sábado, 5 de septiembre de 2009

Horror y terror

El miedo y el horror[1] son conceptos con los que convivimos desde la infancia. Los cuentos de hadas -poblados por figuras amenazantes como brujas caníbales, ogros, hermanastras capaces de auto mutilarse y lobos que devoran niñas- cumplen una función elemental en nuestra formación: nos enseñan a lidiar con temores elementales como la soledad, el abandono, la pérdida de los padres o los cambios que experimenta nuestro cuerpo.
La literatura de horror es una forma de expresar lo numinoso[2] cuando ya no se cree, pero cumple una función social indispensable. Es una válvula de escape y una forma de evasión que nos permite experimentar, desde una posición segura, metáforas que hablan sobre las zonas oscuras del ser humano y sus manifestaciones. Hoy en día, en esta gran Ciudad de México, puede inspirarnos más miedo un asaltante armado frente a la ventanilla de nuestro automóvil que el más aterrorizante monstruo literario.
Muchos estudiosos como Rafael Llopis confluyen al señalar el inicio de la literatura de horror en la llamada novela gótica, y de igual manera califican a la obra El Castillo de Otranto, de Horace Walpole, como el relato fundador del género[3].El relato de horror, como afirmaba Edgar Allan Poe (1809-1849), debe apostar por la brevedad y el impacto, aunque como advertía Montague Summers (1880-1948) –compilador de memorables antologías obre fantasmas- “haciendo a un lado las más grandes obras maestras de la literatura, no hay nada más difícil que producir que un cuento de fantasmas de primera clase”. Escribir un buen relato de horror es pues tan delicado como concebir un poema de amor. El éxito se logra al utilizar adecuada e innovadoramente las convenciones del género, cuando el autor es capaz de ensamblar dichos elementos y capturar la imaginación del lector y asustarlo.


[1] Es necesario aclarar las diferencias entre terror y horror. Mientras el primero es definido como miedo o espanto, el segundo es un pavor que penetra en el espíritu, capaz de despertar un sentimiento de aprehensión.
[2] Orden de la conciencia en que ésta capta algo misterioso y superior que inspira temor y reverencia.
[3] Walpole proclamó su obra como la traducción de un texto italiano de Onufrio Muralto, seudónimo que solía emplear. Según el prefacio a la primera edición, Walpole aclara que se publicó originalmente en Nápoles en 1529, sin especificarse el año en que se desarrolla la trama.

5 comentarios:

  1. Me encanta tu blog, Roberto. Soy seguidora total de TEstigos del Crimen, y es un placer leerte por acá... ah, y también soy esposa de un fan suyo (Lupita y tú)!! Felicidades por el blog!

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  2. Saludos desde las Islas Fújur. Este blog me sirve para mi proyecto de doctorado. Gracias, Roberto.

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  3. me parece que el terror es el superlativo del miedo, es decir, su uno se encuentra en un callejon oscuro, y derrepente es atacado por un tipo con un machete y una mascara de hockey sentiriamos terror, mientras que el horror viene siendo muchas veces lo que se produce despues del miedo, ejemplo, si vemos un bebe decapitado en nuestra cama, no sentiriamos miedo, puesto que el bebe no nos podria hacer nada, el sentimiento del horror esta mas bien ligado al humor negro, la desesperacion y la ira, puesto que, a mi modo de pensar, es el unico sentimiento humano incapaz de describirse

    Saludos

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  4. Muy de acuerdo, Toxpsycho. Lo que escribiré a continuación puede llevarme a la hoguera: recuerdo que cuando vi la versión estadounidense de El aro, la historia logró infundirme una opresión en el ánimo y el corazón como no sentía en mucho tiempo. La causa: actores desconocidos (cuando identifiqué a Brian Cox me sentí aliviado) y una atmósfera gris. Creo que ese malestar es lo más cercano al horror. Aunque lo supera las ejecuciones de la primera plana de hoy. Saludos.

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