viernes, 14 de septiembre de 2012

Batman es un Criminalista (parte 2)


III
Ahora lo que nos reúne, mi afirmación Batman es un Criminalista. Como ya dije, el personaje es un ejemplo de tenacidad, disciplina y voluntad. Contra toda interpretación que haya podido dársele a lo largo de los años, la esencia del héroe –como la del detective- es simple: desde una posición humana, combatir al fenómeno criminal con los recursos que ofrece la ciencia. Es cierto que el personaje pudo allegarse de estos medios gracias a su fortuna económica, pero la base de su esfuerzo puede explicarse desde un prisma de realismo. Es curioso que la Criminalística, disciplina en la que se apoya el detective, tenga raíces en la Francia donde vivió Eugene François Vidocq y posteriormente caminaría Alphonse Bertillon (1853-1914), el sabio francés que significó el matrimonio entre las ciencias exactas y la pesquisa criminal. En aquella época la Criminalística  era sólo un conjunto de técnicas y conocimientos sin ninguna sistematización clara, no muy comprobados ni verificables y, por consiguiente, falibles. 
Fue en 1894 en Graz, Austria, que el juez Hans Gross (1847-1915), hizo evidente la necesidad de una materia que pudiera erradicar la subjetividad y las falsas soluciones, conocimientos que plasmó en su Manual del Juez de Instrucción, Agentes de Policía y Policías Militares (Handbuch fur Untersuchungsrichter, Polizeibeamte, Gendarmen). Acuñó ahí el término Criminalística (Kriminalistik), cuyo objeto de estudio es –como sabemos- el material sensible significativo localizado en la escena del crimen, también conocido como indicio. Su estudio nos puede ayudar a establecer la identidad del perpetrador o la víctima de un hecho, a establecer la relación entre éstos y las circunstancias en que se consumó el crimen. El indicio es el más confiable testigo del crimen. Las personas mienten, los indicios no.

En su libro The forensic files of Batman, el escritor Doug Moench advierte adecuadamente la estrecha relación del detective con las ciencias forenses. Ya desde 1910 el criminólogo francés Edmond Locard (1877-1966) observó que todo criminal deja una parte de sí en la víctima y la escena del delito, y se lleva algo consigo, deliberada o inadvertidamente. También descubrió que estos indicios pueden conducirnos a su identidad. El razonamiento lógico de Locard constituye hoy en día la piedra angular de la investigación científica de los crímenes y es conocido como principio de intercambio: “Es imposible que un criminal actúe, especialmente en la tensión del hecho criminal, sin dejar rastros de su presencia”. Locard, autor también de los siete volúmenes del Traité de Criminalistique, fundó el laboratorio de Criminalística de la ciudad de Lyon, Francia. Con un poco más de sofisticación que éste, Batman posee una base de operaciones – popularmente conocida como la Baticueva- dotada de todo tipo de equipo de laboratorio y cómputo, y lleva siempre consigo –en el que suele conocerse como baticinturón- instrumental para la búsqueda, localización, levantamiento y embalaje de indicios.
Moench habla en su libro de diversos tópicos, desde la Balística, los homicidios por arma blanca, los Incendios y Explosiones hasta la interpretación de Indicios hemáticos y los Indicios Dactilares. Uno de sus casos más famosos, su primer encuentro con uno de sus más prestigiados rivales, involucra conocimientos en Entomología Forense y Toxicología. Una serie de muertes inexplicables atraen la atención del héroe. Todas las víctimas son jóvenes deportistas, sin historial de afecciones cardiacas, con el común denominador de estudiar en la Universdad de Ciudad Gótica. Después que las autoridades han inspeccionado la casa de la víctima más reciente, el Detective Oscuro penetra en ella y llaman su atención algunas moscas muertas en el lugar. Las recolecta y analiza en su laboratorio. Con ayuda de un estudio en Cromatografía de gases, descubre en ellas una potente droga alucinógena, capaz de despertar los miedos más poderosos. Su investigación lo lleva hasta un profesor de Psicología de la misma institución, especializado en el estudio de las fobias, llamado Jonathan Crane. Tras seguir  sus movimientos y con elementos contundentes en su contra, el héroe lo enfrenta: “Tenía razón. Vestido con un roído traje, un sombrero y una máscara de yute, parecía un espantapájaros viviente, grotesco bajo la amarillenta luz de las lámparas de queroseno. El tiempo se congeló cuando estuvimos frente a frente, el Murciélago y el Espantapájaros. El profesor en Psicología estaba claramente loco”.

IV
No puedo evitar terminar esta plática con una de las más recientes encarnaciones del personaje, Batman: El Caballero de la Noche asciende (Christopher Nolan, 2012), una cinta que ha generado las opiniones más polarizadas. El sentir del crítico de cine Miguel Cane se ajusta muy bien al mío: “Por lo tanto, la pregunta es, ¿conseguirá El Caballero de la Noche Asciende satisfacer la sed de perfección y mito? Y la respuesta es que semejante cosa no es posible. Y no porque la cinta no sea de calidad, que lo es, es simplemente que a estas alturas del poema, resulta imposible dar gusto a nadie. Habrá quienes la amen, habrán quienes la vilipendien, quienes se queden estupefactos, quienes se conmuevan hasta lo más hondo y no faltará quienes le encuentren defectos a todo. Es el precio de ser un filme tan anticipado, si bien está más allá del bien y del mal; no importa lo que se diga de ella, su leyenda la precede”. Cane tiene razón.  La dimensión del personaje se impone. Porque Batman es incorruptible, imperecedero.
Acaso esta ocasión fue verdaderamente empañada por los lamentables hechos ocurridos en Aurora, Colorado, la noche del 20 de julio de este 2012. La matanza sin sentido que cometió el aspirante a Doctor en Neurociencias James Eagan Holmes invita nuevamente al debate del tan popular fenómeno conocido como bullying y la facilidad de adquisición de armas de fuego en el vecino país del norte. Mientras cientos de espectadores observaban maravillados la película que esperaron por cuatro años, Holmes abrió fuego contra ellos utilizando un rifle Smith & Wesson M&P15, una escopeta Remington 870 Express y una pistola Glock calibre 22. Recordemos a las 12 víctimas mortales:

1.      Alex Sullivan, que celebraba su cumpleaños 27.
2.      John Larimer, miembro de 27 años de la marina estadounidense.
3.      Jessica Redfield Ghawi, cronista deportiva de 24 años, quien recientemente sobrevivió un tiroteo en un centro comercial de Toronto.
4.      Micayla Medek, joven de 23 años.
5.      Jon Blunk, un joven de 26 años que sirvió de escudo a su novia, Jansen Young.
6.      Alex Teves, de 24 años, quien recientemente obtuvo un grado de Maestría.
7.      Alexander Boik, de 18 años, quien recientemente se había graduado de la preparatoria.
8.      Gordon Cowden, de 51 años y padre de dos.
9.      Rebecca Wingo, de 32 años.
10.  Matt McQuinn, de 27 años, quien protegía a su novia, Samantha Yowler.
11.  Veronica Moser-Sullivan, una niña de 6 años, cuya madre Ashley Moser se encuentra en condición crítica.
12.  Jesse Childress, sargento de 29 años de la Fuerza Aérea Estadounidense.

Todos hijos de alguien, esposos de alguien. Como nos enseñó el ataque a las Torres Gemelas que hoy recordamos, el calificativo víctima no se aplica solamente a los caídos.

Como en la vida real, Batman libra una guerra que sabe nunca podrá ganar del todo. Reconoce que son las pequeñas victorias las que le animan a seguir adelante. Hoy sigue enseñándome que los momentos de tragedia no nos definen tanto como las acciones que tomamos para lidiar con ellos. El próximo mes de mayo cumplirá 73 años de vida. Películas como las de Christopher Nolan comprueban que el personaje se ha convertido en algo más: una leyenda.


Bibliografía
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Daniels, Les. DC COMICS: Sixty years of the world´s favorite comic book heroes. Bullfinch Press Books, Nueva York. 1995.
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Eguerrena, Josefa. Los superhéroes. Instituto Politécnico Nacional, México. 2006.
Jurgen, Thorwald. El siglo de la investigación criminal. Ed. Labor, México. 1966.
Langley, Travis. Batman and psichology. John Wiley & sons, Nueva Jersey. 2012.
Maldonado Aguirre, Alejandro. El delito y el arte. Instituto de Investigaciones Jurídicas. UNAM, México. 1994.
Moench, Doug. The forensic files of Batman. Ibooks, inc, Nueva York. 2000.
Moreno González, Rafael. Manual de introducción a la Criminalística. Ed. Porrúa, México. 1986.
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Symmons, Julian. Historia del relato policial. Bruguera, España. 1982.

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