domingo, 2 de febrero de 2014

Frankenstein, héroe de acción

Pensaba derramar melcocha sanguinolenta las siguientes semanas, pero hago una pausa apremiante. Ahora que lo pienso, nunca he escrito en este blog –a plenitud- sobre Frankenstein, la novela indispensable que escribió en 1816 una jovencita inglesa de 17 años llamada Mary Wollstonecraft Godwin, conocida tras sus nupcias como Mary Shelley. He analizado a detalle el tema en otros espacios, como uno muy reciente en la Universidad Nacional. Dudo mucho que ella imaginara las dimensiones que su creación alcanzaría, un relato imperecedero con lecturas inagotables. “Es más una novela filosófica que fantacientífica”, piensa el comunicólogo español Román Gubern. Isaac Asimov, el admirado autor de Yo, robot, está de acuerdo con él y añade que “lo importante es que se trata del primer cuento en el que la vida se crea sin intervención divina, únicamente por medios materiales”. Vicente Quirarte asegura que “en tiempos de estudios de género, clonación e ingeniería genética, la novela de Mary Shelley dista de ser una ficción para el consumo efímero”. Esto es muy cierto. Desde su publicación en los primeros días de 1818, Frankenstein nunca ha estado fuera de circulación y se ha traducido a prácticamente todos los idiomas. Más allá, ha sido adaptada a todos los medios creados por el hombre: teatro, cine, historieta, series de televisión, Internet y videojuegos.
Precisamente la más reciente que nos ha entregado el séptimo arte es Yo, Frankenstein (2014), segundo largometraje del australiano Stuart Beattie, quien además es responsable del guión (también escribió los de Piratas del Caribe: la Maldición del Perla Negra, Colateral, 30 días de noche y G. I. Joe: el origen de Cobra). Se basa en la novela gráfica homónima de Kevin Grevioux. El caso de éste último es curioso. Es más recordado por interpretar a Raze, el enorme y fiero Lycan –el incondicional de Lucian- en Inframundo (Len Wiseman, 2003) e Inframundo: La rebelión de los Lycan (Patrick Tatopoulos, 2009) y es responsable de la idea original propició la saga. Desconocía su vasto currículum académico, su gran labor en el mundo de los cómics y que realizó el primer libreto del filme del que hoy hablo.
La película no pretende explorar –ni alcanzar- la profundidad ética, científica y moral de la obra que la inspira. Es un entretenimiento simple y llano, un espectáculo visual lleno de piruetas y combates que captura al espectador desde el inicio. Tras una versión muy libre del desenlace de la historia que conocemos, la Criatura (Aaron Eckhart) entierra el cadáver de su irresponsable padre (Aden Young), cuando un par de demonios pretenden capturarlo por órdenes de su superior. Acuden a su rescate Ophir (Caitlin Stasey) y Keziah (Mahesh Jadu), dos guerreros de la bondadosa y milenaria Orden de las Gárgolas, y lo llevan a una enorme Catedral –en una ciudad sin nombre- ante su Reina Leonore (Miranda Otto), quien prefiere llamarlo Adam, como el primer hombre según la creencia más difundida. Doscientos años después, los demonios reactivan sus planes. El malvadísimo Príncipe Naberius (Bill Nighy) y su malencarado guarura Dekar (el propio Grevioux), a través de su infame empresa y la inocente científica Terra (Yvonne Strahovski) pretenden duplicar los descubrimientos de Víctor Frankenstein, plasmados en un diario que no deja de recordarme el que Mel Brooks nos mostró en 1974 en El joven Frankenstein: “Cómo lo hice. Por Víctor Frankenstein”.
La combinación de gárgolas, demonios y ciencia parece difícil de asimilar. Pero como dije, la cinta no admite academicismos. Tampoco omite homenajes (“¡Está vivo! ¡Está vivo!”) e imágenes que remiten inmediatamente a las cintas de Inframundo, en una urbe donde estruendosas batallas pasan completamente desapercibidas. Y además, Beattie busca la excusa para mostrar el musculoso torso desnudo del protagonista, que incluso le valió la portada de la revista especializada Muscle and Fitness eso sí, lleno de cicatrices. Y finaliza con el obligado discurso heroico en la azotea de un edificio, con la Criatura asumiendo su nueva cruzada y el nombre por el que la conocemos y que, con justicia, le pertenece.

Dicho esto, considerando sus antecedentes, no me parece difícil que Frankenstein cruce su camino con el de la vampira Selene (Kate Beckinsale) de Inframundo. Si esto ocurre, la idea vino de aquí y merezco regalías por ello.

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