martes, 30 de septiembre de 2014

La gran paradoja

En tiempos recientes, las películas o series televisivas que se basan en materiales que se crearon originalmente en otros medios (literatura o videojuegos, fundamentalmente) han demostrado que no necesariamente tienen un gran apego a su fuente de procedencia. En algunos aspectos, no las culpo. Ya he reconocido que lo que funciona bien en la página impresa no necesariamente lo hace al trasladarse a la imagen en movimiento. Ejemplos sobran. Ayer se estrenó –en Latinoamérica- uno más de ellos, Gotham, programa desarrollado por Bruno Heller a partir de “personajes publicados por DC Comics”. Y esa forma de decirlo fue la más correcta. Hubiera deseado que apareciera la leyenda “basada en personajes creados por Bill Finger y Bob Kane”, lo que rectificaría una injusticia creativa de 75 años. Y vindicaría a Finger, quien dio nombre a la caótica urbe de su título. Pero en perspectiva, es lo más apropiado, pues sus productores han anunciado que aparecerán villanos como Víctor Fries, alias Mr. Freeze, ideado por David Wood, Sheldon Moldoff y Kane o su tocayo el psicópata Víctor Zsasz, creación de Alan Grant y Norm Breyfogle. Pero que Kane –sin restarle mérito- no haya recibido toda la gloria, es suficiente por el momento.
A primera vista, en lo referente a lo técnico, el programa es irreprochable. Fue filmado en Nueva York aunque hubiera preferido que se hiciera en Chicago, por exactitud histórica. Como se anunció, sigue los inicios de la carrera del Detective James Gordon (Ben McKenzie) en la corrupta y problemática Ciudad Gótica y el doble homicidio del acaudalado matrimonio Wayne, lo que marcará el inicio de nuestro futuro héroe. Todo presentado como una suerte de precuela que sin duda busca empatar con otros proyectos recientes de la empresa como Arrow y el venidero The Flash, y tratan de poner a DC a la par de su principal competidora, Marvel, en una pugna desigual en la que los segundos llevan una clara delantera. Pero pese a esto, otorgándole el beneficio de la duda, la serie me representa dos grandes paradojas. La primera, de triunfar el joven e idealista Gordon en su cruzada por erradicar el crimen y la corrupción en su ciudad, el surgimiento de Batman sería innecesario. Y la segunda, el crimen y la corrupción citadinos son indispensables para el nacimiento del héroe, así que somos testigos de una guerra perdida. Batman nunca sería necesario en un lugar donde sus instituciones son eficientes y se rigen por la legalidad. Y el hartazgo de Gordon lo convertirá en un futuro gran aliado, en un complemento, tal como ya nos lo demostraron Frank Miller y David Mazzucchelli en la indispensable Batman: Año Uno.
Las libertades son inevitables. El fiel seguidor de las hazañas del enmascarado en la historieta se divertirá encontrando una gran cantidad de guiños, que no comento ahora para no fortalecer la cultura del spoiler. Por lo pronto me sumo completamente al sentir de mi querido Raúl Camarena: “Al final del día es una reinvención del mito como pasó con Smallville o en cualquier película de superhéroes. No es igual el Batman de Nolan al de Burton y así. Siempre habrá puristas, pero la realidad es que si no se reinventa el mito, termina por agotarse, esa es la esencia de la adaptación. Y Gotham, sin ser perfecta, tiene mucho potencial para contar una historia de origen”.

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