jueves, 31 de mayo de 2012

Asesina al pie de la letra


He encontrado las opiniones más variadas de El cuervo, guía para un asesino: quienes la abrazan y reconocen sus méritos, los que la odian (Vicente Quirarte la detestó, al grado de suplicarme no verla, y él conoce muy bien la vida y obra de Edgar Allan Poe) y personas como yo, que se encuentran en el punto medio pero que se inclinan a la segunda posición. Para contribuir a formarnos un criterio definitivo, reproduzco la opinión autorizada de mi amigo Rafael Aviña, que igualmente conoce y admira a Poe. Fue publicada por el periódico Reforma,  en su sección Primera fila, el viernes 18 de mayo de 2012.
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Asesina al pie de la letra
Rafael Aviña

Inspirado quizá y sin crédito alguno en la intrigante novela de Matthew Pearl, “La sombra de Poe” (Seix Barral, 2006) , el argumento de “El cuervo: guía para un asesino” (EU-Hungría-España, 2012) dirigida por ames McTeigue, intenta sumergirse en los últimos días de vida del escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849), así como en su extraña y delirante personalidad.
Al mismo tiempo, pretende rastrear en la psicopatía criminal del siglo 19, en correspondencia a la torturada fantasía literaria del autor de relatos como “Los crímenes de la calla Morgue”.
Responsable de la fascinante “V de venganza” (2005), según la novela gráfica escrita por Alan Moore, Mc Teigue parece tomar como punto de partida otro filme que también adapta a este autor, “Desde el infierno” (Allen y Albert Hughes, 2001).
Al igual que ésta, todos los ingredientes del serial killer contemporáneo están presentes: brutales homicidios, presión de la opinión pública, la ciudad presa del morbo y el pánico, y la cacería de un asesino a través de métodos científicos novedosos, con un detective (Luke Evans) que utiliza recursos y deducciones modernas para atrapar a un psicópata que se inspira en los relatos de Poe para matar a sus víctimas.
Es así como la mismísima figura de Poe (John Cusack), muerto en circunstancias nunca aclaradas, toma relevancia al ser requerido por la policía, luego de que varias víctimas aparecen asesinadas siguiendo los métodos de historias como “La fosa y el péndulo”, “El caso del Sr. Valdemar”, “El cuervo” o “El corazón delator”.
No obstante, el asunto se torna más siniestro cuando la amada de Poe, Emily (Alice Eve), es secuestrada y enterrada viva por el asesino, retando al escritor a salvarla, a través de un relato original que lo satisfaga.
Esta historia de admiración psicótica al estilo de “El fanático” (Tony Scott, 1996)  o “El rey de la comedia” (Martin Scorsese, 1983) está más cerca de las actuales y estilizadas revisiones de personajes literarios del siglo 19 (Conan Doyle, Dickens, Verne) que de las anteriores adaptaciones del universo de Poe al cine (Corman, Malle, Fellini, Vadim).
La eficacia de Mc Teigue evidente, sin embargo hubiera alcanzado mayores alturas, apostando más por la obsesión criminal que por la trama romántica.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Cría cuervos...


No esperaba ver un documental de Discovery channel, ni un especial de Biography. Sabía perfectamente que asistía a una película que partía de hechos y personajes de la vida real y los entremezclaba con elementos de ficción. Hace unas semanas hablé sobre esta posibilidad como un recurso legítimo en las bellas artes. Pero creo que aprovecharse de la Historia exige que el juego de la imaginación pueda acoplarse de manera convincente a eventos que son casi del conocimiento popular. Eso es indispensable al tratarse de figuras como Edgar Allan Poe.
Salí con sentimientos encontrados de la sala de cine luego de ver El cuervo, guía para un asesino (James McTeigue, 2012). El guión de Ben Livingston y Hannah Shakespeare hace un recuento de los últimos días de vida del poeta maldito y, como si no bastara la tragedia en que se veía inmerso, cruza su camino con un asesino. Un asesino en serie, como dicen los periódicos en la cinta, aunque en esa época no se acuñara el término. Así Poe (John Cusack) es reclutado por el letrado Inspector Emmet Fields (Luke Evans) para detener a un imitador que acaba con sus víctimas según lo planteado por el artista en sus cuentos.
La premisa en sí no parece mala. Logró atraerme en primer momento. Del  resultado no estoy tan seguro. Encontré como primera barrera al protagonista, quien no captura la esencia melancólica y fatal de Poe y usa, además de todo, una “barba de candado” al más puro estilo de la de Robert Downey, Jr., en Ironman (y secuela) y Los Vengadores. Muchos podrían acusarme de purista o exagerado, pero creo que en proyectos semejantes el respeto por los pequeños detalles otorga credibilidad. En las escasas fotografías que se conocen de él, nunca utilizó un aspecto semejante.
Concedo que la fotografía de Danny Ruhlmann y el diseño de arte de Roger Ford son competentes. También la recreación de los crímenes de Poe que van de los cometidos en Los asesinatos de la Calle Morgue, El entierro prematuro, El Misterio de Marie Roget, La máscara de la Muerte Roja. Sin embargo el demente que roba su nombre artístico de su poema más memorable, El cuervo, y su historia romántica (porque Poe si iba a casarse antes de su misteriosas muerte) hicieron que la cinta no me cautivara como deseaba. Acaso lo mejor es que el libreto trata de darle sentido a la exigencia final del héroe (que trajeran ante sí a Reynolds) y que Griswold (en clara alusión a Rufus Griswold, detractor y parásito del Maestro) haya encontrado un fin terrible según lo imaginó en El pozo y el péndulo. Debió dolerle. Y me alegro.

martes, 29 de mayo de 2012

Palabras pendientes


El viernes pasado se presentó por segunda vez una antología que es una auténtico deleite. Su antologador y uno de sus autores me invitaron para acompañar la ocasión, pero el trabajo no me permitió estar allí. De haber sido posible, habría dicho algo así:

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Presentar El abismo. Asomos al terror hecho en México (Ediciones SM, 2011), la estupenda antología de Rodolfo JM, en este Museo del Templo Mayor, recinto donde se encuentran los cimientos de nuestra cultura, puede parecer inapropiado a simple vista. Pero tiene en realidad mucho sentido.
El horror y la fantasía son géneros poco explorados por los creadores del país, mayormente porque siguen considerándose por la gran mayoría y muchos estudiosos como temas menores y banales. Pese a que han alcanzado momentos brillantes gracias a la pluma de prodigios como Bernardo Couto, Amparo Dávila, Juan José Arreola, Francisco Tario, Emiliano González, el recientemente extinto Carlos Fuentes –que ahora está en todas partes en secreto, como dijo Jaime Sabines-, mis queridosVicente QuirarteAlberto Chimal –aquí presente-, Bernardo Fernández BEF, Ricardo Chávez Castañeda, Ricardo Bernal, Doris Camarenay Norma Lazo, pocos escritores mexicanos se han atrevido a explorarlo. Esa es una de las virtudes iniciales del texto que nos reúne, sólo que el antologador reúne a las nuevas voces de la narrativa nacional del tema, desde Rafael Villegas, Calos Alvahuante, Pepe Rojo, Alejandro Badillo, F. G. Haghenbech, entre muchos. Es una propuesta que rinde un declarado tributo a las viejas colecciones de Editorial Bruguera o Martínez Roca, volúmenes entrañables que incendiaron la imaginación de los autores aquí contenidos y de generaciones enteras de devotos. Su otro acierto es que sus historias se desarrollan en un entorno fácilmente reconocible: los rincones oscuros de esta urbe, la provincia mexicana, la aparente paz del hogar. Todos se alimentan de la vasta tradición e imaginario de nuestro pueblo.
Como todo libro de su tipo, hay historias que los lectores preferirán sobre otras. Todas tienen el mérito de haber sido escritas con buen oficio y convicción en los fulgores de lo oscuro. Brillan para mi tres relatos: Samaná de Bernardo Esquinca, cuento que inicia en el Centro Histórico de esta ciudad y tiene claras influencias de las imágenes oníricas de David Lynch y las pesadillas de Stephen King,  Post mórtem de Omar Delgado, donde las costumbres funerarias de muchas localidades de la República son el resorte para el horror y Mar del Norte de Alejandro Pérez Cervantes, que recuerda a dos figuras indispensables de mi formación, tan opuestas entre sí: Gregorio Cárdenas Hernández, conocido por su infame vocación como El estrangulador de Tacuba, y Alfonso Quiroz Cuarón, el más reputado Criminólogo mexicano.
El resultado es un libro disfrutable de principio a fin, que nos arrancará los más genuinos sustos. Finalizo expresando mi gratitud a Ediciones SM por apoyar este tipo de proyectos, mi más grande enhorabuena a todos los autores, a la pasión y entusiasmo de Rodolfo JM y su buen tino para ensamblar esta Liga de Caballeros –y Damas- Extraordinarios y sobre todo a ustedes, los lectores, por creer en lo maravilloso que, aunque intangible, está siempre cerca de nosotros.

jueves, 24 de mayo de 2012

De dioses y monstruos



Un aspecto que deliberadamente dejé de lado cuando escribí sobre la exitosísima cinta Los Vengadores (TheAvengers, JossWhedon, 2012) es sin duda uno de los que más aplaudo: el antagonista. En más de una ocasión he manifestado mi afición por los villanos (los de la ficción). Son los que ponen “sabor al caldo”, los personajes más atractivos no sólo porque ofrecen el conflicto indispensable en toda obra, sino porque resaltan las virtudes del héroe y se mueven fuera de sus normas. “Somos iguales, pero tú eres más aburrido”, le dijo JimMoriarty (Andrew Scott) a Sherlock Holmes (BenedictCumberblacht) en la traslación del detective al nuevo milenio. Pero regresemos aLoki, el Dios del Caos. Esta es la primera ocasión que es llevado a la pantalla grande. La encarnación de Tom Hiddlestone es estupenda, a la altura de los grandes villanos del cómic y de tiempos recientes en el cine. Observemos su diálogo con la Viuda Negra (Scarlett Johansson), por ejemplo, que –guardando las distancias- no deja de recordarme al de HannibalLecter (Anthony Hopkins) y ClariceStarling (Jodie Foster) en el hospital psiquiátrico en Baltimore. El Loki que vemos en un ser despiadado, que se regodea por los demonios personales de sus inferiores. Su patetismo original, debidamente retratado en la cuestionable Thor (Kenneth Brannagh, 2010) es aquí el que alimenta un genuino deseo de venganza y superioridad, al grado de hacer un pacto con el Diablo (los Chitauri) para conseguir sus propósitos.
El discurso de Loki no es distinto al de muchos personajes de la vida real. “Ustedes nacieron para ser gobernados” y “una hormiga no tiene problemas ante una bota”, piensa. Ese pensamiento tiene sin duda parecido con muchos penosos momentos de nuestro pasado, hoy tan en riesgo de repetirse dado el clima electoral. Como en las marchas de los últimos días –en distintas partes del país- y ese hombre entrado en años de la película, muchos no estamos dispuestos a arrodillarnos ante el poder corrompido. Pese a su posición divina, al final Hulk le recuerda su realidad tras unos buenos azotes. “Dios debilucho”, le dice. Y el malvado sólo deja escapar un gemido.
Pero basta de superhéroes por el momento. Recuperaré la crítica que mi buen amigo Rafael Aviña publicó sobre el filme el pasado viernes 27 de abril en la sección Primera Fila del diario Reforma. Nos vemos la siguiente semana. Tengo un “cuervito” que comerme.
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Lucha de egos
Rafael Aviña

TheAvengers: Los Vengadores (EU, 2012) representa sin duda la reunión más importante de héroes emblemáticos de Marvel. Y el responsable directo de este asombro es JossWhedon, un realizador con una filmografía de bajo perfil.
Guionista de Buffy, la cazavampiros y creador de la teleserie homónima, del filme de ciencia ficción serie B Serenity y coguionista de Toystory, consigue uno de los relatos más entretenidos y sólidos de esa amplia saga dedicada a los superhéroes de la historieta.
En colaboración con su coargumentistaZackPenn, Whedon evita las farragosas presentaciones de los personajes y se va directo al punto, tomando como partida el legendario relato aparecido en septiembre de 1963 firmado por Stan Lee y Jack Kirby.
La primera sorpresa es que coloca en el centro de la acción a un villano en realidad aterrador y perturbado, a la altura de los guardianes del bien que le harán frente.
Loki (Tom Hiddlestone) –nada que ver con su papel en la fallida Thor- con ayuda de una raza alienígena: los Chitauris, logra apoderarse del Tesseract, artefacto con una energía capaz de destruir a la Tierra y recluta contra su voluntad al eficaz arquero Halcón (Jeremy Brenner) en la espectacular secuencia de arranque.
Lo que sigue, es la inminente incorporación de héroes para colaborar por el restablecimiento del orden y la paz mundial que comanda Nick Fury (Samuel L. Jackson).
No obstante, los elegidos: Capitán América (Chris Evans), ItonMan (Robert Downey, Jr.), Thor (Chris Hemsworth), Dr. Banner/Hulk (Mark Ruffalo) y NatashaRomanoff “Viuda Negra” (Scarlett Johansson), tendrán quue lidiar primero con sus propias personalidades complejas y divididas para aprender a trabajar en equipo: una misión más complicada que su lucha contra Loki.
A pesar de un guión que repite una fórmula establecida y algunas secuencias donde se notan las costuras a los efectos, TheAvengers: Los Vengadoresequilibra de manera perfecta un gran diseño de propucción (el cvaos final en Nueva York), una notable banda sonora de Alan Silvestri, una acción brutal, rítmica y siempre en ascenso.
A esto se suma la química de las distintas personalidades y, sobre todo, un humor ácido y constante, con IronMan a la cabeza y como sorpresa final, Hulk acaba robándose a los espectadores. 

viernes, 18 de mayo de 2012

A donde nos llevaron todos los caminos


Para Abel Cobos, quien también cree en los héroes.

Pese a que la Historia nos ha enseñado que basta que dos personas (o naciones) se sienten frente a frente y firmen un papel, las grandes alianzas no se forjan de la noche a la mañana. El respeto y la confianza surgen a través de la convivencia, de comprobar la comunión de ideales y objetivos. Por eso me parecieron infundadas algunas opiniones sobre Los Vengadores (JossWhedon, 2012): “¿Qué mensaje nos dan, si nuestros defensores se la pasan peleándose la primera parte de la película?”. Esto era inevitable y comprensible si tenemos en cuenta que se trata del primer encuentro de personajes con formaciones y procedencias tan diferentes, de completos desconocidos. Hay quienes hablan de “amores a primera vista”, pero en el mundo real las cosas no suelen ser tan fáciles.
La tan esperada reunión del más popular equipo de superhéroes de Marvel Comics no decepciona en lo más mínimo. Es un espectáculo deslumbrante, lleno de efectos especiales, mucha acción, momentos refrescantes,todo realizado con la convicción de acarrear a los grandes públicos (y su dinero) a las salas de cine. Aunque nos encontramos ante un blockbuster, el guión de Whedon y ZackPennes preciso: no pierde tiempo en plantear antecedentes (esos ya los vimos previamente) y se centra en la formación de un equipo de “personas sobresalientes” enfrentadas –para no variar- a un mal que amenaza a la humanidad. Nick Fury (Samuel L. Jackson), director de la agencia ultra secreta S.H.I.E.L.D. y cazador de talentos, sufre el robo del poderoso cubo Tesseract por parte del malvado dios asgaardianoLoki (Tom Hiddlestone), lo que lo obliga a ensamblar un equipo conformado por el Steve Rogers/Capitán América (Chris Evans), (el “genio científico, multimillonario, filántropo y playboy”) Tony Stark/Ironman (Robert Downey, Jr.), el irascible Dr. Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo), la letal espía NatashaRomanoff/Viuda Negra (Scarlett Johansson) y, eventualmente, el poderoso dios Thor (Chris Hemsworth) y el mortífero arquero Clint Barton/Ojo de Halcón (Jeremy Brenner), todos parte de una iniciativa gubernamental y conocidos como Los Vengadores (el anglicismo puede ser contagioso y sonar menos amenazante, pero así los conocí cuando era niño).
Lo que más alabo del trabajo de los guionistas es la manera en que logran equilibrar la presencia e importancia de tantos personajes –tantos egos-, una de mis principales preocupaciones conforme se estrenaban las aventuras individuales de cada héroe pues sabíamos que se encaminaban a un encuentro. Las últimas entregas remataban (al final de los créditos, como en cinta de James Bond 007) con la leyendas como  “Thor regresará en Los Vengadores”, o“El Capitán América regresará en Los Vengadores”. Es innegable el peso de Robert Downey, Jr. en el elenco. No sólo es el de mayor trayectoria y capacidad actoral, sino que su carrera se encuentra en su mejor momento. Por eso su figura se encuentra en primer plano en la publicidad del filme –por delante de la del líder del grupo, el Capitán América-  y posee algunas de las mejores líneas de la historia (“Dr. Banner, soy un gran aficionado de su trabajo, sobre todo de la forma en que al enojarse se transforma en un gigantesco monstruo verde”, “Si no logramos salvar a la Tierra, puedes estar seguro que la vengaremos” o “¿Nadie me besó?”). Ello no disminuye a sus compañeros. Todos tienen una presencia justificada en la trama. El Capitán demuestra sus dotes como estratega militar y símbolo en momentos difíciles, Thor como la mejor opción para enfrentar a un igual y Hulk como la fuerza bruta en una batalla que parecería imposible ganar (“mi secreto es que siempre estoy enojado”). Es él quien termina robándose la cinta. En un principio objetaba, fiel a la idea de la continuidad, que Edward Norton (quien encarnó al verdoso en la aventura previa) fuera relevado por Ruffalo. Inmediatamente pensé que su negativa a participar se debió a su reserva a compartir créditos con otro actor talentoso como Downey, Jr, a no ocupar el centro del reflector. Esto lo refuerzan las opiniones de sus coprotagonistas y directores de otras producciones. Todos lo señalan como una persona conflictiva, difícil para trabajar. Al final creo que el gran perdedor es el propio Norton pues esto habría reactivado su carrera. Ruffalo dio grandes matices al personaje, como esa aura de melancolía y tragedia que le dieron Stan Lee y Jack Kirbycuando lo crearon en 1962.
En la ya tradicional escena final se nos revela al nuevo enemigo: Thanos, equivalente de Darkseid del Universo DC. Y posteriormente, en una secuencia no mostrada en Latinoamérica, los paladines –a sugerencia de Stark- saborean un delicioso shawarma, platillo árabe a base de carne de cordero, res, pollo o pavo con diferentes especias cocinados al carbón, muy similar a nuestros locales tacos al pastor. Mejor modo de celebrar una victoria, imposible.

martes, 15 de mayo de 2012

Lección de vida


Para Ana Luisa, por existir.


Hablar de Rocky Balboa, el personaje creado y encarnado en seis ocasiones por el actor estadounidense Sylvester Stallone, podría parecer poco apropiado dados los temas de este blog. No obstante, es tremendamente relevante para mí no sólo porque hace algunos días me reencontré con su última aventura (escrita y dirigida por el propio Stallone en 2006) sino por el momento de mi vida que atravieso. Rocky está arraigado en la mente y corazón de generaciones completas de cinéfilos y ha trascendido al imaginario colectivo de la cultura occidental. Lo reconocen y vitorean incluso espectadores jóvenes que no lo conocieron en su momento más brillante. Su galardonado tema musical, escrito por Bill Conti, acompaña muchas celebraciones. Subir las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia es un ritual obligado para todo visitante de la ciudad, pues la figura del púgil está indeleblemente ligada a ella.
Publiqué en este espacio, para mis más cercanos pero sobre todo para mí, que el 23 de abril de 2010 me diagnosticaron Esclerosis Múltiple. Lo que ha pasado desde entonces es toda una aventura, con “días buenos y días malos”, como me advirtieron mis médicos. Tratamiento (una inyección diaria de Copaxone), Acupuntura, ejercicio físico, estudios semestrales de laboratorio (la Resonancia Magnética de cráneo siempre me recuerda "El entierro prematuro" de Poe) y mucho entusiasmo (personal y de mis seres amados) mantienen a raya al monstruo.
Como muchas personas discriminan a los que sufren mi mal, algunos críticos desprecian a Rocky. Mayormente porque se convirtió en una saga dispareja. No puedo culparlos, porque es cierto: sus secuelas son previsibles, reiterativas –por momentos absurdas-, que canibalizan muchos de los momentos establecidos desde su primera entrega. Pero esto no minimiza la fascinación que genera entre sus devotos. Su aventura final es la más sincera de todas. Es de hecho una autobiografía: Stallone se desnuda en un guión sencillo que expone todas las angustias y frustraciones que le generan no saberse ya en el centro de los reflectores. Su barrio está tan maltrecho como su estima. Al igual que su personaje, es un hombre que vive de las glorias pasadas, con una bestia aprisionada en su interior que lucha desesperadamente por salir. Al final lo consigue. “Un peleador pelea”, resuelve. A esta determinación, contra todo pronóstico entusiasta, siguen ritos de paso: la conferencia de prensa, el entrenamiento y el dramático combate. Ahora se da el tiempo de adoptar a un perro, Punchy, símbolo de sus posibilidades de superación. Esta vez Rocky no venció físicamente. Abandonó el cuadrilátero con una victoria personal (“la bestia se ha ido”), la más importante, por eso no necesitaba escuchar el resultado. Sus laureles fueron la estruendosa ovación de su público, el mejor reconocimiento para ambos, Stallone y su alter ego.
Hoy que es Día del Maestro, Rocky sigue brindándome una lección de vida. “No importa cuán fuerte te golpee la vida, sino cómo te pones de pie y sigues adelante”. Nunca me he apenado de mi condición, ni me  he querido beneficiar de ella. Simplemente tenía estas líneas encerradas en mi pecho. Ahora están fuera. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Deuda de sangre


Han pasado 20 años desde su estreno. He hablado ampliamente de ella en mis cursos. La veo de nuevo casi cada vez que la transmiten en televisión. Pero apenas hoy escribo sobre Drácula de Bram Stoker, la cinta de 1992 dirigida por Francis Ford Coppola. Comprobé su perdurabilidad la noche del pasado 19 de abril, cuando Radio UNAM la programó en un maratón de cine que honraba la memoria de su autor en el centenario de su entrada a la inmortalidad. Esto fue en su sala Julián Carrillo, un foro con capacidad de casi 250 personas. Tuve el honor de presentarla. Contra lo que anticipaba –a pesar de la hora, el difícil acceso y de ser un espacio donde no se acostumbra exhibir cine- el auditorio estaba casi lleno. Esto fue motivo de mi más grata sorpresa: una película reconocida, que puede conseguirse con gran facilidad en DVD, reunió a tantas personas para disfrutarla en pantalla grande, como una experiencia colectiva –así debe ser el cine- y con la complicidad de la oscuridad –como demanda todo buen vampiro-. Me emocionaba pensar que en los últimos momentos del metraje, cuando la valiente cofradía internacional de cazadores vampiros cabalgaran para restaurar el bien, el reloj marcaría la medianoche. No pude comprobarlo, pues tan pronto terminé mi introducción tuve que subir a los estudios para participar en el aniversario de Carpe noctem, el programa conducido por Zeltzin Miquixtli y Zanoni Blanco. Pero esa es otra historia.
¿Cómo hacerle justicia a esta película entrañable? Para comenzar diré, sin duda alguna, que es la adaptación más fiel de la ya clásica novela (haciendo a un lado la historia de amor). No sólo por su narrativa –epistolar, como la propuso Bram Stoker, a través de entradas de diarios, grabaciones fonográficas, reportes periodísticos-, el respeto a sus personajes principales –es la primera vez que se incluyó a Quicey Morris (Bill Campbell)-, subtemas y espíritu general. De esto –no ser fieles al libro- no puede  culparse a sus adaptaciones previas, como las protagonizadas por Bela Lugosi o Frank Langella, si tenemos en cuenta que se basan en la pieza teatral de  Hamilton Deane y John L. Balderston. El Drácula de Coppola es una película redonda, casi perfecta. Cuenta (y perdón por el abuso de adjetivos) con un grandioso guión de James V. Hart, excelentes actuaciones, un estupendo diseño de producción de Thomas Sanders, un magnífico diseño de arte de Andrew Precht, una fotografía sobresaliente de Michael Ballhaus, un vestuario exquisito de Eiko Ishioka, una poderosa partitura de Wojciech Kilar –que usaron incluso en American horror story- todo bajo la dirección de un maestro de la cinematografía contemporánea. De cada aspecto podría hablar ampliamente, pero trataré de mesurarme y mencionaré sólo de algunos.
El guión de Hart es preciso, fiel a la atmósfera y contenidos subyacentes planteados por el autor irlandés. Especialmente en lo relativo al contenido sexual no descubierto por los lectores de su tiempo. Por momentos es como un sueño erótico; por otros como una pesadilla. La escena donde las tras novias vampiro (Monica Bellucci, Michaela Bercu y Florina Kendrick) seducen a Jonathan Harker (Keanu Reeves) es inquietante, una violación tumultuaria, como cuando Jack Seward (Richard E. Grant), Arthur Holmwood (Cary Elwes), Quincey Morris y Abraham Van Helsing (Anthony Hopkins) clavan una estaca a la vampirizada Lucy Westenra (Sadie Frost). Tiene muchos momentos afortunados,  como ese declarado homenaje a los albores del cine –que nació como el inmortal vampiro transilvano en el ocaso de siglo antepasado-, las mención a otra brave new woman como Marie Curie, ese anunciante callejero que promovía a Henry Irvingel hombre que fue Drácula- en el Teatro Lyceum o la alusión necesaria al Hada Verde del Ajenjo. El guionista también se toma la libertad de dar al relato un prólogo, donde nos presenta inequívocamente la identidad del malvado protagonista, cosa que sólo se insinúa en la novela de Stoker. Esto era inevitable considerando el peso de su referente histórico –el Voivoda Vlad Drácula- y ya había ocurrido antes en esa versión de Dan Curtis (1974) estelarizada por Jack Palance (que por cierto cuenta con un guión de Richard Matheson). También están sus narraciones paralelas –muy usadas por Coppola en su trilogía El Padrino-, como la boda de los Harker y la primera muerte de Lucy. Si algo le reproché en su momento es su historia de amor interrumpido. Con el tiempo la comprendí como una necesidad comercial de Columbia Pictures. La verdad, a la distancia, no me disgusta.
El vestuario de Ishioka, que le valió con justicia un premio Óscar, es rico en texturas, colores y simbolismos. Prescinde del frac, el medallón y la capa negra que todos conocemos para moverse en una dirección más acorde al relato. Por ejemplo, la primera capa de Drácula. Roja, que en esa toma en picada semeja una gran gota de sangre, o el vestuario de Mina dominado por tonos verdes, asociado con la vida y en algunas culturas con el amor y el deseo carnal.
Y por supuesto está su elenco. Por un lado, los matices inexpresivos de Keanu Reeves son perfectos para su personaje: un caballero victoriano reprimido, poco emotivo. En el otro está el verdadero protagonista, el Conde Drácula, interpretado por Gary Oldman, uno de los más talentosos actores de su generación, capaz de mostrarnos tragedia, carisma, pasión y la más genuina malevolencia. Y una mención especial para Hopkins, quien se hizo merecedor del papel luego de su laureada actuación como Hannibal Lecter en El silencio de inocentes.
En fin. Nos encontramos ante una película irrepetible. Por eso me preocupa la venidera adaptación de Dario Argento que, aún con sus triunfos pasados e incontables méritos, dudo pueda superarla.  La de Coppola es la versión definitiva.
           

viernes, 4 de mayo de 2012

¡Orgullo!


Amores que matan


Hagamos una pequeña pausa para hablar del mayor de todos los horrores, el de la vida real. “Sin duda, una de las parejas más insólitas de la historia del crimen ha sido la formada  por ese latin lover de origen español y aquella obesa mujer, que se convertiría en su activa amante y cómplice en una larga serie de asesinatos y chantajes, estafando a viudas y otras mujeres solitarias, como la propia Martha Beck, quien pasó de víctima social y madre abnegada a sádico verdugo femenino”, nos recuerda Rafael Aviña en su ya inconseguible libro Asesinos seriales, de la nota roja a la pantalla grade (Times editores, 1996). Cuando el autor habla de “ese latin lover” se refiere a Raymond Martínez Fernández, media naranja de Martha. Ambos lograron notoriedad gracias a sus infames acciones. Y parte de esta trascendencia la consiguieron con ayuda del séptimo arte.
Pensé en ellos ayer que me topé en la televisión con Amores asesinos (Lonely hearts, Todd Robinson, 2006), una cinta sencilla y sin pretensiones que tiene la emotividad de ser escrita y dirigida por el nieto del hombre que capturó a la pareja. Incluso la dedica a la memoria de su padre Edward Robbison (Dan Byrd), quien aparece siendo un niño en la historia. En un largo flashback que inicia en la Prisión de Sing Sing el 8 de marzo de 1951, fecha en que ambos criminales fueron ejecutados en la silla eléctrica, la voz en off del detective Charles Hilderbrandt (James Gandolfini) nos narra los eventos que les condujeron a ese momento. Su compañero, el condecorado detective Elmer Robinson (John Travolta), sufre el suicidio de su esposa y se embarca –en parte para exorcizar demonios personales-  en la cacería de un estafador llamado Raymond Fernández (Jared Leto) y su compañera sentimental Martha Beck (Salma Hayek), ambos convertidos eventualmente en asesinos.
La idea de Robinson no era nueva. Ya Leonard Kastle llevó al cine las terribles aventuras de la pareja en 1970 en Amantes sanguinarios (The Honeymoon Killers), una cinta con “un reparto de actores desconocidos, un presupuesto ínfimo, un enfoque realista, casi documental, con locaciones en varios de los sitios originales y una escueta fotografía en blanco y negro” –continúa Aviña- factores que la convirtieron en un clásico instantáneo del cine de serie B. Francois Truffaut la consideraba su película estadounidense favorita. No se si la versión del 2006 le hubiera encantado. Primeramente porque la imagen repelente de la Martha Beck original fue sustituida por la deseable figura de la Hayek, enfundada en vestidos ajustados como las femmes fatales de los cuarentas, todo en aras de comercializar con los atributos de la actriz y su propia vanidad. Me hubiera encantado verla transformada físicamente como lo hizo la sudafricana Charlize Theron en Monster (Patty Jenkins, 2006). Pero ella hace algunas preguntas inquietantes a su antagonista: “¿Alguna vez alguien lo ha amado tanto, detective, y ha sido capaz de matar o morir por usted?”.
Luego que Robinson y su equipo finalmente atraparan a los malvados, éste busca pistas entre sus pertenencias. En ese momento repara en un triciclo que se encuentra a unos metros; luego en su caja, que se encuentra entre los objetos empacados por la pareja para su escapatoria. El detective la abre y se encuentra con su terrible contenido, que el espectador nunca ve pero adivina, lo que le arranca un genuino lamento y lo obliga a apartarse un instante, para caer de rodillas en el campo. Esto le permitió posteriormente arrancar a Beck una confesión, con argumentos demoledores: “mi vida es una interminable cloaca de personas como usted. En algunos años olvidaré su nombre. Sólo será un caso cerrado y archivado. Ahora tiene la oportunidad de hacer algo bueno. No es mucho pedir considerado lo que ha hecho. Será lo último que hará en su triste y patética vida”.

Me emociona saber que esta entrada la leerá el visitante número 100,000 de este blog. Agradezco a todos el tiempo que me han regalado y sus valiosas aportaciones. Nos veremos en unos días, pues hay horror para rato.