miércoles, 23 de diciembre de 2009

Máscaras y vampiros

El vampiro debe actualizarse para conservar su capacidad de atemorizarnos, no bastan reinterpretaciones para jóvenes lectores. Un vampiro adaptado a nuestra época es presentado por Mark Rein Hagen en el prólogo de su exitoso Vampire, the Masquerade, cimiento del popular juego de rol que se ha erigido como una de las más elaboradas propuestas para explicar la estructura y entorno del monstruo, lo que Guillermo del Toro calificara como biología vampírica. Esta obra, lejos de su valor como forma de entretenimiento, es una excelente pieza de narrativa, recomendable para todo estudioso del tema. A continuación reproduzco la parte donde uno de estos seres explica su fisiología a una joven mujer que está por recibir el Beso oscuro.
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No obstante que nuestra apariencia exterior se asemeja mucho a la de los vivos, hay algunos de nosotros que insistimos en que el Cambio transforma a su sujeto en otras especies –Homo Sapiens Sanguineus, Homo Sapientissimus y Homo Vampiricus ya han sido adoptados como nombres para esta nueva raza...
Los grandes cambios físicos son temas de todos conocidos, por lo cual hemos dejado que permanezcan en el dominio de la ficción popular. Los dientes caninos son en efecto largos y puntiagudos, adecuados para desgarrar y posteriormente succionar la sangre. Sin embargo, alcanzan su extensión total sólo en el instante del ataque, mientras que en otras ocasiones se mantienen retraídos en las encías gracias a la contracción de un tejido flexible en su base. De otra manera, se dificultarían el habla y la secreción de saliva. Algunos, de un clan decadente, carecen de los medios para contraer sus colmillos y resultan fácilmente identificables.
Para alimentarnos, básicamente necesitamos morder, retirar los colmillos de la herida y comenzar a beber. Si lamemos la herida después de beber, no quedará ningún rastro de ella. De hecho, si lamemos cualquier herida que hayamos causado con nuestras garras o colmillos, podemos curarla completamente.
Nuestra piel, como la del vampiro cinematográfico, se encuentra invariablemente pálida. Se debe, en parte, a nuestra aversión a la luz del día, pero también a nuestro permanente estado de muerte. Darüber noch später (Sobre eso, más tarde).
Nuestro apetito está motivado por la subsistencia, de ello no puede caber duda. De tal hecho, y de amargas experiencias con los alimentos que más he disfrutado en mis tiempos mortales, parece que las entrañas de un vampiro han perdido su facilidad para la digestión. Pocas veces se ve a un vampiro sobrado de peso, y casi todos descubren, después del Cambio, una nueva esbeltez. Al no ser requeridos, presumiblemente los órganos se atrofian.
El cuerpo del vampiro permanece como estaba en el instante de la muerte. El cabello y las uñas continúan creciendo durante algunos días, como lo hacen en un cadáver fresco, pero eso es todo. Si deseo que mi pelo o mis uñas sean mas cortos, debo cortarlas cada tarde después de levantarme. Conjeturo que el cuerpo de los vampiros está en realidad muerto, y detenido en su proceso degenerativo sólo por el poder del Cambio. La piel se vuelve un poco más tirante sobre los huesos, como les sucede a los muertos recientes.
Los pulmones de un vampiro ya no respiran –aunque muchos han aprendido a fingir la respiración para andar entre los vivos- porque la sangre fresca de la presa provee la pequeña cantidad de oxígeno necesaria para mantener en actividad los tejidos muertos. Sólo un vampiro joven o inexperto toma sangre de la vena yugular, donde casi se halla al fin de su viaje y llena de impurezas; es preferible la sangre de la arteria carótida, limpia y plena...
Así como los pulmones ya no respiran, el corazón ya no late. De algún modo, la sangre de la presa se difunde a través del cuerpo por un proceso de ósmosis, en lugar de fluir por las venas y arterias. Esto puede verse en el hecho de que cuando un vampiro llora –lo cual en verdad hacemos, y con más frecuencia de lo que un mortal supone- las propias lágrimas son de sangre. Si se corta la garganta de un vampiro, se encontrarán las venas vacías. La clausura y el atrofiamiento de los vasos sanguíneos más próximos a la piel es otra causa de la pálida complexión que caracteriza al vampiro, aunque en el instante posterior a que un vampiro se alimenta es posible ver un tinte rosáceo.
La sangre de la presa...parece tener algunas propiedades notables. Somos capaces de sanar de nuestras heridas con una rapidez asombrosa. Aún sentimos dolor y un reflejo envía sangre al área afectada; tal como ocurre con los vivos, la sangre se difundirá en el tejido afectado y alcanzará una coloración púrpura. La excepción a esta regla es la estaca tan querida por escritores y cineastas. Esta causará un cierto estado de trance o parálisis, pero no provocará la muerte. Por qué ocurre esto no lo sé, pues el corazón ya no late y no es necesario bombear el flujo sanguíneo. He escuchado varias explicaciones míticas a este fenómeno, pero confieso mi incapacidad para explicarlo racionalmente.
El cuerpo ya no produce ni regenera su propia sangre, y depende por completo de la presa para la obtención de sangre fresca y los nutrientes que la ciencia ha encontrado en ella. Algo en la sangre...merced al Cambio, estimula la llama de la Vida y evita su terminación, pero para impedirla se necesitan regulares infusiones de sangre fresca. Y cuando un vampiro es destruido, la degeneración es asombrosamente rápida, como si el Tiempo cobrara la deuda de décadas o siglos. Nada queda sino polvo, por lo cual resulta imposible un estudio anatómico y mucho hay que dejarlo a la conjetura.
Somos capaces de curar nuestras heridas mediante la sangre con la cual nos alimentamos. Podemos utilizarla para regenerar miembros y órganos, con el tiempo y el espacio necesarios. La regeneración nos devuelve siempre al estado físico que teníamos en el instante de morir, incluyendo el largo del cabello, la forma del rostro, el peso –todo. Cuando el cuerpo resulta herido, se regenerará a partir del mismo molde una y otra vez. Ya estamos muertos, y por lo tanto no podemos morir excepto por obra de las fuerzas de la vida. El Sol eterno y la llama primigenia.
Queda sólo una última cuestión in re corporis, un tanto lasciva, que trataré de responder con la mayor delicadeza posible. A través de la tradición popular, el vampiro se ha convertido en una de las más poderosas figuras románticas –y más que románticas-. Si bien el acto amoroso es físicamente posible para el vampiro de cualquier género, los impulsos asociados y los estímulos han muerto junto con la carne. Con un esfuerzo de la voluntad podemos hacer que vuelvan todos estos impulsos, obligando a la sangre a dirigirse a áreas determinadas, del mismo modo en que curamos una herida, pero eso es todo. El éxtasis del Beso reemplaza cualquier otra necesidad dentro de nosotros. La sangre es el único objeto de nuestro deseo.
Vivir como vampiro es vivir con el horror...El Ansia nunca puede ser plenamente saciada. La llamamos Ansia, pero el término es lamentablemente inadecuado. Los mortales conocen el hambre, incluso la inanición, pero eso no es nada. El Ansia reemplaza a casi cualquier otra necesidad, cualquier otro impulso conocido por los vivos –comida, bebida, reproducción, ambición, seguridad- y es más urgente que una combinación de todos.
Más que un impulso, es una droga, a la cual nacemos con una desesperanzada adicción. Al beber sangre no sólo garantizamos nuestra sobrevivencia, sino experimentamos un placer más allá de cualquier descripción. El Ansia es un éxtasis físico, mental y espiritual que ensombrece todos los placeres de la existencia mortal.
Ser un vampiro es estar atrapado por el Ansia. Tal es la paradoja de nuestra vida. Es la maldición de mis semejantes.
Toma mi brazo, querida. ¿Todavía no tienes miedo?
Deberías.

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