jueves, 10 de febrero de 2011

Legítimas aspiraciones, o un duelo de poder a poder.

El Internet es una maravilla. No sólo por el infinito cúmulo de información que puede ofrecernos. Es amigo de la ansiedad del devorador de series de televisión: nos ofrece la posibilidad de ver programas antes de su estreno en la televisión latinoamericana. Ayer vi el final de la cuarta temporada de las aventuras de Dexter Morgan, personaje del que he platicado ampliamente. Lo primero que debo decir es que superó mis expectativas después de una tercera temporada que no fue de mi entero agrado. No es que fuera mala. Su conflicto general –la necesidad de aceptación y pertenencia del héroe-, es legítimo desde su punto de vista y parte esencial de su máscara de sanidad. Para mimetizarse en la sociedad Dexter llevó un paso adelante su relación sentimental, asumió el rol de padre sustituto y, eventualmente, engendró un hijo natural. Ante esta abrumadora carga de deberes era inevitable que necesitara alguien ante el cual exhibir su verdadera naturaleza. Lo hizo ante el fiscal de distrito Miguel Prado(Jimmy Smiths), hombre próspero y estable que representaba un modelo para el protagonista pero no era todo lo que aparentaba.
En la cuarta temporada Sánchez fue sustituido por Arthur Mitchell (John Lithgow, quien ganó un premio Emmy por su interpretación), un feliz padre de familia, diácono local y benefactor de los desamparados que oculta un terrible secreto. Él, como Dexter, es un asesino en serie. Fue bautizado como Trinity por el cazador de psicópatas Frank Lundy (Keith Carradine) debido a su atroz modus operandi a lo largo de 30 años: asesinar a sus víctimas en grupos de tres. Si Sánchez fue una guía atractiva para Dexter, Mitchell es su par, el ejemplo para lograr el matrimonio ideal entre su carrera homicida y su vida social. Para el anecdotario, este tipo de papel no es extraño para Lithgow, pues ya interpretó a un desquiciado en Demente (1992) de Brian de Palma.
Lo que no me gusta es que Dexter, en el intento de construir su fachada, se humaniza a partir de ella. Para mí es un asesino sin sentimientos, una máquina perfecta de matar semejante a un tiburón blanco. Agotado por su rol de padre, sufre un accidente de tránsito y comete los errores que esperaríamos de un ser humano. Creo que él está más allá de eso, pero concedo que a la vez nos acerca más a él. Nos mantiene en una continua angustia.
Lamentablemente no todo resultó como Dexter esperaba. En la escena final de la temporada advierte respecto a su vástago, mientras se aferra a él, una realidad fatal: “ambos nacimos en sangre”. En la reflexión está implícita la vulnerabilidad a la que lo hace susceptible su parte humana y que será sin duda el eje de su quinta temporada. ¿Cuál es el futuro al que puede aspirar un personaje como Dexter? Lo descubriremos en los nuevos episodios, que por cierto están también disponibles en Internet.

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