miércoles, 20 de marzo de 2013

Oscuras obsesiones


Una pequeña licencia, aunque en realidad no se encuentra lejos de los intereses de este blog dado que el thriller o el policial, como quieran llamarle, bordea constantemente con el horror. Su origen se encuentra en las oscuras manifestaciones de la mente humana, en el reconocimiento de que todos poseemos la capacidad de actuar con la mayor maldad. Durante 20 años seguí devotamente a La Ley y el Orden, la serie de televisión creada por Dick Wolf. De ella he hablado abundantemente. De sus derivados, o spin-offs, La Ley y el Orden: Unidad de Víctimas Especiales es mi favorito. Fundamentalmente porque fusiona dos pulsiones básicas del hombre –eros y thanatos- y por sus espléndidos personajes principales –al menos durante sus primeras doce temporadas-: Elliot Stabler (Christopher Meloni) –un Detective con antecedentes en la Marina, católico, padre de familia, que tiene un serio problema con la figura de autoridad- y Olivia Benson (Mariska Hargitay) –una Detective dura pero sensible, atormentada porque tuvo una madre alcohólica y es el producto de una violación-. Ellos eran apoyados por un reparto muy competente que ha sobrevivido los cambios institucionales: el rapero convertido en actor Ice-T encarna al Detective Odafin Tutuola, antiguo policía encubierto y representante de las “minorías”; el comediante Richard Belzer al Sargento John Munch, colorido reciclaje de otra teleserie (Homicidio, la vida en la calle), obsesionado con las teorías de conspiración; Dann Florek como el Capitán Donald Cragen, alcohólico recuperado reciclado también pero del “programa matriz”. Al Psiquiatra del FBI George Huang (BD Wong), a la Médico Forense Melinda Warner (Tamara Tunie) y a las fiscales Alexandra Cabot (Stephanie March) y Casey Novak (Diane Neal) los dejaré por el momento.
Digo todo esto porque la semana pasada vi la repetición de uno de sus mejores episodios, Equipaje, entrega 18 de su décima temporada. En él, StablerOlivia está ausente- une fuerzas con el Detective Victor Moran (Delroy Lindo) para atrapar a un violador en serie (Nelson Vasquez). Moran ha convertido la captura del criminal en su cruzada, forma de escape de su tragedia personal. En el transcurso, el delincuente perfecciona sus métodos, escalando de la agresión sexual al homicidio. El desenlace, sobrecogedor, aumenta sólo la empatía que el personaje invitado ya se ha ganado. “Todos merecen una segunda oportunidad”, dice mientras observa cómo los órganos de su hija muerta salen de la sala de operaciones.
Mi interés por la serie decayó tras la salida de Meloni. Sangre nueva (Danny Pino y Kelli Giddish) trató de llenar su lugar, pero la química que existía entre él y la Hargitay ha desaparecido. No es que ella sea incapaz de sustentar la serie, pues su papel le ha merecido numerosos premios, sino que la mancuerna era su principal fortaleza. Sus productores debieron considerar un reemplazo más atractivo, uno que estuviera a la altura del programa y de la co protagonista. El Victor Moran de Delroy Lindo era una opción ideal. Pero eso sólo ha sucedido en mi cabeza. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario