jueves, 3 de febrero de 2011

¿Zombis o infectados?

Fue una pregunta interesante que leí el otro día en el muro de Facebook del Festival Mórbido y seguramente un tema que se tratará en el futuro en la recién nacida versión en podcast de este blog.
Si nos atenemos al folklore y tradiciones afroantillanas, el término zombis –que posiblemente procede del congolés nvumbi o cuerpo sin alma, o de la voz nsumbi o demonio- sería más aplicable a los seres que aparecían en películas como Zombi blanco (Victor Halperin, 1932), Yo anduve con un zombi (Jacques Turneour, 1943), La plaga de los zombis (John Gilling, 1966) o La serpiente y el arcoiris (Wes Craven, 1988). Sin embargo la costumbre nos hizo asociarlo a los de cadáveres reanimados de La noche de los muertos vivientes (George Romero, 1968) cuando, por la forma en que éstos se transforman y es bien acotado en fuentes contemporáneas como Exterminio (Danny Boyle, 2002) o REC (Paco Plaza y Jaumé Balagueró, 2007), se denominarían mejor como infectados (del díptico REC, prefiero ver sólo la primera película). En la serie de historietas convertida en programa de televisión The walking dead, muy emparentadas con las anteriores, les dicen “caminantes”.
Es difícil combatir los hábitos, sin importar cuán inexactos sean. Cuando alguien está desvelado, actúa por inercia y no tiene deseos de hacer nada, le decimos “andas como zombi”. De hecho la palabra “zombi” –hasta donde recuerdo- nunca es pronunciada en la cinta de Romero ni en muchas otras. Somos nosotros quienes la atribuimos a los no muertos por la experiencia cinematográfica y su enorme similitud con los seres descritos en el folklore. El nombre es breve, contagioso e irresistible. Si bien son diferentes en muchos aspectos –su actuar, capacidades motrices, voracidad, y modo de creación-, ambos personajes coinciden en algo: su personalidad anulada, los zombis sometidos a la voluntad de otro y los infectados a sus instintos primarios. A éstos últimos los caracteriza su agresividad y son más atemorizantes en la era de las enfermedades infectocontagiosas, como la relativamente reciente alarma sanitaria por influenza AH1N1. ¿Recuerdan ustedes el panorama de la ciudad de México en aquellos días? Las calles estaban desoladas y las poquísimas personas que deambulaban por ellas usaban cubrebocas. Un escenario extraído de una película de horror.
Muchas fuentes no se molestan en aclarar su origen, como la propia obra fundacional de Romero. Y eso no es necesario. Los videojuegos y películas Resident evil los explican de una manera científica, como el producto de un virus inventado por el hombre. En estos términos, pueden relacionarse con los mitos de Frankenstein: la creación que termina por destruir a su creador.
Toda esta controversia no pone en duda su poder de convocatoria, potencial económico ni posibilidades narrativas. Ya hablé de las secuelas de las películas Tierra de Zombis y Exterminio, y de la adaptación de Guerra Mundial Z de Max Brooks. En lo personal, sean zombis, infectados o caminantes, siempre me referiré a ellos de la primera manera.

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