manera indirecta, hiciste que yo me convirtiera en causante de su ruina, al dar motivo para que mis propios apetitos me traicionaran. Indudablemente, le atacaste por la espalda. Me causará un gran placer vérmelas contigo. Aunque creo que empezaré por tus padres, esta noche… o mañana por la noche… ya veremos. En cuanto a ti, entrarás a integrar el coro de niños de mi Iglesia como castratum.
Respecto del Padre Callahan… ¿así que le persuadieron de que viniera? Me lo imaginaba. Desde mi llegada a Salem´s Lot le he observado con cierto detenimiento… como un buen jugador de ajedrez estudia las partidas de su contrincante, ¿no es eso? Sin embargo, ¡la Iglesia católica no es el más antiguo de mis contrincantes! Yo era ya viejo cuando ella era joven, cuando sus miembros se ocultaban en las catacumbas de Roma y pintaban peces en el pecho para poder distinguirse entre ellos. Yo era fuerte cuando ese estúpido club de comedores de pan y bebedores de vino que veneran al salvador de las ovejas era débil. Mis ritos eran milenarios cuando los ritos de su Iglesia aún no habían nacido. Pero nada subestimo. Conozco los caminos del bien tanto como los caminos del mal. Y no estoy saciado.
Y os venceré. ¿Cómo, preguntáis? ¿Acaso Callahan no lleva el símbolo de la Blancura? ¿Acaso él no se mueve de día tanto como de noche? ¿No hay encantamientos y pócimas, tanto cristianos como paganos, de los que mi excelente amigo Matthew Burke os ha puesto al tanto para defenderos de mí y de mis compatriotas? Sí, sí y sí. Pero yo he vivido más tiempo que vosotros. Yo no soy la serpiente, soy el padre de las serpientes.
Así y todo, decís, esto no es bastante. Pues claro que no lo es. Finalmente, “padre” Callahan, quiero decirle que usted solo se destruirá. Su fe en la Blancura es blanda y débil y cuando habla de amor se trata de una presunción de su parte. Sólo cuando habla de la botella está bien informado.
Mis buenos, excelentes amigos –señor Mears, señor Cody, jovencito Petrie, padre Callahan-, disfrutad de vuestra estancia. El Médoc es excelente; me lo procuró especialmente el difunto propietario de la casa, de cuya compañía personal jamás llegué a disfrutar. Os ruego que os consideréis mis invitados y bebáis, si aún os quedan ánimos para hacerlo cuando hayáis terminado vuestra tarea. Ya volveremos a encontrarnos, en persona, y en ese momento os daré mi enhorabuena en forma mucho más personal a cada uno.
Hasta entonces, adiós.
Barlow.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una segunda oportunidad para Drácula, tercera y última parte.

Si es indignante que te califiquen como plagiario (cuando no lo eres), es doblemente ofensivo que cuestionen tu capacidad literaria en un planteamiento de ficción. Y en todos los ámbitos. Así hicieron Dacre Stoker e Ian Holt en la secuela oficial de Drácula, cuando refirieron que Bram Stoker simplemente llevó a la letra impresa la narración que Abraham Van Helsing le hizo como un intento de alcanzar la inmortalidad y prevenir al mundo de la existencia de los no muertos –en un principio los autores lanzaron la pista que apuntaba a un alcoholizado y seguramente drogado Jack Seward-. Bram Stoker no tiene la talla de otros escritores de su época, pero es un eficaz narrador de historias de horror que nos ofreció obras ejemplares del género. Su amor por el pasado, el folklore y la historia de su país son evidentes en las exhaustivas investigaciones que cimentaron su creatividad. Alguna vez escuché que toda obra maestra es autoría de un escritor formidable. Nada más justo en el caso del señor Stoker. Su narrativa es muy superior en calidad e ingenio a un producto comercial que busca aprovechar un poco del fenómeno Crepúsculo. Concluí mi lectura de Drácula, el no muerto por dos razones: persistencia y hacerme de elementos críticos para establecer si es una aportación valiosa al subgénero.
El crítico gastronómico Anton Ego, personaje de la entrañable cinta Ratatouille, dijo: “no cualquiera es un gran artista, pero un gran artista puede provenir de los lugares más insospechados”. Dacre Stoker no es un escritor profesional, es un maestro de educación física. Y no lo digo despectivamente. No percibo un auténtico interés artístico detrás de su obra, simplemente aprovechó su apellido y el legado de su ancestro, con resultados pobres, irrespetuosos e indignantes. Pero sin duda los económicos serán abundantes.
Sobre el previsible y decepcionante desenlace de la novela –que incluye romances inconclusos, líneas memorables de una popular space opera y el trágico viaje de un afamado trasatlántico- evito revelar detalles. Drácula, el no muerto sería remotamente disfrutable si se leyera como una historia alternativa, no como una secuela. A este respecto son mil veces más interesantes Drácula desencadenado de Brian Aldiss y El año de Drácula de Kim Newman.
Me acompaña la edición de Conaculta de la novela canónica mientras escribo estas líneas. Iniciaré mi enésima relectura como una forma de purificación y un tributo a la memoria de un autor al que debo tanto.
Una pregunta para poner punto final a este tópico: ¿alguien sabe si la secuela oficial de Peter Pan sufrió el mismo miserable destino?

lunes, 7 de diciembre de 2009

Noticias del imperio (de los vampiros)

Guillermo del Toro busca con su novela mostrar la maldad del ser humano

(AFP) GUADALAJARA, México — El cineasta y escritor mexicano Guillermo del Toro dijo que su novela 'Nocturna', que coescribió con Chuck Hogan, intenta rescatar la imagen aterradora del vampiro, distanciándose de la ideal de vampiro romántico que impera actualmente en libros y películas. De hecho "los vampiros de 'Nocturna' son tan adorables como una hemorroide asesina", se burló el director de películas como 'El laberinto del Fauno', en una presentación en la Feria del Libro de Guadalajara (en el centro de México), el mayor evento editorial del mundo hispano, ante un auditorio desbordado de estudiantes."Un vampiro, actualmente, es más bien la encarnación de la otra vertiente principal del mito vampírico, que es mito romántico; el vampiro que se vuelve como el niño malo con el que las chicas sueñan, que va a la ópera o que es vegetariano, sensible y adorable".Del Toro dijo que la idea de la novela era contrastar los actos brutales y voluntarios de maldad del ser humano con los actos brutales biológicamente compulsivos del vampiro. Queríamos "tratar de decir de alguna forma que aún con estos monstruos la maldad más profunda viene del ser humano".'Nocturna' forma parte de la llamada 'Trilogía de la Oscuridad', cuyos dos otros títulos, 'Oscura' y 'Eterna', saldrán a la luz en los próximos dos años.El mexicano, que reside en Los Ángeles (al oeste de Estados Unidos), explicó que en la primera novela querían reformular la anatomía y la biología vampírica, en la segunda empezaron a reconfigurar lo mítico y espiritual y en la tercera quisieron presentar una reformulación total del origen del vampiro.

Memoria vampírica

El pasado 20 de noviembre el diario Reforma publicó una sección especial en su suplemento Primera Fila con motivo del estreno de Luna nueva, la secuela del fenómeno Crepúsculo. Una de las personas tras la idea de vindicar al vampiro fue Mario Abner Colina, quien platicó con numerosos conocedores del tema y amablemente compartió conmigo -y ustedes- su exhaustiva investigación. Vale mucho la pena. Hela aquí.


Son leyenda
Mario Abner Colina

"¡Bienvenido a mi casa! ¡Entre libremente y por su propia voluntad", invitó el Conde Drácula a Jonathan Harker.
Atemorizado, el joven notario inglés traspasó el umbral del oscuro castillo transilvánico en Drácula, la novela de Bram Stoker. Y como él, millones de lectores, temerosos y excitados, por propia voluntad, han aceptado y siguen aceptando la tenebrosa invitación que los vampiros literarios les hacen. ¿Pero por qué?
"El vampiro transmite la idea de la juventud eterna, de la no corrupción de la carne, salir de cacería, y de, básicamente, pasarla bien de noche. Eso resulta atractivo más allá de las épocas y más allá de la literatura", señala el crítico y escritor argentino Rodrigo Fresán.
Inmortal más allá de todo rayo de sol, crucifico, estaca o agua bendita con que se le combata, el vampiro hizo su aparición en el folclor de distintas civilizaciones europeas, asiáticas y americanas, gracias a mitos como el de lilith, los súcubos o las lamias.
Su poder, incluso, logró hacerse de un espacio en mentes como Voltaire, Rousseau, o el benedictino Dom Augustine Calmet, quien aventuró un tratado sobre los vampiros. ¿Meras superticiones?
"Los vampiros existen para quienes creemos en ellos", señala Vicente Quirarte, autor del ensayo de culto Sintaxis del vampiro. "El vampiro se alimenta de nuestra imaginación y nosotros de su mito poderoso y creciente".
El siglo 19 fue el siglo del estallido de la sed vampírica. Primero con poemas como El gaiour (1813) de Lord Byron, y después, en prosa, con El vampiro (1819) de John William Polidori, asistente a la legendaria reunión de escritores en Villa Diodati, donde también nacieron seres como Frankenstein, de Mary Shelley.
"Con Polidori el vampiro adquiere el aire de seductor. Fríos ojos grises, fascinante, terrible", apunta el especialista en literatura de horror Roberto Coria.
Varney, el vampiro (1845-1847), atribuido a James Malcolm Rymer, inauguró la imagen del vampiro introduciéndose en la habitación de la doncella. Y el erótico Carmilla (1872), de Joseph Sheridan Le Fanu, hizo de una mujer, por vez primera, la asesina sedienta de sangre.
Pero apenas eran bosquejos del terror. A punto de que muriera el siglo 19, fue un irlandés de nombre Bram Stoker quien dio vida al punto de referencia para siempre, Drácula (1897).
Argumentaciones científicas, trama ubicada en fechas contemporáneas, e inspiración en el personaje histórico real Vlad Tepes, fueron algunos de los elementos que hicieron del libro, aún hoy, el más imitado y el más admirado.
"Es una novela reflexiva, con voces cruzadas. Además, en Drácula el Conde aparece muy poco. Es el mal presente siempre ausente. No sé si fue una idea meditada de Stoker o una genialidad casual", se pregunta Fresán.
No obstante, a pesar de su éxito, la capa del Conde no podía cubrirlo todo, y en el siglo 20, los vampiros comenzaron a mutar. En los 20, H.P. Lovecraft revitalizó al no muerto con relatos como "La casa maldita", con un monstruo que se alimenta de energía. Otro norteamericano, Fritz R. Leiber, crea en "La chica de los ojos hambrientos" (1949) una vampiresa de hermosura indescriptible que absorbe recuerdos de sus víctimas.
Sin embargo, una de las más grandes vueltas de tuerca del género llega en 1954 con Soy leyenda. La novela de Richard Matheson propone un mundo donde una plaga ha convertido a todos en vampiros —que no necesariamente temen a la cruz—, y hay un único sobreviviente humano.
"El mensaje es muy interesante. Neville, el protagonista, es el único humano en un mundo de vampiros. Entonces, es el anormal. Es el monstruo", comenta Coria, autor de la pieza teatral El hombre que fue Drácula.
Los 70 fueron un caldo de cultivo para obras de potencia. Con el libro La voz de Drácula (1975) de Fred Saberhagen, Drácula tuvo su revancha: el Conde hace una apología de los eventos de la novela de Stoker y despotrica contra quienes lo combatían.
El joven Stephen King, por su parte, luego de hacer sudar de miedo a todo Estados Unidos con Carrie, propuso en Salem's Lot (1975) una historia de vampiros de aires stokerianos en que Barlow, un tenebroso ser, invadía un pequeño pueblo de la Costa Este.
"A algunos les molesta que Stephen King sea un bestseller, pero este libro es maestro, una gran pesadilla sin concesiones", dice el escritor Bernardo Ruiz, autor de Antes y después de Drácula.
Una escritora de Nueva Orleans, firmando como Anne Rice, publicó en 1976 Entrevista con el vampiro, una irreverente historia de la vida privada y la psicología de los vampiros, con elementos sexuales y homoeróticos.
"Anne Rice dice que Lestat lleva el signo de la cruz en el cofre de su auto. Sus vampiros adaptan su esencia a cada época para conservar su casi omnipotencia", anota Coria.
Con novelas como El tapiz del vampiro (1980) de Suzy McKee Charnas, sobre un vampiro hecho pasar en la sociedad como un brillante antropólogo, El ansia (1981) de Whitley Striber, con una tesis que plantea que los vampiros son una especie paralela al humano con anomalías en la sangre, sagas como Necroscopio (1986) de Brian Lumley, sobre un necromante al servicio del Imperio británico que combate vampiros, o la trilogía iniciada con El año de Drácula (1992) de Kim Newman, donde un Drácula victorioso es príncipe consorte de la Reina Victoria y ha vampirizado Inglaterra, finaliza el siglo 20. Y con pocas obras a destacar, según algunos.
"El siglo 20 es abundante en el tema, pero es redundante. ¿Qué le da una nueva fuerza al mito?", se pregunta Ruiz.
En 2003, luego de esconderse brevemente en sus ataúdes, salieron a la luz. Charlaine Harris planteó comedia con Southern Vampire Mysteries, donde los vampiros conviven con los humanos y beben sangre artificial.
Déjame entrar, del sueco John Ajvide Lindqvist, cimbró en 2004 los países nórdicos con Eli, una niña vampira de 200 años que se relaciona con un adolescente de 12 objeto de burlas en un suburbio de Estocolmo.
Pero el verdadero boom estaba por llegar. Un año después, en 2005, mientras Elizabeth Kostova y La historiadora buscaban la verdad detrás de Vlad Tepes, Crepúsculo de Stephanie Meyer, una narradora que aseguraba tener miedo de leer Drácula, apasionó a millones con Bella, una chica que se enamora de Edward, miembro de una familia de vampiros que no caza humanos.
Con una mezcla de elementos de Shakespeare o Jane Austen, Meyer, en clave vampírica, planteó temas como el despertar sexual a una audiencia que había crecido leyendo las aventuras de Harry Potter y necesitaba un objeto de deseo acorde a su edad: chupadores de sangre hermosos.
La trama se convirtió en una tetralogía que vendió 70 millones de ejemplares. ¿El resultado? Libros de vampiros para adolescentes por todas partes. Vampirismo literario más que literatura de vampiros, considera Fresán.
"Quizás vivamos una edad de oro vampírica porque están de moda, pero por calidad me parece más bien una edad de plomo".
Avivados por el fenómeno, este 2009 y en tiempos de influenza, Guillermo del Toro y Chuck Hogan publicaron Nocturna, un relato que rechaza la idea romántica de los vampiros: son enfermos, horribles, y muy, muy virales.
Y, recientemente, un sobrino bisnieto de Bram Stoker, Dacre, junto con el especialista Ian Holt, revivieron a Drácula con una secuela autorizada por la familia del escritor irlandés: Drácula, el no muerto.
Los puristas ponen el grito en el cielo, mientras que las nuevas generaciones, con la emoción de la primera mordida, hacen suyo el mito sin ver demasiado hacia atrás. Pero sin importar quién tenga razón, es el vampiro el que triunfa. Ha caído la noche y los colmillos asoman, sentencia Vicente Quirarte.
"Aunque el resultado sea malo, todo texto añade un elemento por mínimo que sea. El vampiro confirma su inmortalidad".

domingo, 6 de diciembre de 2009

Aristócratas del vampirismo, tercera parte.

Un escándalo similar al de Gilles de Rais giró en torno a la condesa húngara Erzsebet Báthory (1560-1614), quien fue juzgada en 1611 por haber secuestrado y torturado hasta la muerte a un sin número de jóvenes mujeres que vivían en las villas aledañas al castillo Csejthe, ubicado en lo alto de las montañas en una región de Hungría cercana a los Cárpatos.
De acuerdo a las crónicas de la época el número de aldeanas muertas oscila entre las 80 y las 300, aunque la cantidad exacta tal vez nunca la sepamos. La Báthory tenía la extraña costumbre de beber la sangre de sus víctimas y de bañarse en el vital líquido para mantenerse bella y joven tanto como fuera posible.
Antes de embarcarse en su terrible carrera, Báthory era la flamante esposa del Conde Ferencz Nadasdy, un guerrero reconocido por su valentía. Mientras su marido se encontraba en campaña, la Báthory combatía el aburrimiento estudiando magia negra. Con la ayuda de Thorko, un sirviente que se convirtió en su hombre de confianza, comenzó a secuestrar y a torturar a las campesinas. Tras la muerte de su esposo en el año 1600, Báthory se dedicó de lleno a sus depravadas actividades, ayudada por Thorko, su enfermera Ilona Joo, su mayordomo Johannes Ujvary y su hechicera Darvula.
Por más de una década las desapariciones continuaron, y los rumores de que Báthory se encontraba detrás de todo comenzaron a propagarse. En 30 de diciembre de 1610 en Conde Gyogy Thurso, primo de Báthory, condujo a un destacamento de soldados y policías al castillo Csejthe donde descubrieron la orgía de sangre que se desarrollaba en el lugar. Encontraron docenas de cadáveres y algunas prisioneras vivas en los calabozos.
Los cómplices de Báthory fueron ejecutados en la hoguera o por decapitación, mientras su sangre real la salvó de la pena capital –su tío abuelo Esteban Báthory combatió al lado del mismísimo Vlad Drácula-. Fue condenada a permanecer cautiva en una habitación sin puertas ni ventanas en su propio castillo, donde murió el 21 de agosto de 1614, lanzando gritos incoherentes y espeluznantes.
La Báthory ha sido ligada al tema vampírico no sólo por sus hábitos sanguinarios, su condición nobiliaria o su procedencia rumana. Muchos aseguran que es descendiente, en línea directa, del famosísimo y ya mencionado Voivoda Drácula. De este parentesco se han valido novelistas como Jeanne Kalogridis –con su serie Covenant with the vampire- y más recientemente Dacre Stoker e Ian Holt con su secuela de Drácula. A propósito…