miércoles, 31 de marzo de 2010

¡Muerte al conejo de Pascua!

Una lectura recomendable para celebrar las Pascuas es la selección de cuentos que el escritor Charles L. Grant compiló bajo al título de “Horror” (Martínez Roca, 1993). Una de sus joyas, autoría del crítico literario y novelista Alan Ryan, se titula ¡Muerte al conejito de Pascua! Y es que, en mi carácter de gran detractor de las festividades, nunca he sentido gran simpatía por el bonachón mamífero. Considerado hoy en día como el segundo personaje de fiestas estadounidenses más popular después de Santa Claus, el conejito tiene sus orígenes en antiguas tradiciones europeas, principalmente germánicas, y solía asociarse a la fertilidad –como muchos festejos paganos-. El cuento narra el encuentro entre un misterioso anciano y cuatro jóvenes profesores unidos por una consigna homicida. En su momento climático, el autor nos cuenta:
Allí estaba, avanzando hacia nosotros, su silueta oculta por los árboles un segundo, fugazmente visible a través de la espesa y remolineante bruma, luego oculta de nuevo. La niebla, la escasa luz y el miedo daban un aspecto enorme al fantasma, pensé. No podía ser tan enorme como parecía.
Era un conejo. Un descomunal conejo. Su largo pelaje era de un blanco brillante, velludo y blando. Cuando estuvo un poco más cerca vi sus largas y fofas orejas y creí distinguir incluso una pincelada de rosa en la parte interna. Sus patas delanteras eran cortas…, cortas comparadas con el tamaño del cuerpo pero enormes de todas formas, y al parecer las tenía pegadas al pecho. No iba dando saltos, como haría un conejo real al apoyarse en sus potentes patas traseras, sino caminando. Lo vi con claridad, caminaba resueltamente a lo largo de la senda. Imposible equivocarse. Caminaba erecto del modo más grotesco.
Lo contemplé, fascinado y horrorizado al mismo tiempo, mientras su tamaño iba aumentando y se materializaba poco a poco como si hubiera surgido, así lo parecía, de la niebla. Imposible negarlo. Estaba observando al Conejito de Pascua, y todo cuanto había dicho el anciano era cierto.
Era real e irreal al mismo tiempo, un ser que se movía en este mundo, el real, y sin embargo no pertenecía a este mundo. Un monstruo.
Había que matarlo.

Su desenlace, violento, sanguinario y pesimista, representa el triunfo de la razón sobre la fantasía. Nos recuerda que aún las figuras más inocentes, las surgidas en nuestra tierna infancia, son territorio del horror.

viernes, 26 de marzo de 2010

Loco como un sombrerero 2

Uno de los personajes más atractivos de las dos novelas sobre la pequeña Alicia, además de su protagonista, es sin duda el Sombrerero, calificado cómodamente de loco por la cultura popular. Esto no se debe a su más reciente encarnación, el astro norteamericano Johnny Depp, por quien todas las chicas –y algunos hombres- suspiran. Su forma de percepción de la realidad resume el absurdo y la crítica al espíritu lógico del hombre victoriano de las obras de Lewis Carroll.
El Sombrerero ha permeado a otras manifestaciones culturales. La historieta (o comic, si lo prefrieren) es una de ellas. Y no sólo me refiero a incontables adaptaciones de las novelas clásicas, sino al popular género de los superhéroes.
Los aficionados de Batman tienen presente a uno de sus más torcidos contrincantes, Jervis Tetch, el simpático obsesivo de los sombreros y la literatura victoriana –que apareció por vez primera en octubre de 1948 gracias a la imaginación de Bob Kane y Bill Finger- que evolucionó en un peligroso esquizofrénico paranoico que domina el control mental en tiempos recientes. Grant Morrison especula en su novela “Arkham Asylum, a serious house on serious earth” (1989) con su implicación en actos de pedofilia, acusaciones que persiguieron en su época –y siguen acechando- al propio Lewis Carroll.
Tetch es tal vez uno de los adversarios menos formidables del detective oscuro, pero ha demostrado ser uno de los más visitados y reinventados, tanto en novelas gráficas y videojuegos como en una popular, divertida e infame versión televisiva –la de Adam West- y sucesivos seriales de dibujos animados. Fue encarnado por el actor David Wayne en cuatro episodios en la década de los sesenta y su aspecto –pelirrojo, con unas espesas cejas negras y un bigote victoriano- reproducía el del impostor que suplantó la identidad de Tetch en el mundo de los comics por aquella época. Durante los noventas utilizó la voz del actor Roddy McDowell –el malvado Bibliófilo de la serie de los sesenta- en Batman, la serie animada y Las nuevas aventuras de Batman.
¿Podría ser el Sombrerero Loco un posible adversario de la tercera entrega de la revitalizada franquicia de Batman? ¿Los hermanos Nolan lo considerarían suficientemente atractivo para enfrentarlo a nuestro héroe? Si alguien lo sabe, responda mis dudas. Si no, echemos a volar la imaginación y hagamos predicciones…

martes, 23 de marzo de 2010

Dexter regresa

Mañana la televisión de paga estrena –muy tardíamente- la tercera temporada de la popular serie “Dexter”.
El caso de Dexter Morgan (Michael C. Hall), hematólogo forense y asesino serial de medio tiempo, es interesante pues nos invita a reflexionar sobre las razones que nos llevan a admirar a quien en esencia es un criminal. Esta fascinación no es algo nuevo. El lector de la serie que sigue en las andanzas del psiquiatra Hannibal Lecter, también asesino serial, gourmet consumado, pináculo del refinamiento, desea –hacia el desenlace de su tercera aventura- que el malo –o antihéroe- se salga con la suya. Y lo logra. Hannibal, como Dexter, se trastoca en una suerte de salvaguarda del hombre civilizado, en el último bastión de un sistema de justicia que no siempre penaliza el mal. Hannibal victimiza a pederastas, policías corruptos y demás. Dexter a homicidas e infractores que burlan al sistema judicial. Es un asesino serial de asesinos. Pone al servicio de una forma radical de justicia su talento y avanzados conocimientos en ciencias forenses. ¿Es correcto lo que hace? En absoluto. Pero él, que se mueve en la clandestinidad, está más allá de las leyes –jurídicas, morales, éticas, religiosas- y puede administrar –con abrumadora certeza- la última pena a quienes violan o matan impunemente. Y esa pena es la muerte, no como venganza, sino como el seguro de que esos delincuentes no volverán a lastimar a nadie.
Frederic Nietzsche nos advirtió que “el que lucha con monstruos corre el riesgo de convertirse en uno”. Dexter está conciente de su naturaleza y convencido de la validez de su cruzada, no mira al abismo en espera que le devuelva la mirada. Es el abismo.
El desenlace de su segunda temporada, que se acerca mucho a una tragedia griega –su padre adoptivo, el policía condecorado Harry Morgan, conciente de la naturaleza depredadora del joven Dexter, se suicida al contemplar la dimensión del monstruo que trató de domesticar-, el ajuste de cuentas con la pirómana británica Lila y su lucha por insertarse a la sociedad –con la “máscara de sanidad” de la que hablan muchos autores- nos invitan a seguir de cerca sus aventuras. Porque todos hemos deseado matar a alguien, sea a una pareja infiel, al tirano que dirige nuestro centro de trabajo o al maestro que exige dádivas a cambio de calificaciones aprobatorias. No nos atrevemos por los valores que aprendimos y el temor a las consecuencias. Dexter no se rige así. Por eso es tan atractivo.
En complemento pueden escuchar el programa 131 de Testigos del Crimen. A propósito de la locura.

sábado, 20 de marzo de 2010

Indignación

En esta urbe vialmente colapsada, todos los que tenemos la necesidad-infortunio-dicha de tener un automóvil hemos cometido una falta al reglamento de tránsito, sea al estacionarnos en doble fila -aunque sea momentáneamente-, invadir un paso peatonal o pasarnos la luz roja de un semáforo. Por ello no pretendo ser puritano.
Hoy sábado 20 de marzo de 2010, a las 15:34, en Géiser y la lateral de Periférico sur, una camioneta de TV Azteca, placas 982 SFP, rebasó impunemente el tráfico de la calle, pasó sobre la acera de la lateral de la vía -destinada a los peatones-, hizo lo mismo con el arroyo vehicular, saltó el camellón lateral y se incorporó a los carriles centrales de Periférico, todo por ahorrarse minutos valiosos bajo el rayo del potente sol vespertino.
¿Es esto relevante en una sociedad azotada por el crimen, políticos intolerantes e indolentes, cambios climáticos y demás? Definitivamente. Más cuando ese tipo de faltas atenta contra la civilidad y las comete un trabajador de una empresa que se dice socialmente responsable, que emite una "señal con valor", como reza su publicidad. Los vehículos de esta televisora, que yo sepa, no realizan labores de emergencia para verse forzados a hacer estas arriesgadas maniobras. Son medios de transporte de un negocio, simple y llanamente.
En verdad espero que, si bien no había ninguna autoridad de vialidad presente, haya algún tipo de sanción para el imprudente conductor del este vehículo. He aquí los testimonios fotográficos. Hablan por sí mismos.

viernes, 19 de marzo de 2010

Loco como un sombrerero

Eduardo Vargas Alvarado, erudito Médico Forense costarricense, nos recuerda en su libro Medicina Legal (Trillas, 1999) un hecho que sin duda fue parte de los cimientos del juego de la imaginación de Lewis Carroll.
La intoxicación crónica por mercurio (Hg) fue descrita desde 1567 por Paracelso. Los fabricantes de sombreros sufrían este cuadro clínico por el uso del nitrato de mercurio (HgNO3) en la preparación del fieltro a partir del cuero del conejo, por lo cual a dicha entidad se le llamó locura de los sombrereros.
Comento este dato mientras veo la versión de Alicia de Tim Burton. Las ocupaciones que te alejan del cine son a veces infames.

martes, 16 de marzo de 2010

La isla siniestra

El jueves mi amigo Pablo Guisa, organizador del Festival Mórbido y entusiasta del cine de horror, me invitó a la premier de “La isla siniestra” (Shutter Island, 2010), el vigésimo primer largometraje del talentoso Martin Scorsese y su cuarta colaboración con su nuevo actor fetiche Leonardo DiCaprio.
¿Por qué dedicarle minutos valiosos frente al teclado si el tema de este blog es el horror y lo fantástico? Porque logró causarme una sensación de opresión durante casi todo el metraje. ¿Y no es ese uno de los efectos del buen relato de horror?
Lo primero que debo decir es que la película no alcanza el virtuosismo del Scorsese que dirigió Toro salvaje o Los infiltrados, pero demuestra su buen oficio. Es una “película alimenticia”, de eso no hay duda, y como decía con sabiduría la abuela Coria, "hay que corretear la chuleta".
Este thriller psicológico escrito por Laeta Kalogridis, que inevitablemente me recordó El gabinete del Dr. Caligari (Wiene, 1921), está basado en la novela homónima del académico y escritor Dennis Lehane, autor –entre muchos otros trabajos- de la novela que inspiró la película Río Místico. La trama es la siguiente: En 1954 los alguaciles federales Edward Daniels (DiCaprio) y su compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo), acuden a la inexpugnable Isla Shutter del título para investigar la desaparición de una paciente del Hospital Psiquiátrico Ashcliff para criminales dementes –que no deja de recordarnos al Asilo Arkham de Batman-, dirigido por el misterioso Dr. John Cawley (Ben Kingsley). Lo que sigue es un viaje –onírico a veces, pesadillesco en otras- donde nuestro héroe enfrenta sus fantasmas y trata de desentrañar un misterio, salpicado por la paranoia anti comunista de la época, donde no todo es lo que parece.
No mencionaré más del desenlace para no estropeárselos. Lo que sí diré es que en la historia convergen homicidas, pirómanos, filicidas y la población clásica de un manicomio. Destaca el caso de la mujer, corazón del enigma, que asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río y luego los sentó a la mesa, evocación clara de nuestra Llorona y del caso de Claudia Mijangos Arzac, la reina de belleza queretana que aniquiló a sus vástagos en 1989.
“La isla siniestra”, si bien es una cinta de fórmula, es un entretenimiento eficaz que no decepciona a pesar que el devorador del cine de horror puede argumentar que es una historia que ya ha visto antes. DiCaprio, muy alejado del joven bello y con talento limitado que odié en el inicio de su carrera, convence en su papel de un alguacil al borde del precipicio. Completan el cuadro las breves e intensas apariciones de Max Von Sydow -el mismísimo Padre Merrin-, Elias Koteas y Jackie Earle Haley, el nuevo rostro de Freddy Krueger.

jueves, 11 de marzo de 2010

La Cátedra Bram Stoker

Los lazos culturales y afectivos entre Irlanda y México con enormes.
Ayer tuve el privilegio de ser invitado a la edificación de uno más de ellos: la firma del convenio que inaugura la Cátedra Bram Stoker, entre la Universidad del Claustro de Sor Juana y la Embajada de Irlanda en México. Presidieron el acto la Rectora del recinto, Carmen López Portillo, y el Embajador de Irlanda en México, Eamon Hickey. Les acompañaron el Dr. Paolo Pagliai, Coordinador de Humanidades de la institución, quien brindó a una disertación sobre la valía de la aportación literaria de Bram Stoker, quien suele ser considerado un escritor de segunda división, recordado mayormente por escribir la novela que cimienta la afición contemporánea por los vampiros. Siempre me he manifestado, como Pagliai, en desacuerdo con las pobres evaluaciones de Stoker. Quien escribe una obra maestra es un gran escritor. A Stoker debemos un relato perdurable, uno que ha trascendido prácticamente a todos los países, que ofrece la posibilidad de incontables interpretaciones e influenciado a las personas por generaciones. El resto de su obra (cuento, ensayo, biografía, novela histórica) habla de sus otras facetas y aún está por explorarse. La exposición del Dr. Pagliai, principal impulsor del proyecto, dignifica la aportación de un hombre “que defendió su insobornable vocación literaria”, como dijo mi amigo Vicente Quirarte. Le siguió el Dr. Víctor Grovas Hajj, profesor e investigador de la UCSJ, quien leyó un lúcido ensayo sobre la vida de Stoker. Finalmente Miles Doherty, Agregado Cultural de la Embajada, leyó en inglés un capítulo de “Drácula”, un encuentro entre el Dr. Seward y el enloquecido Renfield, al que le siguió la traducción en español de Pagliai. La Rectora y el Embajador cortaron como cierre del acto el listón que inauguró la muestra del artista visual irlandés Joe Elgin. Todo se coronó con una buena cerveza irlandesa, esas “que pueden cortarse con cuchillo”.
Las actividades de la Cátedra Bram Stoker están por anunciarse y tendré el placer de mantener al tanto a los diletantes del horror y la fantasía, quienes creen -como el irlandés- que ambos son parte sustancial de nuestra naturaleza y, sobre todo, un acto de libertad.

El horror en tiempos del Oscar

No todo el mundo quedó satisfecho, pero una de las sorpresas más gratas de la entrega 82 de los premios Oscar fue el tributo al horror, ese subgénero cinematográfico tan menospreciado y malentendido que ha demostrado –al paso de los años- ser un gran negocio. Irónico fue que lo presentaran dos astros de la saga Crepúsculo. Una asidua lectora de este blog, King VE, apunta correctamente que estas ni siquiera pueden aspirar a inscribirse en este género. Sin duda representaban la visión contemporánea y hollywoodense del tema, la que lo rebaja y pervierte, pero como diría una sabia mujer, “allá ellos y su mala cabeza”.
Si bien –y como era de esperarse- la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos inscribió este homenaje a películas de ese país –he hicieron a un lado joyas alemanas, británicas, japonesas o españolas-, se reunieron algunos de los personajes y cintas más entrañables del amante del cine de horror. No faltaron Bela Lugosi, Boris Karloff ni Lon Chaney, Jr., todos caracterizados como Jack Pierce los inmortalizara. Vimos escenas de “La mancha voraz” original, con Steve McQueen. Tampoco fue olvidado Alfred Hitchcock con su “Psicosis” o “Los pájaros”. El padre Karras se disponía a enfrentar al maligno. Jack Nicholson no omitió destrozar puertas con su hacha ni populares asesinos como Leatherface, Michael Myers, Jason Voorhies, Freddy Krueger, Pinhead o Chucky dejaron de atemorizarnos con sus filosas herramientas de matanza. Tres de sus herederos más contemporáneos, la bruja de Blair, Samara y Jigsaw, también estaban ahí.
Le antecedió a la compilación que reseño la parodia/homenaje que los anfitriones de la premiación –Steve Martin y Alec Baldwin- hicieron a la cinta independiente “Actividad paranormal” (Oren Eli, 2007), de la que hablé previamente. Si lo que sucede cuando dormimos es cierto, pobres de los que roncamos.
Bien por el horror fílmico y la Academia. Pero si verdaderamente desean sentir escalofríos, vean una sesión del Congreso.

lunes, 8 de marzo de 2010

Bobby

Los primeros minutos de este día falleció Bobby, un maravilloso perro dálmata. Tenía 16 años de edad.
La persona insensible puede preguntarse por qué le dedico un espacio en este blog. Un perro te enseña sobre responsabilidad, te convierte en una mejor persona. Su amistad y fidelidad son incuestionables. Su valor y su nobleza son tan poderosos como su capacidad de amar.
Dejó de existir físicamente en su hogar, rodeado de su familia, sin conocer el sufrimiento de la agonía prolongada.
Bobby se encuentra en un lugar mejor. Lo recibieron sonrisas amables y amadas. Corre libre y sin ningún tipo de atadura por el pasto más verde. Está feliz. Extraña nuestra compañía como nosotros lo extrañamos a él. Pero es feliz.
Lo volveremos a ver, sin duda alguna. Mientras tanto lo llevamos en nuestros corazones. Como dijo el poeta, él está ahora en todas partes.

viernes, 5 de marzo de 2010

Una pausa (nominaciones y curiosidades vampíricas)

El próximo domingo la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos entregará sus premios a lo mejor del cine (según ellos) del 2009. La experiencia nos ha enseñado que los llamados Oscar no siempre son un parámetro eficaz para definir la calidad de una película. Pero no dejan de llamar la atención dos cosas: la ampliación de la lista de nominados a ciertos premios y la diversidad de las cintas contempladas. Por ejemplo, coexisten en la principal categoría títulos tan disímiles como Bastardos sin gloria, Sector 9, Avatar y Up, una aventura de altura. A pesar de todo, el inminente evento cinematográfico no deja de ser interesante para el tema de este blog pues en él se enfrentarán cintas como algunas de las anteriormente mencionadas, Sherlock Holmes, Viaje a las estrellas y El fantástico señor Zorro (basada en el relato de Roald Dahl). Veamos…
En otro rubro, tan ineludible para su servidor, ayer vi una modesta coproducción australiana y estadounidense de 2009 (que por supuesto no fue nominada a los Oscar) llamada Daybreakers, insólitamente traducida en México como La hermandad. Tengo opiniones encontradas sobre ella. En el 2019 (a sólo nueve años de distancia) la humanidad ha colapsado por una plaga y la mayor parte de su población se ha convertido en vampiros. Una malvada corporación multinacional capitaliza el negocio de la distribución de alimento para la clase dominante, el cual escasea pues los seres humanos están al borde de la extinción. El hematólogo vampiro Edward Dalton (Ethan Hawke) lucha por descubrir un sustituto de la sangre tan codiciada y por terminar con la cacería que lleva al hombre a su total aniquilación. Su jefe vampiro, Charles Bromley (Sam Neill), no hace mucho caso a su perseverancia pues tiene una agenda secreta. Inesperadamente, nuestro héroe se topa con un grupo de disidentes humanos liderados por Elvis (Willem Dafoe) y con una insólita cura a la condición vampírica, que puede ser el fin de todos los males.
La trama, en la que el devorador de cintas de ciencia ficción puede descubrir elementos de Gattacca, Bladerunner y Matrix, además de una profunda influencia de Blade, Vampiro$ de John Carpenter y Soy Leyenda de Richard Matheson, es un curioso matrimonio de géneros. Los monstruos sucumben, como sabemos todos, ante el inclemente rayo del sol o la estaca en el corazón. Pero lo más interesante es su necesidad de ingesta de sangre como una forma de evitar la degradación física e intelectual: al borde de la inanición, los vampiros pierden todo vestigio de raciocinio y se transforman paulatinamente en horribles monstruos alados que irrumpen en los domicilios para saciar sus apetitos. Se convierten en los vampiros de los vampiros. Su aspecto bestial no deja de recordarnos el de Gary Oldman en el Drácula de Bram Stoker o al de las criaturas de El descenso, como vemos en algunas imágenes de esta entrada.
El tercer trabajo de los directores, los hermanos Peter y Michael Spiering (también guionistas de la cinta), pretende edificarse como una alegoría de la forma indiscriminada en que agotamos nuestros recursos naturales y la voracidad de las empresas transnacionales. Le veo toda la intención de convertirse en una saga. Con todo y sus baches sería más interesante que productos recientes sobre jóvenes vampiros metrosexuales, aunque ni por asomo igualará su éxito económico.
¡Y hoy estrenan Alicia!

jueves, 4 de marzo de 2010

Aquí todos estamos locos

–En esa dirección- dijo el Gato, indicando con su pata derecha –vive un Sombrerero, y en esa otra dirección –dijo señalando con la otra pata- vive una Liebre de Marzo… Puedes visitar al que gustes… ¡los dos están igual de locos!
–Pero yo no quiero estar entre locos… –objetó la niña-
–Eso es algo que no puedes remediar –le contestó el Gato-, pues aquí… ¡todos estamos locos! ¡Yo estoy loco! ¡Tú estás loca!
–¿Cómo sabe que estoy loca? –le preguntó la niña.
–Tienes que estarlo- le dijo el Gato–, pues, de lo contrario, ¡no estarías aquí!

Diálogo entre Alicia y el Gato de Cheshire, tomado de Alicia en el país de las maravillas (1865) de Lewis Carroll.

martes, 2 de marzo de 2010

Hay pachuco para rato

Germán Genaro Cipriano Gómez Valdés Castillo (1915-1973) –mejor conocido como “Tin Tán”- es, como bien asegura el investigador, guionista y crítico de cine Rafael Aviña, único e irrepetible. A Rafael debemos una erudita y accesible biografía del entrañable pachuco del cine nacional, titulada Aquí está su pachucote, ¡Nooo!, publicada por la Dirección de Publicaciones de CONACULTA y presentada el sábado pasado en la trigésimo primera Feria Internacional del Libro de Minería.
La dimensión del actor, independientemente de su perdurabilidad como fenómeno cultural, nos exige revisar sus incontables relaciones con la literatura y el folklore. En su filmografía encontraremos numerosas adaptaciones de relatos clásicos de los hermanos Grimm o Alejandro Dumas –“El ceniciento” (1951), “El gato sin botas” (1956), “El vizconde de Montecristo” (1954), “Los tres mosqueteros y medio” (1956)- y revisiones de personajes que se han integrado, como Tintán, al imaginario popular –“Simbad el mareado” (1950), “La marca del Zorrillo” (1950)-. En lo concerniente a este blog, el horror y la fantasía, debemos destacar cintas como “Hay muertos que no hacen ruido” (1946), ingeniosa comedia que linda con el thriller donde Tin Tán se involucra en un misterioso asesinato. En su incursión en lo sobrenatural no podemos olvidar “Dos fantasmas y una muchacha” (1958) y “Los fantasmas burlones” (1964). Recordemos su interacción con Lon Chaney, Jr., caracterizado como el licántropo que lo hiciera famoso, en “La casa del terror” (1959) o el maravilloso híbrido de comedia, horror y ciencia ficción “Locura de terror” (1960), que incluía a un malvado científico loco encarnado por Andrés Soler. Incluso en una de sus últimas cintas, “El capitán Mantarraya” (1969), escrita y dirigida por nuestro héroe, subyace un elemento fantástico en la forma de una misteriosa pasajera del navío del protagonista. Por último, pero no al final, sobresalen sus trabajos de doblaje en la versión de Walt Disney del clásico de Washington Irving “El jinete sin cabeza” (1951) o su memorable oso Balú en el “Libro de la selva” (1967), adaptación del clásico de Rudyard Kipling.
La presentación del libro de Rafael fue coronada por la certera intervención del crítico de cine Carlos Bonfil y la emotiva presencia de Ismael López, quien de niño utilizara el nombre artístico de “Poncianito” y apareciera al lado del actor en “El rey del barrio” (1949) y “Soy charro de levita” (1949).
Pero sin duda lo mejor del acto fue la reacción de un público –en el que predominaban jóvenes- que reían escandalosamente con escenas de sus películas, algo insólito en una época donde los conceptos de comedia e hilaridad están tan tristemente deformados.
Desde su actual residencia, seguramente Don Germán sonrió orgulloso al comprobar el efecto de su genio cómico en las nuevas generaciones.