jueves, 28 de enero de 2010

El extraño caso del profesor Dodgson y el señor Carroll

Todos conocemos a Lewis Carroll a través de su creación más perdurable, las dos novelas sobre la infante Alicia y sus viajes a otros mundos. Siempre he pensado que para comprender cabalmente una obra debes examinar la vida del artista que la concibió. Charles Lutwidge Dodgson nació el 27 de enero de 1832 –como ya apunté- en el seno de la familia de un pastor protestante y una madre tradicionalmente victoriana. Tercero de once hermanos, tímido, sensible y ligeramente tartamudo, creció para convertirse en un estudiante modelo y, eventualmente, en profesor de matemáticas del Christ Church College de Oxford. La tarde del 4 de julio de 1862, la misma en que una nación celebraba un aniversario más de su independencia del Imperio, Dodgson paseaba en barco en compañía de su amigo el reverendo Robinson Duckworth y las tres hijas de Henry George Lidell, nuevo decano de su escuela. Propenso a crear imaginativas historias, Dodgson concibió un relato que por insistencia de Alice, la segunda de las hermanas Lidell, aterrizó en el papel y se convirtió en una de las historias más influyentes de la era moderna, objeto de incontables visitas e interpretaciones. Sin advertirlo, al mismo tiempo que Dodgson dejaba fluir su imaginación, nacía Lewis Carroll. Dodgson reservó su nombre real para su faceta de eminente profesor de matemáticas, mientras Lewis Carroll podía desafiar los dogmas e incursionar en el llamado nonsense literario. Más allá, a través de Lewis Carroll podía recuperar su infancia, esa que nunca abandonó a pesar de crecer e instalarse en el mundo de los adultos. En este sentido, muchos autores plantean un caso de doble personalidad más que la mera elección de un seudónimo de escritor. De ser así representaba el viejo duelo entre la lógica y la imaginación.
Dodgson murió de afecciones respiratorias el 14 de enero de 1898 en el hogar de su hermana, a días de celebrar su cumpleaños 66. Pero él, como muchos de los autores que aquí he recordado, es eterno. Vive cada vez que abrimos sus libros y gozamos sus historias. Consiguió, al final, perdurar como el niño que siempre fue.

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