viernes, 24 de agosto de 2012

Réquiem para Tony Scott


La madrugada del lunes, justo antes de abandonarme en brazos de Morfeo, escuché un resumen informativo en la radio donde anunciaban el suicidio del cineasta británico Anthony David Scott, conocido en su medio como Tony Scott, hermano del talentosísimo Ridley y artífice de la compañía productora Scott Free. Se arrojó al medio día del domingo anterior del puente Vincent Thomas en San Pedro, California. Tenía 68 años de edad.
Una muerte de este tipo nunca deja de ser sorpresiva, trágica. Se ha dado cuenta que Scott dejó un recado ante mortem –popularmente conocido como “recado póstumo”-, del que seguramente se conocerá su contenido en algunas semanas. En el medio artístico es algo que reviste de un aura de misterio al suceso, como ocurrió en los casos del pintor holandés Vincent van Gogh, el poeta coahuilense Manuel Acuña, la escritora inglesa Virginia Woolf, el actor mexicano Pedro Armendáriz, la poetisa estadounidense Sylvia Plath, los escritores estadounidenses Ernest Hemingway, Robert Hayward Barlow –de quien hablé hace muy poco- y Hunter S. Thompson, la bella actriz checa –naturalizada mexicana- Miroslava Šternová, hasta sucesos que perviven hoy en día –en la cultura popular- como homicidios disfrazados de suicidio. Las muertes del actor George Reeves, la actriz Marilyn Monroe, y del cantautor Kurt Cobain –todos estadounidenses- son algunas de las más conocidas.
Tony Scott fue un cineasta con una filmografía variopinta, lograda en muchos casos, con altos valores estéticos. Su procedencia de la cultura del videoclip y la publicidad son palpables, desde sucesos de taquilla como Top Gun (1986), vehículos para el lucimiento de comediantes –exitosos en ese momento- como Eddie Murphy en Un detective suelto en Hollywood II (1987), Días de trueno (1990), el trepidante buddy film El último Boy Scout  (1991), el thriller romántico de La Fuga (1993), la inteligente Marea Roja (1995), la psicótica El Fanático (1996), Enemigo del Estado (1998), Juego de espías (2001), Hombre en llamas (2004), el caso real de la cazarecompensas Dominó (2005), Déjà Vu (2006), Asalto al tren 123 (2009) y su último trabajo Imparable (2010).
Pero para los interesados en los géneros que estudia este blog, su ópera prima,  El Ansia (The Hunger, 1983), le otorgó la pertenencia al gran panteón fílmico destinado a los grandes. Basada en la novela homónima de Whitley Strieber, Scott encontró los elementos que la convertirían en un objeto de culto instantáneo: un estupendo ensamble actoral –Catherine Deneuve, David Bowie y Susan Sarandon-, una atmósfera que se debate entre la oscuridad del submundo gótico y la opulencia de esos grandes espacios neoyorkinos –hábilmente retratada por Stephen Goldblatt-, una eficiente partitura de Denny Jaeger y Michel Rubini y la emblemática aparición inicial de Peter Murphy y Bauhaus cantando su clásico Bela Lugosi is dead. Su título en español es muy apropiado, según nos recuerda Mark Rein Hagen en Vampiro: La mascarada, pues describe efectivamente las urgencias de los vampiros de Scott: “La llamamos Ansia, pero el término es lamentablemente inadecuado. Los mortales conocen el hambre, incluso la inanición, pero eso no es nada. El Ansia reemplaza a casi cualquier otra necesidad, cualquier otro impulso conocido por los vivos –comida, bebida, reproducción, ambición, seguridad- y es más urgente que una combinación de todos. Más que un impulso, es una droga, a la cual nacemos con una desesperanzada adicción. Al beber sangre no sólo garantizamos nuestra sobrevivencia, sino experimentamos un placer más allá de cualquier descripción. El Ansia es un éxtasis físico, mental y espiritual que ensombrece todos los placeres de la existencia mortal. Ser un vampiro es estar atrapado por el Ansia. Tal es la paradoja de nuestra vida. Es la maldición de mis semejantes”.

Muchos suelen cuestionar al suicida por su falta de valor para enfrentar la adversidad. Yo lo hacía hasta hace poco tiempo. El manuscrito de la próxima novela de un querido amigo me hizo pensar lo contrario: esté afectado por un padecimiento físico o mental, es la última decisión lúcida de una persona que tiene el valor para poner el punto final. Es la única forma de liberarse definitivamente de las ataduras del mundo terrenal, del sufrimiento. Y como tal debemos respetarlo. Tony Scott no saltó al vacío ni se abandonó de la vida. Fue al encuentro del último secreto. Debe estar en un lugar mejor. Hasta ahí le envío mi gratitud y mejores pensamientos.     

1 comentario:

  1. Séneca dijo:

    "La cosa mejor que ha hecho la ley eterna es que, habiéndonos dado una sola entrada a la vida, nos ha procurado miles de salidas (…) Si te place, vive; si no te place, estás perfectamente autorizado para volverte al lugar de donde viniste."

    ¡Saludos!

    ResponderEliminar