miércoles, 30 de noviembre de 2011

Exequias para Eduardo Ruiz Saviñón

La noche del pasado viernes, un grupo de devotos al teatro nos reunimos para celebrar los primeros 40 años de carrera de Eduardo Ruiz Saviñón, talentoso director escénico, niño terrible, melómano y cinéfago incorregible, incansable estudioso de las zonas oscuras del hombre. En el Auditorio Julián Carrillo de Radio UNAM, los maravillosos actores Elena de Haro, Mauricio Davison, Nicolás Núñez, Gilberto Pérez Gallardo, Gabriel PingarrónSimón Guevara y Guillermo Henry, así como los brillantes escritores Vicente Quirarte y Hugo Gutiérrez Vega, rodearon el cadáver exquisito del homenajeado y recordaron algunos de los momentos más ejemplares de su trayectoria. Fue un privilegio y un deleite ser orador en el acto, un funeral en vida digno del que el inolvidable poeta Manuel Núñez Nava calificó como "íncubo hematófago y necrosádico". Pedí su amable permiso a Vicente para reproducir su texto en este espacio, palabras muy justas y emotivas a un hombre al que debo mucho: el amor al arte dramático y la confirmación cotidiana que el miedo nos devuelve a ese maravilloso territorio llamado infancia.
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Exequias para Eduardo Ruiz Saviñón
Vicente Quirarte


Por ello a sus exequias dolorosas
Luces han de faltar, flores y rosas

Francisco de Quevedo y Villegas


Si la poesía es infancia recuperada, Eduardo Ruiz Saviñón ha sabido y podido mantenerse fiel a los fantasmas que desde sus primeros años lo encontraron para iniciarlo y convertirlo en lo que ahora es: un cazador de sombras que anhela la claridad, un alquimista que purifica el horror para transformarlo en belleza. En su muy personal orquesta de pasiones, es un director cuyo conjunto está integrado por voces y gestos, temperamentos e inteligencias, cuerpos y almas, luces y notas que bajo su batuta apasionada y lúcida dan como resultado el hecho teatral marcado por su sello inconfundible.
En ese cada vez más lejano país llamado infancia, conocí a esos mismos fantasmas que han sido mis inseparables compañeros, de manera particular los monstruos que nacieron para él y para mí, sin que entonces nos conociéramos, en esa temporada cuando el mundo era blanco y negro, cuando cada criatura, cada grito, cada escena que corta el aliento nos llevaba a encontrar un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disecciones.  Todo niño se aproxima  ese universo de horrores que altera su domesticidad. Escasos son, como Eduardo, quienes se afanan en demostrar que la oscuridad es otra luz.
Mi relación más profunda y gratificante con nuestro querido monstruo  tuvo lugar cuando me encaminó a escribir una obra que tuviera como personaje a Oscar Wilde, en su centenario de entrada en la inmortalidad.  No es una hipérbole afirmar que ese texto convertido por Eduardo en un hecho que modifica el tiempo y el espacio ha sido una de las experiencias más altas de mi vida.
Si el verdadero artista es un ser que nunca deja de jugar, Eduardo ha sido fiel a ese niño que lo habita, pero al cual ha tenido que domesticar, disciplinar. Sin dejar de ser arbitrario, pues el gran artista y el gran arte lo son y lo serán siempre, ha sabido incorporar a su sentido del espectáculo sus más arraigadas vocaciones: la iluminación, que estudia de manera obsesiva lo mismo en un tratado de arquitectura que en un concierto de rock, la música que es para él una liturgia, son tan importantes en sus obras como el trabajo de los actores, su asimilación del texto, la pausa en el momento preciso, todo lo cual contribuye a hacer del teatro una actividad colectiva e interdisciplinaria que lo lleva a establecer con su espectador una comunicación que se convierte en comunión, pues eso y no otra cosa debe de ser el teatro: transgresión de la sucia rutina y consagración del instante.
Exequias son, de acuerdo con el Diccionario de autoridades, “las honras funerales que se hacen al difunto”. Para Massimo Izzi, un monstruo es aquel “en cuyo aspecto o en cuyas pautas de comportamiento o manifestación se evidencian anomalías o variantes sustanciales respecto de la realidad natural.” Celebrar el día de hoy las exequias del monstruo es celebrar lo que se sale de la norma, aceptar en cada uno de nosotros lo excepcional. “La belleza ha de ser convulsiva o no ser”, dijo el joven clásico. Desde su Teatro Gótico, Ruiz Saviñón espanta y edifica. Hace del horror una experiencia estética. Monta la yegua de la noche y la conduce a la reincidente claridad del alba. Por todo eso hoy lo celebramos y agradecemos sus cuarenta años de hechicero, sus cuatro décadas de explorador de la conciencia humana.

martes, 29 de noviembre de 2011

Retratos de oscuridad

En varias ocasiones he estado de acuerdo con populares canciones, pero pocas como la del compositor puertorriqueño Rafael Hernández: “Qué chula es Puebla”. Disfruto enormemente caminar por las calles de su Centro Histórico, de saborear su gastronomía y de encontrarme con entrañables amigos con quienes comparto estos placeres –el horror y la fantasía- que tanto defiendo. El sábado pasado ofrecí un taller dentro del X Congreso Internacional de Psicología Jurídica y Criminológica, en un espléndido salón de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ante un salón poblado mayormente por estudiantes de Psicología y Criminología, hablé de crímenes reales llevados al cine. Para este fin mi cofrade Antonio Camarillo, usando una pequeña parte de sus amplios conocimientos en edición, me ayudó a preparar un video con fragmentos de cintas desde Ned Kelly (Gregor Jordan 2003), Enemigos Públicos (Michael Mann, 2009), Capote (Bennet Miller, 2005), El encierro (An american crimeTommy O'Haver, 2007), Hollywoodland (Allen Coulter, 2006) hasta Amores asesinos (Todd Robinson, 2007) y Monster, asesina en serie (Monster, Patty Jenkins, 2003). El organizador del evento, Renato Gallardo, me comprometió a ofrecer otra charla en su siguiente emisión. Mientras llega la ocasión, comparto con ustedes el inicio y conclusión de mi disertación. Que los disfruten.
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Retratos de oscuridad
Roberto Coria

Cuando los cineastas añaden la leyenda “basada en una historia real” al inicio de cualquier película, le dotan de un aura de misterio y la hacen casi irresistible. Primeramente porque despiertan la curiosidad –o morbo, si quieren llamarlo así- del espectador. Le permite convertirse en testigo y juzgador, trasponer la que la gente de teatro llama “la cuarta pared” y disfrutar, como el voyeurista, del drama que vivió otra persona. Posteriormente desde la perspectiva del deseoso de conocimiento porque, como dice la expresión popular, “el que no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Hablar de cintas basadas en casos reales es un tema muy amplio. Si así fuera tendríamos que remitirnos a la Historia, desde los albores mismos de la cinematografía con El Acorazado Potemkin (1925) de Sergei Eisenstein, cinta!20que narra el motín!20del navío ruso del!20título hasta curiosidades como Presentando a Pancho Villa (Bruce Beresford, 2003), la cual relata los coqueteos del Centauro del Norte con la incipiente industria fílmica norteamericana. O a las biografías –bautizadas comobiopics- de importantes personalidades como Lawrence de Arabia(David Lean, 1962), Patton (Franklin J. Schaffner, 1970), Gandhi(Richard Attenborough, 1982), La Bamba (Luis Valdez, 1987), La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993), Ed Wood (Tim Burton, 1994), El aviador (Martin Scorsese, 2004) hasta Red social (David Fincher, 2010) y El discurso del Rey (Tom Hooper, 2010). Pero esas las haremos a un lado. 
Haré lo mismo con los que se inscriben dentro delwestern, popular género del cine estadounidense, a pesar que muchos de sus especímenes se basan en las correrías de populares forajidos o guardianes de la ley, como Butch Cassidy y Sundance Kid (George!20Roy Hill, 1969), Los justicieros (George P. Cosmatos, 1993) o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (Andrew Dominik, 2007). A esas tampoco las contemplaré en mi exposición.
Nos queda pues el cine de tema criminal, el cual nos compete e interesa a todos los aquí reunidos. Del héroe de mi infancia aprendí una máxima: el crimen deja cicatrices en todo lo que toca. Esto, naturalmente, se extiende a las Bellas Artes y entre ellas, obligatoriamente, al cine. Es muchas maneras es algo inevitable. Recordemos que por encima de su carácter artístico, conceptual o estético, el cine es una forma de entretenimiento. Y como la conducta criminal es una constante de las sociedades, en todas las épocas, hemos aprendido a convivir con ella. Incluso, a disfrutarla. Ese goce puede provenir de múltiples razones:

  1. Por un placer culposo, como cuando contemplamos absortos el tabloide matinal. No olvidemos que éstos lucran con las dos pulsiones más importantes de la psique humana: eros y tanathos. ¿Qué incluye la portada y contraportada de estos periódicos? Al frente, el suceso más sangriento de la jornada. Al reverso, una mujer voluptuosa en una lúbrica semi desnudez. Thomas de Quincey, en su libro Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827), nos refiere a una sociedad de diletantes de la nota roja que se reunía periódicamente para discutir los más cruentos sucesos de la sociedad londinense de finales del siglo XIX, como los críticos que contemplan una pintura o una escultura. Disfrutar el cine de tema criminal puede generar malestar y remordimiento, especialmente en una época como ésta, dominada por la inseguridad, en donde el hallazgo de cadáveres y los políticos que se asesinan entre ellos es cosa de todos los días.
  2. Porque estamos imbuidos en el aparato de procuración de justicia, donde el hecho criminal es el pan de todos los días. Psicólogos, Criminólogos y Criminalistas devoran con apetito científico estas noticias. Son parte de su objeto de estudio. En ese sentido, el gremio tiene una disculpa evidente.
  3. Por una fatal aceptación de la realidad. En su novela La octava plaga (Ficción Zeta, 2011), el escritor Bernardo Esquinca reflexiona sobre las terribles acciones de los humanos. Uno de sus personajes, un veterano fotógrafo de nota roja, acepta con real pesimismo: “No cambiaremos, es nuestra naturaleza. La gran mayoría de los crímenes que cubrí no fueron realizados por asesinos fríos y meticulosos. Se trataba de personas comunes y corrientes, que cedieron a un arrebato de furia, provocado por celos, frustración o deseos de venganza. Cualquiera puede convertirse en asesino”.
Pero la maldad, el volverse al “lado oscuro”, no ocurre de la noche a la mañana. Es un viaje. O como diría un popular libro infantil, “una serie de eventos desafortunados”. Nadie se convierte en ladrón o asesino espontáneamente, se necesita de la confluencia de una gran cantidad de factores bio-psico-sociales. La conducta criminal es una escalada. Por ello examinaremos a diversos individuos por la modalidad delictiva que los caracterizaba. Hacerlo podría suponer un dilema por su relevancia o peligrosidad. Recordemos que todos los delitos son graves, sea el robo a transeúnte, el fraude o el homicidio. Su impacto social es aparte de la afectación que representa a quien lo padece.
¿Por qué disfrutar del cine de tema criminal? Decididamente no por hacer una apología del fenómeno, mucho menos por banalizarlo o glorificarlo. Las películas del tema son un retrato de nuestra sociedad. Dicen que la verdad duele e incomoda. Los criminales que acabamos de ver son personas comunes, como ustedes o yo. Los criminales son seres transgresores. No sólo de las leyes, sino de la moral, la ética y la religión. Representan nuestros sueños y nuestras pesadillas. Son un espejo donde todos, de una u otra manera, podemos reflejarnos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Mandato incuestionable

Ya lo dije antes, y me respaldan muchos especialistas: por cada buena película de horror hay, por lo menos, diez malas o pésimas. Ya he escrito sobre los factores que, en mi humilde juicio y experiencia, definen  a estos lastimeros intentos. Pero cada que veo una resuenan en mi cabeza algunas preguntas: ¿los cineastas que hicieron esta cosa, cuando la estaban filmando, no se dieron cuenta que estaban haciendo una porquería? ¿Nadie en el equipo de producción anticipó al realizador sobre el fatal resultado? Dolores Fuller (Sarah Jessica Parker) estalla contra su aún pareja sentimental Ed Wood, Jr. (Johnny Depp) al final de la filmación de La novia del monstruo (Ed Wood, 1955) en el bioepic Ed Wood (Tim Burton, 1994). “Están todos locos. Desperdician sus vidas hacienda mierda que a nadie le importa. Sus películas son terribles”. La reputación y trascendencia que los filmes de Wood han alcanzado son incuestionables. Yo soy un gran admirador suyo. Pero algo que no podemos impugnar es que, en un prisma de realismo, sus películas son muy malas. Parte de su valor actual radica en que el cineasta las hacía con la convicción del que se sabe hacedor de una obra maestra. Pero los casos como el de él son muy pocos. Y mi amada Ana Luisa me hizo notar algo: fue hasta que tocó fibras personales cuando Dolores hechó en cara sus errores al cineasta, pues antes lo apoyaba ciegamente, incluso revisaba y aprobaba sus guiones.
Lo pensé ayer que me topé por accidente, en el recién nacido canal Pánico, con la cinta Simón dice, infamia escrita y dirigida por William Dear el año 2006 y protagonizada por el antiguo papá de Marty McFly (en Volver al futuro, Robert Zemeckis, 1985) Crispin Glover. No pienso desgastarlos –ni desgastarme- con los sórdidos detalles. Me basta con decir que es una slasher movie fallidísima, predecibe e irrisoria. Juega, sin ninguna gracia, con fórmulas conocidas –y mejor utilizadas- y con artefactos que arrojan picos de minero a diestra y siniestra. En resumidas cuentas, pésima. Lo peor es que en la portada del DVD que les presento (que encontré en la red, por supuesto, porque nunca la compraría) dice "la mejor película de horror del 2009". Evidentemente la cinta toma su título del popular juego infantil cuyo origen puede remontarse a la antigua Roma pero que conocemos por la entrañable caricatura sesentera Supercán o en los labios de Jeremy Irons en la tercera entrega de Duro de Matar (Die Hard with a vengeance, John McTiernan, 1995). Lo que al villano le faltó ordenar es “Simón dice… apaga la televisión”.

martes, 15 de noviembre de 2011

Exequias para un monstruo

Y siguen los anuncios. El próximo viernes 25 de noviembre de 2011 a las 20:30 horas, en la Sala Julián Carrillo de Radio UNAM (Adolfo Prieto 133, col. del Valle) se celebrará el homenaje "Las exequias del monstruo" por los 40 años de carrera teatral de Eduardo Ruiz Saviñón. Participarán Vicente Quirarte, Martha Aura, Hugo Gutiérrez Vega, Elena de Haro, Guillermo Henry, Nicolás Núñez, Gabriel Pingarrón, Mauricio Davison, Gilberto Pérez Gallardo y su servidor Roberto Coria. Allá nos vemos.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Ecos Mórbidos 2

La música ocupó los reflectores de la pasada emisión de Mórbido. Cuando tuve en mis manos el catálogo del festival, de inmediato me cautivó un texto que rendía tributo, con gran respeto y erudición, a una película que estimo entrañablemente. Pedí a su autor, el periodista y escritor Miguel Cane, su permiso para compartirlo con ustedes en este espacio. Como me lo concedió amablemente, lo publico. Que lo disfruten.

Glam Horrorock
Miguel Cane

En 1973, la carrera cinematográfica de Brian De Palma ya era bastante extensa cuando filmó esta sátira cáustica y ultrasofistiacada (y muy violenta) de la industria discográfica ostensiblemente basada en El Fantasma De La Ópera de Gastón Leroux con elementos del Fausto de Goethe, El Retrato de Dorian Gray y una fuerte dosis de glam rock.
DePalma ya había alcanzado reconocimiento con su inquietante homenaje a Hitchcock, Hermanas, que había realizado por muy poco dinero en Nueva York y estaba a unos meses de consolidar los filmes que rodó en 1974-75, Obsesión y la monumental Carrie: Extraño presentimiento, que cimentarían su carrera. Mientras tanto, su nombre hacía las rondas en los estudios, que se abrieron para ofrecerle proyectos: 20th Century Fox le dio carta blanca para que hiciera lo que quisiera. El resultado fue un  guión escrito por él mismo, con una asociación con el músico Paul Williams: un ingenioso pastiche que ágilmente mezclaba géneros como el musical, la comedia negra, el melodrama y el terror.
Para ello contó con actores con los que ya había trabajado en su obra, como William Finley o Gerrit Graham (como el amaneradísimo Beef), reservando el rol de villano sin escrúpulos para Paul Williams, un maquiavélico genio musical que responde al nombre de Swan con su imperio en la discográfica Death Records, mientras que Jessica Harper – que años más tarde alcanzaría la cima del alarido como la protagonista de la estilizadísima Suspiria, de Argento – fue la elegida para encarnar a Phoenix, pálida y temblorosa jovencita que florece en absolutamente fabulosa rockstar.
De este modo, El Fantasma del Paraíso retoma la figura arquetípica del aliado de Satán, representada en el cruel Swan, capaz de todo con tal de acumular el mayor número de discos de oro en su suntuoso despacho. En su camino se cruza el pobre infeliz Winslow Leach, talentoso compositor con problemas de autoestima, al que despoja de su obra maestra, convenientemente llamada Fausto, y manda al bote a traición. No se imagina que Leach, por un accidente brutal con una prensa de discos de vinilo, terminará transformado en un monstruo vengador.
Contemporánea de The Rocky Horror Show, que ese año hizo su debut en teatro, ésta cinta es la primera ópera rock de terror de la historia del cine, aunque en la cinta hay múltiples géneros que cuajan de forma equilibrada: De Palma se va hasta la cocina y prepara un plato espectacular que probablemente no sea del gusto de todos: lo mismo la mezcla de clásicos literarios, y otros elementos como las coreografías de Busby Berkeley, la angustia gótica de Murnau y el expresionismo alemán, así como los infaltables elementos hitchcockianos (la escena de la ducha, que maneja un tono terrorífico para luego dar un giro más bien de carcajada) y las rúbricas del propio director (su clásico travelling circular, la cámara subjetiva con largos planos-secuencia y las pantallas divididas que alcanzaría a manejar con maestría en Carrie), hacen de esto un delirante y barroco musical, que en su momento suscitó estupefacción, y eventualmente derivaría en película de culto.
No obstante, el tiempo es el mejor crítico: hoy por hoy, El Fantasma del Paraíso ha envejecido con elegancia, sostiene su colmillo mordaz, y demuestra la habilidad de su director, que captura una época de rock, excesos y maquillaje, dejándola como un tesoro negro a descubrir.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Dignificar el miedo

Mañana lunes 14 de noviembre seré invitado a participar en el Festival del Horror en las Bellas Artes de la UNAM. Primeramente, de 17 a 18 horas, ofreceré la charla inaugural del evento titulada "El miedo en las Bellas Artes". Posteriormente. de 18 a 20 horas, moderaré la mesa redonda "Criaturas de la Noche, el Monstruo en la Cultura", con mis queridos amigos la escritora Norma Lazo y Pablo Guisa , director del Festival Mórbido y co conductor de la versión en podcast de este blog. Será en el Salón de Usos Múltiples del Estadio Olímpico Universitario (Auditorio de recreación), costado sur, Estacionamiento 8 (al fondo). Espero verlos allá.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Ecos Mórbidos 1

¡Feliz primer siglo, Vincent Price!*
Roberto Coria

En enero de 1976 dos iconos de la cultura popular occidental se encontraron frente a frente. Uno fue un célebre títere de guante, el otro uno de los más memorables actores del cine de horror de todos los tiempos. En su calidad de anfitrión, la Rana René agradeció al invitado –en nombre propio y de todos los monstruos que conformaban el elenco del programa- su visita al Show de los Muppets. El huésped, Vincent Price, respondió con una sonrisa galante, serena: “nunca he conocido un monstruo que no me agrade”.  El batracio le preguntó después sobre sus capacidades para convertirse en vampiro. “Es el epítome del arte dramático”, respondió el Mercader de la Amenaza y presumió un par de colmillos. Segundos después, René mostró unos caninos similares.  “Algunos aprenden más rápido que otros”, reconoció Price. Luego el personaje se lanzó al cuello del actor, gracias a sus enseñanzas. Este diálogo anticipa el papel que Price –quien nunca antes se había puesto capa y colmillos- haría suyo pocos años después en The Monster Club (Roy Ward Baker, 1981), cinta que Mórbido seleccionó para honrarlo en el centenario de su natalicio.
Vincent Leonard Price nació el 27 de mayo de 1911 en un hogar acomodado de San Louis, Missouri. Su natural inclinación por las actuación y las artes lo llevó hasta el teatro y, posteriormente, al cine. Y le estamos agradecidos por ello. Recordar a Vincent Price es un deber para todos los diletantes del género. El actor poseía la capacidad de proyectar encanto y galantería, así como producir el más inquietante temor. Así lo demostró en entrañables películas como El museo de cera (Andre de Toth, 1953), La mosca (Kurt Neumann, 1958), La casa en la colina embrujada (William Castle, 1958) o El aguijón de la muerte (William Castle, 1959). En su enorme filmografía destaca el ciclo de adaptaciones de obras de Edgar Allan Poe, donde fue dirigido por Roger Corman. Ambos entablaron una amistad memorable. “Algunas de las mejores personas que conozco se distinguen por interpretar personajes monstruosos”, declaró Corman sobre él. Poseen un lugar especial en el corazón de muchos. La caída de la casa Usher (1960), El pozo y el péndulo (1961), El entierro prematuro (1962) y, la que para muchos es la mejor, La tumba de Ligeia (1964). La venganza fue algo que lo distinguió en su última época, sea como el músico desfigurado en El abominable Dr. Phibes (Robert Fuest, 1971) y su secuela El Dr. Phibes ataca de nuevo (Robert Fuest, 1972), o como el actor shakesperiano Edward Lionheart en El Teatro de sangre (Douglas Hickox,1973). De ella siempre atesoraré un parlamento que bien podría estar dirigida!20contra los detractores de la corriente cinematográfica que tanto amamos: “¿Qué saben los críticos de la sangre, el sudor y las lágrimas que se derraman en una puesta en escena? ¿Qué saben de la dedicación, de los esfuerzos, de los sacrificios de hombres y mujeres a la profesión más noble? ¿Qué pueden saber ellos, idiotas sin talento, que sólo escupen bilis sobre el esfuerzo de los demás, porque ellos mismos carecen de la capacidad de crear?”
Sus apariciones en otros medios fueron igualmente memorables. Comencemos por la televisión. No sólo enfrentó a Batman (Adam West) como el malvado Cascarón, sino protagonizó uno de los mejores episodios de Galería nocturna: una adaptación del cuento El regreso del brujo de Howard Phillips Lovecraft. También prestó su voz al cortometraje Vincent (1987), en el cual un joven cineasta llamado Tim Burton le declaraba su completa devoción. El protagonista Vincent Molloy, que no era otro sino el propio Burton, aseguraba que su más grande anhelo de la infancia era ser como Vincent Price. El cineasta continuó más tarde su admiración en El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990).
A diferencia de algunos de sus más brillantes personajes, Vincent encontró espacio para el amor: a la cultura prehispánica, a la pintura, a la escultura, a las letras, a la cocina, al buen beber y a tres mujeres con las que engendró dos hijos, Vincent y Victoria. Era, en el más estricto sentido del calificativo, un hombre renacentista. Por encima de ello están los afectos que cultivó, pues todos los que le rodearon afirman que era un gran ser humano.
El filme con el que Mórbido lo celebra es definitivamente una de sus más divertidos, un curioso guiño para todos los que gozamos la otredad que tan bien representó. En su parte más notable, Price hace un recuento histórico de las atrocidades que ha cometido el hombre –el mayor de todos los monstruos- antes de cantar The monster mash, famosa creación de Bobby Pickett que la agrupación que da título a la película adoptó. Mejor vínculo entre el miedo, la risa y la música, imposible.
Y sobre el tema de la presente emisión de Mórbido, finalicemos con un poco de nostalgia. Esta noche, de camino a casa, nos estremecerá su macabra carcajada, querido Maestro Price, con la que corona el video musical Thriller (John Landis, 1983). Este cortometraje, que está por cumplir su tercera década, pervive en nuestra memoria como un homenaje a su genio y como catapulta al éxito del también desaparecido Michael Jackson. Su risa sardónica, perturbadora, es imperecedera y seguramente fascinará a los cinéfilos dentro de 100 años más.
                                                                                                              
*Texto publicado en el catálogo de la cuarta emisión de Mórbido, Festival Internacional de Cine de Terror y Fantasía, celebrado en octubre de 2011 en Tlalpujahua, Michoacán. 

70 mil visitas

Este blog fue visitado en más de 70 mil ocasiones desde su creación en 2009. Gracias a todos por hacer de este su espacio y por la genrosidad de regalarme su tiempo. Les mando a todos un abrazo.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Devolver la humanidad a los muertos

La cultura popular nos ha enseñado que un zombi, en solitario, no representa una gran amenaza, pues un hombre en plenitud de sus capacidades puede enfrentarlo fácilmente. La historia es diferente cuando se trata de varias decenas. Ahí radica el elemento más perturbador de este monstruo: una multitud de ellos significa una muerte segura. Son el equivalente a una turba de linchamiento, irracional, con quién no se puede entablar diálogo alguno. “No somos machos, pero somos muchos”, dice la expresión popular. Y estamos acostumbrados a percibir la amenaza zombi como una masa informe, sin personalidad. Acaso es curioso ver sus atuendos. “Mira, la zombi enfermera”. “Mira, el zombi trajeado”. “Mira, el niño zombi”. Sin olvidar la obligada zombi desnuda, tal como nos la presentó George Romero en La noche de los muertos vivientes en 1968.
Pero hace unos días descubrí, gracias a mi amigo Israel Rodríguez, un estupendo cortometraje que devuelve su identidad a los muertos. Se titula “Everything dies”. Este es parte del fenómeno The walking dead, la teleserie creada por Frank Darabont a partir de los cómics de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlard. Si ustedes la han seguido, recordarán que en su primer episodio el asistente de comisario Rick Grimes (Andrew Lincoln), al salir del coma y encontrarse con un escenario apocalíptico descubre, arrastrándose lastimeramente en el pasto, a una zombi partida por la mitad, en avanzado estado de descomposición. La escena le impacta profundamente. Posteriormente Rick regresa y le dispara a la cabeza como un acto de misericordia, “poniendo fin a su sufrimiento”. Bajo la dirección de Greg Nicotero, brillante artista de maquillaje  convertido en productor y cineasta, el guión de John Esposito nos presenta a Hannah (Lilli Bridsell), un ama de casa común que lucha por sobrevivir –junto a su esposo e hijos- al despertar de los muertos. El trágico fin de sus días marca su breve aparición en la odisea de Rick. Su historia parecería irrelevante a simple vista, pero es un recordatorio de su paso por este mundo. Porque tendemos a olvidar que todos esos zombis que tanto nos aterrorizan en la pantalla –chica o grande- fueron personas, hijos de alguien, padres de alguien, esposos de alguien. Eso cobra relevancia en un momento donde el discurso oficial y mediático se afana en etiquetar a las víctimas de la atrocidad como “las muertas de Juárez” o “las bajas de la guerra contra el narco”. En sus últimos momentos al lado de sus seres amados, Hannah enfrenta la verdad inevitable que da nombre al corto: “todo muere”.
Ve "Everything dies"       

jueves, 3 de noviembre de 2011

Los verdaderos cazafantasmas

Saber qué existe después de la muerte es una de las principales inquietudes de la raza humana. Han tratado de responder esta interrogante personas de las más variadas disciplinas, en todos los países, en todas las épocas. En la nuestra se han vuelto muy populares los llamados cazafantasmas, personas que han ocupado numerosos espacios en los medios de comunicación, publicado incontables libros y aparecido en igual número de programas televisivos, incluso en los dedicados a los espectáculos y “chismes” de los famosos. Sobra decir que la gran mayoría son charlatanes que investigan un fenómeno sin ningún rigor científico. Porque abordar un tema así, susceptible de la desconfianza, exige el rigor que ofrecen las ciencias exactas. Estos intrépidos personajes sólo se limitan a recorrer cementerios o casas abandonadas con una cámara con visión nocturna, haciendo evidente –a través de todo tipo de gemidos- su sobresalto en la búsqueda de lo desconocido.
Los cazafantasmas son precisamente los protagonistas de la ópera prima del joven cineasta español Carles Torrens, discípulo de su compatriota Rodrigo Cortés, a quien debemos Sepultado (2010), espléndido ejercicio de cinematografía en una sola locación –un ataúd-. Pero esa es otra historia. Carles presentó en el pasado Festival Mórbido su largometraje Emergo (2011), cinta que en un primer acercamiento rinde tributo a uno de los gimmics que popularizó William Castle en la década de los 50. La cinta se presentó en la pasada emisión del Festival de Sitges, donde fue tratada de forma desigual por críticos y la audiencia. Aquí en México fue electa como la favorita de los espectadores de Mórbido, lo que valió a su realizador el Golden Skull del festival. Y es por algo.
Con pesimismo evidente, mi querido Bernardo Esquinca dice –en labios de su personaje Casasola en su novela La Octava plaga (Ficción Zeta, 2011)- “todas las historias posibles ya están contadas; la gran condena de los literatos es que no pueden ser originales, por más que se lo propongan”. Si la intención no es innovar –en el cine de horror- la gracia de una propuesta radica en utilizar bien los elementos acotados. Así sucede en el caso de Emergo. Nos encontramos ante una historia de fantasmas, correctamente realizada sin mayores pretensiones que asustar a su audiencia. Lo logra sobradamente, hay que precisar. Su cercanía a otras películas como El proyecto de la Bruja de Blair (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), Cloverfield (Matthew Reeves, 2008) y tantas otras le han merecido juicios injustos. La referencia más notable que suelen citar los detractores de Torrens es Actividad paranormal (Oren Peli, 2007), cinta que no acaba de convencerme por razones que he platicado en el pasado. En este caso –el de Emergo- no nos encontramos ante lo grabado por una pareja de yuppies, ni con un “video localizado” entre las pertenencias de alguien desaparecido, sino con el documento de un grupo de parapsicólogos, quienes descartan todo tipo de causas antes de aceptar la existencia de lo fantasmal. Emergo, a partir de un guión del propio Cortés, sigue pues las andanzas de tres parapsicólogos ante el llamado de auxilio de un viudo en cuyo hogar suceden todo tipo de fenómenos aterradores. Los investigadores usan la más variada tecnología –desde detectores de movimiento, sensores infrarrojos, luces estroboscópicas, termómetros, un aparato pixeleado y un larguísimo etcétera- y la acción está documentada con múltiples formas de videograbación. He ahí uno de sus aciertos. Luego están los rostros desconocidos de su reparto. Torrens reveló que Jeffrey Combs –estrella de Re-animator y actor fundamental del género- fue considerado para participar en la cinta. Esto hubiera sido emblemático, pero fue un beneficio sin duda alguna. El que no reconozcamos a los personajes otorga verosimilitud a un relato que puede ambientarse en cualquier lugar. No olvidemos parlamentos memorables: “huir de un fantasma es una gran descortesía, pues les cuesta muchísimo trabajo materializarse”. Al final, la presencia de lo extraño hace evidente la disfuncionalidad de una familia. Ahí reside justamente uno de los principales horrores que causa la cinta. Los momentos de genuino sobresalto, si bien se pueden anticipar, son estremecedores y efectivos. Me precio de no ser un novato en el tema, pero la película consiguió asustarme.
Emergo tendrá distribución comercial en nuestro país al inicio de 2012. Yo auguro a Torrens la mejor respuesta del público y en definitiva espero ver su siguiente proyecto, porque estoy seguro que no hemos visto su mejor trabajo.